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DIBUJOS DE MIGUEL ANGEL

PARA LA SIBILA LÍBICA

E

NTRE nuestros coleccionistas de obras de arte se distingue muy espe

cialmente D. Aureliano de Beruete por su doble condición de artista

y de crítico inteligente, feliz consorcio de aptitudes personales á que debemos la obra más importante de cuantas se han dedicado al gran Velázquez. Casi no puede ser considerado como coleccionista quien, como el Sr. Beruete, no lo es por serlo, ni es rebuscador como otros poseídos del afán de completar una serie ó por preferencia á una especialidad. Lo es por devoción á los grandes maestros, de pocas pero excelentes obras, revelando en esta misma selección su gusto exquisito y su inteligencia. Piezas capitales de su colección son el magnífico cuadro de San Pedro, del primer estilo de Velázquez; el interesante autorretrato del Greco, y el precioso cuadro del mismo artista que representa á Jesús echando á los mercaderes del templo, maravilla de color que representa soberanamente el estilo veneciano del genial candiota; un San Francisco penitente, de Zurbarán; un retrato de Doña Mariana de Austria, de Carreño; un retrato de señora, finísimo, de Goya; y, aparte de otras obras de pintores nacionales y extranjeros, antiguos y modernos, algunos dibujos, en su mayoria del incomparable autor de los Caprichos.

Sabido es que á todos los coleccionistas les ofrecen con frecuencia obras de venta, y que difícilmente suelen interesarles, puesto que escasean las de verdadero mérito. Un día se presentó al Sr. Beruete una mu

jer y le ofreció unos dibujos en rollo. Los coleccionistas no siempre tienen tiempo de escuchar estas ofertas. Ofrecíanle lo que en el lenguaje comercial se llama un lote. No se trataba de escoger, sino de adquirir el rollo ó desecharlo. La vendedora advirtió que aquellos papeles íbalos á arrojár á la basura si él no los adquiría; sin duda habían sido desechados diversas veces. El Sr. Beruete, al oirlo, los compró sin vacilar, pensando piadosamente en redimirlos más bien que en aumentar su colección.

Después de adquiridos los dibujos, vino el quitar á los papeles los vicios de mal guardados que traían, el limpiarlos y examinarlos. Al hacer esto, vió que uno de los papeles tenía por ambas caras dibujos, ejecutados con lápiz negro los de una cara, y con lápiz rojo los de la otra. En esta cara, hacia el ángulo inferior izquierdo, leyó: De Mig.' Angelo BonaRoti, atribución escrita con tinta por algún antiguo coleccionista. ¡Son tan frecuentes estos rótulos puestos en obras de arte y no siempre con razón! Advirtió también que al papel le faltaba por un lado un pedazo, á causa de un tijeretazo reciente.

Da frío verlo y considerar que ha podido desaparecer una obra de arte de mérito incomparable. Porque, examinando despacio los dibujos, pudo apreciar, no solamente que eran buenos, sino que la antigua atribución era cierta. Comparó, rebuscó, y tuvo la dicha de ver y de comprobar que dichos dibujos, trazados por uno y otro lado en aquel despreciado papel, tan inopinadamente llegado á sus manos, eran, en efecto, de Miguel Angel, y que eran sus estudios para una de las figuras con que decoró la bóveda de la Capilla Sixtina: la figura de la Sibila Líbica.

La decoración de esa famosa Capilla por Miguel Angel señala un momento culminante y solemne en la Historia del Arte. Aquel artista genial, independiente, titánico, que, rehusando adornar aquella bóveda con pinturas sin importancia, como le proponían Bramante y el Papa, concibe en honor de éste aquella admirable composición bíblica, que desarrolla sublime ciclo desde la Creación, en sus varias fases, hasta el pecado, el castigo divino por medio del Diluvio y la embriaguez vergonzosa de Noé; todos estos asuntos rodeados de un magnífico cortejo de Profetas y de Sibilas, de soberbias figuras varoniles, que constituyen otros tantos admirables estudios del desnudo; y para ejecutar tan vasta obra se encierra en aquel ámbito, y en aquel andamio permanece días y días, poseído de fiebre creadora, que le hace olvidar el tiempo, la rutina de la vida y hasta los cuidados de su persona, para entregarse de lleno á su trabajo, meditarle

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