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el Reino de Nápoles, y criádose en Boyano. En este punto, y acaso en algún otro de Italia, tuvo alguna educación artística, principalmente para escultor. Vino á España como peregrino para visitar el cuerpo de Santiago. Recorrió varios eremitorios y al fin el Desierto del Tardón, en término de Hornachuelos, diócesis de Córdoba, en el que se quedó, movido á ello en parte, sin duda, por haber encontrado en él á un compatriota suyo, hombre notable, llamado Ambrosio Mariano. En compañía de éste, que, como Superior de aquel Desierto, tuvo que pasar á la Corte á negociar ciertos asuntos, vino á Madrid. La Princesa D.a Juana, hermana de Felipe II, fundadora de las Descalzas Reales, lo acomodó en casa de Alonso Sánchez Coello, para que recibiera lecciones de éste mientras estuviera en Madrid. Parece que las aprovechó bien y que llegó á ser conocido y estimado en la Corte. D. Leonor Mascareñas, aya que había sido de Felipe II, quiso que le hiciera ciertas pinturas en su casa. Y la misma señora, que trataba á Santa Teresa, los presentó á la Santa, que desde luego vió en ellos sujetos excelentes para la incipiente reforma carmelita. En efecto, ambos ingresaron en ella y dieron gran fruto. Fr. Juan murió de más de noventa años, en olor de santidad en su Convento de Madrid el 15 de Septiembre de 1516. Fué enterrado en la capilla de San Bruno (en la sacristía) de la iglesia, hoy San José, colocando en el sepulcro una lápida con larga inscripción conmemorativa de sus virtudes.

ANGEL M. DE BARCIA.

LOS FAVORITOS DE FELIPE III

DON PEDRO FRANQUEZA, CONDE DE VILLALONGA

SECRETARIO DE ESTADO

(Continuación.)

IV

P

ERO no sólo de pan vive el hombre; las personas no se engrandecen

con el dinero únicamente y los halagos de la fortuna, para ser con

pletos, han de ir acompañados de cierto espiritualismo que los ponga. fuera del alcance de la generalidad. La nobleza era en aquella época cua-lidad muy estimada, y hasta necesaria, para recabar de las gentes el deseado respeto. D. Pedro Franqueza comprendió que necesitaba unir á sus riquezas los timbres nobiliarios, y que esto no podía reducirse para él y para los suyos á la mera concesión de un hábito de Santiago ó de Montesa, lo cual era fácil, por depender de él las regias mercedes, sino que había de consistir en la adquisición de señoríos y en la creación de estrechos lazos de parentesco entre su casa y la de encopetados representantes de la nobleza castellana. Catorce ó quince años vendría á tener su hijo mayor D. Martín Valerio, el cual era paje del Rey, cuando se le otorgó el hábito de Santiago. Ocurrió esto en 1600; al siguiente año el padre no quiso ser menos que el hijo, y obtuvo el hábito de Montesa y la encomienda de Silla, en Valencia, que no sería, ciertamente, de las menos productivas de la Orden. En Agosto de 1603, es decir en el período culminante de su produc-tiva intervención en los negocios públicos, concertó la boda de su hijo

mayor con una dama de alta prosapia, hermana tercera del Conde de Coruña y sobrina del Conde de Miranda, Presidente de Castilla, y del Marqués de Santa Cruz. Así emparentaba con los Cerdas y, de rechazo, co el Duque de Lerma. D. Pedro, que con motivo del fallecimiento de uno de sus hijos, de edad de ocho años, había recibido pruebas fehacientes de amistad y consideración 1, volvió á recibirlas, muy cumplidas por cierto, con motivo de los desposorios y de la boda de don Martín Valerio. Los primeros se hicieron el 28 de Agosto de 1603 en la casa que ocupaba en Valladolid el Conde de Miranda, y no estando presente la novia, que se hallaba en Guadalajara con su madre, la representó en la ceremonia su tío el Marqués de Santa Cruz. Fué éste á la casa del Conde de Miranda acompañado de toda la Corte, y cuando estuvieron reunidos los Grandes, títulos y caballeros que honraban el acto con su presencia, volvióse el Duque de Lerma hacia su buen amigo y confidente D. Pedro y le anunció en voz alta que S. M. se había servido concederle el título de Conde de Villalonga, y añadió con la amabilidad que le caracterizaba: «Gózelo vuestra Señoría muchos años» 2. No pararon aquí las mercedes. «Y con esto-dice Cabrera-se le ha hecho merced de 3.000 ducados de renta por su vida y de su hijo, en el cual hace mayorazgo de todos los bienes que tiene y tuviere al adelante que dicen son agora más de 20.000 ducados de desde entonces los Condes de Miranda llaman sobrino al desposado por serlo la dama...» 3.

nta, y

La boda de D. Martín Valerio Franqueza y de D.a Catalina de la Cerda fué un acontecimiento memorable. El novel Conde de Villalonga no omitió gasto alguno por tal de que resultase lucida y espléndida; pero recordando las obligaciones que con él tenían ciertos asentistas, les hizo contribuir á los dispendios de la fiesta. «El dia que se casó su hijo le hizo dezir al genovés Nicolás Doria, asentista, por conducto de su mayordomo Bautista Pianeta, que aquella era buena ocasión para regalarle porque tenia necesidad de fuentes y jarros de plata, y le envió cuatro fuentes y cuatro jarros de plata dorada llenos de pastillas de ámbar y pebetes y

1 <«<Hase muerto un hijo del Secretario Franqueza, de edad de ocho años, al cual había dado S. M. más de 3.000 ducados de renta por la iglesia, de la cual le ha hecho merced para otro hijo menor; y lo depositaron en el Monasterio de Palacio llamado de San Diego, y se halló presente en la Tribuna S. M. y el Duque de Lerma y muchos señores para honrar al dicho Secretario. Relaciones, de Cabrera de Córdoba. Noviembre de 1602.

