Imágenes de páginas
PDF
EPUB

sadas de las gentes cultas, ellos, tipo de hermosa ingenuidad, caractéres primitivos, hombres de la naturaleza y de los bosques, no enervados por los egoismos sociales, son los que mas desconfianza inspiran á Itúrbide y los hace salir los primeros de la capital; y todavía entonces, al pasar por los pueblos, obligan á los vecinos á repicar las campanas gritando: «¡Viva España! ¡Viva Fernando VII!» Pero nosotros, que compartimos por igual nuestra admiracion entre Brabo y Armijo, entre los indios de Guerrero y los negros de Yermo, enemigos los unos y los otros amigos de España desde el principio hasta el fin en la primera y en la segunda insurreccion, no doblamos la cabeza ante los triunfos de la hipocresía y de la perfidia coronados en Itúrbide, y desearíamos perseguir eternamente con el desprecio de las generaciones á hombres como O'Donojú, que, ó por su deslealtad ó por su fanatismo político, ó por su egoismo personal, al entrar en Méjico del brazo con Itúrbide, podian esclamar: Todo se ha perdido, hasta el honor.

Afortunadamente O'Donojú no era de raza española: podia blasonar de europeo, pero no de descendiente de la raza de los Guzmanes.

XXIX.

No necesitamos decir que fué grande, que fué inmensa, que rayó en frenesí la ovacion de que fué ob

jeto Itúrbide al entrar en Méjico. Venia á la cabeza del ejército, modestamente vestido, sin distintivo alguno, llamando por eso mas la atencion Ꭹ haciendo contraste con el lucido estado mayor y principales personajes que lo acompañaban. Recibiólo el ayuntamiento en las puertas de la ciudad, y O'Donojú, con la diputacion provincial y demás autoridades y corporaciones, en el palacio de los vireyes, desde cuyo balcon principal ambos vieron desfilar las tropas.

Pasó luego Itúrbide á la catedral, en donde debia celebrarse un Te-Deum, y el entusiasmo de las gentes apenas lo dejaba marchar y todo eran vitores, y marchaba la comitiva por entre una alfombra de flores. Itúrbide fué recibido por el arzobispo, vestido de Pontifical, con los honores de un soberano, y cantado el Te-Deum y pronunciado un discurso por el doctor Alcocer, diputado que fué de las Córtes de Cádiz y ahora corifeo de la Independencia, volvieron todos á palacio, en donde el ayuntamiento tenia dispuesto un banquete de doscientos cubiertos, en el que, como es natural, se llegó al último límite del entusiasmo.

Hé aquí ahora la proclama que al entrar en Méjico dirigió Itúrbide á los pueblos para anunciar el fin de su empresa:

«Mejicanos: Ya estais en el caso de saludar á la patria independiente como os anuncié en Iguala; ya recorrí el inmenso espacio que hay desde la esclavitud á la libertad y toqué los diversos resortes para que todo americano manifestase su opinion escondida, porque en unos se disipó sin el temor que los contenia, en otros se moderó la malicia de sus juicios, y en todos se consolidaron las ideas, y ya me veis en la capital

del imperio mas opulento sin dejar atrás ni arroyos de sangre, ni campos talados, ni viudas desconsoladas, ni desgraciados hijos que llenen de maldiciones al asesino de su padre: por el contrario, recorridas quedan las principales provincias de este reino, y todas uniformadas en la celebridad, han dirido al ejército trigarante vivas espresivos y al cielo votos de gratitud: estas demostraciones daban á mi alma un placer inefable y compensaban con demasía los afanes, las privaciones y la desnudez de los soldados, siempre alegres, constantes y valientes. Ya sabeis el modo de ser libres; á vosotros toca el señalar el de ser felices. Se instalará la Junta; se reunirán las Córtes; se sancionará la ley que debe haceros venturosos, y yo os exhorto á que olvideis las palabras alarmantes y de esterminio, y solo pronuncies union y amistad íntima. Contribuid con vuestras luces y ofreced materiales para el magnífico Código, pero sin la sátira mordaz ni el sarcasmo mal intencionado: dóciles á la potestad del que manda, completad con el soberano Congreso la grande obra que empecé, y dejadme á mí que dando un paso atrás, observe atento el cuadro que trazó la Providencia y que debe retocar la sabiduría americana, y si mis trabajos, tan debidos á la patria, los suponeis dignos de recompensa, concededme solo vuestra sumision á las leyes, dejad que vuelva al seno de mi amada familia, y de tiempo en tiempo haced una memoria de vuestro amigo.—Iturbide.

XXX.

La entrega de Méjico á Itúrbide decidió la suerte de los pueblos y plazas que se conservaban fieles al gobierno español. Capitularon las fortalezas de Acapulco y Perote, capituló Durango, no sin que se rompieran las hostilidades, cuando Negrete, que lo sitiaba, se convenció de que los militares españoles que habia dentro, lejos de dejarse seducir por sus razonamientos, entendian el honor de su buen nombre militar y la lealtad á la patria de bien diversa manera, pues si él, desde que conoció los deberes de ciudadano, atendia á los derechos de la comunidad y no á los del monarca absoluto, que á veces es representacion de la integridad de la patria, por mas que ni esta escusa quedase entonces á Negrete, porque Méjico recibió de España á manos llenas la libertad, todos los militares españoles rechazaron indignados sus proposiciones, y hubo uno que le dijo con gran dignidad y hasta con inspiracion que pudiáramos llamar profética, estas palabras: «Hubiera sido mas acertado que no hubiera usted tratado de hacer el papel de mediador ó pacificador entre europeos y americanos, porque nos ha hecho á todos infelices, y tal vez no está distante su propia ruina. Yo perseveraré hasta el último suspiro cumpliendo con mis deberes, y si la fortuna no me fue

re propicia, el honor me quedará inseparable;» (1) Veracruz fué abandonado por el general Dávila que mandaba en ella; pero este ilustre anciano, sin abatirse nunca, negó su obediencia á O'Donojú y á Itúrbide, trasladó al castillo la artillería de grueso calibre, enfermos de los hospitales, fondos de la tesorería, municiones, efectos de los almacenes y clavando los cañones que quiso abandonar, se trasladó á San Juan de Ulua, en donde la bandera española flotó años aun despues de proclamada la independencia, y en donde, si la nacion española hubiera tenido algo de la tenacidad inglesa, habria podido constituir una plaza de guerra inespugnable como Gibraltar, que al mismo tiempo hubiera podido ser utilizada como un gran depósito de comercio.

Pero no eran solo las provincias dependientes de Méjico las únicas que se nos emancipaban por la revolucion de Iturbide. La península de Yucatan proclamó su independencia y su union al imperio mejicano, siguiendo el mismo rumbo toda la capitanía general de Goatemala. Prendió el fuego primeramente en Chiapas, en donde estaba de obispo, muy estimado por cierto, el Dr. D. Salvador San Martin, diputado por Puerto-Rico en las Córtes de 1812 y uno de los Persas, comprendido por lo tanto en la proscripcion de los revolucionarios de 1820; y por defender al obispo, que murió de pesar al saber la pena que le esperaba, y por oponerse á las reformas religiosas que venian decretadas de España, los canónigos de Ciudad-Real,

(1) Carta del coronel del regimiento de Barcelona Ruiz, al brigadier español Negrete.

« AnteriorContinuar »