Imágenes de páginas
PDF
EPUB

en todas partes muchísimas poblaciones, en todas tomaron posesion sin resistencia de sus naturales.

De Chametla salió D. Nuño de Guzman en demanda de la provincia de Culiacan, marchando siempre el ejército por la costa del mar del Sur, y corriendo los capitanes desde la punta de Mataren hasta el rio Piastla, la sierra de aquella comarca, el valle de Mazatlan, y el rio que desde entonces se llamó del Espíritu Santo. En todas estas partes hallaron innumerables gentes, y toda la tierra llena de labores de maiz, de algodon y calabazas, aunque la de la sierra era menos abundante. Llegaron al pueblo del Ojo, que está tres leguas antes de Culiacan; el señor de él salió de paz á recibir á los nuestros acompañado de mas de diez mil indios, todos gente muy distinta de los que quedaban atrás, en el traje, policía, lenguaje y gallarda corpulencia, y fueron acompañando hasta el pueblo del Navito. Al rio de este pueblo salieron á recibir al ejército como cincuenta mil indios de guerra, armados de arcos y flechas, dardos de brasil, macanas de guayacan, que son unos palos con sus porras en las puntas y cuchillos de pedernal, vestidos de mantas matizadas y revestidos con pieles de leones y de tigres, y traian al cuello sartas de codornices, pericos pequeños y otros diferentes pajaritos. Hicieron la vénia al gobernador, y fueron guiando á su pueblo danzando y cantando por el camino, que tenian muy barrido y enramado, y con muchos sahumerios. El cacique se llegó al gobernador, muy admirado de ver el traje español, y le pidió que no le hiciesen daño, que él ni los suyos no pretendian guerra, sino paz: prometióselo así el gobernador, y al pasar el rio rompieron los indios un bosque que tenian plantado á mano, y en él muchos caimanes encerrados, los cuales luego que se vieron libres saltaron al rio, y los indios con gran destreza se les subian encima, flechaban y lazaban, lo que fué de tanto agrado para los españoles como el mejor torneo. Llegados al Navito, salió la señora mujer del cacique acompañada de otras muchas mujeres de los nobles, la cual vestia un huipil ó alcandora de algodon muy matizado, y sus arracadas y gargantilla de caracoles y perlas quemadas: dieron todas la bienvenida al gobernador, y dejándole en la casa que le tenian bien dispuesta, se fué cada una á la suya.

Otro dia llamó D. Nuño de Guzman á los señores de aquella pro

vincia, y les hizo un razonamiento muy discreto para que rindieran vasallaje al rey de Castilla y emperador de los indios, el Sr. Cár los V, que á la sazon gobernaba, y para que detestando sus torpes idolatrías, diesen la adoracion debida al Supremo Criador de cielo y tierra, único Dios verdadero, y á su Hijo unigénito Jesus, profesando por medio del santo bautismo su ley santísima. Oyéronle los indios con grande atencion, y prometieron con mucho rendimiento ejecutar cuanto se les mandase. Visto esto por el gobernador, la muchedumbre de gente y la gran bondad de ella y de la tierra, para mejor asegurarla determinó fabricar en ella un fuerte y fundar una villa con el título de San Miguel del Navito; y habiéndosele hecho ordenanzas, señaló para justicia mayor al capitan Melchor Diaz; para cura al Br. Álvaro Gutierrez; para pobladores á D. Pedro de Tobar, regidor mayor de la villa de Sahagun, y de la casa de Huélgamo; D. Diego López, veinticuatro de Sevilla; D. Estéban Martin, natural de Sevilla; Juan de Medina, Pedro de Nájera, el capitan D. Cristóbal de Tapia, Juan de Bastida, Lázaro de Cebreros, Maldonado Bravo, Pedro Álvarez, Alonso Mejía Escalante, Juan Hidalgo, de Plasencia, Diego de Mendoza el caballero, Pedro de Garnica, Pedro Cordero, Juan de Barca el que se ahorcó, Diego de Torres señor de Zavala, Juan de Soto, Juan de Mintanilla, Juan de Baeza, Álvaro de Arroyo, Sebastian de Évora, Alonso Cordero, Pedro de Armendia, Alonso de Ávila, Juan Muñoz el que se alzó, y Alonso Rodriguez. Á todos estos españoles dejó Nuño de Guzman en la nueva villa de San Miguel del Navito; aunque en el mismo año, que era el de treinta y dos, fué trasladada á Culiacan, que es en donde hasta hoy permanece.

