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pocos é los indios no se encarnizasen en nosotros, tenia muy gran pena por el que faltaba y dejé de pasar adelante; é fué que lo quiso Dios encaminar, porque si pasara é diera en la gente, no pudiera dejar de correr muy gran riesgo, yo é los que conmigo iban, por ser la cantidad de la gente que estaba junta mas de veinte mil hombres, y tan grandes flecheros como son, que dudo en todas las Indias haber otros tales, é así lo tovimos todo por misterio, segun despues vimos; y de aquí me volví al real, y hallé al español que se habia perdido, que segun parece en el primer pueblo que dí se habia desmandado y se habia vuelto. Con este indio que yo en esta jornada prendí se enviaron á llamar de paz los caciques, é vino uno é trujo consigo setecientos y tantos indios todos en hilera, sin traer ninguna cosa en las manos, mas de una caña verde cada uno con sus hojas delgada, y en llegando á donde estábamos las ponian una sobre otra en el suelo, y esto era en señal de humildad, porque entre ellos acostumbran venir desta manera. Despues de haber llegado todos y héchose una rueda dellos, soltáronse los que estaban presos, entre los cuales estaba uno que pareció ser persona principal, y se puso en pié en medio de la rueda de los indios, que todos estaban en cluquillas, y empezó á hablarles una habla que duró mas de una hora, en que preguntando yo á la lengua, qué era lo que aquel decia, respondió que decia á los indios la grandeza de los españoles, é que se juntasen todos é se volviesen á sus casas, é otras muchas cosas. Despues de haber estado en esta plática, los principales dijeron que para poder mejor servir, querian estar cerca de los cristianos, que dónde tenian su asiento; y el capitan les mandó donde ellos quisiesen á una parte del pueblo, y así se pusieron en otro cuartel junto á nosotros, y fueron é trujieron sus mujeres é hijos é otra mas cantidad de gente. Estos indios, por lo que despues se pasó, se pusieron aquí con traicion, porque entre ellos ovo acuerdo que se pusiesen tan cerca aquella cantidad de indios, é los que entraron secretos, estando allí é viéndonos descuidados podian dar en nosotros so color de amistad, y así estovieron allí mas de treinta dias, porque como entraron las aguas de golpe, estovimos en este asiento mas de cuarenta dias, que no hizo tiempo de poder salir de allí. La órden que estos indios tenian en hacer su guarda era esta cada cuarto velaban cincuenta indios dellos con sus arcos

y flechas en las manos, y estos estaban uno delante del otro, la ro dilla hincada en el suelo, y una flecha puesta en el arco, y el arco armado á los pechos, para estar presto á tirarle, y rendian cuando los españoles. Vista esta orden, y celosos de lo que habia sucedido, y la mucha gente que allí estaba y órden que tenian, y los pocos que nosotros éramos, nos mirábamos mucho, y que cada cuarto rondaban dos de á caballo, por manera que nunca los indios vieron lugar para que oviese efecto su mala intencion, y ansí acordaron un dia de irse, visto cuán poco les aprovechaba su diligencia, y la noche antes enviaron sus mujeres y mucha parte de los indios, y otro dia en amaneciendo, los indios que quedaban arremetieron á huir para un monte que cerca de allí estaba; é visto que huian sin saber por qué, cabalgamos algunos de á caballo, é se tomaron algunos, de que se supo el secreto que tengo dicho. Estos indios sirvieron tan bien de caza, é palomas, é tórtolas, é liebres, é otras cosas que mataban con los arcos, que mantenian toda la gente del real; y estos se quisieron seguir que los de abajo se habian seguido cuando mataron á Hurtado, pensando que ́ansí nos descuidáramos como hicieron aquellos; lo cual hicieran si no fuera por las buenas rondas y velas que siempre tovimos sobre ellos.

