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y quedaron vencidos los indios y echados del cerro, con que se dió fin á la guerra.

Y habiendo vuelto al pueblo del Teul el padre Fr. Juan Pacheco y Juan Delgado, hallaron enfermo al clérigo Miguel Lozano, y duró su enfermedad hasta que se acabó la iglesia, la cual se bendijo y dijo la primera misa dia de la degollacion de S. Juan Bautista; y dentro de cinco dias se llevó Dios al buen elérigo Lozano, con opinion de santo y virtuoso varon, habiendo recibido los santos sacramentos. Ganóse este pueblo dia de S. Juan Bautista, y la iglesia se acabó dentro de un año y lo que va á decir al dia de su degollacion; y el dia que se dijo la primera misa se bautizó un hijo del gran cacique y una hermana suya, y se llamó el indio D. Juan ella Doña Catalina; y el padre Fr. Juan Pacheco dió al indio una imágen de S. Juan Bautista, y á la india otra de Sta. Catalina mártir, y desde entonces quedó por titular y patron el santo precursor.

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Mucho se padeció en la conquista de este pueblo, porque la primera vez que se alzaron los indios y fueron los españoles á reducirlos, murieron á manos de los indios todos los españoles, que no quedó ninguno; y pasados muchos dias volvieron otros españoles, y se subieron los indios al cerro, donde se hicieron fuertes, por tener allí á su ídolo principal, y por esta causa pusieron á dicho cerro por nombre Toix, que quiere decir dios. Vencidos los indios, los españoles derribaron y quebraron aquel gran ídolo Teotl, y los bajaron y poblaron adonde ahora está el pueblo, y se fueron quietando y acariciando con los religiosos, y muchos de los que se habian ido de miedo de los españoles se volvieron ; y Dios como padre de misericordias les dió cinco manantiales de riquísima agua en contorno del pueblo cerca de las casas, y todos salen de peña abierta, con que hoy tienen mucha abundancia.

Tenia este pueblo, como tres leguas de distancia á la parte del Norte, una cueva á quien ellos llamaban Cuicon, que quiere decir lugar adonde cantan; y la razon de llamarse así era porque estando junto á la cueva se oian cantos de diferentes voces y diversas lenguas é idiomas, y por ser la cueva grande sonaba mucho y no se entendia lo que cantaban; y en el suelo á la entrada de esta cueva, que está claro, veian infinidad de huellas y pisadas de hombres,

mujeres y niños, de aves y animales, y què barriéndola por lá tarde, á la mañana se volvian á ver las mismas pisadas. Amedrentados los indios con esto, fué un religioso que lo conjuró, y cesó todo; con que se aquietaron los indios y dijeron que el Dios de los cristianos era el verdadero; y así entrando despues el año de mil quinientos treinta y nueve, como cuenta el P. Torquemada, dos religiosos de nuestra órden á visitar las naciones del Teul, fueron bien recibidos, porque solo su rencor y enojo lo tenían con los españoles, á quienes siempre todas las naciones de indios han querido mal por los malos tratamientos que desde la conquista recibieron de ellos. Descubrieron estos dos religiosos hasta treinta pueblos adonde no habian llegado españoles, y los mayores de ellos tendrian de cuatrocientas á quinientas personas; y habiéndoles predicado y dicho á lo que iban, recibieron de buena gana la fe, y trajeron sus hijos para que los bautizasen, siendo ellos bautizados primero.

