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el dejarle este territorio se conseguía en el voto particular que en otro lado figuramos (documento número 48), y él ocupó el distrito de Tarapacá, pues su deseo fué tener un puerto?

Y si Olañeta, á pesar de sus buenas palabras, que nunca le faltaron, ó no se oponía á los enemigos que pudiesen desembarcar por Intermedios, ó no daba los contingentes de hombres y dinero que prometía, ¿qué hubiese hecho el Ejército de la Serna reducido sólo á la parte del Cuzco, como ya lo indican el Virrey y Valdés en los documentos que citamos? (1).

Y si hubo el inesperado contraste de Junín, ¿no pudo haber sucedido lo mismo á los dos ejércitos reunidos, ó que habiendo prolongado demasiado el avance al Norte, los insurgentes se hubiesen trasladado á Intermedios, repitiendo lo que hicieron en 1823, que si entonces se contrarrestó con la gloriosa campaña del Sur, tal vez no habría sucedido lo mismo contra Bolívar y Sucre?

Y si como todo esto no fuese bastante, todavía hay la variante posible de lo que hubiese ocurrido si Valdés ataca á Olañeta desde el primer momento, como le prevenía el Virrey (2), es decir, en el mes de Febrero, ó sea cuatro meses antes, pues el combate de Tarabuquillo fué el 13 de Julio (3).

Ante tal cúmulo de conjeturas, de variantes que tiene el problema, no sólo materiales, sino morales, es difícil formular una opinión, resultando, al menos para nosotros, insuficientes los setenta y cinco años que han pasado, por más que otra cosa creyese Gascón de los veintidós transcurridos hasta que Camba escribió su obra (4), y como creemos que lo que se hizo fué porque les pareció lo más conveniente, y como á pesar de eso salió mal, nos aplicaremos la clásica cita que, para consolarse del contraste de Junín, hace el primero de aquéllos del Gran Napoleón (5).

La cuestión más que militar fué política. Bajo el primer concepto y por los pocos documentos que tenemos, se traslucen dos pareceres.

Canterac, el Ejército del Norte, aspiraban á que se le enviasen tropas del Sur y marchar contra Bolívar: á esto lo sacrificaba todo, y la última parte del documento número 48 ya citado, restos de un voto particular de aquel Ejército, lo pone de manifiesto,

(1) Documentos números 28 y 134, págs. 124 y 290.

(2) Documento número 9.

(3) Documento número 74.

(4) Documento número 1. Comentario 426.

(5) Documento número 1. Comentarios 459 y 461.

pues no sólo cree se debe conceder á Olañeta lo que pide, sino darle además la parte de Arequipa, es decir, todo el Perú ocupado por las armas españolas, menos el Cuzco, y el Valle de Jauja, que aun no se había perdido.

La Serna es de opinión de someter antes de todo á Olañeta, pues en repetidas ocasiones lo dice (1), encontrando más inconvenientes que ventajas á un gran avance hacia el Norte, aun dominado aquél, opinión que era antigua en él (2).

Valdés, encargado de ejecutar aquellas providencias contra Olañeta, no sólo está conforme con el Virrey en contra del avance al Norte, sino que tal vez lo acentúa más, pues según los pocos escritos que de él conocemos, teme hasta el arrojo é impetuosidad de Canterac (3), y bajo este concepto se permite darle consejos (4) y recordarle los peligros que acarreó la expedición á Lima después de la campaña de Torata y antes de la del Sur, es decir, á mediados de 1823 (5).

Su idea de guerra se sintetiza en que mientras España no tenga el dominio del mar y puedan por consiguiente los insurgentes operar indistintamente por el Norte y por Intermedios, no debe el Ejército español salir de la línea de Jauja, Cuzco, Desaguadero, y en esos límites confía que el auxilio mutuo que podrán prestarse los dos ejércitos, les permitirá contrarrestar todos los planes de los enemigos.

Su opinión es tan absoluta y terminante, que hasta admite la pérdida del Valle de Jauja, pues le dice (6): «¿qué perderíamos en abandonar el Valle momentáneamente, reduciendo la defensa á solas escaramuzas parciales dirigidas á entorpecer los movimientos al contrario interin nuestro ejército era reforzado?....» (7).

Bajo este punto de vista, parece debió ser la opinión de Valdés reducir desde luego á Olañeta, y sin embargo no lo hace, demora el cumplimiento de las reiteradas órdenes del Virrey para obli

(1) Documentos números 9, 34, 54, 62 y otros.

