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él estaban hiciesen luego talegas, y habiéndolas hecho, caminó en busca del capitan Miguel de Ibarra y de los demas soldados hácia el Mixton, dejando como doce españoles para defensa de la ciudad; y yendo caminando, á una legua de la ciudad encontró á Miguel de Ibarra y á los demas soldados muy mal heridos y muy ensangrentados, los cuales contaron al gobernador Oñate lo que habia pasado en el Mixton, y cómo habian muerto á los españoles los mas valientes del campo, y que á Salinas, á Francisco de la Mota y á Diego Hernandez Hodrero llevaron á la barranca de S. Cristóbal, y allí los sacrificaron en unos cues y adoratorios de ídolos, y despues se los comieron, y que de la misma suerte hicieron con los demas.

Estando tratando de estas cosas y de lo sucedido en la refriega pasada, dijo el gobernador Oñate, hablando con el capitan Miguel de Ibarra : << Tambien me parece que faltan Placencia y Diana, y cierto que me llega al alma tal pérdida, y que se nos aparejan grandes trabajos; sea el Señor de cielo y tierra loado por todo, que confio en su Divina Majestad lo ha de remediar como señor, pues todo cuanto padecemos y hacemos es en su servicio. » Estando en estas razones salió Pedro Placencia de una montañuela, muy desmayado, porque venia muy mal herido, sin haber comido en tres dias, y llegando adonde el gobernador con la demas gente estaba, dió tambien razon de lo sucedido, y cómo se habia apartado por otra derrota por favorecer á Diana su amigo, y que con todo eso lo mataron los indios, y que harto habia hecho él en escapar su vida, y daba á Dios gracias por haberlo librado de aquel peligro. Con la gente que llevaba y la que encontró, el gobernador quiso pasar adelante; pero todos se lo impidieron, diciéndole que no hiciese tal, porque toda la tierra estaba alzada y los cascanes hechos unos leones, y que no habia otro reparo sino pedir socorro á todo el reino, sacando soldados de cada villa y ciudad: y habiendo oido estas razones determinó volverse á la ciudad de Guadalajara para templar los llantos de las viudas, consolar á los afligidos, curar los heridos y poner remedio en tan gran fuego como se habia levantado y iba abrasando en armas toda la tierra. Llegado á la ciudad con los que salieron desbaratados de la guerra, mandó á cada uno se fuese á su casa á curarse y descansar, y él se fué á

la de Francisco de Mota á consolar á su mujer é hijos, prometiéndoles amparo, como despues lo hizo, casándola con Juan Michel,

y

la amparó honrándola á ella y á todas sus cosas. Luego envió á llamar á Diego Vazquez, y le dió la encomienda que tenia Diana, que era Cuacuala, diciéndole QUE holgara fuese mejor.

Estando en estos aflictos y trabajos, le llegaron cartas de Culiacan, Compostela y la Purificacion, en que le daban aviso como todas las provincias estaban alzadas, y cada dia les ocasionaban Ꭹ tenian mil refriegas. Mucha pena y confusion causó esto al gobernador, y viendo lo que le iba sucediendo, como hombre tan sabio y valeroso en todo, procuró disponer el reparo con prudencia militar, y mandó á los alcaldes y regidores, oficiales reales, capitanes y hombres principales que allí habia, se juntasen en su casa para tratar del caso, y juntos les dijo: «Señores, aquí á cabildo, para que se trate del remedio de tanto daño como vemos y todo el reino, y que será mas dificultad sujetarlo que cuando se ganó, habiendo traido Nuño de Guzman quinientos españoles y veinte mil amigos, y con todo eso nos vimos en grandes trabajos para ganarle y sujetarle; pero ahora que somos tan pocos para tanto remedio y para volver á ganar la tierra y resistir á enemigos tan malos y tan diestros en las armas con tan pocas fuerzas, y que los amigos que teniamos por nuestros se han vuelto enemigos, y que lo de Culiacan, Compostela y Purificacion está todo alzado, sacar un hombre de ellas seria perderlo todo; pues ya Vds. ven lo que pasa en esta provincia y villa, y que de los que aquí habia nos han muerto la mitad; cada dia esperamos á los enemigos; no hay otro remedio sino el de Dios, que este no faltará, pues lo que hacemos es en servicio suyo y en plantar su santo Evangelio. Á mí me parece se dé noticia al señor virey D. Antonio de Mendoza de lo que pasa, y que le pidamos envie socorro, porque si esto no se hace, moriremos todos á manos de nuestros enemigos y seremos aquí acabados. Este es mi parecer: Vds. verán si conviene hacerse ó no; porque lo que determinaren se hará; » y habiéndolo oido, todos respondieron que pues Su Señoría era en todo tan acertado, no tenian ellos que decir, sino que les parecia se hiciese como lo determinaba, que lo propio decian, y que este era su parecer; y luego dijo el gobernador, que pues estaban allí todos congregados,