Volvieron los españoles que habian ido á la pacificacion de los indios arriba referidos, á la villa de Guadalajara; y estando cuidadosos por verse cercados de enemigos, un dia víspera de S. Miguel al salir del sol salieron algunos á requerir los ejidos de la villa para ver si habia enemigos, y vieron dos leones cachorrillos arrimados á un pino, y lo tuvieron por buen anuncio de que el leon español habia de vencer al soberbio altivo del ejército infernal; y el mismo dia vinieron infinidad de indios despues de vísperas á pelear con nuestros españoles, los cuales saliendo al encuentro á los indios, vieron visiblemente al apóstol Santiago y á los ángeles que peleaban en su favor, con que vencieron la bárbara nacion; y otro dia de S. Miguel se llenó de resplandores la imágen del santo ángel pintado en un guadamecí, y al presente está en la catedral, no con la decencia debida á tan gran milagro y merced. Despues de esto se juntaron en cabildo el teniente gobernador, alcaldes y regimiento y demas vecinos en presencia del cura y vicario, é hicieron JURAMENTO sobre el misal y ara de tener perpetuamente por patron de la villa al gloriosísimo arcángel Sr. S. Miguel, erigirle capilla particular, y en memoria de esta victoria sacar cada año el pendon por las calles públicas de la villa. Algunos dicen que esta victoria fué el año de mil quinientos cuarenta y uno,

cuando hubo la guerra del Mixton, lo cual no se puede ajustar con la verdad de la historia, como parece por el privilegio de las armas de Guadalajara que dió el Emperador el año de mil quinientos treinta y nueve, del cual consta que ya habia sucedido el caso referido, y que no pudo ser cuando la guerra del Mixton, ni se puede referir el suceso á otro año que al de que vamos hablando, que es el de mil quinientos treinta y seis. En este año de mil quinientos treinta y seis se fundó el pueblo de San Pedro, visita de Zapotitlan &c. 5

CAPÍTULO XXVII.

En que se trata de una batalla que tuvo el gobernador Diego Perez de la Torre con el cacique Guaxicar, é indios de Xocotlan y Guaxacatlan &c.

En primero de Enero del año de mil quinientos treinta y ocho, estando juntos en cabildo en la iglesia de esta villa, dice el secretario del Lic. Diego Perez de la Torre, gobernador de la provincia de la Galicia por S. M., Miguel de Ibarra, Francisco Barron y Francisco de la Mota, regidores que fueron el año pasado de mil quinientos treinta y siete, dijeron que por cuanto el dicho señor les ha mandado como á tales regidores que fueron el año pasado, nombren para este de quinientos treinta y ocho personas tales para alcaldes y regidores, nombraron á Alonso Álvarez y Diego Sigler y á Cristóbal Romero; y luego el señor juez y gobernador los confirmó y fueron recibidos por el cabildo; y luego en dos dias de Enero del dicho año recibieron por vecino de la dicha villa á Pe

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Sigue en el texto, y sin separacion alguna, un párrafo que parece intercalado por los copistas, y tomado tal vez de algun apunte suelto del P. Tello. Dice así á la letra:

«En el capítulo 36 solo se halla para este intento el párrafo siguiente: El capitan Cristóbal de Oñate, por la ausencia de su hermano Juan de Oñate, dió á su sobrino Juan de Saldivar (falta aquí algo); y despues de lo cual llegó el Lic. Diego Perez de la Torre al pueblo de Tonalá, y se aposentó debajo de la higuera que se ha referido en su lugar,

en unas casas de la cacica y señora del pueblo de la provincia, habiéndole recibido el capitan Cristóbal de Oñate con el regimiento de la villa de Guadalajara que estaba tres leguas de allí, y trajo consigo religiosos de N. P. S. Francisco, y entre ellos al padre Fr. Diego Perez, su hijo, en ocasion que el bendito padre Fr. Antonio de Segovia era guardian del convento de Tetlan, y primer custodio de la provincia de Michoacan y Xalisco, que en aquel tiempo era toda una.»

dro de Tordesillas, y mandaron que goce de todas las preeminencias y libertades que los otros vecinos de la dicha villa han y gozan, y que le den solar.

