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mentasen y no quitasen la vida. Amándoles tanto los indios, que habiendo llegado á Sinaloa no quisieron volver á sus tierras; y así, quinientos que fueron los que se quedaron, fundaron á orillas del rio de Petatlan dos pueblos, llamado el uno Popuchi y el otro Apucha; y los españoles, este año de treinta y tres, la villa de San Felipe de Sinaloa.

CAPÍTULO XIII.

Se declaran algunas dudas sobre los lugares pertenecientes á la Nueva España y á la Nueva Galicia; se da razon de las fundaciones de la ciudad de Compostela y villa de la Purificacion.

Muy digno de admiracion es, que pudiendo competir en el gran distrito de su conquista el Sr. D. Nuño de Guzman con el Sr. D. Fernando Cortés, este viva tan impreso en la memoria de los americanos que no hay quien ignore su famoso nombre, y el de D. Nuño de Guzman yace tan ignorado, que aun en la Galicia apenas hay quien lo sepa. Y aunque se puede discurrir que por haber tenido un fin tan desgraciado, como verse preso en México en una jaula de hierro, segun afirma nuestro Ornelas, y despues morir en Torrejon de España en suma miseria, sin haber querido el rey ni aun oirlo; mas yo acordándome que en el Levítico mandaba Dios nuestro Señor que las plumas de las aves que se le sacrificaban se arrojasen entre las cenizas, porque con ellas se meten las aves en sementeras no suyas, segun Rabbi Salomon; discurria yo que el haberse sepultado las memorias de D. Nuño de Guzman, fué por haberse metido en sembrados de otro, ó por haber aplicado á su conquista muchos lugares que á su costa habia conquistado el Sr. D. Fernando Cortés, por medio de su primo D. Francisco Cortés de San Buena

ventura.

Ya tenemos dicho en los capítulos tercero, cuarto y quinto de este libro, como el dicho D. Francisco Cortés, por los años de quinientos veintiseis, saliendo de Colima y viniendo segun parece por Zapotitlan, Tuscacuesco, Autlan, Tenamastlan, Tecolotlan, Ameca, conquistó desde el valle del Ahualulco hasta Tepic; y volviéndose

por Jaltemba Ꭹ toda la costa del mar al valle de Banderas, al de los Frailes, al de los Coronados, con cuanto en ese óvalo se contiene. Estando pues esto así, vino D. Nuño de Guzman, año de quinientos treinta, y metió en su conquista á los pueblos de Ahuacatlan y Xalisco; puso en Tepic, que era encomienda por Cortés de Juan de Amar, una como plaza de armas, por ser la puerta para todo lo conquistado: hizo casas entre Tepic y Xalisco, cuyos vestigios hasta hoy se ven, y vivieron en ellas el primer obispo de la Galicia, D. Pedro Gómez Maraver, y el primer religioso que hubo allí, Fr. Bernardo de Olmos: fundó adelante en Castlan, como quien viene para el Sur, la ciudad de Compostela. En Huachinango puso por encomendero, como si le perteneciera, á Francisco de Ulloa: pasó á Mascotlan y lo dió con todos sus distritos al capitan D. Cristóbal de Oñate. Á Tepospizalotlan al capitan D. Juan Fernandez de Hijar; á Cuautlan á Antonio de Aguayo; y á Martin Refarache y á otros conquistadores la mitad del valle de Espuchimilco y la mitad del puerto de Navidad; y finalmente, escogiendo el mejor punto del dicho valle, dia de Nuestra Señora de la Purificacion, fundó la villa intitulada así, año de mil quinientos treinta y seis, dejando en ella por justicia mayor al dicho capitan D. Juan Fernandez de Hijar, de la casa real de Aragon; y por pobladores á Antonio de Aguayo y Portillo; á Martin de Refarache, vizcaino; á Juan Gallego, montañés; á Gonzalo Varela, portugués; á Melchor Alvarez, de Granada; á Íñigo Ortiz, de Sevilla; á Diego Tellez, á Juan Salamanca, á Fernando del Valle, de Aranda de Duero; á Juan de Armesto, de Sevilla; á Alonso de Castañeda, montañés; á Fernando Ruiz de la Peña, conquistador de México; á Bartolomé Chavarin, genovés; á Pedro de Toro, de Trujillo; á Alonso TrujiHo, de Medellin; á Fernando del Valle, á Pedro Olasto el viejo, á Juan Tellez, á Juan Yañez y á Castellon.