se escogiese uno que fuese á México á pedir socorro al señor virey y á informarle y darle razon de las cosas referidas; dicho esto se miraron todos unos á otros, no sabiendo á quien señalar, y dijeron todos juntos: «V. S. señale quien fuere servido, que el que señalare irá, y provéase luego con brevedad, que es lo que mas conviene; » á que les respondió el gobernador: «Paréceme que vaya el capitan Diego Vazquez, que se halló en la derrota y pérdida del Mixton, que es persona de tanto crédito y valor, y que lleve consigo dos soldados buenos que le hagan escolta y guarden su persona: » y habiendo visto el que habia nombrado, se alegraron todos, porque Diego Vazquez era persona de mucha autoridad. y peso, bien hablado, y cabia bien en él fuese á tal embajada.

Era el capitan Diego Vazquez hermano de Fr. Dionisio Vazquez, fraile agustino, predicador del Emperador Cárlos V y del Papa Clemente VII, natural de Guadalajara en el reino de Toledo, y fué señalado para ir con la embajada; se le mandó se apercibiese para el viaje, y á los compañeros que habían de ir con él, y el gobernador le escribió al virey largo, dándole noticia de todo lo sucedido en la tierra, pidiéndole socorro. Partió Diego Vazquez para México, y el gobernador mandó que de noche y de dia se velase la ciudad poniendo guardas, y que tuviesen las armas aprestadas, porque segun los enemigos andaban victoriosos, los tendrian presto en la ciudad; y habiendo ordenado esto, mandó llamar á los correos de las demas villas y ciudad de Compostela, y los despachó con las cartas en que decia á los capitanes de ellas los trabajos con que estaban, y cómo enviaba á pedir socorro al virey, que se encomendasen á Dios y defendiesen lo que tenian á su cargo é hiciesen como valientes capitanes, que Dios seria en su ayuda: y habiéndolos despachado puso por obra el que hubiese vela de noche por sus cuartos, y tambien de dia, y que todos estuviesen con gran recato y cuidado, porque en las cosas de guerra era el gobernador muy extremado y cuidadoso, y velaba sus cuartos como le cabian, como cualquier otro soldado, y esto fué lo que le valió para no perecer él y toda la gente de la ciudad.

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CAPÍTULO XXXI.

En que se trata cómo llegó nueva á la ciudad de Guadalajara de que el adelantado D. Pedro de Alvarado habia llegado al puerto de la Navidad con su armada, para ir á la China; y el gobernador y regimiento de Guadalajara le escribieron pidiéndole socorro.

