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listas de Fernando VII. Qué hemos de sentir del nuevo ídolo? Lo mismo que nuestros abuelos sentían del antiguo: que no le concedemos la sobrecarta, que no le otorgamos el pase foral, estando resueltos á lanzarlo al otro lado del Ebro!

Digo lanzarlo, y apenas pronuncio con entusiasmo esa palabra, me sobrecoge la angustia. Porque antes, cuando los desafueros los cometía el Rey, los baskongados y nabarros, cualquiera que fuesen sus ideas teóricas acerca de la soberanía, tocante á los derechos del pueblo euskaldún no discrepaban, ni en amor á su Patria disentían. Pero ahora, desde que los desafueros los comete la Nación, ó mejor dicho los partidos, rota la unidad moral del pueblo basko, como esos partidos extienden sus tentáculos por todo el país, y cuentan con correligionarios y periódicos y caciques, y son vertedero de ideas exóticas que perturban la inteligencia, é incitadores de pasiones que envenenan el corazón, y saciadores de codicias que corrompen á los caracteres; como ya no queda en España vividor de la política á quien los baskongados dejen de seguir, no con piedras, sino con aplausos; como aquí se establecen todas las barracas y ondean todas las banderas de la Gomorra política contemporánea, las fuerzas de conservación y reconquista se disgregan, y la acción eficaz de ellas se imposibilita, y las medidas más destructoras de nuestros derechos encuentran claque que las aplauda y cipayos que las defiendan. ¡Espectáculo lamentable, del que no se verán libres nuestros ojos hasta el día que el amor exclusivo á la Patria, difundido por el Centro Vasco, ocupe el lugar que le usurpa el amor á los partidos españoles!

HE DICHO.

NACIONALISMO, FUERISMO Y SEPARATISMO

CONFERENCIA

DADA EN EL

CENTRO VASCO de San Sebastián
la noche del 7 de Enero de 1906

I

SEÑORES:

La incorporación del Reino de Nabarra á la Corona de Castilla fué por vía de unión eque-principal, reteniendo cada uno su naturaleza antigua, asi en leyes como en territorio y gobierno.

(Ley 33, tit. 8., lib. I de la "Recop. de Leyes de Navarra".)

A primera vez que tuve el gusto de dirigir mi palabra al "Centro Vasco,,, hablé de la Patria, procuré definirla, enumerar sus elementos constitutivos, y enuncié la verdad fundamental mirando al lugar donde hablaba: que la patria de los gipuzkoanos es Gipuzkoa. Cuando rompí el encantamiento que me subyugó con el recuerdo de las bellezas físicas y de las prendas morales que esta noble tierra atesora-encantamiento que intentó poner en mis labios algún balbuceo de poesía para celebrarlas y enalte

cerlas-, tiré la línea divisoria entre la Patria y el Estado, afirmé la existencia histórica de varios Estados baskos, y tracé la curva que los llevó, en alas del tiempo, á harmonizarse con otro Estado más amplio, al amparo de pactos federales que respetaban la personalidad completa de aquéllos. Y cuerpo á cuerpo contra esa odiosa y mendaz alternativa que desde muy opuestos campos formulan, ó unitarismo ó separatismo, acudí al arsenal de la ciencia política y aporté el testimonio de nuestra historia demostrando que existe un tercer término, la organización de los Estados compuestos ó colectivos, en cuyo seno vivieron y prosperaron los Estados baskónicos mientras el absolutismo monárquico primero, y el absolutismo liberal después, no adulteraron, mermaron y descuajaron nuestras constituciones propias, y brutalmente cortaron el lazo que unía á los Estados baskos y al Estado español. Contestadme, señores: ¿quiénes son los separatistas verdaderos?