(2) Documentos números 31, 36, 37, 39, 54.

(3) Documento número 109. «Sangre fría y reunión de fuerzas.» (4) Documentos números 110, 113 y 134.

(5) En carta del Virrey á Canterac de 16 Abril de 1823, que ahora no publicamos, refiriéndose á la expedición que después de la campaña de Torata se hizo á Lima, le dice lo siguiente: «..... pero no teniendo fuerzas navales, es preciso, en mi concepto, que meditemos mucho lo que se ha de emprender ocupada Lima, en razón á que si extendemos demasiado nuestra linea de operaciones, nos exponemos á perder las ventajas que hemos logrado y á vernos en una situación tan apurada como la que tuvimos en Julio de 1821. » (6) Documento número 134, pág. 291, fecha 3 de Mayo.

(7) Supone poder ir con las tropas del Sur.

garle á la obediencia por la fuerza, y tras de la proclamación del sistema absoluto y de hacerle, por el tratado de Tarapaya, las concesiones que aquél pedía, todavía aplaza el imponerse, y hasta Junio no emprende las operaciones militares contra él.

Si, pues, hizo eso Valdés y aunque tarde vino al rompimiento, fué porque creyó que á toda costa había que atraer á Olañeta, que tal vez lo conseguiría; que en último caso quedaría tiempo para someterlo antes que avanzase Bolívar, y porque ni en sueños se previó que nuestra caballería del Ejército del Norte, el arma en que más esperanzas se fundaban, iba á sufrir el contraste que tuvo en Junín, pues hasta los enemigos mismos apenas se creían vencedores (1).

Presentada así la cuestión, es probable que si en Febrero emplea Valdés la fuerza para someter á Olañeta, en Abril habría quedado todo resuelto, pues la victoria hubiera sido más fácil por la menor preparación de éste, á la vez que las tropas de la Serna hubieran tenido cuatro meses más para completar su triunfo, reponer las bajas y unirse á Canterac, por lo que nos vemos precisados á entrar en algunos detalles que expliquen el proceder de Valdés, opuesto hasta el último momento al empleo de la fuerza y haciendo toda clase de concesiones á aquél, en lo que en cierto modo coincidía con el parecer del Ejército del Norte (2), enfrente de la opinión contraria del Virrey, el cual desde el principio vió muy clara la cuestión, tal cual luego se fué desarrollando.

Valdés, en contra de cuanto insinúa Gascón de enemistades personales, trató la desavenencia bajo una idea fija, hija de su acendrado españolismo.

Era para él inconcebible que un español, que un General, pudiese ser desleal, y tan impregnado está de ello, que cuando se ve obligado á abandonar el Alto Perú, después de su triunfo en La Lava, para irse á reunir á Canterac, no sólo escribe á Olañeta, tratando de excitar sus sentimientos al cumplimiento de los deberes que tenía para con la Patria, sino que llama su atención sobre lo sospechosos que le son los procederes de Aguilera, no porque éste fuese americano, pues en la campaña de Ayacucho lo era su segundo el Brigadier Somocurcio, y con otros muchos estuvo

(1) Documento número 1, Comentario 434.

(2) Documentos números 48 y 97. En el último, pág. 224, dice Canterac «que aunque hubiese ya habido entre Valdés y Olañeta hostilidades, que se procure llamar á éste á la razón.....», etc.

muy unido, sino porque creía que aquél tenía ideas separatistas (1).

Por otro lado, pero partiendo del mismo ideal de los deberes que él, Valdés, tenía con el Rey, emblema entonces de la Nación, y no pareciéndole suficientes los sacrificios de su autoridad y amor propio que hacía para atraerse á Olañeta, no quiso de ninguna manera aparecer haciendo armas en medio de una guerra de esta clase, contra el que se decía no disentir de ellos sino en el mayor celo, en el mayor fervor por el Gobierno absoluto, que suponía establecido en la Península, por más que esto no fuese sino la máscara de sus dañadas intenciones, y por eso Valdés abolió el sistema constitucional sin esperar las órdenes del Virrey, del mismo modo que en un caso contrario lo hubiese proclamado, si de esa manera se aunaban los esfuerzos de los que luchaban contra los insurgentes, verdadero terreno en que, al menos para ellos, para el Ejército, estaba planteada la cuestión entre españoles y americanos.

Así se ve que Valdés, en las cartas á Canterac que citamos (2), consigna terminantemente que no ha sometido á Olañeta por la fuerza, pues era preciso tener previamente establecido el régimen absoluto para que en ningún caso se dijese que ellos eran constitucionales, y este el motivo del rompimiento.

