Imágenes de páginas
PDF
EPUB

período, si no nos llamara la atencion un importantísimo documento sobre una de las graves materias y asuntos de Esta do de aquel tiempo, del cual nos imponemos gustosos el deber de dar cuenta á nuestros lectores, porque él revela con no poco consuelo las ideas que ya germinaban en las cabezas de los hombres ilustrados, en una época que parecia toda de ignorancia, de fanatismo y de hipocresía. Es un extenso y luminosísimo informe que dió á Cárlos II una junta especial que el rey formó para que emitiese su dictámen acerca de las competencias que tiempo habia se venian suscitando entre el tribunal de la Inquisicion y los consejos reales sobre puntos de jurisdiccion, y sobre las facultades y privilegios que el Santo Oficio iba usurpando y arrogándose en todas las materias, para tomar el rey, en vista de su informe, la resolucion mas conveniente.

La junta, despues de examinados los antecedentes que obraban en los consejos de Castilla, de Aragon, de Italia, de Indias y de las Ordenes, decia: «Reconocidos estos papeles, se halla ser muy antigua y muy universal en todos los dominios de V. M., en donde hay tribunales del Santo Oficio, la turbacion de las jurisdicciones, por la incesante aplicacion con que los inquisidores han porfiado siempre en dilatar la suya con tan desarreglado desórden en el uso, en los casos y en las personas, que apenas han dejado ejercicio á la jurisdiccion real ordinaria, ni autoridad á los que la administran. No hay especie de negocio, por ajeno que sea de su instituto y facultades, en que con cualquier flaco motivo no se arroguen el conocimiento. No hay vasallo por mas independiente que sea de su potestad, que no lo traten como á súbdito inmediato..... No hay ofensa casual, ni leve descomedimiento contra sus domésticos, que no le venguen y castiguen como crímen de religion..... No solamente extienden sus privilegios á sus dependientes y familiares..... no les basta eximir las personas y las haciendas de los oficiales de todas las cargas y contribuciones públicas, por mas privilegiadas que sean, pero aun las casas de sus habitaciones quieren que gocen la inmunidad de no poderse extraer de ellas ningunos reos..... En la forma de sus procedimientos y en el estilo de sus despachos usan y afectan modos con que deprimir la estimacion de los jueces reales ordinarios, y aun la autoridad de los magistrados superiores; y esto no solo en las materias judiciales y contenciosas, pero en los puntos de gobernacion política y económica ostentan esta independencia y desconocen la soberanía,»

Hacia luego la junta una curiosa y erudita reseña histórica de los excesos y abusos cometidos por los inquisidores en su afan de invadir los derechos y atribuciones de la autoridad real y de la potestad civil, desde la creacion del tribunal de la Fe hasta aquellos dias; recordaba las competencias que en cada reinado se habian motivado en materia de jurisdiccion; enumeraba las diferentes medidas que para contener aquel espíritu invasor habia sido menester tomar en cada época; quejábase de la inobservancia de aquellas providencias por parte de los inquisidores; lamentábase de la frecuente extralimitacion de sus facultades, de la usurpacion de inmunidades y privilegios, del abuso que habia hecho siempre de las censuras y de sus ilegales y tiránicos procedimientos; demostraba que no tenia la Inquisicion otra jurisdiccion en lo temporal que la que los reyes le habian dado y le podian retirar, y que lo que en otro tiempo habia otorgado una piedad confiada podia ahora mejorarlo una experiencia advertida; y concluia diciendo:

«Señor: reconoce esta junta que á las desproporciones que ejecutasen los tribunales del Santo Oficio corresponderian bien resoluciones mas vigorosas. Tiene V. M. muy presentes las noticias que de mucho tiempo á esta parte han llegado y no cesan de las novedades que en todos los dominios de V. M. intentan y ejecutan los inquisidores, y de la trabajosa agitacion en que tienen á los ministros reales. ¡Qué inconvenientes no han podido producir los casos de Cartagena de las Indias, Méjico y la Puebla, y los cercanos de Barcelona y Zaragoza, si la vigilantísima atencion de V. M. no hubiera ocurrido con tempestivas providencias! Y aun no desisten los inquisidores, porque están ya tan acostumbrados á gozar de

