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gió á la Santa Junta, en que se ve lo poco que pedía á los comuneros, y lo mucho que les prometía en nombre del rey.

Yo don Fadrique Enriquez de Cabrera, almirante de Castilla y de Granada, conde de Modico, etc., en nombre de los reyes nuestros señores, y de los caballeros que aquí están é mio, os requiero delante de Dios, á quien tomo por juez de mi intencion, que no querais pedir con las armas aquello que se os dará de parte de Sus Altezas sin ellas; y á nombre de Su Majestad me obligo de cumpliros todas las cosas que aquí van declaradas; é para la seguridad que serán otorgadas é cumplidas daré todo lo que pidiéredes, no seyendo en términos imposibles, é cumpliendo primero, señores, vosotros lo que aquí diré.

>>Lo que de parte de los procuradores que ahí, señores, estais, é de la Junta, se ha de hacer é cumplir primero es esto:

>> Poner á la reina en libertad sin tenella con gente.

>>Restituir al rey nuestro señor la gobernacion de su reino que hasta agora le está usurpada.

>>Restituir al conde de Buendía su casa, é al marqués de Moya, é á don Hernando de Bobadilla, é las otras cosas que están usurpadas de particulares.

>>Hecho esto por vosotros, señores, yo me obligo y prometo en nombre del rey de firmar lo que aquí dice, y traerlo dentro de tres meses firmado, para lo cual daré la seguridad que quisiéredes demandar.

>>Prometo en nombre del rey que S. M. encabezará las rentas conforme á la cláusula del testamento de la católica reina nuestra señora.

>> Prometo en nombre de S. M. que quitará el servicio que echó en la Coruña, é que de aquí adelante, cuando los pecharen, será con voto de las ciudades, é por cosa que manifiestamente vean que conviene, é con voluntad de ellas; é que quedarán libres por siempre los procuradores, con poder de consultar, ó como ellas quisieren, é que el servicio esté depositado en nombre de las ciudades, porque non pueda ser gastado en otra cosa sino en aquello porque será demandado é otorgado, y esto viendo la manifiesta necesidad, é aun en ella non habrá fuerzas sinon con su voluntad.

>>Prometo que otorgará Su Alteza que ninguna dignidad, ni beneficio, ni oficio, ni encomienda ni tenencia non pueda ser dada á extranjeros. >>Prometo que no se sacará ninguna moneda de Castilla, é que para esto se dará toda la órden é seguridad necesaria.

>>Prometo que en el derecho de las bulas se terná la forma que en las ciudades de Italia, sin hacer vejaciones ni descomuniones, como en las ciudades se tiene.

>>Prometo que quitará todas las posadas del reino, que jamás se aposenten sinon por dineros.

>> Prometo que S. M. revocará las naturalezas que ha dado en el reino.

>>Prometo que no se cargará nada en naos extranjeras, sinon en las del reino.

>>Prometo que S. M. dará los corregimientos conforme á las leyes del reino, y no irá contra ellas.

>>Prometo que S. M. guardará todas las leyes del reino como lo ha jurado, y las provechosas al reino aunque no se hayan usado.

>>Prometo que si han puesto algunas imposiciones ó hecho cuerpo de rentas en alguna manera que no fué acostumbrada, que se revocará.

>>Prometo que ningún oficial del reino terná mas de un oficio, y que los oficiales de la casa real serán castellanos y no extranjeros, y que la casa real estará en pié con todos los caballeros é contínuos que solian tener los pasados.

>> Prometo que todos los oficios que vacaren serán proveidos en Castilla, é non fuera del reino, é que así será lo de las renunciaciones.

>>Prometo que el consejo é chancillería se terná de personas de ciencia é de conciencia, y tales que el reino no pueda de ellas tener sospecha; y que S. M. mandará tomarles residencia de tres en tres años, é á los presidentes é alcaldes del consejo, é chancellería, é de la corte.

>>Prometo que se tomará estrecha cuenta á los oficiales reales para saber las rentas del rey qué se han hecho.

>> Prometo que se verán los cambios y logros que se han pasado, y que se hará restituir todo lo mal levado.