Los vecinos que fundaron la ciudad de Santiago de Galicia de Compostela los escribo tambien, como escribiré, Dios mediante, los de Guadalajara, para que muchos que por su pobreza han llegado á no conocer su linaje, sepan que son descendientes de los conquistadores del reino, y primeros pobladores de los dichos lugares. Fueron, pues, los primeros vecinos de Compostela, los siguientes: El capitan D. Cristóbal de Oñate, de los condes de Oñate en Vizcaya;

el capitan D. Juan de Villalva, de Vitoria ; Alonso de Castañeda, montañés; Juan de Samaniego, de la Guardia de Logroño; Álvaro, de Bracamonte, de Paladinos de Ávila; Alonso López y su padre, de Zafra; Juan de Arce, montañés; Bartolomé Perez y su hijo Rodrigo, estremeños; Domingo de Arteaga, vizcaino; Pedro Ruiz de Haro, de Peñaranda; Mateo Pascual, castellano viejo; Tomás Gil, castellano viejo; Andrés Lorenzo, castellano viejo; Mateo Sanchez, castellano viejo; Alonso Álvarez de Espinosa, de Medellin ; D. Álvaro de Bracamonte, D. Francisco de Peña, el contador D. Diego Árias Navarrete, D. Juan de Bracamonte, D. Pedro de Bracamonte, D. Fernando Tovar, Juan Ruiz, de Torre Milano y Pedroche; Alonso Valiente, castellano viejo; Juan Flamenco, Alonso Lúcas, Luis Alonso Chacon, sevillano; el tesorero Pedro Gomez de Contreras, de Pedroche; Francisco de Estrada, de Santo Domingo de la Calzada; Juan Sanchez de la Torre, de Almedranejo; Juan Royon, portugués; Gerónimo Perez de Arciniega, vizcaino; Diego de Villegas, estremeño; Juan Perez, de Colio; D. Álvaro de Tovar, de la casa del duque de Lerma; Manuel Fernandez de Hijar, de la casa de Aragon; Francisco Balbuena de Estrada, Rodrigo de Carbajal Ulloa, Francisco de Torquemada, Márcos de Carmona, Alonso Perez, Martin de Rentería, Diego López Altopica, Diego de Villegas, Antonio. Ruiz Benavente Maldonado, Fernando de Haro, Gerónimo de Orozco, Pedro de Brizuela, Alonso de Roa, Pedro Arias de Bustos, Alonso de la Puebla: señor cura señaló D. Nuño de Guzman al Lic. D. Miguel de Lozano.

Todas las dichas tierras arrimó á su conquista el referido conquistador de la Galicia, quitándoselas al Sr. Cortés; y aunque este siempre las peleó, pero se quedaron incorporadas en la Galicia por dos razones: la primera, porque aunque le vino á D. Nuño de Guzman juez señalado de la audiencia de México, llamado D. Luis de Castilla, este á buen librar escapó con la vida, porque lo prendió. en Compostela D. Nuño de Guzman, y le hubiera cortado la cabeza, si los Oñates y otros señores no hubieran intercedido por él. Y enviando todo el proceso á España, en medio del mar se hundió el navío con D. Santiago de Aguirre, regidor de la Nueva Guadalajara, que lo llevaba. La otra razon es, que aunque vinieron cé dulas del rey para que se entregaran al Sr. Cortés los lugares que

le habia usurpado D. Nuño de Guzman, él se dió tan buena maña, que se quedó con ellos. Pero como es sentencia divina que con la vara que uno mide no solo será medido sino remedido ó medido al doble, por los pocos lugares que usurpó á Cortés Guzman, le usurparon á él el reino de Pánuco ó Nueva Vizcaya, con la Victoria y Garayana, y lo dió por bien el rey.

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CAPÍTULO XXVI.

En que se trata de algunos alzamientos de los indios comarcanos á la villa de Guadalajara, y de las guerras que los españoles tuvieron con ellos, y de su pacificacion &c.

