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de todos ellos como quería: elegiré dos, pues marcan por diversos conceptos dos fases culminantes en la vida poética del roble gernikés: la épica y la lírica.

El primero de ellos en el orden del tiempo es, asimismo, el más famoso. Allá, en aquellos días que la Monarquía española renegaba de sus principios y marcaba los grados de su decadencia con las usurpaciones cesaristas, un fraile mercenario, el maestro Téllez, más conocido en la inmortalidad de las letras bajo el pseudónimo de Tirso de Molina, azotaba el rostro del absolutismo austriaco con varillas arrancadas al roble de Gernika. Las concisas y esculturales estrofas puestas en boca de D. Diego López de Haro, expresan con fidelidad absoluta el sentido íntimo y total de la historia bizkaína. Aquel fraile maravilloso lo vió todo, y supo decirlo en brevísimas razones; cada palabra suya es un concepto; cada frase, una descripción; cada descripción, una sentencia. Vió la pristina independencia del país, por un puñado de héroes inviolablemente mantenida; vió la hidalguía fundada en la originaria naturaleza, en lo que los romanos denominaron ingenuidad, de la que son ruines remedos las ejecutorias de nobleza libradas por los Reyes; vió la rudeza de las costumbres, la tosquedad de la civilización, la escasez de los frutos de la tierra, el austero vivir entre montañas, la viril laboriosidad de las mujeres; vió la oriundez bíblica de la raza, la incontaminada pureza de su fe católica, la generosa participación en la defensa de España; y dominando á los más altivos montes, por encima de las calvas cumbres nevosas, cual cifra que compendia, á modo de síntesis que resume, vió el roble bendito cuyas hojas nunca salpicó el fango de las traiciones, ni cercenó el cuchillo de la tiranía!

El segundo de los poetas no era fraile; mas si en

su época hubiesen quedado frailes en España, supongo yo que habría acudido á la sopa de los conventos: ¡tal fué de desdichado! La corona de los poetas, antes que de laurel, es de rosas: el pueblo ve las rosas; el poeta siente las espinas. Apellidábase á sí propio el "Gran arlote,,, expresando con un solo vocablo todas sus miserias. Conocíle yo el año 1879 en las Fiestas Euskaras de Elizondo. Plantóse allí desde el corazón de Gipuzkoa, peñas arriba, con su vieja guitarra á cuestas y su cayado en la trémula diestra. El color de su modesto traje negro desaparecía bajo el lodo y el polvo del camino. La prócer estatura, aun erguida; la leonesca melena y la copiosa barba, broncas, despeinadas y canas; la expresiva mirada de sus ojos, ora suave como el idilio, ora centellante como la tempestad, iluminada por la legendaria aureola de su nombre, impresionaba. Aun más íntimamente que en Elizondo le conocí meses después en Echarri-aranaz, adonde fuí á entregarle cuatro mil reales con que le socorrió la Diputación de Nabarra. La decepción, el desencanto de las primeras entrevistas, se acentuaron entonces. Juzgábale yo, y conmigo otros muchos, con el cruel catonismo de la juventud. Nos le imaginábamos el hombre de un solo canto, el hombre de un solo sentimiento, el bardo que habiendo celebrado la gloria del, árbol de Gernika, no le contemplaría caído sin arrancar á la inspiración el grito que sublevase al pueblo, ó el anatema que infamase al tirano. La realidad era otra. Sentado á la mesa, con la botella y el vaso de vino delante, deploraba prolijamente, no las miserias de Euskaria, sino las muchas que á él le afligían ó habían afligido; enredábase en las inacabables memorias, no siempre edificantes, de su vida aventurera; refería anécdotas, chascarrillos, cuentos verdes; cantaba cancioncillas francesas, italianas, españolas; úni

camente parecía acordarse de que era autor del Gernikako Arbola, en cuanto este recuerdo servía de título á su angustiosa postulación, entre amargas y justísimas quejas por haberle desenterrado de América, donde él vivía olvidado de sí mismo, y traerle á morir de hambre entre sus paisanos...... ¡Pobre Joshe Mari! El arlote, ya ni grande siquiera, İlenaba la escena; el bardo desaparecía como una imagen brumosa, del todo fantástica acaso..... Mas si el curso mariposeante de los personales sentimientos, ó las sugestiones de los contertulios provocaban la reavivación de la esencia verdaderamente inmortal de Iparraguirre, y ponían en sus labios el himno que nosotros le hubiéramos querido escuchar siempre, saltaba la escoria del viejo arlote y se transfiguraba en símbolo, en hombre representativo de Euskaria y su libertad!

