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Otro dia mandó el gobernador que se juntase el regimiento en cabildo con los capitanes que habia y la gente mas principal de la ciudad y vecinos para tratar de cosas que convenian al servicio de Dios y S. M., y habiéndose juntado todos en cabildo, dijo el gobernador: «Señores alcaldes y cabildo, capitanes y vecinos de esta ciudad: aquí nos hemos juntado á CABILDO en nombre de Dios; conviene tratar en él cosas que sean del servicio suyo, y de que no haya parcialidades ni aficiones, porque de haberlas habido hemos estado en este aprieto, porque si desde el principio que entró Guzman se poblara en otra parte como yo intenté, que fué en el valle de Tzapotepec, donde ahora se llama Toluquilla, ó en los llanos de Atemaxac, no anduviéramos en estos trabajos. Bien veo que ninguno de los que estamos aquí tiene la culpa, sino Nuño de Guzman, pues estando en Tonalá poblados para quedarnos allí, nos echó diciendo que no queria que en sus pueblos ni en contorno de ellos hubiese villa ni poblacion de españoles, haciéndonos ir al valle de Nochistlan, donde poblamos la villa en una mesa redonda que parecia la de los doce pares de Francia, donde no se tuvo reposo por estar allí muy estrechos padeciendo muy grandes trabajos; y por no poder sufrir las amenazas de los cascanes lo despoblamos y nos venimos á Tonalá otra vez y estando allí con propósito de poblar, sabido por Guzman, que estaba en la ciudad de Compostela, envió á mi hermano Juan de Oñate para que como capitan los echase fuera; y no sabiendo qué hacerse vinieron á poblar en este pueblo tan triste y desventurado, á trasmano, cercado de barrancas, con pocas aguas y sin refugio, y que no tiene sino una entrada, y en especial el inconveniente de tener el Rio Grande á un lado, para no poder salir sino con mucho trabajo de cualquier peligro. Ahora tenemos la experiencia en la mano, pues conociendo los enemigos el ruin estalaje de esta ciudad, y que estamos cercados de barrancas por una parte y de rocas tajadas por otra, han venido á cogernos á mano por la entrada llana, donde nos hemos visto en tanto aprieto, y más con la avilantez de las victorias pasadas, por vernos sin asiento fundado ni defensa, que si Dios no acudiera amparándonos, hoy estuviéramos acabados, y las mujeres y niños; y pues Dios nos ha librado de esta, conviene poner remedio, no sea peor la revuelta, y que esto sea con breve

dad; salgamos de aquí, busquemos donde se funde esta ciudad nos aseguremos, que estando segura, lo demas se hará con gusto; véase dónde será bueno que se pase, que conviene hacerlo así para que se haga el servicio de Dios y de S. M., y á todos nos importa, pues va nada menos que la vida en ello; y de mi parte aseguro á Vras. Mds. no desampararles hasta morir, y favorecerles y ayudarles hasta que tengan sosiego verdadero. » Acabadas estas razones y plática no supieron qué responder; solo se movieron algunas dudas acerca de la mudanza al valle de Atemaxac, temiendo que Nuño de Guzman habia de volver á sus pueblos por señor de título y los habia de echar de allí. Otros eran de parecer que se fueran á México y dejasen la tierra, y no concordaban en cosa; y el contador Juan de Ojeda dijo: que se acabasen de determinar y decir adónde habian de hacer asiento, y que entender que Guzman habia de volver era cosa muy dudosa, porque sus causas en España iban muy largas y despacio, y que cuando bien librara de ellas le habian de quitar los indios y ponerlos en la corona real, lo cual era cierto por haberlo visto y oido en el Consejo, que habia pocos dias que habia venido de España con su oficio: con esto algunos dijeron que convenia que se pasasen entre Ocotlan y Tonalá en el llano de Atemaxac, otros que en Toluquilla, y siempre hubo diversidad de pareceres sobre dónde se pasarian, y los aficionados á Guzman lo contradecian. Y estando en esto entró donde estaban en cabildo Beatriz Hernandez, mujer de Juan Sanchez de Olea, y dijo: «¿No acaban los señores de determinar á do se ha de hacer esta mudanza? porque si no, yo vengo á determinarlo, y que sea con mas brevedad de lo que han estado pensando; miren cuáles están con demandas y respuestas sin concluir cosa alguna.» Pidió licencia y dijo que queria dar su voto, y que aunque mujer, podria ser acertase; entonces el gobernador le hizo lugar y dió asiento, y estando oyendo á todos y que no se conformaban ni determinaban, pidió licencia para hablar, y habiéndosela dado, dijo: «Señores, el rey es mi gallo, y yo de parecer que nos pasemos al valle de Atemaxac, y si otra cosa se hace será deservicio de Dios y del rey, y lo demas es mostrar cobardía: qué nos ha de hacer Guzman, pues ha sido causa de los atrasos en que ha andado esta villa, que si Dios no nos favoreciera y el amparo y industria de nuestro buen

