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su habitabilidad?; ¿cuáles sus dimensiones? En el primero de ellos se ocupó ya Sócrates. «Estoy convencido, dice este filósofo (1), de que la tierra es muy grande y de que nosotros, habitando desde el Fasis hasta las Columnas de Hércules, no ocupamos de ella sino una parte muy pequeña, como las hormigas alrededor de un hoyo ó las ranas en tor no de una balsa. Tampoco dudo de que otros muchos pueblos ocupan partes semejantes de la superficie terrestre, porque hay en la circunferencia de la tierra innumerables cuencas de figura y magnitud diferentes, adonde afluyen las aguas, las nubes y el aire.» De Platón, dicen escritores posteriores que fué el primero en profesar la doctrina de los antipodas, que no es, por otra parte, sino un corolario de la esfericidad de la tierra (2).

Aristóteles, después de probar la redondez de la tierra por la sombra que proyecta en la luna durante los eclipses y la gradual elevación de la estrella polar sobre el horizonte á medida que se camina hacia el polo, entra á discutir el otro pro. blema de las dimensiones de la esfera terrestre, en las que se había ejercitado ya el cálculo de los astrónomos, y señala á su circunferencia la cifra de 400.000 estadíos (3). Pero lo más interesante de lo que acerca de este particular trae Aristóteles, es la idea de que la parte desconocida de nuestra zona

(1) Platón, Phædo, vol. I, p. 247. Bipont.

(2) Diógenes Laertio, Plato.

(3) Aristóteles, De Cœlo, Lib. II, cap. XIV.

templada (1), entre los confines orientales de la India y la costa occidental de la Mauritania, debía de ocupar una extensión poco considerable. «No parece, dice en sus Meteorológicas, que las partes (de la zona templada) situadas más allá de la India, de un lado, y de las Columnas de Hércules, del otro, se junten de manera que formen un todo continuo de tierra habitada.» El cual paraje completa, en su libro de Calo (2), con este otro: «Sin embar go, algunos autores sostienen que el espacio ocupado por el mar (debajo de nosotros), entre las Columnas de Hércules y las regiones orientales de la India, no debe ser de grande extensión, fundándose en que en las extremidades de la Mauritania y de la India se crían igualmente elefantes.» Esta idea, de la relativa pequeñez del espacio que media entre las costas orientales de la India y las occidentales de Europa, idea que no era de Aristóteles, puesto que él la atribuye á los hombres más hábiles en las cosas geográficas» (3), pero que él la autorizó consignándola en sus escritos, hizo gran fortuna, siendo profesada por todos los astróno

(1) Profesa aún Aristóteles la antigua creencia de que las dos zonas templadas, esto es, las comprendidas entre cada uno de los dos trópicos y los círculos polares correspondientes, son las únicas partes habitables de la tierra. Más allá de los círculos polares, el globo no podía ser habitable á causa de los hielos perpetuos, ni entre los trópicos, á causa del excesivo calor. (Meteorológicas, Lib. II, cap. V.)

(2) Lib. I, cap. XIV.
(3) De Mundo, cap. III.

mos de la antigüedad y con tendencia á exagerar. la más y más. Eratosthenes, á quien cabe la gloria de haber medido el grado del meridiano entre Syena y Alejandría, casi por el mismo procedimiento que hoy emplea nuestra geodesia y con un error que puede llamarse insignificante (1), calcula en 200.000 estadíos la circunferencia de la zona templada, de los cuales señala 80.000 á la parte conocida, desde la India á la Iberia, quedando 120.000 para la desconocida (2). Esta proporción se alteró á medida que se descubrieron nuevas comarcas al Oriente, aumentando la parte conocida y disminuyendo la desconocida. Así, Geminus iguala la longitud de las dos partes, dando Ico.000 estadíos á cada una (3); Posidonio dice que «la India está situada á la vista de la Galia» (4), y Strabón sostiene que el mar Atlántico no debía cubrir más que un espacio de mediana extensión entre la Ibe.

(1) Cleomedes, De Mundo, lib. I, 10, págs. 66 y siguientes. Bake.

