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LV.

Destronado Itúrbide, los partidos que agitaban á Méjico y determinaron su caida, se dividieron. Mezcla de republicanos y de monárquicos los que figuraban en el movimiento triunfante, despues de la victoria no hubo mas que republicanos, bien que estos formaban á su vez dos partidos, los unitarios y los federales; los unitarios, á quienes se unieron los restos del partido borbónico, que ya consideraban como cosa imposible la monarquía, y los federales, entre los cuales se confundieron los partidarios de Itúrbide para vengarse de los que le habian destronado y poder gri

tar

y moverse impunemente bajo la proteccion de los principios liberales mas exagerados.

El triunfo por de pronto fué de los centralistas ó unitarios, como que estaban en mayoría en el Congreso; pero para conseguirlo habian puesto en movimiento á las diputaciones provinciales, que venian á ser la potente matriz del federalismo. Llamados á intervenir activamente en la cosa pública estos centros, crearon los hombres de la revolucion en cada provincia un poder, celoso de su autoridad, hostil á la capital, y naturalmente inclinado á la independencia. Así los centralistas ó unitarios, deseosos de atraerse á las diputaciones provinciales, hicieron de ellas su propio verdugo. Poco á poco fueron mani

festando las diputaciones su desconfianza respecto á algunos diputados de la Asamblea, y exigiendo poco despues la convocacion de un nuevo Congreso, acabaron por negar muchas su obediencia al gobierno. Atizaban esta discordia por despecho los iturbidistas, y nada mas curioso que ver á estos apoyar á Santa Ana, aquel que dió en Veracruz el primer grito de rebelion contra Itúrbide, cuando en Tampico y en San Luis se declaró «protector del sistema federal.»

En tal estado las cosas, tuvo que sucumbir el Congreso, pues no solo amplió las facultades de las dipu– taciones, concediéndolas la propuesta en terna de sus jefes políticos, la inspeccion sobre sus rentas y el nombramiento de casi todos los empleados de sus respectivas provincias, sino que anunció que estaba dispuesto á aceptar el sistema federal, entonces en boga, y tuvo que concluir por publicar la convocatoria de un nuevo Congreso; con lo que, de concesion en concesion, como ocurre siempre á la debilidad que se acobarda y envilece, ni salvó su honra ni salvó su existencia.

El federalismo, pues, triunfaba en toda la línea, no obstante que Santa Ana, para quien este sistema no era mas que un instrumento de ambicion, quisiera resistir aun en la provincia de San Luis, y los iturbidistas en la de Guadalajara, impulsados por los generales Quintanar y Bustamante, jefes de aquel partido, siguieran igual conducta, precisamente porque el federalismo no era para ellos mas que un medio de producir revueltas y levantar de nuevo lo caido. El general Armijo, sin embargo, obligó á Santa Ana á desistir de sus propósitos y á presentarse en Méjico

para responder de su rebeldía, y lo mismo consiguieron en Guadalajara los generales Bravo y Negrete; teniendo necesidad el primero de quedar en observacion con un cuerpo de ejército en Celaya para atender rápidamente á ahogar cualquier intento sedicioso de los muchos que todos los dias estalla ban.

La opinion, que parecia favorecer la idea de federalismo, favorecia del mismo modo á los antiguos insurgentes, que deshonraron con sus asesinatos y sus robos la causa que defendian. De ahí la solemnidad que se dió á la fecha del 16 de Setiembre, en que dió en Dolores su grito el cura Hidalgo, y el olvido en que se puso la del 27 del mismo mes del plan de Iguala. De ahí que Victoria y Guerrero fuesen elevados al poder ejecutivo, y empezase de nuevo la persecucion de los españoles. De ahí las honras que se tributaron á la memoria de Hidalgo, de Morelos, de Mina

