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á luchar, ó á tirar la barra , pues tiene edad y fuerzas para ello 9 que destos á quien llaman diestros y he oido decir , que meten una punta de una espada por el ojo de una aguja. Yo me contento , respondió Corchuelo, de haber caido de mi burra , y de que me haya mostrado la experiencia la verdad , de quien tan lejos estaba: y levantándose, abrazó al Licenciado, y quedaron mas amigos , que de ántes, y no quisieron esperar al escribano, que había ido por la espada , por parecerles que tardaría mucho , y así determinaron seguir por llegar temprano á la aldea de Quiteria de donde todos eran. En lo que faltaba del camino les fué contando el Licenciado las excelencias de la espada con tantas razones demostrativas y y con tantas figuras y demostraciones matemáticas y que todos quedáron enterados de la bondad de la ciencia , y Corchuelo reducido de su pertinacia. Era anochecido, pero ántes que llegasen les pareció á todos , que estaba delante del pueblo un cielo lleno de innumerables y resplandecientes estrellas. Oyeron asimismo confusos y suaves sonidos de diversos instrumentos , como de flautas , tamborinos, salterios, albogues, panderos y sonajas , y quando 11 egáron cerca3 vieron que los árboles de una enramada, que á mano habían puesto á la entrada del pueblo , estaban todos llenos de luminarias , á quien no ofendía el viento , que entonces no soplaba , sino tan manso, que no tenia fuerza para mover las hojas de los árboles. Los músicos eran los regocijadores de la boda, que en diversas quadrillas por aquel agradable sitio andaban, unos baylando y otros cantando, y otros tocando la diversidad de los referidos instrumentos. En efecto no parecía sino que por todo aquel prado andaba corriendo la alegría y saltando el contento. Otros muchos andaban ocupados en levantar andamios de donde con comodidad pudiesen ver otro día las representaciones y danzas que se habian de hacer en aquel lugar dedicado para solenizar las bodas del rico Camacho , y las exequias de Basilio. No quiso entrar en el Lugar Don Quixote , aunque se lo pidieron, así el labrador , como el Bachiller ; pero él dio por disculpa bastantísima á su parecer > ser costumbre de los caballeros andantes dormir por los campos y florestas antes que en los poblados, aunque fuese debaxo de dorados techos, y con esto se desvió un poco del camino, bien contra la voluntad de Sancho , viniéndosele á la memoria el buen alojamiento que habia tenido en el castillo, ó casa de Don Diego.

CAPÍTULO XX.

Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico 3 con el suceso de Basilio el pobre.

A-pénas la blanca Aurora habia dado lugar á que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enxugase , quando Don Quixote , sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie, y llamó á su escudero Sancho 3 que aun todavía roncaba: lo qual visto por Don Quixote, antes que le despertase le dixo : ó tú bienaventurado sobre quantos viven sobre la haz de la tierra, pues sin tener invidia, ni ser invidiado , duermes con sosegado espíritu: ni te persiguen encantadores, ni sobresaltan encantamentos. Duerme , digo otra vez, y lo diré otras ciento , sin que te tengan en continua vigilia zelos de tu dama , ni te desvelen pensamientos de pagar deudas que debas, ni de lo que has de hacer para comer otro dia tii y tu pequeña y angustiada familia. Ni la ambición te inquieta y ni la pompa vana del mundo te fatiga > pues los límites de tus deseos no se extienden á mas que á pensar tu jumento, que el de tu persona sobre mis hombros le tienes puesto: contrapeso y carga que puso la naturaleza y la costumbre á los señores. Duerme el criado^ y está velando el señor, pensando como le ha de sustentar , mejorar y hacer mercedes. La congoja de ver que el cielo se hace de bronce, sin acudir á la tierra con el conveniente rocío, no aflige al criado , sino al señor que ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le sirvió en la fertilidad y abundancia. A todo esto no respondió Sancho, porque dormía, ni despertara tan presto, si Don Quixote con el cuento de la lanza no le hiciera volver en sí. Despertó en fin soñoliento y perezoso , y volviendo el rostro á todas partes, dixo: de la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto mas de torreznos asados, que de juncos y tomillos: bodas que por tales olores comienzan, para mi santiguada que deben de ser abundantes y generosas. Acaba glotón , dixo Don Quixote, ven iremos á ver estos desposorios ^ por ver lo que hace el desdeñado Basilio. Mas que haga lo que quisiere y respondió Sancho: no fuera él pobre y y casárase con Quiteria. ¿No hay mas sino no tener un quarto , y querer casarse por las nubes? A la fe, señor y yo soy de parecer , que el pobre debe de contentarse con lo que hallare, y no pedir cotufas en el golfo. Yo apostaré un brazo, que puede Camacho envolver en reales á Basilio: y si esto es así, como debe de.

