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canciones, que conservan rastros de una forma muy primitiva de la gesta de Bernardo. Nos haremos cargo de ellas al estudiar detenidamente, en el próximo volumen, las vicisitudes de esta famosa leyenda.

El docto y afortunado colector de estos fragmentos (uno de los cuales se imprime hoy por primera vez) hizo notar ya la analogía que en su fondo tienen con el segundo de los romances del Conde Grifos Lombardo, que comienza En aquellas peñías pardas› (Primav. 137), y también con los portugueses que llevan por título:

a) Justiça de Deus (Almeida Garrett, II, 285-294). Confun. dió y mezcló, según su costumbre, dos distintas versiones. b) Romance do Conde Preso (versión de Tras-os-Montes, en el Rom. de T. Braga, 60-62).

c) Dom Garfos. Versión de la Beira Baja. (En T. Braga, 62-64.)

d) Justiça de Deus. Versión de la Beira Alta. (En T. Braga, 65-67.)

Aunque estos romances están amplificados con circunstancias novelescas, en todos se reconoce la degeneración del tipo épico, la cual puede estudiarse en otros muchos romances de los que hoy parecen novelescos; por ejemplo, en el núm. 136 bis de la Primavera, cuyo protagonista es también el Conde Grifos Lombardo, pero en el cual se perciben ciertos vestigios de la historia que la Crónica General cuen ta acerca del Conde Garci Fernández el de las fermosas

manos».

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13.

La peregrina.

En la ciudad de Leon-(Dios me asista y non me falte) vive una fermosa niña-fermosa de lindo talle (1).

(1)

En las Cortes de Leon -donde está la xente grande

El Rey namoróse della-y de su belleza grande :

aun non tiene quince años-casarla quieren sus padres.
El Rey le prende el marido que quiere della vengarse:
ella por furtarse al Rey,-metiose monja del Carmen.
Allí estuvo siete años-á su placer y donaire :
desde los siete á los ocho-á Dios le plogo llevarle.
Por los palacios del Rey,-pelegrina va una tarde,
con su esclavina ahujerada-sus blancos hombros al aire.
Lleva su pelo tendido :-parece el sol como sale.

-¿Donde vienes, pelegrina-por mis palacios reales?...
-Vengo de Santiago, el Rey,-de Santiago que vos guarde,
y muchas más romerías...-¡plantas de mis pies lo saben!
Licencia traigo de Dios:-mi marido luego dadme.
-Pues si la traes de Dios-escuso más preguntarte.
Sube, sube, carcelero,-apriesa trae las llaves

y las hachas encendidas,—para alumbrar este angel.

-Dios vos guarde Condesillo,-farto de prisiones tales. [tes,
-Dios vos guarde, la Condesa-porque siempre me guardas.
Non pienses que vengo viva;-que vengo muerta á soltarte.
Tres horas tienes de vida;-una ya la escomenzastes.
Tres sillas tengo en el cielo:-una es para tú sentarte (1),
otra para el Señor Rey-por esta merced que face (2).
A Dios, á Dios que me voy;-ya non puedo más fablarte;
que las horas deste mundo - -son como soplo de aire.

vivía una hermosa niña-de condicion y linaje.

Aun non tiene quince años-casarla quieren sus padres
piden la Duques y Condes- pa con ella maridarse, etc.

Así comienza la versión que de este romance hemos recogido en las montañas de Grado. Aunque poco distinto del que publicamos, cosechado por Amador de los Ríos en Luarca por los años del 50 al 60, preferimos éste como texto, por estar integro y aquél no; sin perjuicio de apuntar alguna variante que no debe ser relegada al olvido. (Nota del Sr. Menéndez Pidal.)

(1)

(2)

Otra será para mí-pues mi alma de penas sale.
Estando 'n estas razones-oyera el gallo cantare.

Aunque Amador de los Ríos clasificó este romance entre los religiosos, es realmente histórico, y pertenece al ciclo de Fernán González. Es el único que nos conserva un recuerdo lejano de la prisión del Conde de Castilla, en León, y de su libertad, lograda por industria de la Condesa Doña Sancha, su mujer; tal como en la Crónica general se refiere. Ha sido admirablemente estudiado por D. Ramón Menéndez Pidal en su monografía sobre todos los romances de aquel ciclo (Homenaje á M. y P., 1899, t. I, pp. 463-465). Advierte este crítico sagacísimo que «los versos 1 á 8 forman un fragmento independiente del texto, y deben eliminarse, pues ni el marido aprisionado de que en ellos se habla es un Conde, como después se le llama, ni se dice que la mujer muriese, como luego se infiere del verso 21, ni el tono de este primer fragmento es semejante al del segundo : es vulgar y prosaico, mientras el del siguiente tiene mucho más encanto en sus descripciones y en sus diálogos... En lo que el romance asturiano refleja otro más antiguo, de origen épico, es sólo en los doce versos en que refiere la llegada de la Condesa á los palacios del Rey, diciéndose peregrina de Santiago, su subida á la cárcel del Conde y los saludos que marido y mujer cambian entre sí».

