escapó y otros que se juntaron, que serian mas de treinta mil enemigos, se habian empeñolado en la barranca de Cristóbal Romero en Tepeaca y que estaban de guerra, y así determinó irlos á desbaratar. CAPÍTULO XXXIX. En que se trata cómo el virey fué al peñol de la barranca del pueblo de Tepeaca, y lo que sucedió. Así que el virey supo que los indios estaban empeñolados en el peñol de la barranca del Rio Grande, que está junto al pueblo de Tepeaca, que era de Cristóbal Romero, de ahí á dos dias que se acabó y allanó lo del Mixton, partió del pueblo de Xuchipila y fué por el rio abajo hasta llegar do se junta con el Rio Grande que es cerca del rio de S. Cristóbal en la barranca, que es un trabajosísimo camino, y habiendo llegado allí asentó su campo en el pueblo que hoy se llama de S. Cristóbal, entre aquellos dos rios; y habiendo descansado, envió á saber y ver lo que habia, y lo que se supo fué que no habia quedado indio en todos aquellos rios, porque todos se habian subido en aquel peñol, y que eran mas de treinta mil, y entre ellos muchos cascanes de los que se escaparon en el Mixton, y mandó al gobernador Cristóbal de Oñate enviase sus capitanes á castigarlos y desbaratarlos, y luego el gobernador envió al capitan Miguel de Ibarra con doscientos españoles y mil mexicanos, y entre ellos á Cristóbal Romero que era encomendero de aquellos pueblos, ordenando que lo mas del campo se quedase con el virey para que le guardasen y para lo mas que se pudiese ofrecer, por ser la tierra mas áspera de la Nueva España. Y habiendo el capitan Miguel de Ibarra ido al pueblo de Tepeaca y su peñol, que estaba tres leguas distante del campo del virey por malísimo camino, luego cercó el peñol para acometer otro dia los enemigos y desbaratarlos; pero á media noche Cristóbal Romero les envió á decir se fuesen, lo cual ellos hicieron así que tuvieron el aviso; y otro dia de mañana Miguel de Ibarra acometió al peñol y fuerza, y lo entró y ganó, y no halló en él enemigo alguno, sino dos ó tres viejas de cien años calentándose al fuego, á las cuales la mucha edad que tenian les fué impedimento para que no se fuesen. Fué esta burla muy reida y celebrada de los capitanes que habian ido con Miguel de Ibarra, viendo lo que lo habian de sentir los que habian venido de México, que todas sus pláticas eran hacer esclavos con grandes ansias. Y habiendo vuelto donde el virey estaba les preguntó por la presa, y el capitan respondió: «Allá quedan todos;» y preguntó en qué forma, y el capitan respondió contando el caso. Pero no faltó un soldado de los que venian con el virey que dijese que Romero habia avisado á los empeñolados, y oyendo el virey esto, con mucha cólera mandó prender á Romero, y le hizo la causa y sentencióle á muerte, y que luego se ejecutase; y estando ya confesado y ordenado que lo colgasen de un mezquite y ya para sacarle, acudió Cristóbal de Oñate con muchos caballeros, y hincados de rodillas le dijeron con muchas súplicas que Su Señoría no hiciese tal, porque se habia Dios y S. M. de servir de ello, y que reparase que aquel hombre tenia hijos y mujer y le habia servido muy bien en México y en este reino, y que si se habia de ejecutar la sentencia lo degollase á él primero, y luego á Miguel de Ibarra; y que antes habia de agradecer Su Señoría y tenerle en inas, porque segun iba la guerra no quedaria indio en el reino, y que mirase bien eu ello; y así el virey, viendo la resolucion y lo que aquellos señores le habian dicho, le perdonó y mandó fuese con él á la jornada de Compostela. Luego que Ro- mero fué suelto y perdonado, salió el virey del rio y pueblo de S. Cristóbal, y cogió su camino para ir al peñol y valle de Ahuacatlan, por haberse dicho que estaba allí empeñolada casi toda la provincia de Compostela, y aun se decia habia de pasar á Culiacan y que habia de volver á la provincia de la Purificacion y lo habia de allanar todo de una vez, si bien los soldados de México lo sentian porque tenian mas de cinco mil esclavos y les parecia que ya les bastaba; y habiendo pasado el rio enderezó su viaje para el pueblo de Etzatlan, y así aquel dia fué á dormir el campo al pueblo de Tequisitlan, que seria casi de mil indios, los cuales salieron de paz y hospedaron el campo, y Cristóbal Romero regaló muy bien al virey y le sirvió, que era encomendero de este pueblo, y estando allí dos dias fueron á verlo todos los pueblos del valle de Tonalá, y á dar disculpa de cómo ellos no habian sido en el alzamiento, como es verdad que nunca lo fueron. Díjoles el virey que los españoles se habian de pasar de la banda. del rio á vivir entre ellos, que los tratasen bien y que les hiciesen sus casas, y que de no lo hacer así, volveria de México á castigarlos, y todos prometieron de ayudar á los españoles y ser leales. vasallos de S. M.; y habiendo regalado y acariciado á todos aquellos caciques los despidió, y mandó marchar su campo para el pueblo de Tequila, que está en el camino que va á Etzatlan y Ahuacatlan; y así como salió de Tequisitlan, mandó que una compañía de á caballo fuese hacia el camino de Apanique á salir á Amatitlan á ver si habia gente enemiga empeñolada, y fué por caudillo de ellos el capitan Miguel de Ibarra, y entre los que fueron fué Salamanca, Diego de Colio, Romero, Ángel de Villafañe y otros, los cuales corrieron muchas barrancas y no hallaron cosa ni rastro de indios de guerra, sino que bien cansados y asoleados salieron al pueblo de Amatitlan, donde