capitan, y si no hubiéramos tenido su vigilancia y cuidado, aquí hubiéramos perecido; » y volviéndose al gobernador le dijo: «¿Cómo no habla V. S? ¿ahora calla que es menester no hacer caso de votos tan bandoleros? el rey es mi gallo; » y viendo que callaban todos, les dió voces que hablasen; entonces dijo el gobernador: «Hágase así, señora Beatriz Hernandez, y puéblese do está señalado; » y todos contentos de que una mujer los sacase de confusiones, vinieron en su parecer, que casi todos lo querian así, y no osaban á hablar por ser en tierras de Guzman, que los tenia tan sujetos cuando los gobernaba, que con estar en España aun tenian miedo de él. El gobernador dijo: que no tenian para qué rehusar poblar la ciudad adonde se trataba, pues todas eran tierras del rey, y que ya no habia que hacer caso de las cosas de Guzman; que temiesen á los enemigos á quienes cada dia tenian encima y los querian acabar, y era lo mas forzoso y dificultoso de reparar, y que cuando fuera contra la voluntad de Guzman, dado caso que volviese veria la razon y la causa que les movió á hacerlo, y lo tendria por bien; ademas que la necesidad carece de ley, y que pues estaban ya de mudarse, que luego proveyesen de personas tales para que fuesen y viesen dónde se habia de fundar la ciudad; y así nombraron á Juan del Camino y á Miguel de Ibarlos cuales fueron al valle de Tonalá y pueblo de Atemaxac, y de allí pasaron al pueblo que es ahora de Toluquilla, y hallaron aquella hermosa fuente, y habiéndoles parecido bien, luego discordaron ambos capitanes, porque Miguel de Ibarra decia que allí era mejor que donde se pobló despues, que fué en el puesto donde ahora está, y Juan del Camino dijo que no era bien se poblase en el ojo de agua de Toluquilla, que era cenagoso, ademas que era hacerle doblado agravio á Guzman, que tenia allí su estancia. Así se conformaron, y fueron al puesto en donde hoy está la ciudad de Guadalajara, y echaron de ver ser mejor aquel sitio, por tener unos llanos y ser mas acomodado para correr, si viniesen los enemigos; buen arroyo de agua y muchos manantiales, con buenas entradas y salidas para todas partes, y les pareció podrian meter el arroyo en la ciudad, y se engañaron, porque despues fué dificultoso el hacerlo; pero hiciéronse muy buenos pozos, y los hay. Y habiéndolo visto todo y ser el sitio y valle tan desembarazado

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para poder pelear y correr, se trazó la ciudad y se repartieron solares para todos los vecinos, con que se volvieron y dieron cuenta al gobernador de lo que habian hecho, y á cada vecino dieron su solar y traza para que acudiese á hacer su casa; y luego se salieron muchos vecinos de la ciudad combatida, y se pasaron al valle de Tonalá y sus pueblos, para desde allí acudir á hacer sus casas, que no veian la hora de irse, de tan espantados como quedaron de la rota, y por salir de un sitio tan triste y desventurado, que no era otra cosa que un cautiverio y destierro terrible, y solo esto bastaba para despoblarlo.

