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Reyno , Provincia, Ciudad , República, ni Pueblo ente-* ro, queda en limpio ? que no hay para que salir á la venganza del reto de la tal afrenta, pues no lo es, porque bueno seria que se matasen á cada paso los del pueblo de la reioxa con quien se lo llama, ni los cazoleros, berengeneros, ballenatos, xaboneros, ni los de otros nombres y apellidos, que andan por ahí en boca de los muchachos, y de gente de poco mas á menos: bueno seria por cierto, que todos estos insignes pueblos se corriesen, y vengasen, y anduviesen contino hechas las espadas sacabuches á qualquíer pendencia por pequeña que fuese. No , no, ni Dios lo permita, ó quiera: los varones prudentes, las Repúblicas bien concertadas por quatro cosas han de tomar las armas , y desenvaynar las espadas, y poner á riesgo sus personas, vidas y haciendas. La primera, por defender la Fe católica, la segunda por defender su vida, que es de ley natural y divina, la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda, la quarta, en servicio de su Rey en la guerra justa, y si le quisiéremos añadir la quinta (que se puede contar por segunda) es en defensa de su patria. A estas cinco causas como capitales se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen á tomar las armas; pero tomarlas por niñerías , y por cosas que antes son de risa y pasatiempo, que de afrenta, parece que quien las toma, carece de todo razonable discurso, quanto mas, que el tomar venganza injusta (que justa no puede haber alguna que lo sea) va derechamente contra la santa ley que profesamos , en la qual se nos manda, que hagamos bien á nuestros enemigos , y que amemos á los que nos aborrecen: mandamiento , que aunque parece algo dificultoso de cumplir , no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo , y mas de carne, que de espíritu , porque Jesuchristo , Dios y hombre verdadero, que nunca mintió , ni pudo , ni puede mentir , siendo Legislador nuestro 3 dixo, que su yugo era suave , y su carga liviana: y así no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla. Así que, mis señores , vuesas mercedes están obligados por leyes divinas y humanas á sosegarse. El diablo me lleve , dixo á esta sazón Sancho entre sí , si este mi amo no es tólogo , y si no lo es, que lo parece como un huevo á otro. Tomó un poco de aliento Don Quixote, y viendo que todavía le prestaban silencio, quiso pasar adelante en su plática , como pasara , si no se pusiera en medio la agudeza de Sancho , el qual viendo que su amo se detenia , tomó la mano por él y diciendo : mi señor Don Quixote de la Mancha, que un tiempo se llamó el Caballero de la Triste Figura , y ahora se llama el Caballero de los Leones , es un hidalgo muy atentado, que sabe latin y romance como un Bachiller y y en todo quanto trata y aconseja, procede como muy buen soldado, y tiene todas las leyes y ordenanzas de lo que llaman el duelo en la uña , y así no hay mas que hacer, sino dexarse llevar por lo que él dixere y y sobre mí si lo erraren : quanto mas que ello se está dicho, que es necedad correrse por solo oir un rebuzno , que yo me acuerdo quando muchacho que rebuznaba , cada y quando que se me antojaba, sin que nadie me fuese á la mano, y con tanta gracia y propiedad , que en rebuznando yo, rebuznaban todos los asnos del pueblo, 7 no por eso dexaba de ser hijo de mis padres, que eran honradísimos, y aunque por esta habilidad era invidiado de mas de quatro de los estirados de mi pueblo, no se me daba dos ardites, y porque se vea que digo verdad esperen, y escuchen, que esta ciencia es como la del nadar , que una vez aprendida nunca se olvida: y luego puesta la mano en las narices, comenzó á rebuznar tan reciamente , que todos los cercanos valles retumbaron; pero uno de los que estaban junto á él ^ creyendo que hacia burla dellos, alzó un varapalo que en la mano tenia, y dióie tal golpe con él, que sin ser poderoso á otra cosa , dió con Sancho Panza en el suelo. Don Quixote que vio tan mal parado á Sancho , arremetió al que le había dado , con la lanza sobre mano , pero fuéron tantos los que se pusieron en medio, que no fué posible vengarle, antes viendo que llovía sobre él un nublado de piedras , y que le amenazaban mil encaradas ballestas, y no ménos cantidad de arcabuces , volvió las riendas á Rocinante , y á todo lo que su galope pudo se salió de entre ellos , encomendándose de todo corazón á Dios, que de aquel peligro le librase ,. temiendo á cada paso no le entrase alguna bala por las espaldas, y le saliese al pecho, y á cada punto recogia el aliento, por ver si le faltaba, pero los del esquadron se contentáron con verle huir sin tirarle. Á Sancho le pusiéron sobre su jumento, apénas vuelto en sí, y le dexáron ir tras su amo, no porque él tuviese sentido para regirle, pero el rucio siguió las huellas de Rocinante, sin el qual no se hallaba un punto. Alongado pues Don Quixote buen trecho , volvió la cabeza, y vió que Sancho venia, y atendióle viendo que ninguno le seguía. Los del esquadron se estuviéron allí hasta la noche, y por no haber salido á la batalla sus contrarios, se volviéron á su pueblo regocijados y alegres , y si ellos supieran la costumbre antigua de los Griegos , levantaran en aquel lugar y sitio un trofeo.

