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fué el primero en beneficiarle el sabio historiador de nuestras letras en la Edad Media, D. José Amador de los Rios, el cual en varias excursiones veraniegas recogió, ya por sí mismo, ya con el concurso de varios aficionados asturianos, un pequeño, pero muy selecto ramillete de estas flores campesinas, con que obsequió en 1859 á su amigo Wolf, que le dió á conocer inmediatamente en el Jarhrbuch für romanische und englische literatur, siendo reproducido poco después en la Revista Ibérica, y también en un cuaderno aparte. Precede á la coleccioncita de Amador una carta á Wolf, en que haciéndose cargo de la penuria de cantos históricos en Asturias, al mismo tiempo que de la existencia de tradiciones orales relativas á los primeros tiempos de la Reconquista, emite la hipótesis de que estas tradiciones (que quizá supone más antiguas de lo que son) dieron acaso materia á una poesía heroico-popular hoy perdida, habiéndose conservado sólo los tonos y danzas que la acompañaban, y que fueron aplicadas luego á los romances castellanos que publica, cuya antigüedad exagera un poco, suponiéndolos, por ciertas analogías de espíritu, coetáneos de la época de las Cantigas y de la Crónica de Ultramar, aunque en el lenguaje hayan sido modernizados. Años después, en el tomo VII (y último que llegó á publicar) de su Historia crítica (1865), volvió á ocuparse con especial cariño en estos romances, rebajando algo de la antigüedad que antes parecía atribuirles, y estudiándolos en la época más remota á que algunos de ellos, en su estado actual, pueden referirse, es decir, en el periodo de los Reyes Católicos. Por lo demás, hoy como entonces, conservan su valor las siguientes palabras del sagaz y laborioso crítico, y queda en pie el problema que él planteó, y que sólo podrá ser resuelto por un estudio cabal y amplio de la poesía popular en toda la Península:

<< Debe llamar seriamente la atención de los doctos cómo, >en medio del tenaz empeño con que se han adherido á >>la localidad las primeras leyendas de la Reconquista, >>han desaparecido de los valles asturianos los primitivos >>cantos guerreros de los soldados de Pelayo, y cómo á >>los ecos históricos de sus maravillosas victorias, han sus>>tituído en el centro mismo de las montañas otras más >>recientes tradiciones, nacidas sin duda en lejanas comar»cas, é hijas, por tanto, originariamente, de muy diversa. »cultura. Y sube de punto la extrañeza que esta observa>>ción produce, el considerar que ni aun siquiera ha sobre»vivido en los cantares que hoy guarda la tradición oral, >>el dialecto nativo de las montañas asturianas. »

Los curiosos romances recopilados por Amador llamaron la atención de varios folk-loristas, como el Conde de Puymaigre, que les dedicó un apéndice en su libro sobre Les Vieux Auteurs Castillans (t. II. 1862). Pero su empresa no tuvo imitadores, hasta que en 1885, un joven y aventajado escritor asturiano, D. Juan Menéndez Pidal, conocido ya por felices ensayos poéticos, acometió con los bríos de la mocedad y con el más ferviente entusiasmo, una exploración metódica del Principado bajo el aspecto de la poesía popular, penetrando en lo más recóndito de sus montañas, y soprendiendo en labios de los rústicos la canción próxima á extinguirse. Fruto de este viaje artístico fué el precioso libro que lleva por título Poesía popular. Colección de los viejos romances que se cantan por los asturianos en la danza prima, esfoyazas (1) y filandones (2),

(1) Deshojas del maíz.

(2) Llámanse así en Asturias las tertulias de aldea en torno al llar. En la Montaña de Burgos (actual provincia de Santander) se denominan hilas, y Pereda las ha descrito en uno de sus más admirables cuadros de costumbres (Al amor de los tizones).

TOMO X.

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recogidos directamente de boca del pueblo. Los romances llegan á 98, aunque algunos son variantes del mismo tema, y otros no merecen estrictamente la calificación de populares. Pero la mayor parte lo son, sin género de duda, y algunos merecen figurar al lado de los más bellos de las antiguas colecciones. Con el beneplácito del Sr. Menéndez Pidal, á quien damos mil gracias por esta prueba de cariñosa amistad, reproducimos aquí todos los que, á nuestro juicio, presentan rasgos de poesía primitiva, incluyendo no solamente los impresos en 1885, sino algunos inéditos hasta ahora, que el mismo colector ha recogido en posteriores excursiones y que liberalmente nos ha facilitado.