[merged small][ocr errors]

la tolerancia, que se les ha olvidado la obediencia..... A la junta parece, por lo que V. M. se ha servido de cometerla, que satisface á su obligacion proponiendo estos cuatro puntos generales: Que la Inquisicion en las causas temporales no proceda con usuras: Que si lo hiciese, usen los tribunales de V. M. para reprimirlo el remedio de las fuerzas: Que se modere el privilegio del fuero en los ministros y familiares de la Inquisicion y en las familias de los inquisidores: Que se dé forma precisa á la mas breve expedicion de las competencias. Esto será mandar V. M. en lo que es de todo suyo; restablecer sus regalías; componer el uso de las jurisdicciones; redimir de intolerables opresiones á los vasallos, y aumentar la autoridad de la Inquisicion, pues nunca será mas respetada que cuando se vea mas contenida en su sagrado instituto, creciendo su curso con lo que ahora se derrama sobre las márgenes, y convirtiendo á los negocios de la fe su cuidado, y á los enemigos de la religion su severidad. Este será el ejercicio perpetuo del Santo Oficio; santo y saludable cauterio, que aplicado á donde hay llaga la cura, pero donde no la hay la ocasiona (1).»>

Semejante consulta hecha á un monarca tan supersticioso como Cárlos II y tales doctrinas emitidas por una junta de hombres doctos á los diez y seis años de haberse ejecutado el célebre auto de fe de la Plaza Mayor de Madrid, podian sin duda considerarse como el anuncio de que la casi-omnipotencia inquisitorial, que llevaba mas de dos siglos de un predominio siempre creciente, iba á entrar en el período de su declinacion y de su decadencia.

CAPITULO XI

Guerra con Francia. - Paz de Riswick

DE 1692 Á 1697

Campañas de Flandes.-Asiste Luis XIV en persona al sitio y conquista de Namur.-Derrota Luxemburg á los aliados en Steinkerque.-Desastre de la armada francesa en la Hogue.-Célebre triunfo del ejérci to francés en Neerwinde.-Victoria naval del almirante Tourville.— Muerte de Luxemburg: sucédele Villeroy.-Recobran los aliados á Namur.-Campañas de Italia.-Triunfos de Catinat.-Tratado particular entre Luis XIV y el duque de Saboya.-Campañas de Cataluña.Vireinato del duque de Medinasidonia. — Piérdese la plaza de Rosas.--Vireinato del marqués de Villena. — Derrota de los españoles orillas del Ter.-Piérdense Gerona, Hostalrich y otras plazas.-Vireinato del marqués de Gastañaga.-Proezas de los miqueletes.-Recibe grandes refuerzos el ejército español.-Es derrotado orillas del Tordera.-Vireinato de don Francisco de Velasco. -Sitio y ataque de Barcelona los franceses.-Flojedad y cobardía del virey.—Ardor de los catalanes. -Barcelona se rinde y entrega al duque de Vendome.-Tratos y negociaciones para la paz general.-Capítulos y condiciones de la paz de Riswick.-Desconfianza de que descanse la Europa de tantas guerras. -Objeto y miras del francés en el tratado de paz de Riswick.

por

La guerra que con los ejércitos de Luis XIV estábamos hacia años sosteniendo en todos los dominios españoles, y que dejamos pendiente en 1691, continuó mas viva al año siguiente, cuando á la falta ordinaria de recursos en que habitualmente estábamos se añadia la desgracia de haberse perdido la mitad de la flota que venia de Indias, con ocho millones con que se contaba para la próxima campaña.

