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Ebro al Tajo, del Betis al Guadiana le ofrecerán siempre sus riberas aglomerados laureles, que nunca podrá marchitarlos el pestifero álito de la maledicencia.

Y reconociendo, como nuestros lectores reconocerán igualmente, que la historia del ilustre caudillo de los patriotas tiene una íntima conexion y enlace con la de la santa causa de la libertad de España, parece que debe sernos lícito en este lugar, emitir algunas ideas filosóficas, y recordar principios y autoridades respetables, al propósito de que los hombres todos se reconozcan poseedores de los derechos inenagenables de la humanidad, que el Supremo Criador del universo les concedió al nacer á los reyes y á los aldeanos sin distincion alguna, y presentar un ligero, pero exacto cuadro, que demuestre al vivo y en términos de no dejar lugar á la duda ni al error, «que nuestra cara patria ha sido grande é invencible siempre que en ella imperaron las leyes. Y cayó en mengua, en depresion y en horrible abatimien to, cuando reyes tiranos se sobrepusieron á las leyes, y rigieron á los españoles con cetro de hierro, convirtiéndose los que debian ser los pastores de la grey en lobos devoradores del rebaño.

Abriendo la historia general vemos á la soberbia Roma dictando leyes al mundo, hasta entonces conocido, mientras fue libre é inexorable con sus cónsules..... á Roma perdiendo su poder por grados cuando se entregó al ocio y á las delicias de la paz en tiempo de Augusto..... Y á Roma en fin, débil, cruel é ignorante desde el tiempo de Teodosio hasta la entrada de los Lombardos en Italia. Y estas diferentes fisonomias con que aparece en la historia aquel pueblo magnánimo, producidas por sus vicisitudes políticas, nos presentan el mas irrefragable convencimiento de que las naciones solamente son felices, fuertes é invencibles, si se quiere, cuando en ellas mandan las leyes, y no prevalece sobre la razon y sobre la justicia la arbitrariedad y el capricho de ningun tirano.

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Y abriendo la historia de España contemplamos á nuestra nacion, desde el patriarca Tubal hasta el dia, con las mismas fases que hemos contemplado á la soberbia Roma. Mientras las

formas sociales estuvieron en armonía con las leyes invariables de la naturaleza, y escudaron los derechos de la humanidad, y sus gefes respetaron estos eternos derechos, la nacion española apareció magnánima. Todo el poder de Roma encontró resistencia por tres siglos, y sepulcro sus huestes aguerridas, en los fértiles campos de la Hesperia. Poblados despues con treinta millones de almas, gozaron por siglos de las delicias de la paz á la sombra del árbol santo de la libertad. Florecieron las ciencias, la agricultura, la industria y el comercio: «recibió un con»siderable aumento la poblacion, y fue envidiada la nacion por >> todas las demas de la Europa. >>

¿Y cuál era la fuente productora de tan inmensos bienes? La forma de gobierno que entonces regía. El pueblo ejercia la soberanía: elevaba los reyes á los tronos, y destruia su poder cuando rompian el pacto social ó dejaban de hacer el bien de los asociados. Los reyes de España seguian entonces las máximas de Teopompo, rey filósofo de Esparta, el cual disminuyendo su poder y ampliando el de los Eforos, decia: Aseguro mi poder con este desprendimiento. ¿No es mucho mejor mandar á hombres libres que volarán contentos delante de mi, que no á es clavos que me obedecerán temblando? Asi multiplicaré las fuerzas de Esparta y haré respetar su nombre y el mio en toda la Gre cia y entre los bárbaros. Los pueblos de España tambien siguieron el sistema de conservar el poder ó llámese soberanía en el pueblo, el cual dictaba las leyes por medio de sus representantes reunidos en Cortes, y los reyes juraban cumplirlas y cuidaban de que los demas ciudadanos las cumpliesen tambien.

La fórmula de los juramentos que prestaban los diferentes reyes que ocuparon los tronos de España ha desaparecido, porque asi convino á los reyes despóticos que por siglos nos dominaron despues; pero aun existe la del juramento que prestaban los reyes de Aragon en tiempos no muy lejanos. El pue blo de Aragon le decia al rey: «Nos que apartados, cualquiera de nos vale tanto como vos, y que juntos valemos mas que vos; os constituimos rey para que guardeis las leyes y castigueis á los in

fractores. Jurad que lo hareis, y hacedlo siempre: si non, non
serais nuestro rey.» El rey juraba en efecto sobre el santo
Evangelio que asi lo haria, y quedaba responsable á la nacion
del cumplimiento de esta oferta.

No se duda que por este órden serían los juramentos que el
pueblo exigia á los demas reyes de España, dividida en-
tonces en diferentes Estados, porque los hombres, amaes-
trados por la esperiencia y connaturalizados con la costumbre
de ser libres, conocian muy bien que
los reyes que man-
dan por las leyes hacen la felicidad de las naciones, aseme-
jándose á un rio cuyas aguas sujetas en cauces riegan las fér-
tiles campiñas y las hacen fecundas y florecientes; pero si el
rio rompe estos cauces, ó el rey traspasa las leyes, todo lo arro-
lla en su torrente perjudicial é irresistible y presentan los pue-
blos horrendos espectáculos.