En cinco dias del mes de Octubre de mil quinientos treinta y seis, como consta de los autos hechos por el cabildo de la villa de Guadalajara, siendo alcalde Miguel de Ibarra fué con la gente de la villa á apaciguar y conquistar á los pueblos de indios que estaban alzados y rebelados, negando la obediencia á S. M.; y por cuanto el otro alcalde su compañero no estaba en la villa, dejó por su teniente y nombró á Juan del Camino, el cual fué bien recibido en cabildo con todas las solemnidades del derecho; y luego á veintiseis de Noviembre del dicho año fué á pacificar otra vez á otros indios en la dicha jurisdiccion, y dejó nombrado por su teniente de alcalde á Antonio de Aguirre. Era virey en el tiempo que hubo estos alzamientos D. Antonio de Mendoza, el cual habia venido el año de mil quinientos treinta Y CINCO; y para mayor averiguacion y certeza de lo sucedido en los alzamientos, me he valido de una informacion de Pedro Alberto, nieto de Juan Delgado, encomendero del Teul, y conquistador y capitan que anduvo en compañía del gobernador Nuño de Guzman, que por ser hecha de órden de la real audiencia la tengo por muy cierta.

Comenzando por el pueblo del Teul, que no poco dió en que entender á nuestros españoles, digo: que tiene este pueblo por cabeza un cerro al principio cuadrado como de peña tajada, y arriba otro cerro redondo; y encima del primero hay tanta capacidad que caben mas de veinte mil indios, y aquí se hicieron fuertes en tiempo

de la conquista, hasta que vencidos se bajaron á LOS LLANOS. En este monte estaba una sala en donde estaba su ídolo, que llamaban el Teotl, y de toda la comarca venian á darle adoracion como al dios principal que residia en la cabecera; tiene más una pila de losas de junturas de cinco varas de largo y tres de ancho, y mas ancha de arriba que de abajo, en la cual ofrecian sus sacrificios de hombres y niños al demonio, cortándoles las cabezas. Esta pila tiene dos entradas; la una en la esquina que mira al Norte, con cinco gradas, y la otra que mira en esquina al Sur, con otras cinco : no lejos de esta pila, como dos tiros de arcabuz, están dos montecillos que eran los osarios de los indios que sacrificaban, sobre los cuales se han criado con el tiempo yerba y árboles, aunque no muy grandes. La relacion que dan los testigos en la informacion referida es que oyeron contar á sus padres y abuelos que el capitan Juan Delgado en compañía del padre Fr. Juan Pacheco, religioso de N. P. S. Francisco, fueron los fundadores de la iglesia de aquel pueblo, y pusieron la primera piedra ambos; y que para aficionar á los niños á que fuesen á la doctrina para enseñársela, les daban confites y listones, con lo cual se aficionaron de manera que no veian la hora de ir á la iglesia; y que despues de algun tiempo llegó á aquel pueblo un santo clérigo ya viejo, llamado Miguel Lozano, el cual quedó allí en el ínterin que el dicho padre Fr. Juan Pacheco y Juan Delgado daban á los españoles de toda la tierra los de la jurisdiccion de Tlaltenango; y que viendo el padre Fr. Juan Pacheco que los españoles estando á la parte de un cerro arriba querian dar la batalla, les dijo por inspiracion DIVINA que no la diesen hasta que pasasen dos dias, porque era infinidad de indios la que estaba abajo escondida, y que él diria cuando se habia de dar. Para certificarse de esto los españoles enviaron seis espías, y habiendo muerto uno, volvieron los cinco, y dijeron que el campo no se parecia de indios: pasados dos dias en que muchos de ellos se habian retirado á buscar bastimentos, y á los españoles llegado socorro, por consejo del padre Fr. Juan Pacheco se dió la batalla,

Esta frase no hace sentido; pero en el cap. 2 del lib. II de la Crónica MS. de Michoacan por el P. Beaumont se encuentra copiada esta informacion de Pedro Alberto,

y allí se encuentra, sin diferencia alguna, la frase que motiva esta nota. He aprove chado, sin embargo, aquel texto para corregir otros errores de mi copia.

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