2 Cabrera: Relaciones, pàg. 188.

3 Ibid.: id.

& POCA-TOMO XX

uno de los jarros lleno de agua de ámbar... 1» «Los baúles que necesitó para la boda de su hijo se los llevó de casa de otro asentista 2.» La boda debió costarle una chiripa si todo lo compró de la misma manera. La ceremonia se verificó á fines de Octubre. «Ha sido-dice Cabrera-de gran concurso y acompañada de todos los señores y caballeros y damas de la Corte que fueron al monasterio del Abrojo, dos leguas de aquí, donde los casó el Obispo Inquisidor General; y habían de ser padrinos el Duque del Infantado que había de venir por la posta donde estaba S. M. y la Condesa de Miranda, madrina, y por no haber podido llegar á tiempo hasta que anocheció, lo fueron el Marqués de la Bañeza y la Condesa de Saldaña; cuentan que hubo 200 señores y caballeros y damas de mesa y que todo se hizo con mucho cumplimiento y abundancia 3.>>

Fueron aquellos años para D. Pedro, años de bienandanza. Era Secretario universal, compariente de Lerma, rico, objeto de adulaciones sin cuento. El Memorial de cargos redactado por D. Hernando Carrillo contiene más de un curioso documento que no vacilamos en copiar ó extractar para que el lector se forme una idea exacta del personaje biografiado. Don Pedro Franqueza tenía de sí mismo un alto concepto. En un libro que se le halló, encuadernado con particular curiosidad, y para perpetua memoria en cordobán bayo, guarnecido y bordado de seda verde, decía de sí mismo por boca del rey de armas Diego de Urbina: «por su gran valor y prudencia en todas las materias y ver que era muy celoso y cuidadoso, fiel y verdadero secreto de las cosas del servicio de S. M., favorecedor de hombres nobles y virtuosos, amigo de ayudar y favorecer á aquellos con quien tuvo conocimiento y trató antes de.su prosperidad, por lo cual mereció y ha merecido alcanzar por las virtudes que en tan noble pecho han cabido, lo qual pocas vezes se halla en los que están puestos en tan grande lugar y privanza de su rey, que meritamente pasaron por sus manos todas las cosas del Gobierno así de Estado como de Guerra, Hacienda, mercedes y todo lo demás que de importancia y de consideracion á su rey se le ofreció en sus consejos y juntas por lo mucho que su voto era apreciado y estimado... atento á lo qual y á otros respectos justísimos merecedores lesta y otras mayores y más singulares mercedes, S. M. hizo merced á ni dicho don Pedro Franqueza, primer Conde de Villalonga, de la juris

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diccion...» El excelente rey de armas se refiere á la jurisdicción de las villas de Villalonga, Villafranqueza, Berlinches, Navajas, etc., adquirida por el Conde de Villalonga para sentar plaza de poderoso señor territorial. ¿Fué el Rey quien le otorgó esta jurisdicción? Respecto á este punto, como respecto á tantos otros, el Memorial de cargos y las Relaciones, de Cabrera de Córdova, nos suministran datos de inestimable precio.

«La mayor parte de las cosas que compró - dice D. Hernando Carrillo - eran de las que se vendían en ventas judiciales para costas, reduciendo á los jueces á su voluntad.» Así fué, en efecto. En Febrero de 1600 murió en Madrid el Marqués de Auñón, «el cual - dice Cabrera — deja muchos herederos y pleitos sobre su hacienda, y de tal manera que el sucesor terná trabajo en defender su mayorazgo 1». El astuto D. Pedró se entera de ello, y «compra la villa de Berlinches y sus alcabalas, tercias y dehesas, pertenecientes al marqués de Auñón, en remate y las paga mal por mano de terceros, dejando en descubierto á los depositarios que quebraron y están en la cárcel» 2. Con la villa de Corpa ocurrió exactamente lo mismo. Idéntica suerte tuvieron las villas de Tielmes y Romancos, Villalonga, Benemelic, Navajas y Palamó, que luego se llamó Villafranqueza. Los jueces que intervenían en estas ventas, temerosos de que don Pedro les hiciese daño, cerraban los ojos, y él, unas veces, compraba á fiado, y luego no pagaba, y, otras, hacía que pagaran por él ó fueran á la cárcel los asentistas que tenían negocios con el Gobierno, ó los que deseaban ver olvidado algún negocio nada limpio. «Y la casa que tenía en Madrid don Pedro de Médicis-dice Cabrera-se ha rematado en 30.000 ducados en Barrionuevo de Peralta, que dicen que es para el conde de Villalonga, otros que para el duque de Lerma 3.» Así fué: D. Pedro, aprovechándose de la situación verdaderamente lastimosa en que quedó la viuda de Médicis, había comprado la casa, que era una de las mejores de Madrid, si es que puede llamarse comprar al negocio de que habla la carta que copiamos á continuación: «Tras esto, con el intento en que estoy de que aunque mis sucesores tengan su estado en Valencia vivan efectivamente en Castilla lo más del tiempo, pues si viniesen acá se podrán prometer acrecentamientos de sus Reyes y no sería así retirándose á la vi

I Cabrera: Relaciones, pág. 61.

2 Memorial de cargos. Biblioteca Nacional. Manuscritos: D. 157. 3 Cabrera Relaciones, pág. 223.

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