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nuestro tomo III, Prólogo, por lo que podemos negarlas en absoluto, y en varios de los documentos que en éste figuramos aparecen nuevas pruebas de la amistad que les unía, que llegaba hasta el límite de aconsejar el segundo al primero lo que debía hacer, aun en escritos oficiales, acaso de un modo algo crudo (1), pero que revela la confianza que tenían; además que esa forma debía de ser recíproca y habitual entre ellos, pues el objeto de esta correspondencia, así como la que sostenían con el Virrey (2), no era otro, sino el examen y discusión de las graves cuestiones que estaban llamados á resolver, para llegar á soluciones que fuesen las más beneficiosas para el servicio de la Patria.

Y como una comprobación más de todo esto, y ante la habilidosa (tonta) exclamación de Gascón (3) de «¡quién hubiese mandado en el Norte las tropas reunidas!», de haber ido allí las del Sur, están las dos cartas de Valdés (4) que citamos, en la primera delas cuales dice á Canterac que «irá de jefe del Cuerpo más despreciable del Ejército, pues mis deseos y ambición se limitan á sólo ser útil al Rey y á la Nación y ayudar en cuanto pueda á mis compañeros de armas.....»; y en la otra á Olañeta se lee el párrafo siguiente: «Canterac se empeña que haga con él la campaña contra Bolívar.....», evidenciándose una vez más con estos detalles, no el sueño de rivalidades, que no han existido, sino de una unión completa; de querer Canterac hacer partícipe de sus peligros y glorias al que era su hermano en la religión de la Patria, y en Valdés el de ayudarle de cualquier modo que lo necesitase.

De ambiciones de Valdés también hemos hablado bastante en nuestro tomo III, pág. 415, y cómo se vió á Valdés renunciar tres veces á ser Mariscal de Campo (5), y también rehuir todo lo que pudiera llevarle á ser el segundo del Ejército, es decir, Teniente. General (6), de igual modo que Canterac, á su vez, tampoco quiso encargarse del Virreinato, cuando la Serna repetidas veces le instaba á que lo ocupase (7), hasta como un medio de atraer á

(1) Documentos números 110, 113, 134 y 135.

(2) Documento número 77. Le dice el Virrey á Canterac que no trate de oficio ciertas cuestiones.

(3) Documento número 1. Comentario 381.

(4) Documentos números 134 y 138, pág. 293, de 3 y 11 de Mayo de 1824. (5) Documento número 294, pág. 434.

(6) En la biografía de Valdés por Ovilo y Otero, págs. 115 y 142, se dice: «Que por la campaña del Sur y acción de Matará quiso el Virrey hacerle Teniente General, pero que no quiso aceptarlo ninguna de las dos veces.» En los comentarios 490 y 491 supone Gascón que Canterac mandó el combate de Matara y que salió mal por Valdés; por lo visto ni fué así, ni esa la opinión del Virrey. Véase nuestro tomo III, pág. 33. - T.

(7) Documentos números 23, 24, 26 y 28, págs. 101, 104, 113 y 124,

Olañeta (1), y como todo esto era público y notorio en el Ejército del Perú, tenemos que decir á Gascón que ha faltado á sabiendas á la verdad histórica.

Que Loriga se viniese á la Península por rivalidades ó quejas contra nosotros (2), es igualmente falso. Ya en la nota (4) al segundo de los comentarios que abajo citamos, lo hacíamos de dos cartas de aquél á Valdés, que prueban su amistad, pregonada en días difíciles para nosotros (3); la de este mismo al Virrey nada. hace sospechar de esos resentimientos, y las del Virrey á Canterac (4), es decir, al amigo íntimo (5), confirman nuestro juicio, lo mismo que la que en esta nota (6) copiamos.

IV. Formación del Ejército del Sur. — Que la creación del Ejército del Sur se hiciese por igualar á Valdés con Canterac y que fuese la causa de la disidencia de Olañeta, como supone Gascón (7), ni merece contestarse respecto al primer punto, dado lo cordial de las relaciones de aquél y Valdés, ni sería, bajo el segundo, una justificación de la conducta de Olañeta, pues las cuestiones orgánicas son completamente de las atribuciones de los poderes constituídos, tanto más cuando moralmente, y salvo un muy corto período, siempre subsistió ese Ejército.

Fué en 1809, y motivado por el levantamiento de Buenos Aires, que las tropas del Perú, donde no existía entonces sino el Ejército de Lima, atravesaron el Desaguadero, haciéndolo nueva y definitivamente en 1811, pues desde ese momento aquellos terri

(1) Documentos números 26 y 318, págs. 113 y 491. (2) Documento número 1. Comentarios 302 y 403.