TOM. III.

ser , bien boba fuera Quiteria en desechar las galas y las joyas que le debe de haber dado, y le puede dar Camacho, por escoger el tirar de la barra, y el jugar de la negra de Basilio. Sobre un buen tiro de barra, ó sobre7 una gentil treta de espada no dan un quartillo de vino en la taberna. Habilidades y gracias que no son vendibles, mas que las tenga el Conde Dirlos; pero quando las tales gracias caen sobre quien tiene buen dinero , tal sea mi vida como ellas parecen. Sobre un buen cimiento se puede levantar un buen edificio , y el mejor cimiento y zanja del mundo , es el dinero. Por quien Dios es, Sancho, dixo á esta sazón Don Quixote , que concluyas con tu arenga, que tengo para mí, que si te dexasen seguir en las que á cada paso comienzas , no te quedaria tiempo para comer , ni para dormir , que todo lo gastarías en hablar. Si vuesa merced tuviera buena memoria, replicó Sancho , debiérase acordar de los capítulos de nuestro concierto antes que esta última vez saliésemos de casa8: uno dellos fué, que me habia de dexar hablar todo aquello que quisiese, con que no fuese contra el próximo , ni contra la autoridad de vuesa merced, y hasta ahora me parece que no he contravenido contra el tal capítulo. Yo no me acuerdo, Sancho , respondió Don Quixote, del tal capítulo , y puesto que sea así, quiero que calles y vengas , que ya los instrumentos que anoche oímos vuelven á alegrar los valles, y sin duda los desposorios se celebrarán en el frescor de la mañana, y no en el calor de la tarde. Hizo Sancho lo que su señor le mandaba , y poniendo la silla á Rocinante, y la albarda al rucio , subiéron los dos , y paso ante paso se fuéron entrando por la enramada. Lo primero que se le ofreció á la vista de Sancho, fué espetado en un asador de un olmo entero un entero novillo, y en el fuego donde se había de asar ardia un mediano monte de lefia, y seis ollas que al rededor de la hoguera estaban, no se habian hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas, que cada una cabía un rastro de carne : así embebían y encerraban en sí carneros enteros sin echarse de ver, como si fueran palominos : las liebres ya sin pellejo, y las gallinas sin pluma que estaban colgadas por los árboles para sepultarlas en las ollas , no tenían número : los páxaros y caza de diversos géneros eran infinitos , colgados de los árboles para que el ayre los enfriase. Contó Sancho mas de sesenta zaques de mas de á dos arrobas cada uno, y todos llenossegún después pareció , de generosos vinos : así había rimeros de pan blanquísimo , como los suele haber de montones de trigo en las eras : los quesos puestos como ladrillos y enrejados formaban una muralla 5 y dos calderas de aceyte, mayores que las de un tinte, servían de freír cosas de masa , que con dos valientes palas las sacaban fritas, y las zabullían en otra caldera de preparada miel , que allí junto estaba. Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta j todos limpios, todos diligentes, y todos contentos. En el dilatado vientre del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones , que cosidos por encima servían de darle sabor y enternecerle: las especias de diversas suertes no parecía haberlas comprado por libras, sino por arrobas, y todas estaban de manifiesto en una grande arca. Finalmente el aparato de la boda era rustico ; pero tan abundante , que podia sustentar á un exército. Todo lo miraba Sancho Panza, y todo lo contenv

TOM. III. Y ¡í

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