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es de mujer, está policromada y sus ojos están figurados por sendas placas de alabastro, en las que, con pintura negra, está figurada la niña. Una ancha cinta o red negra, de la que sólo conserva un trozo, ceñía su frente, y de los cabos de la cinta penden unas bellotitas de adorno junto a las orejas. El carácter del rostro es más griego que egipcio y de ingenuo realismo. Es un rostro juvenil y espiritual. La otra máscara es de niña, con aretes, siendo bien visible el de la oreja derecha. Conserva restos de color y su carácter es greco-romano.

Estos interesantes objetos representan la última fase de una costumbre funeraria egipcia, de que aún dan testimonio los cementerios griegos y greco-romanos del Egipto, y muy particularmente los del Fayum. Pareciendo harto pesado el ataúd antropoide, empleado desde tiempos antiquísimos en Egipto, sustituyéronlo en la época de preponderancia helénica en el país por un rostro encuadrado por el sudario o tocado que se ponía al cadáver. Este rostro unas veces estaba pintado en tabla, a la encáustica, o en lienzo, al temple, existiendo notabilísimos ejemplares de estas pinturas griegas, de sorprendente realismo; otras veces era escultórico y se hacía de yeso o de barro; su estilo es griego también, y tienen de egipcio el artificio con que los ojos están figurados para producir la expresión de la vida.

Duró dicha costumbre innovadora, a lo que parece, desde el siglo I antes de la Era al 11 de ella. Al primer siglo estimamos que deben pertenecer estos ejemplares.

Con ellos pasó a este Museo, del de Reproducciones Artísticas, una que puede considerarse como facsímile, hasta en los restos de policromía, del busto de mujer conocido por la Dama de Elche, cuyo original se conserva en el Museo del Louvre, en París, y que por ser pieza capital del arte ibérico ante-romano del siglo v antes de J. C. era necesario estuviera representado en la sala de escultura ibérica de este Museo para que, al lado de las del Cerro de los Santos, sirva de término de comparación.

COLECCIÓN DE OBJETOS DESCUBIERTOS EN LAS EXCAVACIONES PRACTICADAS EN LA CUEVA Y COLLADO DE LOS JARDINES, SITO EN TÉRMINO DE SANTA ELENA (JAÉN), por los señores don Ignacio Calvo y don Juan Ca

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MÁSCARAS FUNERARIAS GRECO-EGIPCIAS DEL FAYUM (EGIPTO)

bré. La primera noticia de que en tal sitio se encontraban figuras ibéricas de bronce la dió, a principios del presente siglo, el ilustre hispanófilo monsieur Horace Sandars, que, por sus relaciones con una Sociedad exploradora de minas, la cual, atenta a sus fines, tenía en estudio aquel abrupto sitio, comprendió bien pronto que allí no había una veta de metal explotable, sino un rico venero de antigüedades, consistente principalmente en bronces ibéricos, de los que reunió importante colección, ante la cual dió a conocer el hallazgo en docta conferencia ante el selecto público del Ateneo de Madrid 1, colección que después el señor Sandars regaló a este Museo. Otras exploraciones, asimismo fructuosas, se hicieron en el mismo sitio poco después de las indicadas, también por extranjeros, y algunas rebuscas por codiciosas gentes del campo. Estos antecedentes eran bastantes para que la Junta Superior de Excavaciones se preocupase de que por personas competentes, y con fondos del Estado, fuese excavado dicho terreno, donde lo descubierto, por su carácter de exvotos, indicaba haber existido en él antiguamente un santuario ibérico semejante al del Cerro de los Santos. Al efecto, fijado por el Gobierno un crédito para estas excavaciones, fueron nombrados para practicarlas don Ignacio Calvo, dignísimo jefe en este Museo, y don Juan Cabré, cultivador bien conocido de nuestra Arqueología prehistórica, y el cual había ya solicitado y obtenidɔ autorización, que cedió gustoso, de explorar aquel terreno. Dichos señores han dado cuenta del felicísimo resultado de sus trabajos en el año 1916 en una docta Memoria, oficialmente publicada 2 cuando se escriben estas líneas, y en el Museo se halla la cuantiosa serie de objetos recogidos en estas primeras excavaciones, que no apuraron el tesoro arqueológico allí guardado por la acción del tiempo.

Según la Memoria y los datos del señor Sandars, el sitio del hallazgo es uno de los más abruptos de Sierra Morena, conocido con el típico nombre de Despeñaperros, donde existe un barranco, con un collado en

I Horacio Sandars. Un centro de culto ante-romano en el Sur de España. (Re vista Ateneo, t. 1, 1906, pág. 376); resumen de la conferencia dada el 7 de abril de 1906, repetición de la que dió poco antes ante la Sociedad de Anticuarios de Londres, publicada con el título Preroman bronce votive offerings from Despeñaperros in the Sierra Morena, Spain. London, 1906.

2 Excavaciones en la cueva y collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén). Memoria de los trabajos realizados en el año 1916 por los delegados directores don Ignacio Calvo y don Juan Cabré. Madrid, 1917; 45 págs. y 21 láms.

su cima, por donde iba la vía romana, que, pasando por la inmediata. Castulo, iba a Corduva. Domina y limita al barranco por Occidente un gigantesco peñasco, en el que se abre un abrigo o cueva, que no es único allí, pero sí el más importante; cerca hay un manantial que, acaso por sus virtudes medicinales, dió origen a que en tal sitio hubiese un centro de culto, en el que durante siglos hicieron sus plegarias y depositaron sus ofrendas los iberos de aquella antiquísima región minera, en los tiempos anteriores a la dominación romana, y aun en los primeros tiempos de ésta.

A medida que los excavadores fueron ahondando en aquel terreno, hasta una profundidad de cuatro metros, recogieron en las dos primeras capas de tierra alguna figura o fibula; en la siguiente algunas pocas monedas romanas; en la cuarta, entre tierra y ceniza, el núcleo de figuras y de fíbulas ibéricas; en la quinta, armas y objetos de hierro, y en la última sólo había tierra gris con partículas de carbón.

Los objetos descubiertos, según la relación publicada, son: una laminilla de oro con adorno; dos trozos de diadema de plata con una figura; más de quinientos bronces entre figuras y fíbulas; diez y nueve objetos de hierro, entre armas, instumentos, etc.; unas pocas piezas cerámicas; una moneda de plata y nueve de bronce, romanas.

Lo esencial y que da carácter bien definido al hallazgo son los bronces, todos ellos ibéricos y todos exvotos depositados en el templo por gentes piadosas. Fueron hallados, según expresión de los excavadores, "sin orden ni concierto", esparcidos, arrojados en aquella especie de escombrera, como conjunto desordenado y suelto, indicando proceder de un depósito, de donde fueron arrojados o arrastrados por la pendiente que hay ante la cueva y cayendo muchos en las grietas del terreno, donde a veces los ha corroído la acción de las aguas.

Seria harto prolijo un examen de tan cuantiosa colección en esta sencilla nota, y sería además redundante, puesto que los tipos principales están publicados por el fotograbado en dicha Memoria. Por otra parte, el estudio de conjunto que el hallazgo reclama no es prudente esbozarlo hasta que una segunda rebusca agote tan rico filón.

Pero estimo por mi parte oportuno hacer algunas consideraciones. Pueden hacerse desde varios puntos de vista: el artístico, el cronológico, el de las costumbres o prácticas religiosas que representan y el de la in

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