A Iparraguirre se le debe aplicar también la soberbia frase que Donoso Cortés aplicó á O'Connell y á Olano, de hombre-pueblo. El pueblo euskaldún no ha cantado la odisea de sus peregrinaciones, ni la epopeya de sus batallas, ni el drama de su historia: nada sabemos de él que él mismo nos haya transmitido. Es un pueblo mudo. Amaba con delirio sus instituciones, acababa de correr el peligro de perderlas, las había ya perdido varias veces..... y con todo, sus afectos permanecieron encerrados en su conciencia bajo siete sellos. Iparraguirre los rompió y destrabó la lengua secularmente trabada. Al escucharle, el pueblo euskaldún se oyó á sí propio. El Gernikako Arbola es la poesía menos poética que ha podido inspirar tal asunto; su rima es pobre, pobres sus imágenes, pensamientos y comparaciones; pero es rico, muy rico el sentimiento compendiado en la frase "adorantzen zaitugu— arbola santuba,,. El culto interno se hizo externo. Por esto es grande Iparraguirre, porque dió forma

á lo que todos sentían y nadie expresaba; y es grande además, porque aprovechó el momento único que el tiempo proporciona para hacer bien las cosas. En vano otros poetas le aventajarán en galas puramente literarias; en vano le discutirá la crítica y demostrará que la letra y la música del zortziko no son de la misma mano, arrebatándole la paternidad del elemento artístico que más contribuyó á la propagación del conjunto. No importa: la memoria del árbol de Gernika y la de Iparraguirre son legítimamente inseparables, y la posteridad sentenciará que la estatua de Villarreal de Urrechu está bien levantada, porque aquélla no es la estatua de un poeta, es la estatua del amor foral; y cual Dimas el buen ladrón, Joshe Mari, el arlote, en un breve instante habrá ganado la inmortalidad.

Desde el domingo, esta culta ciudad de San Sebastián, por tantos títulos amable, posee un retoño del árbol de Gernika. Yo pido á Dios que el arbolito arraigue, no sólo en la tierra, sino en los corazones, y que el roble celebrado porque negó sombra á confesos y á traidores, no envilezca sus ramas extendiéndolas sobre los tahúrès y las meretrices que algunos desdichados quieren disputar á Ostende y Monte-Carlo. Si el destino del retoño fuese el de presidir á la apoteosis del vicio y á la deseuskarización sistemática del pueblo, yo os propondría, señores, que nos fuésemos de aquí á arrancarle.

Sin duda sus destinos han de ser más gloriosos: servirá de lábaro que conduzca á la victoria á los animosos patriotas donostiarras que quieren hermanar los progresos legítimos de su ciudad querida. con la perpetuación de su carácter basko. El arbolito recién plantado será el monumento que marque la resurrección del espíritu nacional, destinado, con el favor de Dios, á restablecer en toda su integridad el derecho inmemorial de Gipuzkoa.-HE DICHO.

NOTAS Y COMENTARIOS

Discurso de gracias en los Juegos florales de Barcelona, páginas 5-24.

Fué vertido al catalán por mi buen amigo el elocuente orador catalanista don Narciso Verdaguer y Callís.

Por circunstancias personales dispuse de poco tiempo para componer este discurso. Me limité á expresar mi entusiasmo por Cataluña y revestir de forma oratoria mis nociones de diversa índole acerca de ese país, pero sin profundizar ninguno de los puntos que mi rápida enumeración comprendía. De aquí las muchas omisiones de que adolece. Quiero á lo menos subsanar una: al hablar de la poesía épica no mencioné al insigne poeta mallorquín Calvet.

También me parece oportuno rectificar algo de lo que dije sobre D. Jaime el Conquistador: este egregio monarca no fué, propiamente, el creador de las Cortes catalanas, sino su organizador. Dió asiento á los representantes de ciudades y villas. (Véase Llibertats y antich govern de Catalunya, por Pella y Forgas, páginas 111 y siguientes.)

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