El poderoso monarca francés, que deseaba acabar de aniquilar nuestra potencia para sujetarla despues sin obstáculo al designio que sobre ella tenia, no abrigando ya temores, ni por la parte de la Alemania ni por la de Saboya, resolvió caer con el grueso de sus fuerzas sobre Flandes y sobre Cataluña, habiendo además equipado dos poderosas flotas, la una con destino á obrar en el Océano é impedir que pasaran á Flandes tropas de Inglaterra, la otra en el Mediterráneo para

(1) Coleccion de leyes y reales cédulas; reinado de Cárlos II. Manuscritos de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, tomo XXX. -La consulta es de 21 de mayo de 1696.

Es tan importante este documento, y está escrito con tanta erudicion y con tan abundante y provechosa copia de datos, que á pesar de su mucha extension nos hemos decidido á darle por apéndice á la historia de este reinado, mucho mas cuando no sabemos que haya sido dado hasta ahora á la estampa, y llamamos hácia él la atencion de nuestros lectores,

de este triunfo fué la rendicion de Charleroy al mariscal de Luxemburg (10 de noviembre, 1693), cuando ya los cuatro mil hombres que la guarnecian habian quedado reducidos á mil doscientos: despues de lo cual unos y otros se retiraron á descansar en cuarteles de invierno (3).

estorbar que entrasen convoyes en España. Quiso mandar él | al de los confederados. Lo mas notable que ocurrió despues mismo en persona el ejército de los Países Bajos, con el cual puso sitio á Namur (mayo, 1692), que defendia el príncipe de Barbanzon con ocho mil doscientos españoles, alemanes, holandeses é ingleses. Encomendó, como acostumbraba, la direccion de las operaciones del sitio al famoso ingeniero Vauban, y la plaza fué rendida (junio) despues de una defensa vigorosa, sin que pudieran socorrerla el príncipe de Orange, rey de Inglaterra, y el Elector de Baviera, que mandaban las tropas de los aliados.

Despues de algunos movimientos y de haberse estado algun tiempo observando los ejércitos de Francia y los de la confederacion, dióse al fin una sangrienta y famosa batalla en un lugar llamado Steinkerque (3 de agosto, 1692), ó por mejor decir, muchos sangrientos combates en un mismo dia, puesto que en cada uno de ellos se tomaban y recobraban baterías espada en mano, y caian á las descargas regimientos enteros; sin que la mortandad sirviera para otra cosa que para acreditar el valor y la inteligencia de los dos generales (era el de los franceses el mariscal de Luxemburg), para sacrificar ocho ó diez mil hombres de cada parte entre muertos y heridos, y para llevar el luto y el llanto al seno de muchas familias distinguidas. Por lo demás los dos ejércitos se retiraron á sus respectivos campos, sin que ninguno de ellos pudiera templar el dolor de tanta pérdida con la satisfaccion del triunfo. Lo demás de la campaña de aquel año se redujo á reencuentros parciales y pequeñas acciones con éxito vario, á arrojar los franceses algunas bombas sobre Bruselas, y á fortificar cada cual sus respectivas plazas (1).

