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LINED OWNJE SAT SAIE

Pieza de 100 ducados, de Juana y Carlos I

jando admirados á todos por su gentileza. Después de esto visitó á su madre, que se hallaba en Tordesillas, dejó encomendada su persona y su casa al cuidado de don Bernardo de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, y dispuso su viaje á Aragón, donde deseaba ser reconocido y jurado, y á cuyo efecto tenía convocadas las cortes de aquel reino.

No obstante las fiestas y regocijos con que Carlos había sido agasajado en Castilla, un profundo y muy fundado descontento se advertía en los castellanos. El rey había venido rodeado de flamencos, cuya codicia y rapacidad les era ya conocida desde el tiempo de su padre Felipe el Hermoso. Flamencos eran sus consejeros íntimos, y sin su licencia no les era dado á los españoles acercársele y hablarle. Entre flamencos se habían distribuído las dignidades y empleos que Cisneros había dejado vacantes. Chievres le dominaba como ayo y como ministro: á Sauvage le había hecho gran

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tenía carta de naturaleza en el reino, ni había cumplido siquiera la edad prescrita por los cánones. Los castellanos, en quienes estaba reciente y viva la memòria del venerable Jiménez de Cisneros, miraron aquella provisión como un escándalo, como un desacato, como un insulto hecho á la Iglesia, á la nación y á las leyes: y lo que los desconsoló más fué saber que no habían faltado magnates aduladores que aconsejaran al rey aquel nombramiento, aun desairando á su mismo tío el arzobispo de Zaragoza, uno de los que solicitaban la mitra toledana (1). Agregábase á esto lo subido del pedido hecho en cortes, la venalidad de los destinos, la descarada voracidad de la gente flamenca y la emigración de la moneda española á los Países Bajos (2). Y como Carlos apenas hablaba todavía algunas palabras en español, y parecía un joven de cortos alcances, no dando por entonces muestras de la capacidad intelectual que se desarrolló después, todo contribuía á que miraran con desagrado al nuevo monarca los que acababan de experimentar la sabia y justa administración de los Reyes Católicos.

(1) MS. de la Academia de la Historia —Sandoval, Historia, lib. III.—Robertson, Historia del Emperador, lib. I.

(2) Mártir de Angleria, epist. 607 á 662 passim.

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CASTILLO DE LOARRE (HUESCA). - COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFÍA

Para aumento de este disgusto, en su viaje á Aragón, contra lo expresamente pedido por los procuradores del reino en las cortes de Valladolid, despidió á su hermano don Fernando, enviándole á Flandes so pretexto de que su presencia sería agradable al emperador Maximiliano su abuelo, pero en realidad por recelos que le inspiraba el amor de los castellanos á aquel príncipe, nacido y educado entre ellos.

Todavía los aragoneses no habían reconocido á Carlos por rey, y á esto se encaminó (abril, 1518) en compañía de su hermana doña Leonor, de muchos caballeros extranjeros y pocos castellanos. Al día siguiente de lle

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gar á Calatayud juró en la iglesia colegial los fueros de la ciudad, y desde allí escribió á la de Zaragoza (3 de mayo) sobre la forma como deseaba que las cortes le hiciesen el juramento (1). Con esto partió para aquella ciudad, donde hizo su entrada el 6 de mayo (2). Congregáronse seguidamente en cortes los cuatro brazos del reino, pero lo acaecido en Castilla había hecho estar muy sobre sí á los aragoneses, naturalmente celosos de la conservación de sus fueros y libertades, y no estaban ellos tampoco acostumbrados á jurar como rey á un heredero en vida del que hubiesen

(1) Hállase esta carta en Dormer, Anales de Aragón, lib. I, cap. XVII.

(2) No el 9 ni el 15, como se lee en varios autores. Consta así en los registros del reino.

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