CAPÍTULO XXVIII.

De cosas que dice Benengeli 3 que las sabrá quien h leyere , si las lee con atención.

Quando el valiente huye , la superchería está descubierta , y es de varones prudentes guardarse para mejor ocasión. Esta verdad se verificó en Don Quixote, el qual dando lugar á la furia del pueblo , y á las malas intenciones de aquel indignado esquadron, puso pies en polvorosa, y sin acordarse de Sancho, ni del peligro en que le dexaba, se apartó tanto , quanto le pareció que bastaba para estar seguro. Seguíale Sancho, atravesado en su jumento, como queda referido. Llegó en fin ya vuelto en su acuerdo , y al llegar se dexó caer del rucio á los pies de Rocinante, todo ansioso, todo molido, y todo apaleado. Apeóse Don Quixote para catarle las feridas ; pero como le hallase sano de los pies á la cabeza, con asaz cólera le dixo: tan en hora mala supístes vos rebuznar, Sancho ¿y donde hallástes vos ser bueno el nombrar la soga en casa del ahorcado? A música de rebuznos ¿que contrapunto se había de llevar, sino de varapalos? Y dad gracias á Dios, Sancho , que ya que os santiguáron con un palo , no os hicieron el per signum crucis con un alfange. No estoy para responder, respondió Sancho, porque me parece que hablo por las espaldas: subámos, y apartémonos de aquí, que yo pondré silencio en mis rebuznos; pero no en dexar de decir, que los caballeros andantes huyen, y dexan á sus buenos escuderos molidos como alheña, ó co

mo cibera en poder de sus enemigos. No huye el que se retira, respondió Don Quixote: porque has de saber, Sancho, que la valentía, que no se funda sobre la basa de la prudencia , se llama temeridad , y las hazañas del temerario, mas se atribuyen á la buena fortuna, que á su ánimo : y así yo confieso, que me he retirado , pero 110 huido, y en esto he imitado á muchos valientes , que se han guardado para tiempos mejores , y desto están las historias llenas: las quales por no serte á tí de provecho, ni á mí de gusto , no te las refiero ahora. En esto ya estaba á caballo Sancho, ayudado de Don Quixote, el qual asimismo subió en Rocinante, y poco á poco se fueron á emboscar en una alameda, que hasta un quarto de legua de allí se parecía. De quando en quando daba Sancho unos ayes profundísimos, y unos gemidos dolorosos, y preguntándole Don Quixote la causa de tan amargo sentimiento , respondió , que desde la punta del espinazo , hasta la nuca del celebro le dolia demanera que le sacaba de sentido. La causa dése dolor debe de ser sin duda, dixo Don Quixote, que como era el palo con que te dieron largo y tendido , te cogió todas las espaldas, donde entran todas esas partes que te duelen, y si mas te cogiera, mas te doliera. Por Dios, dixo Sancho, que vue~ sa merced me ha sacado de una gran duda, y que me la ha declarado por lindos términos. Cuerpo de mí ¿ tan encubierta estaba la causa de mi dolor, que ha sido menester decirme, queme duele todo todo aquello que alcanzó el palo? Si me dolieran los tobillos , aun pudiera ser que se anduviera adivinando el porque me dolían; pero dolerme lo que me molieron, no es mucho adivinar. A la fe, señor nuestro amo, el mal ageno de pelo cuelga, y ca

TOM. III. II

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