(2) <Sábese, dice, que la zona templada, volviendo sobre si misma, forma enteramente el círculo, como dicen los matemáticos, de suerte que, si la extensión del mar Atlántico no opusiera obstáculo, podríamos ir por mar desde la Iberia á la India, siguiendo siempre el mismo paralelo.» Y añade: «La circunferencia de la zona templada es próximamente de 200.000 estadios, de los cuales ocupan más de la tercera parte las partes conocidas de la tierra habitada desde la India hasta la Iberia.» (Strabón, lib. I, pág. 64. Casaub.)

(3) Geminus, Σισαγογενεισ τα φαινόμενα (Introduc ción á los fenómenos, en P. Petavio, Uranologion, 1630). (4) Plinio, Hist. Nat., lib. VI, cap. XVII, 21.

ria occidental y las costas orientales de Asia, «á juzgar por las distancias correspondientes de los puntos á donde se había llegado» (1).

Al tiempo que de esta suerte se fijaban las dimensiones de la esfera, se la poblaba de islas y continentes, conforme á la idea vertida por Sócrates y Platón. No era de pensar, en efecto, que solamente la parte conocida del globo tuviese tierra y que todo fuese mar en los grandes espacios inexplorados, y de aquí el que la fantasía fuese vistiendo de tierras insulares el hemisferio austral y la parte desconocida del boreal (2). Esta labor se hallaba muy adelantada en tiempo de Cicerón, según nos enseña aquel trozo de su República titulado Sueño de Scipion (3): "Mira la morada y

(1) Strabo, lib. I, pág. 5, Cas.

(2) Cicerón, De Republica, lib. VI, cap. XII; Tusculanæ Questiones, lib. I, cap. XXVIII.

(3) La antigua creencia, de la que hemos visto participaba Aristóteles, de que la zona intertropical es inhabitable, cayó también. Eratosthenes pensaba que la parte de nuestro hemisferio situada en el Ecuador debia ser una región templada (Strabon, lib. II, pág. 97, Casaub), por la razón, sin duda, de que la comarca en donde el Nilo tiene sus fuentes no puede menos de ser muy elevada y, por consiguiente, de temperatura media. Géminus es más explícito: «De lo dicho se colige, dice, el escaso fundamento de la otra opinión que pretende que la región comprendida entre los trópicos sea inhabitable á causa del excesivo calor, especialmente la parte que equidista de los dos trópicos; pero ¿acaso los Etiopes que moran en las extremidades de la zona tórrida no tienen también el sol vertical durante los solsticios? No

la patria del género humano....; mira en la tierra las habitaciones de los hombres esparcidas en algún que otro pequeño espacio, puntos diseminados que semejan otras tantas manchas sobre la faz del globo y entre las que se interponen vastas soledades; mira los pueblos de la tierra, de tal modo separados y aislados entre sí que nada puede trasmitirse de unos á otros, éstos en las comarcas que se inclinan hacia otras regiones, aquéllos detras de nosotros, á espaldas de nuestro hemisferio, los otros, delante, en el hemisferio austral. Estas tierras fueron agrandándose, hasta convertirse en continentes semejantes al conocido, que espíritus sistematizadores distribuyeron con perfecta simetría, influidos, al parecer, por cierta ley de ponderación terrestre. Por tal modo se llegó á la concep

se crea, por tanto, que la zona tórrida es impropia para habitación del hombre; se han visitado de ella gran número de localídades, y casi todas están habitadas.>>

<< Muchos también se han preguntado si las partes centrales de la zona tórrida no son más habitables que las extremas, y acerca de este punto el historiador Polibio ha escrito un libro titulado De la tierra habitable en los alrededores del Ecuador. Ocupa el Ecuador el punto medio de la zona tórrida, y Polibio sostiene no sólo que los lugares inmediatos están habitados, sino que sus habitantes gozan de clima más templado que los moradores de las extremidades de la zona. Esto prueban, dice él, las relaciones de los que han visitado aquellos lugares, cuyo testimonio confirman los fenómenos físicos y también el curso del sol.» (Vivien de Saint Martin, Hist. de la Geogr., t. I, págs. 265-266. Trad. Cast.)

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