lo

En este tiempo el adelantado D. Pedro de Alvarado, conforme que habia capitulado con S. M. en España, hizo una armada de navíos en el Realejo, puerto en tierra de Guatemala y Mar del Sur, en la cual llevaba como trescientos españoles, valientes soldados, é iba á descubrir tierras nuevas, como la China y Californias, que habia dejado el marques; y viniendo caminando por la mar quiso tomar agua y refresco en el puerto de la Navidad, y Hlegado á él tuvo nuevas por el capitan Juan Fernandez de Hijar á cuyo cargo estaba la villa de la Purificacion, cómo todo el reino estaba alzado y en puntos de perderse, y de la pérdida de gente de la ciudad de Guadalajara en el Mixton, por cartas que le habian venido por unos mensajeros que habia enviado al gobernador Cristóbal de Oñate, y que era imposible socorrerse unos á otros en todo el reino, por ser pocos, y no tenian otro remedio que el de Dios y el de Su Señoría, que en tal tiempo le habia enviado á aquella tierra; y que le pedia y suplicaba en nombre de Nuestro Señor y del Emperador D. Cárlos acudiese al socorro. Esta nueva siendo oida por el adelantado D. Pedro de Alvarado, lastimóle mucho ver el trabajo en que estaban, y tuvo á buena suerte el llegar en tal ocasion para remediar tanto mal, porque se entendió se alzaria toda la Nueva España; y luego mandó desembarcar toda la gente, y habiéndola desembarcado, dijo á los capitanes y soldados del campo: «Señores, negocio es grave el que se nos ofrece; aquí se nos pide socorro porque toda la Galicia está alzada y se teme el alzamiento de toda la Nueva España: » y que si él con sus soldados no los socorria, no tenian de donde les pudiese ir socorro; que dónde se podian emplear mejor que en aquella ocasion, y que en estando asentada la tierra volverian á su jornada. Á todos les pareció bien, y dijeron se hiciese lo que mandaba.

En esta ocasion sabiendo el virey D. Antonio de Mendoza que el capitan y adelantado D. Pedro de Alvarado estaba con su armada en el puerto de la Navidad para ir á descubrir la isla de la Especería por la punta de Ballenas, que hoy llaman Californias, como habia concertado con S. M. cuando estuvo en España, le envió á llamar para concertarse con él; el cual dejando su armada en el dicho puerto fué, y habiéndose concertado con el virey para ir á Cíbola por la parte del Mar del Sur, sin el respeto debido á Cortés á quien tanto debia, de que dió mucho que decir, cuando volvió de México para ir á ver su armada, yendo por la provincia de Michoacan, como tuvo relacion del mucho aprieto en que los indios tenian el reino de la Galicia, y en particular á la ciudad de Guadalajara, porque habia ido y vuelto con ese cuidado por la relacion que le hizo el capitan Juan Fernandez de Hijar, que lo era de la villa de la Purificacion; y aunque entonces determinó salir luego con sus soldados para el socorro se lo impidió la carta que recibió del virey, se arrimó á la provincia de Ávalos con este cuidado, y habiendo llegado al pueblo de Zapotlan hizo alto con intento de pasar en él las aguas, que era por el mes de Agosto; 9 y estando en este puesto tuvo aviso del capitan Cristóbal de Oñate, gobernador de la Galicia, y de los alcaldes, justicia y regimiento de la ciudad de Guadalajara en que le daban cuenta del aprieto en que estaban, por haber tenido nueva que estaba en Zapotlan, y para esto y para darle el parabien de su buena llegada, mandó llamar á Juan de Villareal, vecino de la ciudad y hombre plático, le mandó se aprestase con sus armas y caballo y fuese al pueblo de Zapotlan adonde estaba D. Pedro de Alvarado, le diese unas cartas y besase las manos de su parte, disculpándole de no ir él

y

• El P. Beaumont, en su Crónica MS. de Michoacan, lib. II, cap. 8, dice tambien que Alvarado llegó á Etzatlan « por el mes de Agosto. » Es evidente que la relacion de estos sucesos la tomó el P. Beaumont de los MSS. del P. Tello, y para conocerlo no hay mas que comparar ambos textos. Así es que esta designacion del mes de Agosto se encon traba sin duda en el original del P. Tello, y no es una equivocacion del escribiente que hizo mi copia; pues parece muy improbable

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