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Desde que las aguas ovieron aplacado algo, pasamos este rio de Tamachola é andovimos treinta leguas por tierra despoblada é sin camino, la via del Sur, en que no fallamos fuentes ni arroyos ningunos, porque esta tierra como es llana es muy seca, si no es algunas lagunas que habian quedado del tiempo cuando llovia replena el agua, y de aquella bebiamos; é así allegamos á otro rio que se dice Mayo, el cual estaba menos poblado que este de Cinaloa, aunque habia un buen pedazo de poblazon. Estos indios hicieron alguna muestra de aguardar de guerra, é salieron algunos á flechar los cristianos; mas luego huyeron, é ansí entramos la tierra é nos entramos en un pueblo. La gente deste rio es del mesmo arte de la de Cinaloa, y de la misma lengua, é ansí tienen las comidas é todo lo demas. Aquí acordamos los puercos que llevábamos vivos por ir mas á la ligera hacerlos tocinos; y como hacia calor por habernos abajado á la mar, y ellos ir gordos, se ahogaban. Los hicimos tocinos, los cuales no poco provecho nos hicieron, que si no fuera por ellos, dudo yo poder vivir los cristianos, por

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que no habia otra comida sino maiz é frisoles: aunque habia alguna caza en los campos, no habia con que matalla, y no habia espacio.

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En este rio tovimos noticia de otro que estaba de allí siete ó ocho jornadas, que era muy poblado, segun los indios decian, é que nos habian de mátar á todos, si allá íbamos, y así pasamos este rio con balsas, y llevando un brezo indio por guía, porque no habia camino, nos partimos é caminamos siete dias sin hallar poblado, y habia dia que andábamos cinco ó seis, y el postrero dia que allegamos al rio de Yaquimi andovimos siete. Este dia se nos ahogó alguna gente de la de servicio de sed, y se ahogara más si no fuera por unos cardones á manera de tunas que hay en aquella tierra, é cortábamos con las espadas unas rebanadas, y con el zumo se sustentaba algun tanto la gente, porque en todas siete leguas no se halló agua. Este dia que llegamos á Yaquimi era dia de Nuestra Señora, é por ser tarde nos quedamos desviados desta banda del rio buen pedazo, y otro de mañana entramos en el arboleda que va por él, que tendrá tres cuartos de legua, todo de álamos blancos; y como estábamos cerca de poblado habiamos hallado camino, y pasamos el rio por un vado, sin resistencia de indios; y en pasando el rio hallamos un pueblo pequeño, sin gente ninguna, y de él salia un camino muy ancho el rio abajo, y seguimos por él, y dende á un poco que habiamos andado, los que iban delante del real descobriendo, volvieron á decir como habia gente de guerra que nos estaba aguardando; y ansí juntamos toda la gente del fardaje, y tomándola eu medio de la avanguardia y retaguardia caminamos hacia los indios de guerra, los cuales estaban en un gran llano que duraria legua y media, y como nos vieron comenzáronse á venir para nosotros muy denodados, y echando puños de tierra para el cielo, y temblando los arcos y haciendo muchos visajes. Entre ellos venia un indio mas señalado que los otros porque traia un sambenito negro como escapulario, el cual traia sembrado por él de conchas de perlas muy labradas, é que traia muchos perrillos, pájaros é ciervos é otras muchas cosas, é como era por la mañana é el sol daba en él, relumbraba á manera de plata, y este traia su arco y carcax de flechas, y una porra muy bien labrada en la mano, y venia regiendo la gente. Llegámonos los unos de

