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sorta, baratzako lorerik ederrenak baño, ederragoa ere. Euskaldunak dirauten bitartean, ezta Salaberriren izena itzaliko, bada kantziyo menditarrak gordetzen dituzte gure arraza edo gendearen arima, mamia eta urriña. Aski da, jaunak; gu kristabak gera, eta illai liluratzen oi eztiogu lausenchakin, gure otoizak ematen oi diogu baizik.

Eta orain, ongi etorri jaunak. Oroitu gaitezen, asmatu zala gure alkartasuna zerbait egiteko, eta bere asieratik gaureraño eztegu langintz bat ere ez egin. Gure Euskal-Erri adoragarria, eritzen eta gaichotzen ari da; ikusten degu aren oitura garbiak usteltzen; aren itzkuntz paregabeak, guchitzen; erdaldunkeriak euskalduntasunak azpiratzen eta zapaldutzen, eta gertakariak onela aurreratzen badira, laster gure errietan ezta beste gauzarik irauteko, mendien itzen zarrak baizik. Eta orduan, nork daki? lotsez beteak, gure kopetak bezala, zelayatuko dira mendi goititu oriek ere.

Euskal-Erriaren erdian jaso bear degu aldare bat; anchiñako oituraren eta itzkuntzaren aldarea, eta aldare onen aurrean abrildu edo sakrifikatu erdaldunkeri zantar mota guziak. Oriche da zuen lan bearra, jaunak. Jaungoikoaren laguntzarekin ezta gauza ezin daitekenik, eta zuek izango zerate Euskal-Erriaren libratzalleak eta osasuntzalleak.

Ala biz.

CONFERENCIA

EN EL

CENTRO VASCO DE SAN SEBASTIÁN

el día 29 de Mayo de 1904

I

SEÑORES:

A fundación del Centro Vasco ostenta ante mis ojos el valor de un hecho extraordinariamente importante. Hace tiempo que no se ha verificado aquí, en Gipuzkoa, otro que se le pueda equiparar. Porque sociedades, eso sí, se han fundado muchas con toda clase de explotaciones por objeto: sociedades de la materia, que lanzan al cielo sus nubarrones de humo para que en ellos se cuajen los apetecidos dividendos; sociedades que hasta en los más agrestes y arrinconados valles de nuestras montañas establecen el contacto de lo exótico, á menudo malo, con lo castizo, casi siempre bueno, en tales condiciones de "dejad hacer, dejad pasar,, que, si lo extraño no se enmienda, lo propio se corrompe, y vamos, por el camino exclusivo del progreso industrial y mercantil, de las fábricas, tranvías y balnearios, á la completa degenerescencia de la personalidad gipuzkoana. Pero sociedades cuya tabla de va

lores, no cotizables en Bolsa ciertamente, la constituyen los rasgos físicos y morales que á un pueblo comunica su peculiar índole, especie de telar fijo por el cual tiende sus fibras la Historia para tejer la trama de la vida nacional; y el tesoro de verdades por experiencia adquiridas, que las generaciones de ayer trasmiten á las de hoy engarzándolas, cual perlas inestimables, en el hilo de oro del lenguaje patrio; y la conciencia profunda de que los individuos son miembros de una comunidad histórica que los resume y completa, identificándolos entre sí y diferenciándolos de otros con la misma eficacia soberana que la Naturaleza forma y conserva las especies; sociedades que en Gipuzkoa escriban la tabla de valores del pueblo gipuzkoano y la levanten en alto, con gestos de Moisés, en medio de esta hermosísima Donostía, á quien perturban la tendencia al cosmopolitismo y la conquista del placer, no las había visto, como he dicho al principio, señores, hasta la fundación del Centro Vasco.

Durante las más furiosas revoluciones, cuando el movimiento destructivo arrolla los obstáculos y se sobrepone á las dificultades, el pensador sereno y solitario que contempla la acción demoledora puede profetizar, sin miedo á que lo por venir le desmienta: "ya vendrá la reacción,,. Esta hora de la reacción, pero de la reacción euskalduna, es la que marca y señala con elocuencia la fundación del Centro Vasco. El cuerpo gipuzkoano parecía complacerse en la ingestión de toda clase de tósigos y venenos, con tal que trajesen etiqueta de fuera. Pero se llegó, sin duda, al punto de saturación y comienzan las árcadas precursoras del vómito que, en su día, eliminará las substancias extrañas y nocivas, fautoras de

muerte.