CAPÍTULO XII.

De la conquista de Topia, Pánuco ó Guadiana, Petatlan, Tamachola, Sinaloa y rio de las Balsas.

Fundada la villa de San Miguel del Navito, y poco despues de Culiacan, D. Nuño de Guzman, por el mes de Octubre del año de mil quinientos treinta y dos, dividió su gente en tres compañías; la

primera de cien españoles, cincuenta de á pié y cincuenta de á caballo, y dos mil indios que tomó para sí, con el capitan D. Cristóbal de Oñate; la segunda de cincuenta españoles, los veinticinco de á pié y los otros de á caballo, con quinientos indios, dió al capitan D. Pedro Almindez Chirinos; y la tercera, con otra tanta gente y caballos, al capitan D. José de Angulo. Su Señoría corrió por los rios y costas del mar al puerto de Bato y al Ostial, dándosele todas las poblaciones de paz. Descansó en Culiacan, que está dos leguas del mar, donde le sustentaron con grande abundancia, porque su rio es tan fecundo que puede sustentar dos ciudades como Sevilla y Lisboa, y á pocos dias prosiguió su derrota hasta las Vegas y Vizcaino; de allí á la sierra de Capirato, y ganó todas las poblaciones que en ello habia, aunque á costa de muchos españoles y cuasi todos los indios amigos, porque habia en estas tierras mas de doscientos mil indios, y ahora no hay ni quinientos.

La compañía del capitan D. José de Angulo atravesó las fragosísimas sierras de Topia, donde no encontró mas que indios muy feroces, sin poblacion fundamental y faltos hasta de bastimentos, porque su manutencion la tenian fundada en el arco y las flechas con que cazaban. De allí pasó á los llanos de Pánuco, que son los que despues se llamaron de Guadiana (gobernacion que ahora es de la Vizcaya por haberla usurpado, segun escribes, el capitan Ibarra á la Nueva Galicia). En estos llanos tampoco halló el capitan Angulo cosa en que poder detenerse, porque eran indios muy bárbaros los que allí vivian, y solo se sustentaban de raices, tuna y sabandijas. Tomó posesion de las tierras; y aunque traia órden de proseguir hasta topar con Tampico, porque queria el gobernador Guzman que estas dos encomiendas suyas se comunicasen, pero viendo Angulo que la tierra era muy falta de bastimentos, y tan fria que ya llevaba muertos muchos caballos con las grandes heladas, se volvió á la villa de San Miguel á los principios del año de mil quinientos treinta y tres.

El capitan Chirinos, que fué á quien se dió la tercera compañía, salió para la parte del rio de Petatlan, y antes de llegar á esa provincia, en el rio que despues se llamó de Sebastian de Évora, porque se le dió aquella tierra en encomienda, salieron mas de treinta mil indios de guerra impidiendo el paso; pero habiendo te