>>Prometo que se hará perdon general á todo el reino de todas las cosas pasadas, ansi para perlados como para caballeros, como para las comunidades é pueblos de todo el reino, y que S. M, dará forma para que se satisfaga el daño que se hizo en la villa de Medina del Campo en la quema, é por los otros daños que se han hecho en el reino.

>>Prometo asimismo que la gente de armas será pagada de cuatro en cuatro meses, de manera que no puedan comer en los aposentos á costa de los pueblos.

>>Que las fortalezas que tienen agora tomadas las tengan así hasta que esto se firme y cumpla, con tal que seyendo firmado las dejen como antes estaban.

>>Paréceme, señores, que si deseais como decís el bien general del reino, que debeis tener por bien esto, pues se os otorga con buena voluntad, que non querello por fuerza é con daño del reino. Y si, lo que Dios no quiera, esto no tubiéredes por bien, desde agora tomamos á Dios delante, y esperamos en él que será nuestro capitan (1).»

Parece que los comuneros deberían haberse dado por satisfechos con tan amplias concesiones propuestas con tan buen modo. Pero la conducta inconsiderada del condestable y de los otros nobles había agriado ya demasiado los ánimos. El conde de Benavente con fingidos halagos y torcidos designios había intentado que Valladolid le franqueara sus puertas, y la ciudad, que se mantenía inflexible, le dió una repulsa muy urbana, y no menos ladina que su proposición. Así, cuando el almirante se vino de Cataluña á Castilla y solicitó que Valladolid le admitiera en su seno, negóselo también el vecindario, escamado con la sospechosa pretensión del

(1) Sacado de un códice MS. de la biblioteca del Escorial, señalado ij V. 3.— Pueden verse otros pormenores relativos al almirante en Alcocer, Mejía, Sepúlveda, Maldonado, Sandoval, en las cartas de Fr. Antonio de Guevara, y en otro manuscrito de la biblioteca del Escorial, titulado: Fuero de Cuenca.

conde. Mas no por eso desmayó el desairado almirante en sus benéficos planes de avenencia. Colocado en Torrelobaton, pidió á la Junta su beneplácito para presentarse en Tordesillas, negáronselo también los procuradores, pero le enviaron tres de ellos para oirle y tratar con él. Aveníase ya el generoso Enríquez á hacer salir de Rioseco los consejeros reales, y á derramar la gente de los nobles siempre que la Junta despidiera también la suya. Mas como los procuradores exigieran además la salida del cardenal, y que el condestable que tiranizaba á Burgos dejara de formar parte de la regencia, no pudo el almirante acceder á demandas que tenía por exageradas y desdorosas, y se acabaron las pláticas sin poder reducirlos á términos de concordia. Entonces Enríquez pasó á incorporarse con Adriano y los próceres reunidos en Rioseco, donde fué recibido con el mayor júbilo y agasajo.

Ya en comunicación los tres regentes, don Fadrique Enríquez (dice oportunamente el más reciente historiador de las comunidades) representaba la paz á todo trance, don Íñigo de Velasco la guerra hasta obtener la muerte ó la victoria, el cardenal de Tortosa nada. Oscurecido siempre que le asociaban al gobierno españoles, como le sucedió antes con Cisneros, «ahora que le igualaban en poder dos castellanos de la primera jerarquía con numerosa clientela, estaba igualmente destinado á ser una verdadera nulidad en los negocios de Castilla (1).»

En tal estado, y cuando así marchaban, no sin posibilidad todavía de pacífico desenlace, las negociaciones, recibió nuevas la Junta de que sus enviados al emperador, portadores del memorial, el uno había sido preso, y los otros dos no se habían atrevido á presentarse á él por temor de que peligraran sus vidas. Esta repulsa, este agravio hecho por un rey de Castilla á súbditos autorizados para exponerle las quejas y clamores de un pueblo ultrajado y á pedirle el remedio, fué mirado por los castellanos como una intolerable afrenta, como un rasgo del más insufrible despotismo. Encendiéronse en ira los ánimos de los comuneros, perdieron la templanza hasta los más moderados, vieron en aquel acto desmentidas las galantes promesas del almirante, y no se veía ya otra solución que la de las armas.