Esta razón no es en nuestro concepto un hecho aislado: en la carta de Valdés de 13 de Marzo (3) dice: «.....corrían noticias de que el Virrey y ellos iban á ser llamados á España»; y por lo que indica en otra de Sanjuanena que publicamos en el tomo anterior (4), y hasta por lo que ha dicho Lacomme (5), se desprende tenían muchas noticias más ó menos auténticas de lo que Pezuela (6) y tal vez Ramírez (Juan) trabajaban contra ellos, uniéndose á los absolutistas y á la Regencia de la época del 20 al 23, y hasta tal punto estaban penetrados de estas ideas, que el mismo Virrey se hace eco de ellas en una comunicación oficial (7), y este conjunto de hechos, que nosotros no hacemos sino vislumbrar, pues sólo disponemos de un archivo muy reducido, debió de ejercer en ellos. una gran influencia, y á Valdés le hizo entrar en gran descon

(1) Documentos números 174 y 269, págs. 324 y 403.

(2) Documentos números 127 y 164, págs. 282 y 314.

(3) Documento número 125, pág. 280.

(4) Nuestro tomo III doble, pág. 128.

(5) Nuestro tomo III doble, pág. 115.

(6) Documentos números 25, 28, 55, 62, 72, 135 y otros, págs. 105, 125, 156, 161, 171 y 294.

(7) Documentos números 65 y 72, págs. 164, 171 y siguientes.

fianza en la cuestión con Olañeta: explica sus dudas sobre la lealtad de aquél, pues acaso no ve en todo ello sino una añagaza para que hiciese armas contra el campeón del derecho divino que primero le ha proclamado allí (1) con objeto de que andando el tiempo pudiera ser la base de una acusación de alta traición, de deslealtad al Rey, que era entonces como decir á la Patria, según ya se insinúa en los documentos que tenemos publicados (2), y por esas razones y por evitar el mal irreparable de un acto de fuerza, lo aplaza, y todavía en Tarabuquillo busca el evitarlo con peligro de su vida y en La Lava borrarlo á fuerza de generosidad.

Fué, pues, una desgracia que la acción militar estuviese supeditada ó paralizada ante razones políticas, en las cuales se siente la influencia del odio que nos profesaban ciertos elementos que residían en España, y Valdés, al obrar así, se inspiró en un sentimiento completamente práctico, efecto de una apreciación exacta de la situación y de la contienda que sustentaban, pues si conduciéndose como se condujo fué acusado de supeditar las conveniencias del país á ideas políticas ó personales, hasta el punto que esto último lo reproduce y revive un oficial español que se presenta como admirador de Canterac, ¿qué hubiese sido si su proceder no fuese tan leal, tan desinteresado, de tanta abnegación, que le permitió al volver á España, después del desastre de Ayacucho, llevar la frente muy alta y desafiar á sus enemigos con su Exposición al Rey de 12 de Julio de 1827? (3).

Y la prueba acaso más concluyente de todo esto es el informe que dió al Rey el Ministro de la Guerra, Marqués de Zambrano, en 22 de Junio de 1827 (4), el cual, después de tanto tiempo para pensarlo, de oir á todos los Consejos habidos y por haber, y cuando tan repetidas veces le teníamos pedido que se formase causa sobre todo lo allí ocurrido, no encontró nada mejor que proponer al Rey que «fuesen suspensos de sus empleos y juzgados con arreglo á las leyes militares todos los Generales, Jefes y Oficiales procedentes del Perú que contribuyeron y no cortaron á

(1) En nuestro tomo II, pág. 13, ha dicho Valdés: «llegará un tiempo en que se sabrá el influjo que tuvieron estos culpables manejos.....>>

También en todo esto ha debido andar Lacomme, pero no tenemos pruebas. El documento número 104, que hemos atribuido á Canterac, aunque con grandes reservas, no sólo tiene oscuridades que serían de gran transcendencia, sino que aparece en cierto modo como intermediario entre Olañeta y Lacomme con el Virrey, obrando á espaldas de Valdés, algo de lo que Bulnes atribuyó al mismo Canterac cuando Punchauca, y que ahora como entonces rechazamos.

(2) Tomo III doble, documentos de Pezuela y Lacomme, págs. 201 y 119. (3) Nuestro tomo I.

(4) Lo publicaremos en el tomo siguiente.

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