En cambio de las ventajas que Luis XIV habia obtenido en Flandes, su proyecto de restablecer al rey Jacobo en el trono de Inglaterra le costó la pérdida de su escuadra en la gran batalla naval de la Hogue (1692), una de las mas terribles que en los últimos siglos se habian dado en los mares. Cincuenta navíos franceses tuvieron que luchar contra ochenta y uno de línea ingleses, que llevaban cerca de seis mil cañones y treinta y seis mil soldados. Los franceses, obligados á retirarse, fueron arrojados por los vientos á las costas de Bretaña y Normandía, donde el almirante inglés les quemó trece navíos, además de los catorce que fueron quemados en la rada de la Hogue. El rey Jacobo perdió enteramente la esperanza de volver á ceñir la corona, y aquel desastre señaló una de las primeras épocas de la decadencia del poder marítimo de la Francia y de la preponderancia de la marina inglesa (2). Acusaba Luis XIV á los aliados de perturbadores de la paz pública, porque no le dejaban gozar con quietud de lo que les habia usurpado, cuando ellos en verdad no hacian sino procurar contener su ambicion y defenderse de sus agresio nes. Grandes eran los preparativos de unos y otros para la siguiente campaña en los Países Bajos. El francés tenia distribuidos en la frontera ochenta mil hombres, que se podian reunir en menos de veinticuatro horas. Las primeras operaciones, que comenzaron este año mas tarde y pasada ya la primavera (1693), fueron en general desfavorables á los aliados. Pero todo el interés de esta campaña le absorbió la famosa batalla de Neerwinde, en que pelearon desesperadamente franceses, ingleses, holandeses, alemanes, italianos y españoles, en que el mariscal de Luxemburg ganó una de las mas insignes y señaladas victorias, y en que los aliados perdieron, además de muchos millares de guerreros valerosos, setenta y seis cañones, ocho morteros, nueve pontones, y ochenta y dos estandartes (29 de julio, 1693). Los españoles maravillaron allí por la obstinacion y la constancia con que sostuvieron por tres veces en el ala derecha otros tantos sangrientos combates contra los franceses ya victoriosos de los de Brandeburg y de Hannover; y el príncipe de Orange mostró que merecia ser contado entre los mas famosos generales de su tiempo, no tanto por su arrojo en la pelea como por la prudencia y la habilidad con que ejecutó la retirada. El ejército francés habia sido una tercera parte superior en número

(1) Memorias para la Historia de la vida militar de Luis XIV.-Historia de las Provincias Unidas.-Gacetas de Madrid de 1691 y 92. (2) John Lingard, Hist. de Inglaterra, tom. V, c. 5.

[ocr errors]

Vengáronse tambien este año los franceses del desastre naval que en el anterior habian sufrido. Luis habia hecho construir y armar otros tantos navíos como los que perdió en la Hogue. Una escuadra formidable al mando del almirante Tourville salió de los puertos de Francia á cruzar el Mediterráneo; detúvose en el golfo de Rosas, tomó rumbo hacia el cabo de San Vicente, llegó cerca de Lisboa, y á catorce leguas de Lagos presentóse la gran flota inglesa y holandesa cargada de abundantes provisiones de boca y guerra. El almirante Tourville hizo con sus naves un espacioso semicírculo, en que habia de coger á las enemigas como en una red, no quedán doles otro arbitrio que entregarse ó ir á varar en la costa. De todo hubo en verdad; rindiéronse unas, otras fueron quemadas, y otras se estrellaron, escapándose pocas. Hasta el 29 de junio llevaban los franceses apresadas veintisiete y quemadas cuarenta y cinco, y los capitanes prisioneros calculaban la pérdida de los ingleses y holandeses en treinta y seis millones de libras esterlinas. De gran pesadumbre fué este suceso para España, que habia cifrado las mas halagüeñas esperanzas en esta expedicion marítima de sus aliados.

La paz que propuso Luis al fin de este año no fué aceptada por ninguna de las potencias, porque todas calculaban que ahora como otras veces no buscaba sino pretextos ó para adormecerlas ó para sincerarse ante la Europa de sus usurpaciones. Así, pues, todas se prepararon para continuar la guerra. La de los Países Bajos fué mas notable en 1694, por la habilidad y la prudencia de los generales Guillermo de Orange y Luxemburg, que por los hechos de armas; que de estos no los hubo sino parciales, y las plazas de Huisse y Dixmude que recobraron los aliados eran de poca consideracion y estaban casi abandonadas: mientras aquellos admiraron á la Europa por la manera hábil de hacer las marchas y contramarchas, de elegir las posiciones y campamentos, de asegurar los convoyes, de revolverse, en fin, dos ejércitos de ochenta mil hombres cada uno, casi siempre á la vista uno de otro, en un país de tan poca extension como lo era ya la Flandes española, sin dejarse sorprender nunca, y temiéndose y respetándose mutuamente.