Feliz fue por siglos la nacion española con tan bellas formas
de gobierno; pero desgraciadamente subió al trono el rey godo
Witiza y despues Rodrigo, que hollaron las leyes, se entrega-
ron á la afeminacion y á la torpeza, se generalizó en los pue-
blos el disgusto que en sí mismos llevan los abusos del poder.
Cundió la division y el descontento: el conde D. Julian y el obis-
po Opas abrieron las puertas al sarraceno: corrieron en sangre
tintas las aguas del Guadalete, y nos impusieron su yugo omi-
noso las huestes agarenas por siete siglos.

¿Y fueron los abusos de poder de Witiza y de Rodrigo la cau-
sa productora de tantos desastres? Asi lo piensan respetables
autores; pero nosotros hallamos la causa de tan lamentable ca-
tástrofe en la criminal paciencia con que aquellos españoles vie-
ron á sus reyes romper el pacto social. Adormecidos con las vo-
ces de moderacion, paz, lealtad y union, con las cuales en-
cuentran los fanáticos, los viles egoistas que cercan de ordinario
los tronos, el medio de inspirar sufrimiento á los pueblos, se
contentaron con detestar, maldecir el mal gobierno y murmu-
rar del rey Rodrigo, cuando debieron destronarlo por haber
disuelto el pacto social.

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En los diez siglos de guerra con los Romanos y con los Sarra-
cenos, ¡ cuántas victorias alcanzaron los españoles! ¡Cuántos
laureles recogieron despues en la lucha con las huestes aguerri-
das de Napoleon! No existe en España un palmo de terreno que
no recuerde hechos sublimes y heróicos. Monumentos indes-
tructibles atestiguan el valor hispano en todas épocas. Las es-
carpadas rocas de Cantabria........ las ruinas de Sagunto y de Nu-
mancia.... los valles de Navarra.... la humeante Zaragoza......
Los nombres de Pelayo, del Cid, de los reyes y condes de Cas-
tilla... El trono de los Alfonsos y de los Ramiros producen gra-
tos recuerdos que escitan ol orgullo nacional á grandes empresas.

Se reconoce la brillante actitud en que se encontró la Espa-
ña despues que lanzó de su suelo las huestes agarenas, y fue
regida por sus primitivas formas de gobierno, al observar que
en la feria de Medina del Campo circulaban 150 millones de es-
cudos, y otras sumas inmensas en las ferias de Burgos, Sego-
via, Logroño, Rioseco y otros pueblos.

La España tenia factorías y comercio en las principales pla-
zas de los reinos estrangeros. Tenia infinitas fábricas, pues so-
lo en Sevilla se contaban 30,000 telares, como nos dijo el señor
Campomanes en su tratado de industria popular.

En el año de 1586 tenia la España en Vizcaya 200 naos, que
navegaban á Terranova por bacalao y á Flandes por lanas.

En las costas de Galicia y de Asturias habia mas de 300 pa.
taches, que navegaban á Francia, Inglaterra y otros reinos.

En Portugal teniamos mas de 400 naos de alto bordo y mas
de 1,500 chambelas ó carabelones.-Y en Andalucía sobre 400
naos, que navegaban á nuestras posesiones de Ultramar.-Asi
consta de un libro titulado: Reflexiones imparciales sobre la hu-
manidad de los españoles en las Indias, escrito en italiano por
el abate Nuixi, traducido al castellano por D. Pedro Varela y
Ulloa, é impreso en Madrid en 1582.

La escuadrá llamada invencible que tripuló Felipe II contra
la Inglatarra, constaba de 150 navíos de alto bordo, de 40 urcas
y de 320 naos menores.

Y la escuadra que tenia la España en Portobelo en el año de
1546 se componia de 22 navíos y porcion de barcos menores.
Pero la España fue perdiendo por grados su comercio, su in-
dustria y su poblacion á la par que se fue entronizando el despo-
tismo y arbitrariedad de sus reyes. Acabó la dinastía de los Jai-
mes y de los Pelayos, originarios de España y españoles netos y
castizos, y acabó al mismo tiempo el poder, el esplendor y la
gloria de la nacion.

La casa de Austria encontró en España una poblacion de
26 millones de almas; pero los reyes de esta dinastía y los que vi-
nieran despues, ejerciendo un poder arbitrario, y trabajando de
consuno con la Inquisicion, la redujeron á poco mas de diez
millones.

La casa de Austria llevó la España al borde de un abismo de
perdicion y de ignominia: dió muerte á las libertades patrias en
los campos de Villalar, haciendo rodar en aquella plaza las ca-
bezas de los caudillos de las comunidades de Castilla, Padilla,
Brabo y Maldonado.

De aqui data la época de ignominia y de envilecimiento del
pueblo español. La España llegó á ser despues considerada im-
potente y nula. La casa de Austria estrajo de España inmensas
sumas, favoreció á todos los alemanes sus paisanos, los coloco
en los mas elevados empleos, y no solo despojó al paciente pue-
blo español de su representacion en cortes, sino que dejó sin
premio á los descubridores del Nuevo-Mundo, los persiguió y
atropelló.... entregó las ricas provincias de Venezuela al yugo
codicia de los alemanes, despojando á los españoles de sus
propiedades, y fue el móvil para que otras naciones conspira-
sen contra España á fin de quitarle sus Américas, hasta el pun-
to de haberse escrito por un francés llamado Casaus, y bajo el
nombre supuesto de Fr. Bartolomé de las Casas, una historia
de libelos y un tejido de sueños que de dia en dia fue tomando
incremento, y escitando el odio de los españoles americanos
contra sus hermanos los peninsulares.

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Este libro, y los infinitos individuos de todas sectas y nacio-

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