y

Dividió Amador estos romances en religiosos, históricos, novelescos y caballerescos. Amplía esta clasificación el Sr. Menéndez Pidal añadiendo un grupo, el de apólogos, subdividiendo los romances novelescos en tres clases: 1., de moros y cristianos; 2., caballerescos; 3.", puramente novelescos; y los romances religiosos en otras dos: 1.a, místicos; 2.3, sagrados. Por mi parte, me abstengo de clasificarlos, tanto por no ser muy numerosos los que aquí figuran, cuanto por respetar el carácter esencialmente novelesco que en su estado actual tienen casi todos los que en su origen fueron históricos, hasta el punto de haberse borrado á veces los nombres propios de los personajes y casi todas las circunstancias de lugar y tiempo. Muestras de otra evolución no menos curiosa, pero en sentido contrario, ofrecen los romances devotos, que son seguramente más modernos que todos los demás, y suelen ser transformación de viejos romarces novelescos. Es un fenómeno, todavía no explicado, pero innegable, que la inspiración religiosa, á lo menos en su forma directa, falta casi del todo en nuestras antiguas canciones narrativas, las cuales son siempre heroicas ó novelescas. Si algo de aquel género se

encuentra, ó no es popular (y á veces ni siquiera español de origen) ó no se remonta más allá del siglo XVI, en que ciertamente hubo un progreso en la vida religiosa de nuestro pueblo. Durante la Edad Media, la poesía religiosa florece sólo en la escuela monacal del mester de clerecía y en algunas escuelas de trovadores. Nada tiene de singular, por consiguiente, que ni en la Primaverade Wolf, ni en la voluminosa colección de Durán, figure ni un solo romance religioso. Los que hay en el llamado Romancero sagrado de la Biblioteca de Rivadeneyra, son todos artisticos Ꭹ modernos. La tradición oral, en Asturias, Andalucía y otras partes, conserva mayor número de canciones de este género, y sirve para llenar ésta y otras lagunas de los romanceros impresos.

Hemos puesto en la mayor parte de los romances breves notas, prescindiendo de la parte crítica que reservamos para el estudio general, y limitándonos á apuntar las correspondencias con otras canciones populares análogas. Aun en este punto seremos muy sobrios, puesto que apenas saldremos de los límites de la Península Ibérica, y sólo por excepción citaremos los cantos de algunos pueblos que tienen con nosotros muy estrecha conexión étnica é histórica, cuales son los de Italia y Mediodía de Francia. Proceder más adelante sería temerario y hasta pueril. Dado el creciente progreso de los estudios folklóricos, y el enorme número de materiales publicados, nada más fácil que llenar muchas páginas y afectar muy varia erudición, registrando á tontas y á locas coincidencias reales ó soñadas con canciones de todos los pueblos de Europa y Asia, y hasta de las razas bárbaras y salvajes de Africa, América y Oceanía. El lector me perdonará que no haya seguido este farraginoso procedimiento, que hoy no tiene utilidad ni excusa, por lo mismo que está al alcance de

todo el mundo. Lo que ahora nos interesa son las versiones peninsulares, y en esta parte he procurado llegar á donde han alcanzado mis medios.

Como he de citar con frecuencia romances portugueses y catalanes, creo oportuno indicar, para evitar repeticiones, las principales fuentes á que he acudido.

Romanceiro de J. B. de Almeida Garrett. (Los tomos segundo y tercero, únicos que para este caso nos interesan, tienen la fecha de 1851. Del tomo primero, que en realidad no pertenece al Romancero tradicional, sino á la colección de las poesías de Garrett, hay ediciones incompletas de Londres, 1828, y Lisboa, 1843: la última y definitiva es de 1853.)

Esta colección, formada por un delicioso poeta, que era al mismo tiempo hombre de gusto finísimo, no fué hecha para los eruditos, sino para las gentes de mundo, y tuvo el mérito de despertar el gusto por la poesía popular, completamente olvidada ó desdeñada en Portugal. El Romanceiro de Garrett es libro estético y no científico: la mayor parte de los textos están restaurados libérrimamente, no sólo escogiendo lo mejor de las varias lecciones (como hacía Durán), sino intercalando versos y aun episodios de propia cosecha. Comprende 37 composiciones, no todas tra. dicionales, y algunas muy sospechosas como las tomadas de los supuestos manuscritos del caballero Oliveira. Garrett se valió mucho de los romances castellanos para llenar huecos de las versiones escasas y fragmentarias que pudo lograr. No parece que pusiese gran diligencia en su tarea de colector, ni sus hábitos y aficiones artísticas lo permitían. Las advertencias y notas que añadió son de dilettante; pero aunque no enseñen mucho, recrean sobremanera, y demuestran á veces una intuición muy delicada del alma poética del pueblo.

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