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EL ÁRBOL DE GERNIKA

DISCURSO

en la solemne veladá celebrada en San Sebastián el 11 de Julio de 1906,

con motivo de las Fiestas Euskaras,

y organizada por el Consistorio de Juegos Florales

EXCMO. SR., SEÑORAS, SEÑORES:

el

IEN hubiese querido que la cortesía y agradecimiento no me vedaran con imperio declinar la invitación del insigne Consistorio de Juegos Florales. Esta es la cuarta vez que suenan mis palabras en el

salón donde se corona á los cultivadores de las letras euskaras, y aunque no dudo de la benevolencia del público, que siempre fué pródigo y liberal conmigo, dudo de mi propio desempeño para merecerla de veras, como no sea en el terreno de las intenciones, que nunca se ha estimado territorio sometido á la jurisdicción del arte, al revés de lo que en la moral sucede: que aquí las intenciones, siendo puras, salvan, y allí ponen de bulto la disparidad y disonancia entre las aspiraciones y la obra del autor, provocando y justificando su fracaso.

El Consistorio dejóme siempre amplísima libertad en la elección de tema. Usando de ella pude en Azpeitia contestar á varias aseveraciones erróneas, y aun menos patrióticas que verídicas, de cierto ruidosísimo discurso de Miguel de Unamuno, con quien prosigo apretándome la mano después de refutarle, caso en verdad no muy común en estos tiempos de brutales controversias; y pude en Oñate proclamar tempraneramente, y no sin vehemencia, la necesidad de que en la orden del día de las cuestiones palpitantes de la raquítica política española, incluyésemos los euskaros, velis nolis, la cuestión baskongada, la cuestión magna de nuestra reintegración nacional, logrando que salte á pedazos la losa funeraria tendida por el centralismo, hoy acorralado en sus supremas ignominias, sobre nuestras libertades inmemoriales, pascua gloriosa cuyos resplandores secarán las lágrimas en que el dolor y la ira cuajaron nuestros ojos; y pude también en Irún, convertida por el exotismo de las gentes y de las ideas, de frontera de Gipuzkoa en frontera de España, pude también en Irún reanudar mi cuerpo á cuerpo contra los enemigos del baskuenze, abroquelados en las exigencias de la cultura, por lo común tan ajena y exterior á ellos, que el oírles ponderar sus excelencias me sugiere la imagen de un oso vestido de señorita.

Mas con toda esa libertad de asunto y tema que el Consistorio me concede, comprendo, señores, que he recorrido la mayor parte del círculo de ideas y sentimientos que he sido capaz de trazarme para estas solemnidades; comprendo que las madres se están agotando y que la árida roca ni siquiera brota el tenue chorrillo de antaño; comprendo que está sonando casi en mis oídos la hora melancólica y fatal de las repeticiones de sí mismo; que la persistente labor del invierno se traduce en

el cansancio cerebral del estío, y que quien laboró como la hormiga no puede cantar entre las cigarras.

Este cansancio y depresión cerebrales me aconsejaban declinar la invitación del Consistorio, no interrumpir el reposo intelectual que temporalmente me está prescrito. Mas confieso que uno de los actos de las presentes Fiestas Euskaras avasalló mi entendimiento, entusiasmó á mi corazón; me hizo pensar, me hizo sentir; desplegó ante mis ojos un mundo mágico de recuerdos, y en concertada armonía de movimientos, otro mundo mágico de esperanzas. Oí el murmullo lejano de las fuentes de la inspiración..... ¿Penetrarán sus raudales en mis secas fauces? Dios lo sabe; no yo, que al comenzar á cumplir mi cometido forcejeo con la idea premiosa. Si penetran, agradecédselo á Dios, señores; y si no, perdonádmelo á mí en gracia al amor que me tornó temerario.