de otros, cuyos nombres se grabaron en letras de oro en el salon de sesiones del Congreso. De ahí que se tratara de profanar el sepulcro de Hernan Cortés aventando sus cenizas. De ahí los empleos y pensiones otorgados á los antiguos insurgentes y á sus familias, dándose el bochornoso espectáculo de que muchos presentasen ahora certificados de mil acciones heróicas para que subiese la recompensa, cuando antes solicitaban el indulto de los españoles, fundándose en que no habian prestado servicio alguno á la insurreccion, en la que solo habian tomado parte cediendo á fuerza mayor, ó á una ligereza, ó á la casualidad; con lo que el presupuesto de las clases pasivas llegó á una cifra aterradora. De ahí que se considerasen como deudas de la nacion las contraidas por algunos gene

rales declarados beneméritos de la patria y por algunas juntas revolucionarias, por lo cual la brecha abierta en el Tesoro fué grande, y mayores aún los fraudes á que dió lugar, en beneficio de gente cínica que hablaba mucho de libertad y de su amor al pueblo, pero que no tenia mas ideal de gobierno ni mas propósito político que enriquecerse sin riesgo y sin tabajo á costa de la nacion.

Constituida de esta manera la república, enconados los ánimos, movidos los unos por el despecho, los otros por la ambicion, pocos ó ninguno por el bien de la patria, la anarquía dominaba en todas partes, y cuando no las rebeliones políticas en las ciudades, las partidas de ladrones en el campo no consentian instante de sosiego. Dictóse una ley severisima en las penas y rápida en los procedimientos para aterrar á bandoleros y conspiradores, ley que fué el arma de proscripcion que usaron alternativamente unos partidos con otros, y se autorizó al gobierno para desterrar á las personas que conceptuase criminales ó sospechosas, sin necesidad de juicio; pero las conspiraciones siguieron en aumento y no encontraron disminucion tantas desdichas, ni aun con la procla– macion solemne de la república federal, que verificó el nuevo Congreso reunido en 7 de Noviembre y que el cándido pueblo, seducido por tantos demagogos, ilusos ó criminales, como se la predicaban, creia la panacea universal de todos sus males. ¡Ah! Seducia la idea federal á los mejicanos porque veian la prosperidad creciente de los Estados-Unidos, y no comprendian aquellos desdichados que el federalismo, habiendo sido en la república de los Estados-Unidos

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vínculo de union y centro de unidad de estados diversos que venian á detern inarse y fundirse en una gran nacion, cuando antes nada de comun tenian entre sí debia en Méjico dividir lo que estaba unido, determinando la disgregacion, la pulverizacion, la disolucion molecular de la patria, formando diversas naciones de la que era y debia ser una sola.

No, no se cortaron las conspiraciones y las rebeliones con la proclamacion de la república federal. En Querétaro el espíritu de indisciplina fomentado por tanta revolucion, levantaba en armas á la guarnicion contra su comandante general, á quien mantuvo preso y le amenazó de muerte como amenazó con el saqueo á la ciudad, bien que evitara estos horrores el general Bravo, que acudió de Celaya con su division. En Puebla ei comandante general Echávarri negaba su obediencia al gobierno y se manifestaba decidido á sostener á la diputacion provincial en sus pretensiones, aunque aproximándose los generales Guerrero y Gomez Pedraza con tropas, tuvo que ceder Echávarri y presentarse en Méjico. En Cuernavaca el teniente coronel Hernandez y otros en Guautla pedian el despojo de los empleos de los españoles los mas moderados, y algunos su muerte ó su espulsion. Pero ¿qué mas? En la capital de Méjico el general Lobato al frente de sus tropas pedia lo mismo que los de Cuernavaca y Cuautla con menosprecio del poder ejecutivo y del Congreso soberano. ¿Cómo, cómo no habia de ocurrir esto cuando uno de los ministros del poder ejecutivo, Michelena, atizaba á Lobato, y cuando Ramos Arispe, aquel que pidió en España el nombramiento de O'Donojú para virey de Méjico, pre

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