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ADVERTENCIA PRELIMINAR

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Aunque la mayor y mejor parte de los romances castellanos sólo ha llegado á nosotros por la tradición escrita (ya en los pliegos sueltos góticos, ya en los romanceros del siglo XVI), no es poco ni insignificante lo que todavía vive en labios del vulgo, sobre todo en algunas comarcas y grupos de población que, por su relativo aislamiento, han podido retener hasta nuestros días este caudal poético, que, al parecer, ha desaparecido casi completamente en las regiones centrales de la Península, en las provincias que por an. tonomasia llamamos castellanas, donde, según todo buen discurso, tuvo el romance su cuna, ó alcanzó, por lo menos, su grado más alto de vitalidad y fuerza épica. Las versiones tradicionales, si bien muchas veces aparezcan incompletas, y otras veces estropeadas por adiciones modernas, nacidas del nefando contubernio de la poesía vulgar con la popular, merecen alto aprecio, lo mismo cuando son variantes de romances ya conocidos, que cuando nos conservan temas evidentemente primitivos, pero que no han dejado rastro en los romanceros impresos. Así lo comprendió Wolf, incluyendo en la Primavera dos romances tradicionales recogidos en Cataluña y uno procedente de Andalucía. Hoy puede ampliarse mucho esta sección, merced á los hallazgos y trabajos folklóricos de estos últimos años;

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y por nuestra parte vamos á recoger en el presente volumen todos los que nos parecen ofrecer, más ó menos puros, los caracteres de la genuina poesía popular, y pueden alternar sin desdoro con los romances viejos.

El grupo más considerable y digno de estudio es sin duda el de los romances asturianos, tanto por el número y variedad de las versiones, como por la integridad y pureza con que generalmente se han conservado. Las condiciones geográficas y sociales del antiguo Principado dan satisfactoria explicación de este hecho. Para evitar confusiones que en esta materia abundan, y en que á veces incurren personas muy doctas, no parece superfluo advertir que estos romances se llaman asturianos por haber sido recogidos en Asturias y ser tradicionales allí, pero que no deben considerarse como poesía indígena y peculiar de aquella nobilísima región española, sino como restos de una poesía narrativa enteramente castellana Ꭹ no dialectal. No sólo carecen de color local asturiano, de alusiones á la historia provincial (de la cual parecen ignorar hasta los temas más célebres, como el de Pelayo), de vestigios de las muy curiosas supersticiones que aun persisten allí como reliquias de la primitiva mitología ibérica, sino que están compuestos, sin excepción alguna, en cas— tellano corriente, y no hay ni uno solo en el antiguo y venerable dialecto del país, llamado bable; si bien al pasar estos romances por las bocas de los rústicos hayan sufrido y continuamente sufran todas las alteraciones fonéticas propias de quien habla en una lengua y canta en otra: fenómeno que con caracteres todavía más singulares encon traremos en Cataluña. No es esto negar la posible y aun verosímil existencia, en tiempos remotos, de una poesía narrativa asturiana por los asuntos y aun por el dialecto; pero la verdad es que de esta poesía, si existió, no quedan

huellas. La poesía bable popular no ha pasado de la forma lírica de coplas ó cantares sueltos; y el cultivo artístico del dialecto no data más que del siglo XVII, cuando ingeniosos y agudos versificadores comenzaron á servirse de él en parodias clásicas, romances festivos y picantes entre

meses.

Pero si no la gloria de haber engendrado las bellísimas canciones populares que en sus valles y montañas se han recogido (puesto que basta leerlas para comprender que en algún tiempo fueron comunes á todos los reinos de Castilla y León, y aun pudiéramos decir que á toda la Península, como lo evidencian las versiones similares recogidas en Andalucía y Portugal), corresponde á Asturias la gloria no menor de haber conservado los textos más genuinos y completos que la tradición oral ha revelado hasta ahora, y de haber tenido diligentes colectores que muy á tiempo han salvado toda esta riqueza, próxima ya á desaparecer ante la fiera invasión centralista é industrialista de nuestros días.

Las más antiguas noticias acerca de romances asturianos se remontan á la célebre carta de Jove-Llanos sobre las romerías de Asturias, octava de las que dirigió á don Antonio Ponz (1). Descríbese allí la danza prima en estos curiosos términos:

«Aunque las danzas de los hombres se parecen en la forma á las de las mujeres, hay entre unas y otras ciertas diferencias bien dignas de notarse. Seméjanse en unirse todos los danzantes en rueda, asidos de las manos, y girar en rededor con un movimiento lento y compasado, al son del canto, sin perder ni interrumpir jamás el sitio ni la forma. Son una especie de coreas à la manera de las danzas

(1) Obras de Jovellanos (ed. Rivadeneyra), II, pág. 299.

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de los antiguos pueblos, que prueban tener su origen en los tiempos más remotos y anteriores á la invención de la gimnástica. Pero cada sexo tiene su poesía, su canto y sus movimientos peculiares, de que es preciso dar alguna razón.

y

» Los hombres danzan al son de un romance de ocho sílabas, cantado por alguno de los mozos que más se señalan en la comarca por su clara voz y por su buena memoria; á cada copla ó cuarteto del romance responde todo el coro con una especie de estrambote, que consta de dos solos versos ó media copla. Los romances suelen ser de guapos y valentones, pero los estrambotes contienen siempre alguna deprecación á la Virgen, á Santiago, San Pedro ú otro santo famoso, cuyo nombre sea asonante con la media rima general del romance.

>> Esto me ha hecho presumir que tales danzas vienen desde el tiempo de la gentilidad, y que en ellas se cantarían entonces las alabanzas de los héroes, interrumpidas y alternadas con himnos á los dioses. Lo cierto es que su origen es muy remoto; que el depravado gusto de las jácaras es muy moderno, y que la mezcla de ellas con las súplicas à los santos es tan monstruosa, que no pudieron nacer en un mismo tiempo, ni derivarse de una misma causa.»

Leyendo atentamente estos renglones se ve que el inmortal Jove-Llanos, adelantándose en esto, como en tantas otras cosas, á su tiempo, fijó la atención en los desdeñados romances del vulgo, que había oído cantar en las romerías asturianas; pero no se fijó bastante en su letra, puesto que aun degenerados como están ahora (y él debió de alcanzarlos mucho más puros) no tratan, por lo común, de guapos y valentones, ni participan del gusto de las jácaras, si bien en algunos se advierta el natural contagio de la poesía popular por la vulgar.

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