Desgraciadamente unos emisarios despachados por la Junta á Burgos para notificar al condestable que licenciara su gente, después de agasajados por aquel magnate, fueron conducidos con escolta y entregados al conde de Alba de Liste, que con frenético arrebato asió á uno de ellos, camarero de la reina doña Juana, que llevaba la voz por todos, le hizo dar garrote en un calabozo, y soltó á los demás para que contaran á la Santa Junta cómo eran recibidos sus mensajeros en Burgos. Con esto ya no podía haber transacción. La Junta pregonó por traidores al condestable y al de Alba de Liste, apercibió su ejército, le engrosó con nuevos contingentes de las ciudades de la liga, le dió sus instrucciones para la campaña, y todo anunciaba grandes calamidades, y larga efusión de sangre de hermanos en los campos de Castilla (2).

(1) Ferrer del Río, Historia de las comunidades, cap. V.

(2) Mejía, lib. II.-Sandoval, lib. VII, donde se hallan abundantes aunque mal coordinadas noticias de estos sucesos.

CAPÍTULO IV

LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES

De 1520 á 1521

Don Pedro Girón es nombrado general de los comuneros.-Resentimiento y retirada de Padilla.-Marcha del ejército de las comunidades hacia Rioseco.-Peligro de los regentes y magnates.—Extraña conducta de Girón.-Sospechosa intervención de Fr. Antonio de Guevara.-Traición de don Pedro Girón.-Injustificada retirada del ejército á Villalpando.-Apodéranse los imperiales de Tordesillas.-Sensación y resultados de este suceso.-Girón y el obispo Acuña en Valladolid: descrédito de aquél y popularidad de éste.-Retírase Girón de la guerra odiado y escarnecido.— Triste situación de Castilla.-Valladolid y Simancas.-Padilla es nombrado segunda vez capitán general de las comunidades: entusiasmo popular.-Sublevación de las Merindades: el conde de Salvatierra.-Operaciones y triunfos de Padilla y del obispo Acuña.-Crítica situación de Valladolid.-Tratos y negociaciones de paz.— Rómpese de nuevo la guerra.-Padilla se apodera de Torrelobaton.-Nuevos tratos de Concordia: tregua: error de los comuneros.-Se rompe la tregua.-Campaña del obispo Acuña en Toledo.-Derrota al prior de San Juan.-Incendio horrible de la iglesia de Mora: quémanse más de tres mil personas.-Acuña es proclamado tumultuariamente arzobispo de Toledo. -Escándalos y sacrilegios en la catedral.—Entereza y diguidad del cabildo.-Decadencia de la causa de las comunidades.

La Junta de Tordesillas había perdido un tiempo precioso, pasándole en la inacción mientras los grandes iban agrupando y concentrando sus fuerzas en Rioseco, donde se hallaban dos de los regentes. Tal apatía, unida á la división que se había infiltrado entre los comuneros, y aun entre los procuradores mismos, siendo no la menor de las causas los celos con que veía don Pedro Laso de la Vega, no contento con la presidencia de la Junta, la gloria que Juan de Padilla había ganado como capitán general de las comunidades, produjo la idea de poner la dirección de las armas en manos de otro caudillo que hiciera revivir el amortiguado vigor de la causa popular. Recayó la elección en don Pedro Girón, hijo primogénito del conde de Ureña.

Había sido contrariado Girón en sus pretensiones á la herencia del duque de Medina-Sidonia: una promesa empeñada y no cumplida por el rey en el asunto en que ponía todo su anhelo le hizo apartarse enojado del monarca, y en su despecho, y pareciéndole que podría medrar á favor de las revueltas, hizo causa con los comuneros, y se presentó á la Junta de Tordesillas blasonando de gran patriota y ofreciéndole sus servicios. Acogieron los procuradores hasta con avidez el ofrecimiento del joven prócer, que tenía reputación de esforzado, y les halagaba la idea de que unida la bandera de la esclarecida casa de Ureña á las de la ciudades, en cualquier contratiempo que pudieran experimentar los nobles, se pasaran muchos al estandarte que conducía uno de sus más ilustres deudos. Esta consideración influyó mucho en su nombramiento de capitán general de la Junta. Mas como quiera que no fuese fácil ganar de pronto la anti

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