El acto á que aludo es la plantación de un retoño del árbol de Gernika, asociada á la fiesta escolar de los niños gipuzkoanos. Ese árbol es todo nuestro pasado; esos niños son todo nuestro porvenir. Los destinos futuros de Euskaria dependen de que el arbolito crezca, de que extienda sus ramas como un dosel dispuesto á la honradez y la libertad; de que los niños, cautivados por las voces que resuenan entre el follaje, no quieran nunca salir del círculo bendito de su sombra. El árbol de Gernika, más realmente que el famosísimo de Dodona, según observó el poeta inglés Wordsworth, habla. Al levantarlo á símbolo la Historia, las edades le infundieron el don de lenguas. En sus ramas anidan las aves peregrinas de la tradición; de sus ramas cuelgan las arpas de los poetas que le ensalzaron. Bajo la copa sonora, los niños que veneran el árbol oirán en premio, no rumores, sino palabras.

El árbol guarda tenazmente un secreto: el de su

origen. Se niega á que la ciencia le ponga fecha ó le señale oriundez. Observa idéntica discreción que la raza á quien políticamente personifica. No constituye una especialidad euskara; hubo otros muchos árboles enlazados á sucesos históricos y á instituciones sociales. A la sombra de una encina fué erigido rey Abimelech. El olmo de Astudillo orló con su ramaje la corona ceñida á Fernando el Santo. Bajo una de las más corpulentas hayas del bosque de Vincennes, San Luis, rey de Francia, administraba justicia. En las sombrías florestas de Domremy se aparecieron á Juana las visiones que trocaron su cayado de pastora por la oriflama flordelisada. Si hubiese de demostrar la importancia de los árboles en los cultos naturalistas de la antigüedad, ocuparía todo el tiempo de que dispongo. Las religiones gentilicas desde luego evocan la blanca teoría de los druidas que rodean al añoso roble para cortar con podadera de oro el muérdago sagrado, ceremonia en ningún otro lugar dramatizada por tan misteriosa solemnidad como en las costas de Armórika, cuando el viento del mar traía los clamores orgiásticos de las vírgenes de la isla de Sen. Los árboles, y singularmente el roble, desempeñan un papel tan capital en las tradiciones poéticas y en los relatos históricos de los pueblos llamados celtas, enlázanse tan entrañablemente á sus hábitos populares, á sus creencias y á sus supersticiones, que siendo hoy ya imposible negar una copiosa infiltración de sangre céltica en la euskara, y la subsiguiente influencia social que el mestizaje étnico implanta, pudieran algunos inclinarse á buscar por ese camino su origen á la congregación de la Asamblea nacional bizkaína so el árbol de Gernika. Opino que la hipótesis sería más ingeniosa que sólida. La idea de congregarse bajo los árboles, ó de tomar á éste ó al otro árbol como mojón ó linde de

territorios en que habían de cumplirse determinados deberes, ó de llevar á cabo sucesos granados á la sombra de cierto árbol particular, por cualquier circunstancia famoso en la comarca, es idea muy propia de pueblos que aun viven próximos al que me atrevería á llamar estado de naturaleza, si un pernicioso error no inficionase la frase, y por lo mismo esa idea jamás podrá ser calificada propiamente de céltica, euskara, germánica, etc., sino de humana. Aymeric Picaud, peregrino del siglo XII, denominó á Nabarra nemorosa cuando la recorrió para ir á Compostela. No creo que Bizkaya fuese menos acreedora al epíteto en los tiempos remotos que podemos suponer comenzó á utilizarse el roble de Gernika, uno de los cinco árboles forales del Señorío. Y siendo nemorosa Bizkaya, y los bizkaínos de entonces gente ruda, habitadora en dispersos caseríos circuídos de bosque, que ni siquiera templos de ningún carácter monumental poseían, cuanto menos palacios para los incipientes menesteres del orden político y administrativo, ¿ha de maravillarnos que designasen un roble como punto de reunión á sus asambleas? El motivo de que fuese el de Gernika, y no otro el designado, jamás le desentrañaremos; alguno había de ser, y en la designación, probablemente razones de conveniencia local, ó de notoriedad fortuita del propio árbol, intervendrían. Ignotos los motivos que entonces influyesen, nos suministrarán datos acerca de la mentalidad bizkaína sobre estos asuntos, las razones que los durangueses alegaron cuando se propuso cambiar el lugar de sus juntas, so el roble de Gerediaga, por la campa de Astola: "Desde Gerediagagana-decían los partidarios del roble tradicional -la mayor parte de los procuradores ven materialmente sus fogares, y ansi tratan con mas amor lo tocante al bien de la tierra, e otrosi el somo de Ge

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