(3) Como decimos al fin de este tomo, hemos tenido que dividirlo en dos, y en el lugar correspondiente aparecen estas cartas.

de

(4) Documentos números 11, 45, 48, 54 y 69. En muchas cartas de Valdés á Canterac le pregunta ó da memorias para Canterac (documentos números 125, 127, 130, 135 y 138), verdad que su amistad acaso se remontase á la guerra la Independencia de España, pues en las Memorias del levantamiento de Asturias, por D. Ramón Alvarez Valdés, pág. 170, se dice, refiriéndose á últimos de 1809, «que estando Vallesteros en Astorga (con quien estaba Valdés) fué reforzado con una compañía de artilleria ligera y su correspondiente servicio, mandada por los acreditados Oficiales Barco y Loriga». También en el documento número 112, pág. 264, hace grandes elogios de Loriga. (5) Documento número 1. Comentarios 202, 291 y 320.

(6) En una carta de la Serna á Canterac de 17 de Diciembre de 1823, que no figuramos en este tomo, se dice: «Yo he accedido á que Loriga vaya á la Peninsula, á pesar de que conozco no es fácil encontrar aqui otro que le reemplace, en razón á que lo veía muy empeñado en irse, sin duda por sus amores, y porque estoy persuadido que además de volver como ha ofrecido, manifestará francamente al Gobierno el estado de estos paises y la necesidad de que vengan fuerzas navales.>>

(7) Documento número 1. Comentarios 366 y 378. Según el documento número 294, pág. 434, Valdés se resistió a aceptarlo.

torios quedaron agregados al Virreinato de Lima y las fuerzas que lo ocuparon constituyeron, bajo la dependencia de aquél, el Ejército del Alto Perú.

Generales en Jefe del mismo (Comandantes generales, como Pezuela dice que eran) (1), lo fueron: Huaqui, Pezuela, la Serna y Ramírez (Juan), todos ellos nombrados ó confirmados por el Rey de España, con lo que se establece de hecho la legalidad de la agregación territorial y orgánica militar que presenta esta situación, aunque no hubiese habido otras disposiciones concretas que lo dispusiesen.

Cuando en 1818 empezó el Virrey Pezuela á prepararse para contrarrestar los planes de invasión de San Martín, fué una de sus medidas que tropas del Alto Perú, en donde entonces mandaba la Serna, se corriesen hacia Oruro y Arequipa, siendo ésta otra de las cuestiones en que aquéllos disintieron, como ya tenemos dicho (2).

Andando el tiempo, se habían reunido en Arequipa tropas que tenían el título de Ejército de reserva, y que al mando de Ricafort pasaron á fines de 1820 á Lima, en cuyo Ejército se englobaron.

Entre tanto Ramírez (Juan), el General en Jefe del Ejército del Alto Perú, que en Octubre de 1820 tenía su cuartel general en Oruro, se fué corriendo á Puno, en donde estuvo desde Diciembre hasta mediados de Marzo de 1821 (3) en que definitivamente se trasladó á Arequipa.

Resulta, pues, que desde mediados de Marzo de 1821 hasta que Ramírez dimitió su cargo (Junio de 1822), el cuartel general del Ejército del Alto Perú estuvo en Arequipa, donde las fuerzas que tenía bajo su inmediato mando eran tan escasas, que estuvieron reducidas en algunos momentos «á un batallón, una compañía de zapadores y su escolta....., hasta que progresivamente, y por un orden prudente de atenciones, pidió de la división de vanguardia las fuerzas..... » (4).

Dimitió Ramírez (Juan); y como en aquellos momentos no había en el Perú más Generales que el Virrey y Canterac, pues Valdés, Loriga..... eran sólo Brigadieres, no era posible conservar como organización el Ejército del Alto Perú, y de aquí que las divisiones se entendieran directamente con la Serna, que residía en el Cuzco, hasta que á fines de 1823, ya Valdés Mariscal de Cam

(1) Manifiesto. Tomo II nuestro, párrafo 102, pág. 291.

(2) Nuestro tomo III, pág. 162.

(3) Hoja de servicios de Ramirez (Juan).

(4) Hoja de servicios de Ramirez (Juan).

po desde Torata y Moquehua, tomó ese mando, pero con la nueva denominación de Ejército del Sur, consiguiente á que hacía años que por la parte de Salta habían de hecho cesado los amagos de invasión por tropas regulares de Buenos Aires, y la contienda. se había trasladado á la costa del Pacífico, á Lima é Intermedios, siendo Arequipa para esta última, el centro de su defensa, justificando, por lo tanto, la creación de este organismo, no sólo la tradición, sino las necesidades de aquel momento, y sobre lo cual ya hemos hablado en otro lugar (1); y para que ningún requisito le faltase, se dió de ello cuenta al Rey en comunicación de 28 de Diciembre de 1823, y fué aprobado por Real orden de 2 de Diciembre de 1824 (2).