Despues de esto se levantaron y alzaron de guerra los indios de Xocotlan, Guaxacatlan y Hostotipaquillo, movidos por su cacique Guaxicar; y habiendo llegado á noticia del gobernador Diego Perez de la Torre, luego al punto procuró ir en persona á su pacificacion, para lo cual convocó algunos de los capitanes, y les dió el órden que habian de llevar con sus soldados; y habiendo juntado algunos indios amigos mexicanos, partieron de Tonalá para su jornada; y habiendo llegado al puesto donde los indios estaban de guerra, los hallaron empeñolados en unos cerros muy altos. El gobernador les mandó decir que se aquietasen y bajasen de paz, y que él en nombre de S. M. les perdonaba el delito que habian cometido en alzarse y tomar las armas; á que respondieron con mucha soberbia, diciendo que habian de morir en la demanda hasta matar los españoles ó echarlos de la tierra; y entonces mandó á los capitanes cercasen los peñoles y les acometiesen por todas partes; y embistieron á tan buen tiempo sus soldados, y les apretaron de tal manera, que se bajaron á los llanos, adonde tuvieron una gran refriega, y se dió tan sangrienta batalla, que murieron infinitos indios de los alzados, y los que quedaron vivos, rotos y desbaratados se pusieron en huida, desparramándose por diversas partes. Sucedió en esta ocasion una desgracia notable, que lo fué muy grande para todo el reino, porque andando el gobernador Diego Perez de la Torre animando á sus soldados, como capitan general que era, cayó de su caballo y se lastimó de suerte que le fué forzoso, porque le agravaba el mal, volver con su campo al pueblo de Tonalá adonde tenia su mujer é hijos; y habiendo llegado, estuvo algunos dias en la cama, y como tenia lastimadas las entrañas de la caida, quebró el mal en unos vómitos y cámaras que le fueron abreviando la vida; y sintiéndose mortal hizo llamar al bendito padre Fr. Antonio de Segovia, guardian de S. Francisco del pueblo de Tetlan, y se confesó con él y recibió los santos sacramentos como buen cristiano. Y hecho esto, luego trató de poner las cosas del gobierno en órden, por lo cual envió á la villa de Guadalajara, que estaba en Tlacotlan, á llamar al capitan Cristó

bal de Oñate y á los demas capitulares, alcaldes y regidores y otras personas nobles; y teniéndolos juntos en su casa les dijo que el haberlos llamado y juntado era por nombrar con su parecer gobernador, por cuanto tenia órden de S. M. para que por su muerte y fallecimiento pudiese nombrar con parecer de todos gobernador, segun que mejor les pareciese, y que á aquel que fuese electo obedeciesen hasta en tanto que S. M. otra cosa mandase; y en conformidad de la órden de S. M. les dijo á todos los que presentes estaban, que aunque su hijo Melchor Perez de la Torre por ser ya grande le pudiera llevar para ocuparle en el gobierno, y que ellos por entender le agradaban, correspondiendo al amor y buena voluntad que siempre les habia tenido, lo admitirian, pero que no convenia hacer en él el nombramiento, por ser mozo de poca experiencia para negocio tan grave, y que así le excluia de la eleccion que en él se podria hacer, ademas que un trance tan riguroso como en el que se veia, no le permitia hacer otra cosa, y que así se determinasen en nombrar una persona tal cual conviniese al servicio de Dios y del rey, de los que estaban en aquella junta; y todos á una le respondieron que pues tenia experiencia y conocimiento de las personas del reino, le pedian y suplicaban fuese servido de nombrar por gobernador á quien mas á propósito le pareciese, y que á aquel obedecerian como gobernador; y habiendo oido la respuesta de todos, luego mandó el Lic. Diego Perez de la Torre llamar al escribano público Diego de Hurtado para que hiciese el nombramiento, el cual hizo en esta forma:

En el nombre de Dios Todopoderoso y de la Serenísima Reina de los ángeles Santa María y con su divino favor, en nombre del Emperador Carlos V, Rey de Castilla. Yo el Lic. Diego Perez de la Torre, gobernador que al presente soy del reino de la Galicia, por autoridad que para ello tengo, y en conformidad de lo tratado con la justicia y regimiento y demas capitanes de este reino y villa de Guadalajara, nombro por gobernador despues de mi fallecimiento y dias, al capitan Cristóbal de Oñate, como á persona que ha tenido tres veces el dicho gobierno, usando de él con la rectitud que al servicio de S. M. conviene, hasta en tanto que otra cosa S. M. mande, y le doy poder cual yo le tengo de S. M. ejercicio de dicho gobierno.

para el

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