Gran pérdida, y muy sensible fué para toda Francia la del mariscal de Luxemburg, que murió á poco tiempo (4 de ene ro, 1695); general el mas querido de los soldados, porque sobre haberlos conducido tantas veces á la victoria, era para ellos un padre, y mil veces los habia salvado de las privaciones con que los amenazaba la penuria del tesoro francés. Nadie, en Francia, desde Filipo-Augusto, habia hecho maniobrar con tanta habilidad tan grandes masas de tropas: el príncipe de Orange se desesperaba de no poder batirle nunca; el rey y el ejército lloraron sobre sus cenizas, como por una especie de compensacion de los disgustos que le habia. dado la corte. Harto se conoció su falta en Flandes. Villeroy que le sucedió en el mando arrojó mas de tres mil bombas sobre Bruselas, abrasó y demolió templos, palacios, casas y todo género de edificios, mas no pudo tomarla. Por el contrario, el príncipe de Orange, aprovechándose bien de la falta de su antiguo y temible competidor, recobró la plaza y castillo de Namur (agosto y setiembre, 1695), haciendo perder á los sitiados mas de siete mil hombres, bien que costándole á él la enorme pérdida de cerca de veinte mil (4).

Ocupado Luis XIV en su antiguo proyecto de restablecerá Jacobo en el trono de la Gran Bretaña, ordenó á sus generales de Flandes que tomando posiciones fuertes estuviesen solo á la defensiva. Así lo ejecutaron, sin que el de Orange encontrara medios de atacarlos con ventaja, y pasóse todo el

(3) Vida militar de Luis XIV.-Hist. de las Provincias Unidas.Gaceta de Madrid de 18 de agosto, 1693: Refiérese el suceso de la sangrienta batalla, etc. De Bruselas á 1.o de agosto. (4) Gacetas de 1695,

[subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][graphic][ocr errors][ocr errors][subsumed][ocr errors][subsumed][ocr errors][subsumed][ocr errors][subsumed][merged small][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][ocr errors][merged small][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][ocr errors][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][merged small][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][merged small][subsumed][ocr errors][merged small][subsumed][merged small]
[merged small][merged small][merged small][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][merged small][graphic][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][subsumed][merged small]

Hesse, que juntos no bajarian de ciento sesenta mil hom- favorable á aquellos como las anteriores, bien que ellos tambres. poco lograron otra ventaja que tomar y destruir alguna otra ciudad del Delfinado, en que penetró el duque de Saboya con un ejército de piamonteses, alemanes y españoles, para reti

En Italia, donde aliados y franceses llevaban tambien mas de cinco años de guerra, la campaña de 1692 no fué tan des

rarse á la aproximacion del invierno, no mereciendo el resultado de la expedicion las sumas inmensas que costó á los confederados. Aun menos favoreció á estos la fortuna en 1693. Despues de haber tenido sitiada por mas de cuatro meses la plaza de Pignerol, y dádole repetidos ataques, y arrojado sobre ella cuatro mil balas y otras tantas bombas, no pudieron rendirla: y en una batalla que les dió á poco tiempo el mariscal francés Catinat perdieron los aliados seis mil hombres, veinticuatro cañones y mas de cien estandartes y banderas. El marqués de Leganés, que era gobernador de Milan, no cesaba de enviar al duque de Saboya refuerzos de españoles, llegando á diez y seis mil los que peleaban en aquellas partes. Hasta cuarenta y cinco mil ascendia en 1694 el número de los soldados de la confederacion, reducido Catinat á estar á la defensiva; y sin embargo el duque de Saboya gastó el tiempo

[blocks in formation]

en marchas y contramarchas inútiles, y con aquel ejército que estaba devorando su país ni emprendió una expedicion al Delfinado ni á la Provenza, ni hizo otra conquista que la del castillo de San Jorge. Verdad es que la discordia reinaba entre sus generales, y no habia entre ellos ni cooperacion, ni unidad, ni concierto. Solo en 1695 rindió á Casal, que habia tenido bloqueada todo el invierno con un cuerpo de seis mil españoles y otros seis mil alemanes, y la restituyó al duque de Mantua. Eran tales las disidencias entre los generales, que ni el duque de Saboya y Caprara que mandaban los italianos, ni el príncipe Eugenio que guiaba los imperiales, ni el marqués de Leganés que gobernaba los españoles, podian avenirse entre sí; culpábanse unos á otros, y desesperado el duque de Saboya se separó de la liga: entre él y Luis XIV se celebró un tratado particular (30 de mayo, 1696), y por último convi

