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del Papa y forman en apretada falanje. El partido católico... jah, Sres. Diputados! con cuánta amargura pronuncio estas palabras! Veo partidos liberales, partidos políticos por doquiera... mas al partido católico español en ninguna parte lo descubren mis ojos. Yo no he de hacer, á lo menos conscientemènte, desde este sitio nada que se oponga á la unión de los católicos, conformándome únicamente con la voluntad del paciente, del sabio, del venerable, del lleno de fortaleza y dulcedumbre, del inmortal Pontífice León XIII, cuyas palabras escucho de rodillas y postrada la frente en el suelo. La formación de un gran partido católico es necesaria. ¿Sabéis para qué, Sres. Diputados? Para arrancar el liberalismo de las leyes, como se arranca del trigo la cizaña, y restaurar las católicas libertades regionales de nuestra Patria.

HE DICHO.

DISCURSO

EN EL

CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
el día 22 de Julio de 1893

SEÑORES DIPUTADOS:

o encuentro mejor portada para mi discurso que el recuerdo de cierto pensamiento, debido á uno de los hombres más ilustres de esta Cámara, al Sr. Cánovas del Castillo: "con razón ó sin ella, hay que estar con su Patria, como se está con el padre y con la madre,,. Yo me levanto, señores, á cumplir, inspirándome en la más fina voluntad de mi alma, un deber filial: el de defender á mi tierra nativa, y defenderla, á Dios gracias, con razón tan esplendente y clara, que sólo podrán obscurecerla, aunque no ocultarla, la deficiencia de mis recursos y la penuria de mis facultades. Yo os ruego, pues, Sres. Diputados, que si á pesar de mis propósitos de no rebasar los límites de la moderación, llevasen mis palabras dejos de amargura y vibraciones de cólera, los perdonéis magnánimos, pensando que, delante de las desdichas de su madre, los buenos hijos discurren más con el corazón que con el entendimiento.

Aquí estamos los diputados nabarros cumpliendo la misión tradicional de nuestra raza, que tanto en la historia antigua como en la moderna, y aun en la contemporánea, se expresa con el verbo "resistir,,. Aquí estamos escribiendo un capítulo nuevo de esa historia sin par que nos muestra á los baskones defendiendo su territorio, su casa, su hogar, sus costumbres, su idioma, sus creencias, contra la bárbara ambición de celtas, romanos, godos, francos, árabes, y efectuando el milagro de conservar incólume, por luengos siglos, su nacionalidad diminuta, á pesar de Francia, de Aragón, de Castilla, siempre vencidas, á la postre, por aquel puñado de héroes. Y reparad, señores diputados, cuán pocas veces los baskones, cuán pocas veces los nabarros fueron los agresores. No obstante estar dotados de eminentes cualidades guerreras, apenas si experimentaron la pasión de la conquista, que tanto domina á otros pueblos. La historia de ayer es la historia de hoy; y de igual suerte que nuestros inmortales progenitores defendieron el suelo patrio contra los ataques del extranjero á quien no provocaban, estamos ahora defendiendo nosotros nuestro derecho contra quienes para llamarse enemigos habrán de apostatar primero de la dulcísima fe de hermanos que á todos nos une.

Ese Ministerio, señores diputados, es una especie de terremoto; por lo menos, en todas las comarcas de la Península ha producido sacudidas y oscilaciones. Todo trepida, oscila y se cuartea, excepto la poltrona del Sr. Gamazo, firmemente asentada sobre el bien abonado campo de los empréstitos. Y es muy de admirar cómo la imperturbabilidad del señor Presidente del Consejo, dando paz á la aguja con que zurcía Celestina, consiente que el Sr. Gamazo use y abuse de su posición de Ministro de la Corona, aguardando á que un fenómeno seísmico,

más intenso que los otros, dé en tierra con la susodicha poltrona y entierre definitivamente al Ministro que la ocupa. Mas el maquiavelismo, aunque sea riojano, suele á menudo pasarse de listo, y es fácil que la explosión suprema acabe con el Ministerio, y rueden, á una, el disidente endiosado y el caudillo vengativo.

Entre los varios conflictos suscitados por el señor Ministro de Hacienda, ninguno excede en gravedad é importancia al que atañe á Nabarra. El artículo 35 del proyecto de ley de presupuestos, es gravísimo porque viola sin rebozo la justicia, en primer término, imponiendo gravámenes y cargas á quien de ellos está exento; y es gravísimo, además, porque innecesariamente y para lograr un resultado á todas luces mezquino, cual es el aumento relativamente pequeño de una contribución que no ha de salvar á la Hacienda, plantea un problema capitalísimo de derecho constitucional, poniendo en el trance á una región española de negar la potestad legislativa de las Cortes con el Rey sobre ciertas materias económico-administrativas que á ella tocan, y á negarla con tanta decisión y energía que bien pudieran reflejarse en la conservación del orden público.

La conducta del Sr. Ministro de Hacienda es más que imprudente, es la imprudencia misma; y no hallo palabras bastante duras para calificarla, sobre todo por tratarse de persona de tan clarísimo talento. Que los verdaderos hombres de Estado no provocan conflictos, antes bien los evitan y previenen; y aunque les asista la razón, cosa que no sucede á S. S. con Nabarra, pesan escrupulosamente los bienes que pueden reportar y los daños que pueden sobrevenir de sus proyectos, y se abstienen de formularlos cuando los segundos sobrepujan á los primeros. Y sobre todo, los hombres de Estado estudian concienzudamente la oportunidad y sazón de

sus reformas. Estudio es este que no ha efectuado S. S., y que le habría impedido caer en el absurdo de aumentar los tributos de un país que se halla completamente arruinado. Es esta una falta de tacto y sentido político de gran bulto, y ella hubiese bastado en cualquier otro tiempo para que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros provocase una crisis, de no andar persiguiendo, como anda ahora según los maliciosos, por medio de la aprobación de los presupuestos, el total descrédito del Sr. Gamazo.

El art. 35 es una nueva manifestación del absolutismo del Estado moderno, encarnado en las Cortes, ya que la sanción real, por efecto del Gobierno de Gabinete al uso, propio del régimen parlamentario, es de hecho una mera fórmula, un puro mecanismo sin alma, y la Monarquía propende cada vez más á reducirse á una institución estrictamente teatral y decorativa, imponente, como diría Bagehot, supeditada á otra institución de veras eficiente, que es el Parlamento. Absoluto es todo poder que no reconoce límites ni fronteras en el ejercicio de sus facultades; que hoy modifica los derechos civiles de las personas, mañana transforma la propiedad y pasado destruye las constituciones históricas de los pueblos; que pone su mano pesada y brutal en todas las esferas de la vida individual y colectiva, sin exceptuar la religiosa. El Estado moderno, compuesto de elementos exclusivamente filosóficos, órgano de esa terrible potencia destructiva que podemos denominar razón razonante, es más absoluto que los mismos césares y los soberanos orientales. Constituye el plano inclinado por donde las sociedades han de resbalar y caer en el despotismo que profetizó Tocqueville, del cual decía que "degradará á los hombres sin atormentarlos,,.

Con efecto, el art. 35 afirma implícitamente que·

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