CAPÍTULO XXXV.

En que se trata cómo estando Cristóbal de Oñate dando órden de mudar la ciudad de Guadalajara adonde se habia determinado, llegó nueva que el virey D. Antonio de Mendoza venia al socorro y estaba en el valle de Cuiná, combatiendo la fuerza y el peñol, y de lo que sucedió.

Salió de México el virey D. Antonio de Mendoza á los principios de Enero del año de mil quinientos cuarenta y dos, habiéndose apercibido para la jornada en el de mil quinientos cuarenta y uno, y esto á los fines, y llevó mucho ganado menor y mayor, porque con la guerra habia gran falta de todos bastimentos; y en este tiempo, mientras él y su ejército llegaron al valle de Cuina, mandó el gobernador Cristóbal de Oñate que veinte de á caballo fuesen al valle de Tlacotlan y Contla hasta Mesticacan, y viesen aquellos pueblos si con la matanza habia quedado alguna gente, y qué traza tenian, porque segun los que habian muerto en la batalla, se entendia no habia quedado ninguno, y que habiéndolo visto diesen luego la vuelta sin detenerse; y los mas que fueron á este viaje eran encomenderos de aquellos pueblos, de quienes fué por capitan Juan del Camino. Habiendo llegado el capitan Juan del Camino al pueblo de Tlacotlan, hallaron en él tanta gente que parecia no faltaba en él ninguno, y muy espantados los indios; y llamándolos salieron de paz, y los españoles los acogieron con mucha llaneza y mansedumbre, mandandoles fuesen á la ciudad á dar al gobernador la

obediencia; y de esta suerte fueron por todos aquellos pueblos visitándolos, y ellos vinieron á dar la obediencia al gobernador, llevando muchos bastimentos; y habiendo llegado al pueblo de Mesticacan, dijeron los indios á su encomendero Juan de Zubia no pasasen adelante, porque los cascanes estaban muy rabiosos y bravos, y los matarian, los cuales andaban apercibiéndose para volver sobre la ciudad; con que el capitan Juan del Camino dió la vuelta á la ciudad con su gente, y razon de lo que habia en aquel valle, que era de la nacion de Tequex, y de la noticia que tuvieron de los intentos de los cascanes, lo cual puso en algun cuidado á todos y en particular al gobernador. Oidas estas nuevas, en que todo era contar trabajos y sangre, mandó á los mensajeros descansar allí algunos dias, que lo habian menester; y otro dia siguiente llegó un correo del valle de Cuiná y Cuitzeo á dar aviso al gobernador Cristóbal de Oñate cómo el virey D. Antonio de Mendoza habia llegado al peñol de Cuina con quinientos españoles de á pié

y

á caballo y con diez mil indios mexicanos y tlaxcaltecas, y que los españoles era la caballería mas lucida de México, y se deja entender seria así, por salir con tal persona. Despachó el virey este correo por saber en qué habia parado el cerco de la ciudad de Guadalajara y el suceso que habia tenido, porque venia á quitar el cerco de los enemigos.

Recibióse con grande alegría y contento esta nueva, porque ya parecia que todo se allanaba, y más con la milagrosa victoria que habian tenido en la ciudad; y otro dia el gobernador despachó el correo con otro de los vecinos de la villa, dando el parabien al virey de su llegada, y cuenta de las cosas que habian pasado y pasaban en el reino, y de lo sucedido hasta entonces, con que partieron los correos para Cuiná, y el gobernador Oñate mandó reparar algunas casas de la ciudad, por si acaso viniese allí el virey D. Antonio de Mendoza, porque como estaba arruinada y atrasada no estaba para vivir, y así se aderezó lo mejor que se pudo. Y estando en estos apercibimientos, y el virey en el valle de Cuiná y rio de Cuitzeo, donde los indios de este rio le salieron de paz, porque nunca se alzaron, y los de Cuiná habian salido muy bravos de guerra y habiéndoles llamado de paz, con palabras fingidas detuvieron la respuesta dos dias, y al cabo de ellos se empeñola

y

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