hallaron al virey y le dieron cuenta de todo, y se fueron á descansar y cenaron de unas patas de vaca que fueron bien solemnizadas por la mucha hambre que llevaban. Otro dia fueron al pueblo de Tequila y hallaron los indios medio alborotados, porque temian habian de ser castigados por haber sido en las muertes del P. Fr. Antonio de Cuellar, guardian de Etzatlan, al cual mataron entre el pueblo de Ayahualulco y Ameca en el portezuelo, y al P. Fr. Juan Calero en la serranía de Tequila. Pero con todo eso el virey los envió á llamar, y le salieron á recibir mucha cantidad de ellos, y los caciques, que el uno se llamaba D. Fernando y el otro D. Diego, comenzaron á disculparse que ellos no habian sido en la muerte de los frailes de Etzatlan, sino los de Ameca; pero con todo eso el virey mandó asegurarlos y que fuesen con él á Etzatlan, diciendo que allí se averiguaria con los de Ameca, y con esta fe fueron los caciques con el virey; y habiendo asentado y visto el pueblo de Tequila, que era de mas de mil indios, partió con su campo para el pueblo del cacique Guaxicar, que era de mas de tres mil, en el valle que ahora llaman de la Magdalena, y por otro nombre la Higuera. Mandó el gobernador Cristóbal de Oñate que fuese un capitan al pueblo de Guaxicar, una legua de allí sobre Guaxacatlan, á ver si habia quedado alguna gente de alzamiento, y habiendo ido el capitan con algunos soldados, no hallaron persona alguna, porque todos se habian metido en las barrancas del rio, y pasó de la otra banda; de allí pasaron á la provincia de Xocotlan, y hallaron los indios tan alborotados y empeñolados, que era imposible entrarles, con que se volvió el capitan con sus soldados al cabo de tres dias, y dió razon de todo; y habiéndolo oido el virey mandó lla-mar al gobernador Cristóbal de Oñate, y le dijo que le parecia, cosa muy trabajosa querer de presente allanar aquella gente en tan empinadas y desesperadas sierras y barrancas, y que habia de costar mucho, y que un español en aquella ocasion era de mucha importancia y valor, y que eran pocos para domeñar tales asperezas, y que lo mejor era que se juntase la gente de los llanos y valles, para que sujetada esta y ganada la tierra y pacífica, con facilidad se allanaria todo lo demas. Dicho esto por el virey, pareció bien á todos, y así mandó marchar el campo para el pueblo de Etzatlan, que estaba de allí tres leguas, y habiendo llegado fué muy bien recibido del capitan Diego López de Zúñiga y soldados que allí dejó puestos el adelantado D. Pedro de Alvarado, y todos aquellos señores y caciques de este pueblo y provincia, que era de mas de veinte mil indios, salieron á recibirle y le aposentaron y á todo el campo, y sirvieron muy bien de paz, porque los de esta provincia siempre la tuvieron y nunca se alzaron. Y estando todos en Etzatlan aderezándose para pasar el puerto y ir á desbaratar el peñol de Ahuacatlan, al cabo de cuatro dias le llegaron nuevas de cómo el capitan Juan de Villalva habia ganado y desbaratado todas las fuerzas, y que lo de Culiacan y Purificacion estaba llano, y asimismo le llegaron nuevas de Cíbola de cómo se salia el general Francisco Vazquez Coronado, por no haber en aquella tierra cosa de valor ni de importancia; y habiéndolo sabido el virey, con todo eso quiso pasar adelante por verlo y dejarlo hollado y quieto, para que no le obligasen á volver á salir de México á semejantes pacificaciones; y estando con esta determinacion, el gobernador Cristóbal de Oñate y los demas capitanes y gente principal del campo le fueron á suplicar que Su Señoría se volviese de allí á México, porque allá era de mucha importancia su presencia, pues que ya lo de acá quedaba llano, y las fuerzas mas principales de los indios estaban rendidas, y que hacer otra cosa seria yerro, pues todo el peso de la Nueva España pendia de Su Señoría, y que él con los capitanes que tenia tomaba á su cargo lo de la Galicia con las veras que siempre en servir á S. M. y habiéndolo oido el virey agradeció mucho el consejo, diciendo que con mucha confianza se iba, y que del valor de tales capitanes esperaba harian todo lo que prometian, como siempre lo habian hecho, y que cada y cuando se ofreciese una necesidad acudiria con su persona con las veras que verian, y que les pedia que con la brevedad posible poblasen la ciudad donde tenian tratado y sacasen toda la gente de ella antes que sucediese algun fracaso ó otra mayor afliccion que en la que se vieron, y que no tenian para qué rehusarlo ni que temer de Guzman, pues todas eran tierras del rey; y habiendo concluido y tratado muchas cosas, se despidió del gobernador Oñate y de los demas capitanes, y mandó que los soldados y capitan que allí estaban por D. Pedro de Alvarado se quedasen allí con algunos españoles parte de ellos, y los demas se fuesen, y así quedó el dicho capitan D. Diego López de Ayala y Zúñiga, y luego envió á todas las fronteras de Autlan y Zapotlan y las demas que Alvarado puso, para que fuesen donde quisiesen, con que algunos se quedaron y otros se fueron á México y otros al Perú ; y habiendo partido de Etzatlan para México, así que llegó con todo su campo se le hacian grandes fiestas grandes fiestas y solemnísimo recibimiento, llevando el triunfo y trofeo de los enemigos que llevó presos y cautivos, que era cantidad de cinco mil indios chicos y grandes. Quedó la tierra con este castigo tan pacífica, que hasta estos tiempos no se volvió á alzar. (Copia.) |