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el castigo, y lo peor de todo, altivo y algún tanto orgulloso, lo que le llevaba á tratar con cierto des. pego y desdén á sus subordinados, contra lo que era usual y corriente entre la gente de mar española. Tales fueron las causas de la rebelión: la falta de arte en Colón para mandar (1), junto con la disposición de los tripulantes á no sufrir.

¿Por qué no reprimió Colón el motín sin llamar á los Pinzones? l'orque carecía de poder, por lo mismo que no era él quien había contratado á los tripulantes, y no había sabido conquistarse su simpatía y respeto. Por esto también dió cuenta á los Pinzones del motín en forma tan impersonal y resignada, sin revelar su actitud, entregándose á discreción, hasta como si él mismo quisiera volverse: ¿qué os parece, señores, que fagamos?» Mas cuando oyó la respuesta enérgica de los Pinzones, se le ensanchó el pecho y exclamó: «¡bienaventurados seais! » Aquí se destaca bien ostensiblemente el gran ascendiente de Martín Alonso en la armada.

(1) Colon debió tener conciencia de su parte de culpa en el motín y del triste papel que había desempeñado en el acto de reprimirlo, y ésta hubo de ser la causa de no consignarlo en el Diario. Este silencio ha conducido al P. Cappa (Colón y los Españoles, págs. 73-76), como conducirá á todos los que tomen por única guía el Diario, á negar en absoluto la existencia del motín. El Diario de Colón hay que mirarlo con mucho respeto, por lo mismo que, llevándolo reservado, no había de estampar en él nada que no le favoreciese. Por lo demás, el motín á que el P. Cappa se refiere, ese motín que habría tenido á los Pinzones por instigadores principales, ya hemos visto que no existió.

Calmado el motín en los términos que acabamos de ver, las naves desplegaron de nuevo las velas, que el propicio Eolo volvió á hinchar con su benéfico soplo.

CAPÍTULO V

¡TIERRA!

I

Dejamos en el capítulo anterior á los expedicionarios en el acto de reanudar su viaje, después de haber sido reprimido el descontento de los marinos de la Santa María. Hallábanse á unas ochocientas leguas al Oeste de la isla de Hierro. A poco mas que anduvieron, la impaciencia por ver tierra se fué apoderando de todos los tripulantes, y llegó á ganar á los mismos jefes á medida que se acercaron al término de la distancia calculada por Colón. Influido por ella y por ciertas señales de la proximidad de tierras, Martín Alonso propuso á Colón, el día 9 de Octubre, mudar la cuarta al Sudoeste, lo que resistió Colón todo aquel día, mas al siguiente dijo: «fagámoslo así.» «Mudada la cuarta al Sudoeste, continúa el testigo García Vallejo (1),

(1) Véase Apéndice IV.

dende tres días primeros siguientes vido este testigo, yendo por la dicha derrota, como el dicho Martin Alonso vido parecer ciertos pájaros que se llaman gabeguellos y papagallos, y entonces dijo el dicho Martin Alonso: «entre tierra andamos, que estos pájaros no pasan sin causa.» Y en efecto, al tercero día de haber mudado el rumbo, el 11 de Octu bre del 92, cuenta el testigo Valdovinos (1) que «dijo el dicho Colón á todos los que allí iban, que mirasen por tierra e que la verian, e que toda la gente, subidos por las gavias é por los castillos, miraron fasta quel sol se escuró, e que ninguno hombre de todos los navíos vido tierra, sino el mismo Colon al ponerse el sol, e diz que les dijo: «¿no la veis, no la veis?», e que nunca ninguno de los que iban con él la vidó.» Según el P. las Casas (2), lo que Colón vió no fué tierra, sino «una lumbre, aunque tan cerrada ó añublada, que no quiso afirmar que fuese tierra, pero llamó en secreto á Pero Gutierrez, repostero de estrados del Rey, e díjole que parecía lumbre, que mirase él lo que le parecía, el cual la vido y dijo, que lo mismo le parecía ser lumbre; llamó tambien á Rodrigo Sanchez de Segovia, que los Reyes habian dado cargo de ser veedor de toda el armancada, pero este no la pudo ver. Despues se vido una vez ó dos, e diz que era como una candelilla que se alzabı y

(1) Inf. de Lepe, 19 de Septiembre de 1515. Pieza 23, folio 37. Loc. cit.

(2) Hist. Gen. de las Ind., сар. XXXIX.

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bajaba. Cristóbal Colón no dudó ser verdadera lumbre y, por consiguiente, estar junto á la tierra, y ansi fué.» Casi en estos mismos términos lo narra Fernando Colón (1), añadiendo que ocurrió el hecho dos horas antes de la media noche.

Tierra ó lumbre, lo mismo da. Evidentemente, desde el punto en que se hallaba la Santa María, el Almirante no pudo ver lo uno ni lo otro. ¿Cómo, sin embargo, afirmó que la veía? ¿Fué alucinación,ó dijo verla para infundir ánimo en los tripulantes? Si padeció alucinación, no estaría muy seguro de que la veía cuando se retiró á descansar y dejó á los navíos seguir su rumbo.

«En la noche, sigue diciendo el testigo García Vallejo, aclaró la luna, e un marinero que se decía Juan Rodriguez Bermejo, vecino de molinos de tierra de Sevilla, como la luna aclaró, el dicho navio de Martin Alonso Pinzon vido una cabeza blanca de tierra, e abrió los ojos e vido la tierra, e luego arremetió con una lombarda, e dió un trueno, ¡tierra! ¡tierra!, e se tobieron á los navios hasta que vino el dia.» «.... e que la primera persona, declara García Hernández (2), que vido la dicha isla fue la gente que iba en la dicha nao pinta, donde este testigo yba, e quel dicho Martin Alonso mandó tirar lombardas en señal de alegría, las quales mandaba tirar hacia donde venia el di

(1) Hist. del Alm. t. I, cap. XX.

(2) Inf. de Huelva, 25 de Septiembre de 1515. Pieza 23, f. 25. Loc. cit.

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