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trépidos, á no haber disparado los nuestros muy á tiempo unos versos que empleándose á boca de cañon en las primeras canoas, que con mayor osadía capitaneaban á las demas, las echaron á pique é hicieron refrenar su ímpetu á las que seguian. Con todo eso, no desmayaron los agases, y recobrados del primer susto volvieron á embestir con mayor denuedo, confiando en la superioridad de las fuerzas que á su parecer tenian, pero no fué sino irse acercando á su ruina, porque cargando los nuestros sobre las canoas con sus arcabuces, ballestas y versos, los rechazaron con tanto ardor, que sin reconocerse diferencia considerable entre el acometer y vencer, echaron á fondo mas de cien canoas, mataron á muchísimos enemigos, y pusieron en apresurada fuga á los que fueron mas prontos en reconocer su riesgo y evitarle.

Antonio de Herrera (Dec. 3. Libro 9. Cap. 3.) escribe que en la batalla perecieron 25 españoles; pero Ruy Diaz de Guzman, que formó su Argentina por relacion de los que fueron testigos y partes de estos sucesos, omite esta desgracia y dice, que esta victoria no tuvo otra costa, que la pérdida de tres soldados, llamado Juan Fuster, Anton Rodriguez y Héctor de Acuña, que peleando en un batel, fueron presos de los agases, y perseveraron en su cautiverio, hasta que años adelante fueron redimidos para mucho bien de esta conquista, porque practicos ya en el idioma del país, sirvieron de intérpretes para allanar muchos pueblos, y suje

tarlos mas facilmente á la obediencia de España; que hay acasos que saliendo de la esfera de la casualidad, se deben atribuir á Superior Providencia para fines grandes que se consiguen por ese camino poco conocido de los hombres, hasta que les dejan enseñados los sucesos.

Dejó esta victoria tan escarmentados á los agases, que no se atrevieron á hacer nueva oposicion, dejando franco aquel estrecho paso para que el vencedor prosiguiese su viaje sin susto, aunque no sin aquel prudente recelo que nace de la misma oposicion contrastada. Llegó á la frontera, que es poco mas arriba de donde hoy está fundada la ciudad de la Asuncion y era linde de la nacion guarani y de otras parcialidades de indios, en cuyo puerto desembarcó, y fueron recibidos con igual admiracion que agasajo. Aquella, nacida de ver gentes nuevas, muy diferentes de ellos en los trajes y en las facciones; este mas por miedo que de voluntad, porque divulgada entre ellos la victoria conseguida de los agases, temian irritar con desmanes á los que sabian tan bien menear las manos para su despique, y los huespedes aunque se miraban respetados como vencedores, procuraban con la humanidad de su trato conquistar sus ánimos, que es la victoria mas dificil, pero hablando con la lengua de las dádivas, que es la mas elocuente y persuasiva, y el arma mas poderosa, los llegaron á ganar de manera que perdiendo el miedo, empezaron á tratar entre ellos los nuestros como amigos muy antiguos.

Observaron en el respeto de los demas, que Gaboto era el superior de todos, y tratáronle con particular reverencia y urbanidad á su modo bárbaro, bien que todos respectivamente lo parecian, porque como no se entendian los idiomas, todos los cumplimientos se redujeron á señas de benevolencia con algunas palabras de parte á parte que todos igualmente ignoraban. Trajeron los indios un buen refresco de los manjares del pais, que fué el agasajo mas apetecido de los españoles, porque ya les iban escaseando los bastimentos que sacaron de la laguna.

Paseándose casualmente unos soldados nuestros divisaron, sin querer, el género de que mas hambre tenia su codicia, que eran diversas piezas de plata, que juzgaron ser nativas riquezas de las entrañas de aquel país y fueronseles tras ellas sus ojos, que es difícil contener en los canceles del disimulo los afectos que predominan en el ánimo, sin que se asomen por las puertas de los sentidos. Conocieron los indios la aficion, y como aun en el modo de tener aquellas alhajas, mo traban que las apreciaban menos, vinieron fácilmente en conmutarlas por otras de los españoles. Con que abierta la feria, recibieron sartas de vidrio, peines, cuchillos, y otros instrumentos de hierro, que reputaban por joyas de gran precio, á trueque de los instrumentos de plata que se hallaron en aquel sitio, porque ninguno reservaron los indios por quedar ricos con nuestras bujerías, que el engaño con que las codiciaban daba el va

á

lor que no tenian, como que el enriquecer consiste mas en la estimacion de lo que se tiene que en el valor de lo que se posee.

Estimó Gaboto mas saber que por allí habia plata, que no la misma plata; porque fabricando torres de viento en su idea se soñaba dueño de un pais muy opulento, de que aquellos rescates eran como prendas que afianzaban sus esperanzas, y determinó despachar estas noticias á Castilla para pretender esta conquista, remitiendo juntamente varias alhajas de plata, para que fuese menos mal recibida su resolucion de no proseguir su viaje al Maluco, y madurar los ánimos adversos á sus cosas con este lenitivo tan agradable. Y de esta plata, que segun escribe Herrera, (1) fué la primera que tributaron las Indias á la corona de Castilla, le quedó al Rio de la Plata su especioso nombre, trocándole por el antiguo de Solis, que era recuerdo de su inventor y de su desgracia, y prevaleciendo el que tanto despertaba la codicia, aun despues de conocido el engaño, porque el país no produce aquel precioso metal; y es de mi asunto dar razon de como llegó á manos de los guaraníes de las fronteras, en la forma siguiente.

Poco ántes que Gaboto arribase al Paraguay, se salieron de la capitanía de San Vicente, en el Brasil, cuatro portugueses, no sé si con esperanza de mejorar fortuna ó movidos solo del deseo de ver y descubrir nuevas tierras, que es inclinacion natu(1) Herrera Dec. 3. lib. I. cap. 1.

ral de los hombres. El uno de ellos, Alejo Garcia, era muy périto en la lengua de los tupíes, que en buen número se le ofrecieron por compañeros de aquella empresa, y como es la misma, con poca diferencia, que la de los guaraníes, aportando á su país estos aventureros, pudieron entre ellos adquirir noticia de los opulentos reinos del Perú, y el Garcia persuadió á muchos guaraníes pasasen en su compañia á descubrir aquel imperio, de donde podrian traer metales preciosos y las otras cosas estimables de que decian abundan.

Poco les moveria el interés á los que vivian contentos en su miseria, pero como es. gente guerrera é inclinada á novedades, creo no seria necesaria mucha retórica para persuadirles fuesen á descubrir nuevos países. Obráse este ó aquel motivo, ellos en número de dos mil se dieron por compañeros de los portugueses, y caminando por aquellos llanos, poblados de diversas naciones, unas feroces, pacíficas otras, en estas no sintieron oposicion, pero aquellas les hicieron fuerte resistencia, y les fué forzoso allanarse el camino con las armas, entre las cuales el espanto de las bocas de fuego, manejadas con destreza por los lusitanos, era el que obraba con mas eficacia. Al cabo de varias jornadas y aventuras dieron vista á las altas cordilleras del Perú, y encontrando por entre Mizqui y Tomina algunas poblaciones de indios vasallos del Inga, las asolaron robando y matando á sus moradores.

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