Hoy me propongo continuar el estudio de las cuestiones que en la primera conferencia se omitieron. No sólo el asunto, sino aun el modo de exponerlo diferirán, porque al hablar de la Patria pulsé vuestra sensibilidad y vuestra imaginación: ahora pretendo que vuestra inteligencia me escuche. Todos los aquí congregados sentimos y queremos al unísono: por eso fué tan fácil y amable mi tarea de ayer. Aspiro á que esta comunión subsista en el mundo de las ideas, cuya naturaleza sutil y volandera, cuya propensión á teñirse de los colores y de los matices ambiantes, suele ser causa de que los vocablos en que forzosamente toman cuerpo, con dificultad adquieran la fijeza de signos de notación invariable. La idea aprisionada en el envoltorio exterior de la palabra, cuando no logra alterar la forma de ésta oblígala á saturarse de diversos signifi

cados. De aquí los equívocos y confusiones que la política, madre fecunda de apasionamientos, agranda y beneficia separando lo que, de otra suerte, hubiese permanecido junto. Yo no pretendo elaborar programas, ni definir dogmas, ni orientar derroteros; vengo, solicitado por amable invitación, á explanar mi pensamiento íntimo sobre temas muy controvertidos é importantes, y de materia tan vasta que, ni aun tratada superficialmente como lo hago es compatible con la brevedad. La certidumbre de que voy a poner á prueba vuestra paciencia, casi me arrebata la esperanza de que seréis indulgentes.

Vaguedad del tecnismo

Raza, pueblo, nación, fuerismo: he aquí otras tantas palabras del lenguaje vulgar que suenan cuando se comenta, aplaude ó ataca al nacionalismo basko. Palabras dotadas de significado múltiple, que las gentes emplean vertiendo en ellas su idea del momento, y que momentos después expresan otra idea muy diferente: indeterminación que se extiende asimismo á esas otras palabras sacadas del vocabulario político, como las de autonomía y autonomismo, prohijadas por los que se dedican á recetar al país una succedánea de sus constituciones históricas.

Exprimamos el significado que contienen esas palabras, no con ánimo de cristalizarlo para todo el mundo, sino con el de proporcionar al tecnicismo político de las reivindicaciones euskaras, términos que no den pábulo á divergencias meramente verbales entre sus adeptos; términos que exterioricen ideas claras, definidas, cuya profesión ó repulsa, y no el sentido vago de sus vocablos, constituyan la materia real de las posibles discrepancias,

La raza

Cuando se habla de raza blanca, de raza negra, ó de raza amarilla, es indudable que esa palabra evoca una idea muy diversa de la que le atribuímos al hablar de raza semítica y de raza aryana. En el primer caso, las diferencias son tan salientes, tan marcadas, que el vulgo las percibe mirando á cualquiera de los ejemplares: los rasgos físicos dominan la escena. Éstos persisten en el segundo caso, pero atenuados, y han de entrar en la cuenta para mantener la clasificación otros menos patentes, que requieren observación más perspicaz, criterio más científico que el meramente impresionista. Y si en vez de raza aryana y semita hablamos de raza céltica, germánica, latina, ó si exagerando la diferenciación condecoramos con el calificativo de razas al conjunto de españoles, franceses é italianos, contraponiéndolos entre sí, observaremos que va siendo menor el número de los caracteres físicos utilizados y mayor el de los caracteres históricos, hasta el punto de que éstos casi exclusivamente imperan cuando se denomina razas á las variedades observables dentro de una amplia comunidad política nacional, como gallegos, aragoneses, catalanes y andaluces.

Graduad, señores, la dilución del concepto de raza comparando la imagen que en vuestra inteligencia suscitan las frases extremas: raza negra, raza castellana. El sustantivo de ambas es idéntico; mas su contenido difiere enormemente. Esto revela que el vocablo raza es vocablo equívoco, usado á diestro y siniestro, según los fines de quien le escribe ó pronuncia. Los mismos que bajo la razón social de raza francesa engloban á los descendientes de las tribus prehistóricas, de los íberos, celtas, galos,

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