CERDENA

OLVSTFE

[graphic]

6

[merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small]
[ocr errors]
[merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small]

CÁRLOS II

nieron el imperio y la España en que se declarara la Italia país neutral, evacuando en su virtud el Piamonte las tropas alemanas y francesas (1).

Aunque además de la Italia y de los Países Bajos habian sido tambien las orillas del Rhin y los campos de Alemania teatro de la gran lucha entre aliados y franceses durante todos estos años, y aunque en todas partes peleaban los soldados españoles, ya que no como el alma de la confederacion, á la manera de otros tiempos, al menos como auxiliares de ella, donde mas se sentian los males de esta contienda fatal era en Cataluña, como parte ya de nuestro propio territorio. Hubo allí la desgracia de que el virey duque de Medinasidonia, que pudo en 1692 con un regular ejército que tenia haberse acaso apoderado del Rosellon cuando el mariscal Noailles contaba con muy escasas fuerzas, tuvo la cobardía de retroceder desde las alturas que dividen ambas provincias y en que habia acampado, y dió lugar á que el francés penetrara en el país catalan sin batirle siquiera en los desfiladeros. Y lo que fué peor, al año siguiente sitió á Rosas, protegido por la escuadra del conde de Estrées que salió al efecto del puerto de Tolon, y como faltase á los sitiados el socorro que el de Medinasidonia pudo fácilmente darles, rindióse aquella importante plaza (junio, 1693), con poco crédito y honra del nombre español: suceso que no alteró la impasible indiferencia del duque virey, el cual continuó sin hacer ni intentar cosa en defensa de la provincia, como quien opinaba, y lo decia así á los natura

(1) Leo y Botta, Hist. de Italia, lib. XVII, c. 2.°-Gacetas de Madrid de los años correspondientes.

| les, que no veia otro camino ni otro medio que hacer las paces con Francia.

Relevóle la corte enviando en su reemplazo al duque de Escalona, marqués de Villena, hombre ni de mas talento, ni de mas resolucion, ni de mas prudencia que su antecesor; pero tan confiado, que porque de Castilla llegaron cuerpos de reclutas, á quienes los mismos muchachos catalanes tenian que enseñar el manejo de las armas, no contando mas que con el número decia: «Con veinte mil soldados, todos españoles, no hay que temer (2).» Si habia que temer ó no, mostróselo luego el de Noailles, que entrándose por el Ampurdan con poco mas crecido ejército que el español (mayo, 1694), fué á acampar á Torroella de Montgrí, orilla del Ter. Allí fué á buscarle el marqués de Villena lleno de una imprudente confianza, de la cual supo aprovecharse bien el veterano y experimentado Noailles, esguazando el rio y cayendo sobre nuestros bisoños y descuidados soldados. Allí fué prontamente arrollada y deshecha nuestra caballería, prisioneros ó muertos el general y los capitanes, desordenada y ahuyentada la infantería, escapando tan precipitadamente, que en cuatro leguas que la fueron persiguiendo los franceses victoriosos no pudieron darle alcance (27 de mayo, 1694). Solo se condujo bizarramente el catalan don José Boneu, que mandaba el tercio de la diputacion, el mismo que años antes habia defendido tan briosamente la villa de Massanet. Perdiéronse allí tres mil hombres, con todas las tiendas y bagajes, con toda la plata y toda la correspondencia del virey.

No se estuvo ocioso despues del triunfo del Ter el de Noai

(2) Feliu de la Peña, Anales de Cataluña, lib. XXI, cap. 13.

« AnteriorContinuar »