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Romanceiro Geral, colligido da tradição por Theophilo Braga. Coimbra, 1867.

Comprende 61 canciones (no todas romances), fidelisimamente recogidas de la tradición oral en todas las provincias peninsulares de Portugal, especialmente en la Beira Baja, y en Tras os Montes, donde, al parecer, este género de poesía se conserva mejor que en Extremadura y en el Alemtejo. T. Braga tiene grandísimo mérito como colector. En sus notas hay especies muy útiles, curiosas comparaciones y algunas ideas originales; pero es lástima que estén deslucidas por resabios de hueco filosofismo y por una aprensión exagerada del valor sociológico é histórico de la poesía popular, cuyas genuinas bellezas campean mejor cuando se las contempla con ánimo sencillo y sin el velo de interpretaciones sofisticas.

Cantos populares do Archipielago Açoriano, publicados e annotados por Theophilo Braga. Porto, 1869.

Contiene 82 romances y jácaras, recogidos casi todos por el Dr. Teixeira Soares, á quien el libro está dedicado, y doctamente ilustrados por Braga. Las versiones insulares son mucho más completas, auténticas y primitivas que las del continente. Tanto en las Azores como en Madera, ha contribuído el aislamiento geográfico á conservar estos cantos en forma muy próxima á aquella en que hubieron de importarlos los conquistadores. Acaso una exploración inteligente en las Islas Canarias (de cuya poesía popular sabemos tan poco) nos daría igual resultado respecto de los romances castellanos, que es de presumir se conserven alli con más pureza que en Andalucía.

Floresta de varios Romances colligidos por Theophilo Braga. Porto, 1869.

Son artísticos, y tomados de los poetas de los siglos XVI y XVII, casi todos los romances de esta coleccioncita.

Romanceiro do Algarve, por Estacio da Veiga. Lisboa, 1870.

Contiene, además de varias leyendas, 26 romances. Estacio da Veiga siguió el método de Almeida Garrett, fundiendo varias versiones en una, y retocando algo los textos. Así y todo, los romances del Algarbe son curiosísimos, y hay entre ellos alguno histórico.

Romanceiro portuguez, coordinado, annotado e acompanhado d' uma introducção e d' um glosario, por Victor Eugenio Hardung. Leipzig. Brockaus, editor. 1877. Dos volú

menes.

Reune, metódicamente clasificadas, todas las versiones dadas á conocer por Almeida Garrett, T. Braga y Estacio da Veiga, pero esta compilación, aunque utilísima, no excusa de recurrir á los libros originales, porque omite las advertencias y comentarios de los primitivos editores. Romanceiro do Archipelago da Madeira, colligido e publicado por Alvaro Rodrigues de Azevedo. Funchal, 1880.

La Madeira, juntamente con las Azores, ha sido uno de los principales refugios de la tradición poética peninsular. Algunos de los lindos romances que este tomo contiene, no se encuentran más que en aquella isla.

Cantos populares do Brazil, colligidos pelo Dr. Sylvio Romero (con introducción y notas de Teófilo Braga). Lisboa, 1883. Dos tomos.

Contiene este florilegio algunos romances tradicionales revueltos con muchas jácaras modernas, pero en general se observa que las versiones del Brasil son fragmentarias y algo mestizas.

Menos numerosas, pero no menos importantes, son las colecciones de romances catalanes ó entreverados de castellano y catalán (grupo muy curioso que estudiaremos aparte). Las principales son:

Observaciones sobre la poesía popular con muestras de romances catalanes inéditos, por D. Manuel Milá y Fontanals. Barcelona, 1853. (Traducido en parte al alemán por Wolf en 1857, y reimpreso en el tomo sexto de las Obras completas de Milá. Barcelona, 1898.)

Este libro, cuya parte doctrinal y teórica es admirable para el tiempo en que se escribió, contiene, por vía de muestra, un selecto ramillete de 70 canciones populares catalanas, no todas romances.

Romancerillo catalán. Canciones tradicionales. Segunda edición refundida y aumentada por D. Manuel Milá y Fontanals. Barcelona, 1882. (Es el tomo séptimo de las obras completas de su autor.)