los otros tanto como dos tiros de piedra; y como estovimos tan cerca, este indio que á los otros gobernaba se adelantó de todos é con el arco hizo una muy larga raya en el suelo, é se hincó de rodillas en ella é besó la tierra, y despues de hecho esto se levantó, y parado él é su gente comenzó á hablar diciendo que nos detoviésemos, y que no pasásemos aquella raya que él habia hecho, porque si la pasábamos nos matarian á todos, y entendido el capitan les dijo con la lengua, que no íbamos á hacerles dapño ni mal, que antes los queriamos por amigos é queriamos paz, que se volviesen á sus casas, que nos trujesen bastimento é de lo que tenian, que no les hariamos daño ninguno, que no íbamos sino á ver aquella tierra; y á esto respondieron que ellos eran contentos de traernos de comer, que nos asentásemos, é que atarian con unas cuerdas que ellos traian los animales, que eran los caballos que nosotros teniamos, y á nosotros tambien, é que despues de atados nos traerian de comer; y luego se empezaron á desatar unas cuerdas que traian ceñidas para este efeto, y á tener entre ellos muy grande orgullo; y visto esto nos pareció que debiamos de dar en ellos antes que ellos nos flechasen, é asestóseles un tirillo que llevábamos de campo al mayor golpe dellos, é en soltando el tiro dimos el Santiago sobre ellos. Estos indios pelearon tan bien é tan animosamente como he visto á indios despues que en Indias estoy, é á ningunos he visto pelear tan bien como ellos, é si no los tomáramos en tierra tan llana y apacible, nos hicieran muy mayor daño del que nos hicieron, aunque fué harto, que hirieron doce caballos é mataron uno, é no llevábamos sino diez y siete por todos, y con el ayuda de Dios los desbaratamos, é nos volvimos á aposentar al pueblo que primero habiamos hallado, donde se curó de los cristianos, que habia cinco ó seis heridos, é de los caballos. Este rio es muy poblado y de mucha gente, y los pueblos del arte de los de Cinaloa y de Mayon, aunque son mayores y de mas arte. Por orilla deste rio viene una cordillera de sierra que nace de la principal y entra en la mar, á mi parecer mas de veinte ó treinta leguas; y segun despues ha parecido desde esta sierra se hace el ancon que viene á parar la punta á Xalisco, que son doscientas leguas ó mas, que es donde Ortun Jimenez, el capitan que se le alzó al marques, murió; á la cual tierra llamaban isla, porque como iba por aquel ancon

adelante y entraba en la mar, parescióles que no podia ser tierra firme, hasta que despues se fué á ella.

Despues de haber curado los cristianos y caballos heridos, con deseo de pasar adelante, tovimos lengua de otra provincia que el nombre no se mne acuerda, que está hacia la sierra principal el rio arriba, é idos allá hallamos que estaba destruida de los indios de Yaquimi, que le habian dado muy gran guerra, é no hallamos bastimento para podernos sustentar, é ansí nos volvimos adonde primero habiamos tenido real, y desde allí fuí yo con ocho de á caballo hasta la mar, creyendo que pudiéramos ir de luengo de la costa é que pudiéramos bojar aquella sierra, por donde vi claramente la vuelta que hacia por la mar adentro, é visto que no habia camino é que era todo manglares é tierra muy áspera, me volví, é visto que no podiamos pasar esta cordillera sin mucho riesgo, por ser, como éramos, pocos, acordamos de volvernos á Culiacan donde llegamos víspera de Pascua de Navidad.

La demanda que llevábamos cuando salimos á descobrir este rio era las Siete Cibdades, porque el gobernador Nuño de Guzman tenia noticia dellas, é de un rio que salia á la Mar del Sur, é que tenia cuatro ó cinco leguas en ancho, é los indios tenian una cadena de hierro que atravesaba el rio para detener las canoas é balsas que por él viniesen, é era gente muy belicosa, é hallamos lo que tengo dicho.

Llegados á Culiacan hallamos alzada la tierra, é que los indios habian muerto muchos cristianos, y sin ningun bastimento de pan, porque como los cristianos en esta villa no tovieron donde sembrar al principio, halláronse en blanco, y repartíase por puños el maiz que habian de comer, y algunos dellos lo dejaban de comer y lo sembraban con sus manos, porque hay muy buenas tierras, por no verse en la necesidad que adelante se les aparejaba, la cual fué muy grande, é si no fuera por el socorro que de Xalisco se les hizo, se despoblara el pueblo; por donde parece claro que es menester que todas las tierras que se pueblan, al principio hacerse muchas sementeras, porque desto redunda muchas cosas que aquí podria decir.

Desde el rio de Petatlan hasta el de Yaquimi es todo de una gente, como tengo dicho: no hay frutas, ni batatas ni otras cosas que

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