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comodidad que para su descanso les ofrece la hospedería, relativamente pequeña, atendido el gran número de personas que en ella pasan la noche; siendo muchísimos los que, no encontrando lugar para recojerse un rato bajo aquel hospitalario techo, por haber llegado á última hora ó con menos prevención que otros más afortunados, forman sus rancherías entre los espesos matorrales del monte, defendiéndose bajo los copudos árboles, contra las inclemencias del tiempo que ya empieza á refrescar, sobre todo al aparecer la aurora engalanada con las magníficas preseas de sus primeros albo

res.

El que no haya asistido alguna vez á esta función totalmente religiosa, con gran dificultad podrá formarse idea de las gratas emociones que se experimentan al ver la piedad de aquellas inmensas muchedumbres que se agolpan en las cercanías del Santuario desde las primeras horas del día, esperando llenas de fervorosa ansiedad se abran las puertas del venerando alcázar de la Santísima Virgen para acercarse á la sagrada mesa, en tan numerosos grupos, que en algunos años, han pasado de ochocientos los fieles á quienes se ha distribuido el Pan de los ángeles,

Inútil es hablar del edificante recogimiento y entusiasta devoción con que todos los romeros asisten á la Misa solemne con sermón que se celebra á las diez de la mañana, así como á la hermosa procesión en que es conducida la sacratísima imagen con la misma pompa y ostentoso acompañamiento de que hemos hablado al ocuparnos de las fastuosas solemnidades con que se obsequia á la Reina de los ángeles, en el día de su Natividad gloriosa. Y, caso raro atendida la fragilidad humana; no obstante ser tan grande la concurrencia, pues oscila en

tre cinco y seis mil personas, no hay memoria que, desde la fundación de esta festividad verdaderamente popular, se hayan profanado con diversiones indecorosas é indignas de un pueblo cristiano, ni el sentimiento religioso de los devotos concurrentes, ni las escenas de tierna piedad tan comunes en esta célebre romería.

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CAPÍTULO XXII.

HORRIBLES ATENTADOS.

L terminar el siglo XVIII, hallábase felizmente transformada la antigua y rústica capilla en un hermoso templo de construcción moderna, destinada á ser ancho teatro de grandes prodigios, de inmensa devoción, de culto insigne, y en el que, un pueblo eminentemente cristiano debía elevar á la Reina del cielo sus fervorosas plegarias. Él había de contener numerosas pruebas de agradecimiento, ofrendas de remotos países, valiosos recuerdos de ilustres devotos; en él se debía adorar, en fin, la portentosa efigie, perenne objeto del ardiente amor con que venía obsequiando á su celestial Protectora toda la Merindad de Campóo.

Por este tiempo, con limosnas enviadas desde América para emplearlas en el engrandecimimiento del Convento, se le añadió al edificio una parte muy notable, sino igual á la ya existente, de buen gusto y de sólida construcción, con lo cual pudo establecerse una espaciosa librería para el uso de la Comunidad, aumentar el número de celdas en los pisos superiores y

varias dependencias de gran utilidad en la planta baja; terminando las obras con el arreglo del camarín de la Santísima Virgen, de muy mal gusto por cierto, efectuado en el año 1803 á expensas del R. P. Lector jubilado de Teología Fr. Manuel de la Peña, primer hijo de esta Casa y su Prior en esta época.

Pero estos trabajos materiales no eran ciertamente un impedimento para los adelantos espirituales del Convento, que, regido por sabios y respetabilísimos Prelados, no sólo floreció en él la observancia religiosa, sí que además pudo disponer de una gran pléyade de fervorosos y distinguidos propagadores de las grandezas de María admirablemente sintetizadas en el florido vergel del Rosario, que se dedicaban con singular celo á la predicación de la palabra divina, á los trabajos de catequeesis en todos los vecindarios de la Merindad y á la administración de los santos Sacramentos de Penitencia y Comunión, en cuyo ejercicio llevado á cabo con sin igual prudencia y evangélica discrección, reportaban siempre notables beneficios al país, cuyos habitantes quedaron completamente instruídos y moralizados.

¿Qué camino podría emprenderse más breve y seguro para separar millares de almas del mundo y de sus vanidades, restituirlas á la morada del Padre celestial y agruparlas en torno de María, reclinándolas hasta el fin de la vida entre las inefables delicias de su regazo maternal?... Y ¿cómo no había de mostrarse agradecida aquella Reina bondadosa cuyas delicias son conducirnos bajo los undosos pliegues de su hermoso manto, á la cumbre de las grandezas infinitas? Así fué en efecto: la portentosa imagen empezó una nueva serie de gracias singulares y de extraordinarios favores, obrando tales maravillas, cuales no se habían obser

vado hacía muchos años, en cuantas ocasiones recurrieron los fieles á la piedad de tan soberana Madre: y aun en medio de las tristes vicisitudes porque pasó la nación con motivo de la odiada invasión extranjera, la Comunidad aumentó considerablemente, sin que dejara de ser socorrida nunca con cuantiosas limosnas y recursos suficientes para atender á sus necesidades y á la conservación del Santuario.

Las cosas continuaron en esta situación hasta aquella época infausta que, cual nube tormentosa que arrasados los campos de un pueblo entra en los confines de otro, llevando á ellos la desolación seguida de un mar de estragos, un puñado de foragidos á quienes protegía y alentaba el odio satánico de todos los revolucionarios contra las Ordenes Religiosas, fué llevando el asesinato y el pillaje de Convento en Convento, desde el 17 de Julio de 1834 en que los feroces asesinos de Madrid comenzaron su degüello en las Comunidades allí existentes, hasta que quedaron completamente extinguidas las llamas de los Conventos incendiados en toda la península, y ahogados entre los brazos de la muerte, los ayes conmovedores de los Religiosos moribundos.

Sucedieron á tantos estragos de ferocidad sin ejemplo, los injustificables decretos de 24 de Julio de 1835 y 8 de Marzo de 1836 en que se declararon extinguidos todos los Conventos de España haciendo algunas cortas excepciones (1): y en su consecuencia pronto se vieron comprendidos en la ley general los Religiosos de Montesclaros, expulsados de la Santa Casa y confiscados los bienes del Santuario sin excluir

(1) Las casas de Clérigos Regulares de las Escuelas Pías y los Colegios de misioneros para las provincias de Asia.

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