También es Gascón inexacto, ó, mejor dicho, su argumentación es capciosa, al decir que el Ejército del Sur no era nada sin la división de Olañeta (3).

Por un lado, un General en Jefe tiene el derecho de establecerse con aquella parte de sus fuerzas que lo crea más conveniente, y no es aceptable que éstas sean propiedad de quien directamente las manda y no de aquél. Por otro, las fuerzas que había del Desaguadero para allá en el Alto Perú, no sólo eran la división dependiente de Olañeta, por más que fuese la más numerosa, sino que había otras que siempre fueron independientes de él.

Así, refiriéndonos á la época de Ramírez y Pezuela, sin poder precisar su fecha, pero que es anterior al desembarco de San Martín en Pisco (Septiembre 1820) y posterior á los sucesos de Santa Fe y Popoyan, pues ambos hechos se citan en el estado de fuerzas que tenemos á la vista, resulta que de 9.894 hombres que tenía el Ejército del Alto Perú, 3.307 estaban á las órdenes de Olañeta, y los restantes á las de los Gobernadores de las provincias de Potosí, Chuquisaca, la Paz, Santa Cruz de la Sierra y en Oruro y Moquehua.

Y que la organización seguía siendo análoga después de crear el Ejército del Sur, lo prueba la comunicación del Virrey, número 26 (pág. 119), en que dice que ha aprobado (22 Diciembre 1823) que durante una enfermedad de Valdés se entiendan con Olañeta los Gobernadores y Jefes de las fuerzas que había en aquellas provincias, y lo confirma las que citamos de Olañeta (4), quien,

(1) Tomo III nuestro, pág. 31.

(2) Documentos números 317 y 322.

(3) Documento número 1. Comentario 378.

Documentos números 195, 199 y 200, págs. 348, 349 y 350. Son de fines

de 1823.

en vísperas de declararse disidente, insiste en que el bien del servicio exige que aquellas tropas dependan directamente de él, con carácter permanente, es decir, que no lo estaban; como que era de lo que se trataba para ponerlas Jefes de su confianza y levantarse con más facilidad con el mando de aquellos territorios.

Y ligado con el argumento de Gascón, pero rebatiéndolo una vez más, están las cartas de Valdés á Canterac, núm. 109 y 110, de Noviembre de 1823, en que le ofrece enviarle al Cuzco, como camino para aproximarse al Norte, donde éste mandabá, varios Cuerpos, lo que prueba que, al menos en aquella fecha, había en el Sur numerosas tropas á las órdenes del primero de aquellos Generales.

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V. Aspecto político. Retraso en atacar á Olañeta. Avance al Norte. Gascón, de acuerdo con lo dicho por Torrente (1), censura repetidas veces el que se haya tratado de reducir por la fuerza á Olañeta, en vez de acumular todas las tropas contra Bolívar (2); pero en nuestro concepto, la cuestión está muy lejos de ser tan sencilla como les parece á esos señores, pues para juzgarla hay que trasladarse á la época y ponerse en las circunstancias que entonces concurrían, en vez de hacerlo por los resultados, y tanto más cuanto que ambos parten de la base falsa de que aquél era leal.

Sobre este asunto, el avance de Canterac al Norte, cuyo desgraciado término fué el combate de Junín, poco diremos, pues sale del objeto de este libro, y por igual motivo, ni aun nos haremos cargo de lo que Gascón nos increpa sobre la siguiente campaña de Ayacucho.

Parece indudable que, puesto que el Alto Perú hubo que dejárselo á Olañeta á fines de Agosto de 1824 (documento número 268), habría sido preferible empezar por ahí.

Pero lo de Junín, ¿debió de ocurrir dentro de las previsiones humanas y concepto al menos del Virrey y de Valdés, de que el Ejército del Norte debía en aquel momento estar á la defensiva?

Y si se hubiesen reunido los dos Ejércitos desde principios. de aquel año, dejando á Olañeta libre en el Alto Perú, ¿no hubiese éste extendido sus pretensiones á la parte de Arequipa, pues

(1) Tomo III, págs. 472, 473 y otras.

(2) Documento número 1. Comentarios 386 á 390, 399, 465 y otros. En el Comentario 388, llama blasfemia la opinión contraria sustentada por Camba en el párrafo á que se refiere.

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