14.

El aguinaldo.

Mañanita de los Reyes,-la primer fiesta del año, cuando damas y doncellas-al Rey piden aguinaldo; unas le pedían seda,-otras el fino brocado; otras le piden mercedes-para sus enamorados. Doña María, entre todas,- viene á pedirle llorando, la cabeza del Maestre-del Maestre de Santiago. El Rey se la concediera; -y al buen Maestre ha llamado. Salen criados y pajes,-cuando el Maestre es entrado:

-Bien venidos caballeros-Maestre, mal soes llegado,
ca en tal día su cabeza-mandada está en aguinaldo.
– Quien mi cabeza mandara,-ponga la suya á recabdo;
que cabezas de maestres-non se mandan de aguinaldo.
Villas é cibdades tengo-é freyres á mi mandado:
non me las dió Rey ni Reina-ganélas yo por mi mano.
Estas razones dixiera-el Maestre de Santiago,

cuando entre pajes del Rey-entrara en el su palacio.
E más sin dubdar fablara-como home bien razonado;
mas al sobir la escalera,-la cabeza le han quitado.
Allí la entregan al Rey:-él, maguer era su hermano,
mandó echarla en una fuente-por facer el aguinaldo.
Llevalda á Doña María»-dixiera á los sus criados.
Doña María que la vido,-mucho se ha maravillado;
ca el Rey amaba al Maestre,-y era muy grande el regalo.
Prendióla de los cabellos,—de bofetadas le ha dado:
-Agora me pagas, perro,-lo de aguaño y lo de antaño
cuando me llamaste puta-del Rey Don Pedro tu hermano.-
Prendióla de los cabellos-y lanzóla allí al alano;
el alano es del Maestre,-é bien conoce á su amo.
Cogióla con los sus dientes- é llevósela á sagrado:
faz con las patas la fuesa-do la cabeza ha enterrado,
Bien lo viera el Rey Don Pedro-donde se está paseando:
bien lo viera ese buen Rey-que fizo atal aguinaldo.
Llega al balcon y pregunta-¿De quién era aquel alano?
-Ese alano es del Maestre,-del Maestre de Santiago;
que por facer la su obsequia – está, cual vedes, llorando.
-¡Ay, triste de mi é mezquino,-ay triste de mi é cuitado:
si el alano face aquello,-qué ha de facer un hermano!—
Dormir non puede el buen Rey-dormir non puede el cuitado:
porque en medio de la noche-el Maestre le ha llamado,
viérale todo sangriento- sin cabeza, en su caballo;
viérale todo sangriento-el su pecho amenazando.
Dormir non puede el buen Rey,-que yaz todo desvelado,
porque enmedio de la noche --Doña María le ha llamado.
Viérala con la cabeza-que fué lanzar al alano.

Doña María de Padilla - por los aires va volando; por sus buenas fechorías-non la quiere Dios ni el diablo.

Este magnífico romance histórico, que debe añadirse á los del ciclo del Rey D. Pedro, trata el mismo argumento que el número 65 de la Primavera: Yo me estaba allá en Coimbra».

15.

Mal de amorés.

¿Duque de Alba, estás casado?...—si nón, yo te casaría... -Estoy casado, buen Rey,-casado por vida mía; que tengo palabra dada—á una señora en Castilla. Aunque viva cincuent' años,-yo jamás la olvidaría.

Entre estas palabras y otras-el casamiento se hacía. Toda la gente lo sabe;-Doña Ana non lo sabía, si no es por una doncella-que anda en su compañía : -Novedad traigo, Doña Ana,-non sé si le placería; que el Duque de Alba se casa,-su palabra mal cumplía. -Que se case, que se vele,-¿á mí que se me daría? ¡Caballeros tien la corte-que conmigo casarían!Los anillos de la mano-por el medio los partía; los pelos de la cabeza-por el uno los arrinca.. Subióse en una ventana-de una sala que tenía; viólo que estaba jugando-con otros en compañía : -¡Duque de Alba de mis ojos!-¡Duque de Alba de mi vida! ¿Cómo tan presto olvidaste-á quién tanto te quería? Él posó el naipe n' el suelo, -y corrió á ver á la niña.

¡En el medio de una sala-topárala flaquecida!

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