Notorio es que entre los gipuzkoanos, como entre todas las fracciones ó familias del pueblo eus

kaldún, se encuentran hombres, á su modo, muy amantes de su tierra; los cuales, enumerando las transformaciones que el país experimenta, é imaginándolas otros tantos progresos por la única razón de que son novedades; adicionando los aumentos de la riqueza pública y del ahorro privado; midiendo los kilómetros de carreteras, tranvías y ferrocarriles que sin cesar se construyen; enumerando los embellecimientos que las ciudades y pueblos experimentan; inventariando las fábricas que se explotan y las mercaderías que se compran ó venden, declaran que los actuales son los mejores tiempos que el país ha conocido nunca, y se estiman felicísimos y dichosísimos, con optimismo que al del doctor Pangloss supera. Nuestra nota triste les molesta como una brutal disonancia, y nos miran como á huraños hipocondríacos atormentados por enfermedades imaginarias, cuyos síntomas no encuentran en los cuadros estadísticos que á ellos tanto les entusiasman y complacen. En cambio, á nosotros esas bienandanzas nos dejan fríos: nos parece que son unas tentaciones de la carne para rendir al espíritu. Y ellos llaman sueños y quimeras á lo que nosotros denominamos supremas realidades, por cuya virtud vale la vida la pena de ser vivida..... En vano buscaréis la fórmula que harmonice estos opuestos criterios, la altísima síntesis que destruya la antinomia. Es imposible hallarla. Porque partidarios ellos, conscientes ó inconscientes, de cierta doctrina del progreso, con tal que éste se realice, nada les importa que desaparezcan los tipos étnicos é históricos-cuando no hagan de esa desaparición un efecto fatal y saludable del progreso—, buscando siempre agrupamientos más amplios, arroyos que penetren en los riachuelos, riachuelos que se esparzan por los ríos, ríos que se pierdan en los mares, mares que se suman en el piélago: aterradora imagen

de esa Humanidad destinada á disolver en sus impasibles entrañas las razas, las patrias y los Estados! Mientras que nosotros, distinguiendo entre la vida y la cultura y civilización de los pueblos, queremos perpetuar la vida del nuestro, porque la vida es el primer bien y la condición de los demás bienes, aunque por vivir nuestra íntima y propia vida de pueblo se atenúen, retarden ó difieran esa civilización y cultura, ó reneguemos de cuanta cultura y civilización nos mate.

La reacción euskalduna, ès decir, el movimiento de regresión al tipo euskaro gipuzkoano, que no excluye el movimiento progresivo dentro de la identidad de la especie, pero sí se opone á su transformación en otra, entiendo yo que lo formula el artículo 2 del reglamento del Centro Vasco: "Propónese la Sociedad fomentar la cultura vasca, que ha de multiplicar el amor á nuestra tierra.....,,

El fin de la cultura baska que ha de fomentarse, es el que intensifique el amor á la tierra, ó lo que es lo mismo, el amor á la patria. Con tan discretos términos se excluye cualquiera otra cultura que se proponga el cultivo meramente humano de la inteligencia y del sentimiento; el cual cultivo, por efectuarlo baskongados, acaso reclamaría el título de "cultura vasca,,. Saludable restricción en estos tiempos que el intelectualismo y el dilettantismo son perfumadas y brillantes antesalas de la cloaca internacional. "La República no necesita de sabios,,, dijeron los jacobinos franceses contradiciéndose. Vosotros, señores, practicando vuestros principios podréis declarar: el Centro Vasco rechaza á los sabios que no aman á su Patria.

El amor á la Patria, señores, es como el amor á la madre. Quien no lo siente es un monstruo. Todos los climas, todas las épocas, todos los pueblos conocen ese sentimiento y lo reverencian. Los ojos

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