Aunque este libro se titula segunda edición por un rasgo de humildad propio del carácter de mi venerado maestro, debe considerarse como una obra enteramente nueva en su plan y método, á la cual tampoco cuadra el modesto título de Romancerillo, puesto que comprende, más ó menos íntegras, quinientas ochenta y seis canciones, y gran número de variantes, con las melodías de algunas de ellas. La mayor parte de estos romances fueron recogidos por Milá y sus amigos en el Principado de Cataluña, pero también hay algunos del reino de Valencia, de las Islas Baleares, del Rosellón y de la ciudad catalana de Alguer en la Isla de Cerdeña. Transcribense todos con sus diferencias fonéticas, que son notables aun dentro de una misma región.

Cansons de la terra, cants populars catalans. Barcelona, 1866-1877, cinco tomos.

El colector fué D. Francisco Pelayo Briz, catalanista más entusiasta que docto, pero muy apreciable por su laboriosidad. Esta abundante colección de poesías populares le honra más que sus innumerables versos propios y más

que las desdichadas ediciones que publicó de algunos poetas antiguos como Jaime Roig y Ausias March.

Romancer popular de la terra Catalana recullit y ordenat per En M. Aguiló y Fuster. Cançons feudals cavalleresques. (Barcelona, 1893.)

Este libro, que es un primor literario y tipográfico, pero que pertenece al mundo de la poesía más que al de la erudición, contiene 33 romances; todos, á excepción de dos, conocidos ya por las publicaciones de Milá y Briz. Aguiló, que ha sido el más profundo conocedor de la lengua catalana y de sus tesoros bibliográficos, era además un gran poeta lírico, y el sentimiento estético se sobrepu. so en él á la severidad del método científico. De todos los romances había recogido innumerables versiones en todas las comarcas de lengua catalana, pero se limitó á publicar una sola, que naturalmente no corresponde á ninguna de ellas en particular, sino que es una nueva forma selecta y artística de la canción. Que nadie podía hacer este trabajo mejor que Aguiló es indudable; pero conviene notar el peculiar carácter de su colección; y además se ha de tener en cuenta que este tomo es sólo una pequeñísima muestra de los materiales que en cantidad enorme tenía acopiados Aguiló para su gran Romancero, que continúa inédito, lo mismo que su bibliografía y su diccionario y la mayor parte de las obras colosales en que empleó su vida.

No hay para qué suscitar enojosas cuestiones de prioridad entre Milá y Aguiló, considerados como colectores de poesía popular. Toda duda se resuelve leyendo las francas declaraciones que uno y otro estamparon en sus respectivos libros. Empezaron á trabajar casi al mismo tiempo, pero con entera independencia el uno del otro, y si algún lazo pudo haber entre ellos, debióse á la común amistad con Piferrer, que tenía un sentido muy profundo de

la poesía y de la música popular, y que escribió algo sobre melodías catalanas. Y ateniéndonos á las fechas, que es lo más seguro, la honra de haber publicado el primer romance catalán (y por cierto uno de los más bellos), el titulado Don Juan y Don Ramón, se debe á D. José María Quadrado, que en el penúltimo cuaderno de La Palma, periódico mallorquín de 1840, le dió á la estampa, ponderándole en estos notables términos: « La rapidez del diálogo, lo misterioso del suceso, lo lúgubre y al par homérico de los incidentes, forman de esta corta pieza una excelente producción que ningún genio pudiera desdeñar; y no creemos que pierda nada de su mérito por los vulgares labios que lo repiten.» Este romance fué reproducido por Piferrer (que además le tradujo al castellano) en el tomo de Mallorca de los Recuerdos y bellezas de España, que se acabó de imprimir en 1845.

Un año antes Milá había publicado su Arte poética, donde después de afirmar muy sabiamente que «la poesía popular de portugueses y catalanes forman sólo dos ramificaciones particulares de la española» (principio que no debe olvidarse nunca), inserta por vía de nota el romance de La Dama de Aragón, y manifiesta la esperanza, mezclada de temor, de ver llegar pronto el día «en que la moda, que >todo lo invade y todo lo devora, se apodere también de la >>inocente poesía de nuestros abuelos». De 1853 es la primera edición del Romancerillo, á cuyo frente se leen las consideraciones más profundas que pluma española hubiera escrito hasta entonces sobre la poesía popular: páginas que nadie, salvo su propio autor, ha superado después.

Esto baste por el momento acerca de las colecciones poéticas de pueblos españoles cuya lengua nativa no es el castellano. Falta todavía, y es grave falta, el romancero gallego, que debe de parecerse mucho al portugués, aun

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