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revolucion de Iturbide, originada en la del ejército en la isla de Leon, toda la parte que le pertenecia en el continente de la América Septentrional, con un ejército numeroso y grandes acopios de artillería y municiones en los dos años siguientes perdió tambien por la misma causa lo que todavía poseia en el de la América meridional, y así fué como una sedicion militar y las indiscretas disposiciones de las Córtes destruyeron una dominacion formada por la sabiduría de tres siglos; pues aunque en los designios eternos de la Providencia divina entrase la independencia de las Américas, en el tiempo que debia verificarse, como los sucesos humanos se efectuan por medios tambien humanos, las causas espresadas fueron las que produjeron tan grandes consecuencias. En compensacion de tan inmensas pérdidas, sacó cuatro años de desórden y guerra civil; una invasion estranjera, cuyo enorme costo tiene que pagar; préstamos ruinosos que reconocer, y el establecimiento de la autoridad absoluta del rey por diez años mas, la que no cesó hasta la muerte de Fernando, el cual con sus vacilaciones sobre disposicion testamentaria y declaracion de heredero de la corona, legó á su nacion por última calamidad de tan funesto reinado, una guerra de sucesion, y para que fuese mas destructora y sangrienta, dejó formados y puestos frente á frente los partidos que habian de hacerla, habiendo organizado durante su vida, para defensa y apoyo del poder absoluto, los voluntarios reales que se declararon por su hermano D. Cárlos, y llamado á su muerte á los liberales que tan encarnizadamente habia perseguido, los cuales sostuvieron los derechos de su hija Doña

Isabel; y con los recursos que les proporcionaba tener en sus manos el gobierno, hicieron triunfar su causa, no sin porfiada resistencia de sus contrarios.»

Así todos los españoles, los de aquí y los de allá, tenemos nuestra parte de responsabilidad por la pérdida primero de Méjico y despues de toda América. La tienen las Córtes de Cádiz y Fernando VII, á quienes faltó moderacion en sus alternados dias de poder y de grandeza. La tienen los militares de la Isla de Leon y la Asamblea que se reunió despues. La tienen los españoles de las Américas que se creyeron en disposicion de emanciparse de la madre patria, ó que llevaron á las colonias el virus y el frenesí de las cuestiones políticas, cuando de esta manera vinieron á ser muy luego víctimas de los criollos. ¡Dios quiera inspirar siempre templanza y serenidad á los poderes futuros que se levanten en España en las graves crisis por que podamos pasar! ¡Dios quiera que en las Antillas, en donde hoy arde la rebelion, no ocurra lo mismo que en Méjico, y el gobierno, y los partidos, y los españoles de aquí y de allá sepamos aprovechar las duras enseñanzas de lo pasado! ¡Dios quiera que el reinado de la libertad no sea ahora entre nosotros tan efimero como de 1820 á 1823, que no venga una reaccion tan brutal como la de esta última fecha, y por término de todo una guerra civil como la de los siete años, en la infinidad de pretendientes dinásticos creados ó que vaya creando nuestra imprevision!

XXXII.

Hasta aquí hemos hablado de amigos y enemigos de la independencia, de españoles y mejicanos. Triunfantes en toda la línea, ya solo hablaremos de los primeros en adelante; y aunque fenecido el dominio español parecia como que ahora se inauguraba una edad de oro para Méjico, debemos prepararnos á presenciar luchas, miserias, apostasías, traiciones y deslealtades entre los vencedores, en mayor escala que en el último período, como si, conseguida la independencia, que era el lazo de union para todos, cada cual tirase á hacer triunfar su egoismo privado á costa de todos, haciendo verdad en esta como en tantas revoluciones aquellas profundas palabras del historiador romano: faciliorem inter malos consensu ad bellum quam in pace ad concordiam (1). Procedióse á constituir el poder supremo que, conforme al tratado de Córdoba, debia estar representado en una Junta provisional. Tuvieron en ella representacion todos los partidos por medio de sus hombres mas notables. Desde el principio de la revolucion, y mas aún desde Córdoba, venia elaborándose esa idea de conciliacion, que fué la que triunfó,

(1) Mas fácil es á los ruines concertarse para hacer la guerra que para gozar la paz. TACITO, Anales.

bien que la armonía del momento no pudiera sostenerse largo tiempo y contuviera en su seno el gérmen de graves dualismos y de futuras tempestades.

Esta Junta provisional de gobierno se constituyó en forma el 28 de Setiembre, y una vez instalada, su primer acto fué espedir el siguiente documento:

ACTA DE INDEPENDENCIA DEL IMPERIO MEJICANO.

La nacion mejicana, que por trescientos años ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresion en que ha vivido.

Los heróicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados, y está consumada la empresa eternamente memorable, que un genio superior á toda admiracion y elogio, amor y gloria de su patria, principió en Iguala, prosiguió y llevó al cabo arrollando obstáculos casi insuperables.

Restituida, pues, esta parte del Septentrion al ejercicio de cuantos derechos le concedió el Autor de la naturaleza, y reconocen por innegables y sagrados las naciones cultas de la tierra, su libertad de constituirse del modo que mas convenga à su felicidad, y con representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios, comienza á hacer uso de tan preciosos dones, y declara solemnemente, por medio de la Junta suprema del imperio, que es nacion soberana é independiente de la antigua España, con quien en lo sucesivo no mantendrá otra union que la de una amistad estrecha en los términos que prescribieren los tratados: que entablará relaciones amistosas con las demás potencias, ejecutando respecto de ellas cuan

tos actos pueden, y estan en posesion de ejecutar las otras naciones soberanas: que va á constituirse con arreglo á las bases que en el plan de Iguala y tratado de Córdoba estableció sabiamenta el primer jefe del ejército imperial de las Tres Garantías; y en fin, que sostendrá á todo trance, y con el sacrificio de los haberes y vidas de sus individuos (si fuere necesario) esta solemne declaracion, hecha en la capital del imperio, á 28 de Setiembre del año de 1821, primero de la independencia mejicana.-Agustin de Itúrbide.Antonio, obispo de la Puebla. -Juan O'Donojú.— Manuel de la Bárcena.-Matías Monteagudo.—José Yañez.-Licenciado Juan Francisco Azcárate.-Juan José Espinosa de los Monteros.-José María Fagoaga.-José Miguel Garidi Alcocer.-El marqués de Salvatierra.-El conde de Casa de Heras Soto.-Juan Bautista Lobo.-Francisco Manuel Sanchez de Tagle. -Antonio de Gama y Córdoba.-José Manuel Sartorio.-Manuel Velazquez de Leon.-Manuel Montes Argüelles.-Manuel de la Sota Riva.-El marques de San Juan de Rayas.-José Ignacio García Illuesa.José María de Bustamante.-José María Cervantes y Velasco. Juan Cervantes y Padilla.-José Manuel Velazquez de la Cadena.-Juan de Horbegoso.-Nicolás Campero.-El conde de Jala y de Regla.-José María de Echevers y Valdivieso.-Manuel Martinez Mansilla.-Juan Bautista Ranz y Guzman.-José María de Jáuregui.-José Rafael Suarez Pereda.-Anastasio Bustamante.-Isidro Ignacio de Icaza.-Juan José Espinosa de los Monteros, vocal secretario.

Parece imposible que O'Donojú, que Monteagudo, que Bárcena, que los muchos españoles que formaban

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