nido muchos encuentros y escaramuzas con ellos, los desbarató, venció y puso debajo de la corona de Castilla. Prosiguió luego su camino al valle de Petatlan, que dista cincuenta leguas de Culiacan, y se llamó así porque sus casas eran de esteras ó petates: sus habitadores vestian algodon y gamuzas, que son cueros curtidos de venados, y alzaban cópiosas cosechas de maiz, frijol y calabazas: comian carne humana, y adoraban al sol y á la luna, sacrificándoles los frutos de la tierra. Sujetólos el capitan Chirinos, y pasó al rio de Tamachola que dista veinte leguas, y por el camino encontraron muchos árboles de brasil, aunque no muy fino. Dióse de paz el pueblo de Tamachola y todas las poblaciones de su rio; y desde aquí envió Chirinos á los capitanes Lázaro Cebreros y Diego de Alcaraz á descubrir otras tierras, y descubrieron la provincia de Sinaloa, donde habia veinticinco pueblos; y aunque á los principios quisieron resistirse á los españoles, pero convidados con la paz la admitieron y se sujetaron al rey de España. De aquí caminaron hacia el Sur sin encontrar mas agua que algunos charcos de la llovediza, hasta que á distancia de treinta leguas dieron en el rio de las Balsas (llamado así porque en ellas lo pasaron), en el cual los indios que lo poblaban quisieron impedir el paso; pero disparándoles á lo alto algunas escopetas, se espantaron y dieron lugar á los nuestros. En este rio tuvieron noticia que ocho jornadas adelante habia grandes poblaciones, y habiendo caminado treinta y cinco leguas sin hallar agua ni poblado, se les murió mucha gente, y hubieran todos perecido, si con el zumo de unos cardos grandes que cortados con las espadas destilaban mucho, no hubieran refrigerado el grande calor y sed que padecian. Entraron por fin en el rio de Yaquimí, que pasaron sin resistencia de sus pobladores; pero de la otra banda, en un llano de dos leguas, les salieron muchos indios puestos á punto de guerra, los cuales tirando puños de tierra al cielo bramaban y amenazaban á los españoles; y viendo que sin hacerles aprecio se les acercaban, se adelantó el capitan de ellos, y haciendo una raya en la tierra les dijo que no pasasen de allí, porque habian de perecer. El capitan Alcaraz le respondió que no iba á hacerles mal, sino á buscar su amistad; que se diesen de paz ellos cautelosamente respondieron que sí, pero con la condicion de que se apeasen de los caballos y los amarrasen: los

españoles, que conocieron la cautela, se apercibieron mejor, y dispararon un gran mosquete y otras escopetas por ver si los espantaban; mas no sirvió sino para encolerizarlos mas, hasta que vinieron á rompimiento con tan celerosa furia, que hirieron á doce indios amigos y á ocho españoles, y mataron á un caballo; pero aunque parecieron ser los indios mas valientes de toda la Nueva España, por fin fueron vencidos, y los nuestros entraron al pueblo de Yaquimí á tomar posesion y descansar en él.

Estando allí acordaron con muy justificados motivos que era temeridad pasar adelante, y así se fueron viniendo reconociendo de nuevo y pacificando lo conquistado; y luego que ellos salieron de aquel pueblo, llegaron á él cuatro españoles, llamado el uno Cabeza de Vaca, el otro Dorantes, el otro Castillo y el otro Maldonado, y un negro llamado Estéban, que por haberse perdido con Panfilo de Narvaez en la Florida, escaparon, y peregrinando desde el año de veintiocho entre indios bárbaros, habian llegado ese año de treinta y tres á aquellas tierras. Estos tuvieron noticia que andaban cerca los conquistadores, y siguiendo sus huellas desde Yaquimí, en los Ojuelos, una jornada mas acá de Sinaloa, alcanzaron al capitan Lázaro Cebreros, que mirándole no acertaban ni aun á hablarle, porque la fuerza del gozo les sofocaba y anudaba las gargantas; pero pasado algun rato se dieron á conocer, y Cebreros los llevó con Alcaraz, y todos juntos caminaron á Sinaloa y rio de Petatlan, donde les esperaba el capitan Chirinos. Diéronle razon de todo lo conquistado, y dijeron que aunque no le traian oro, plata ni otras preciosidades, porque no las ofrecia la tierra, pero que le traian lo que valia mas que todos los tesoros del mundo, en cinco cristianos viejos que habian hallado. Alegróse mucho Chirinos, y regaló con grande amor á los peregrinos: ellos venian con el cabello largo hasta la cintura, y la barba hasta los pechos; sus sombreros y calzones eran de palma, y sus vestidos de pieles: venian descalzos, muy denegridos y tostados del sol y del frio, y acompañábanles innumerables indios reverenciándoles como á dioses, porque segun decian ellos, sanaban los enfermos y resucitaban muertos, lo cual es muy para alabar á Dios nuestro Señor y al poder de su santísima fe, porque á estos católicos cristianos comunicó la virtud de hacer milagros cuando eran necesarios para que aquellos bárbaros les ali

« AnteriorContinuar »