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presencia cogidas de dos en dos de la mano y acompañadas por la que era su maestra; allí permanecían con gran respeto y sin hablar, pues su encargada lo hacía por ellas. El padre examinaba sus labores y las dirigía consejos y palabras cariñosas que ellas escuchaban «muy contentas y con gran recogimiento> (1).

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Ningún hombre se permitía entrar donde se criaban las doncellas ni ellas se atrevían á intentar hablar con nadie. Una vez— cuenta Las Casas un hijo de un señor principal saltó las paredes de la casa donde se criaban las hijas del rey de Tezcuco para hablar con una de ellas. Inmediatamente el rey dispuso terrible castigo y aunque el culpable logró escapar, ella fué ahogada <á pesar de los ruegos y súplicas con que se intentó su perdón». Todos estos castigos eran contados por las viejas a las doncellas para que les sirviesen de ejemplo y escarmiento (2).

Igual esmero aunque no se llegase á tan grandes rigurosidades como con las hijas de los señores-ponían las mujeres del pueblo en la educación de sus hijas. También las hacían vivir con gran recogimiento y castigaban severamente sus desobediencias. Cuando iban á casarse, las amonestaban primero sus padres con réprensiones y consejos, insistiéndoles luego las madres en las mismas reflexiones. Lo que principalmente las. recomendaban, era: el cuidado de las dioses, el cuidado y obediencia á sus maridos y la conservación de la más severa ho nestidad; sin desdeñar tampoco el ocuparse en sus recomendaciones de los más pequeños detalles (3).

El Padre Las Casas, que como venimos diciendo es de quien copiamos con toda su pintoresca minuciosidad todas estas noticias, las tomó á su vez de un manuscrito que escribieron unos dominicos que vieron todo lo que contaban», y de otro manuscrito también, que le remitió al propio Las Casas un religioso

(1) LAS CASAS: ob. cit., páginas 573 y 574.

(2) Idem íd., íd.

(3) Idem íd., pág. 575.

de la Orden de San Francisco. Estos manuscritos aparecen también mencionados en una relación que de Nueva España se hizo por el Doctor Alonso de Zorita, y que se publicó en la Colección de Documentos Inéditos del Archivo de Indias, tomo II, páginas 1.a y siguientes: En dichas obras se contienen, aparte de los detalles que acabamos de transcribir, unas curiosas exhortaciones dirigidas por una señora á la Reina ó Señora Suprema, y por una madre & su hija, que Las Casas copia literalmente y que forman dos documentos de gran fuerza descriptiva (1).

No poseemos tantos detalles como los expuestos en cuanto á Méjico, de la educación que recibían las mujeres en los otros te rritorios de la América precolonial; pero sí puede afirmarse, que en la casi totalidad de ellos, las costumbres de la mujer en este orden de la vida, diferían poco de las descritas anteriormente. Las ocupaciones domésticas-chilar, tejer, guisar>-fueron las únicas atenciones que ocupaban su actividad (2). Re-. giones hubo, sin embargo, en que la educación de la mujer se orientaba de manera distinta. Y así en Chile, Paraguay y Puerto Rico, se las enseñaba también, aparte de sus ocupaciones domésticas, á labrar y cultivar la tierra; labores que más tarde desempeñaban juntamente con los hombres (3). Y aun es más; en alguna región como la distinguida entonces con el nombre de Motape, según el testimonio de Reginaldo de Lizarraga, sólo se cuidaban de aprender las ocupaciones y oficios de los hombres (4). Por último, en cuanto à Chile se refiere, según el historiador Pedro de Usanzo en <La Verdad en Campa. ña...» (5) las mujeres, no sólo aprendían á cultivar la tierraaparte de sus ocupaciones domésticas-sino que aprendían también la industria de los tejidos de lana y la fabricación de canastos y vasijas de barro.

(1) LAS CASAS: ob. cit., páginas 585 á 88.

(2) Idem íd, páginas 101, 114 y 115.

(3)

SERRANO Y SANZ: ob. cit., páginas 214, 229 y 338.

(4) REGINALDO DE LIZARRAGA: ob. cit., pág. 491.

(5) AMUNÁTEGUI: Las encomiendas de indígenas en Chile, t. I páginas 50 y 51.

Hasta aquí hemos visto los rasgos más salientes de la edu cación de la mujer en nuestra América precolonial. Veamos ahora algunas noticias acerca de la consideración social que las mujeres tuvieron y acerca de sus costumbres más interesantes, que reseñaremos por separado en las diferentes regiones.

Isla Española.-Según el testimonio del Padre Las Casas, las mujeres de la Isla Española gozaban de gran consideración social y eran de costumbres muy sencillas y moderadas. Los cuidados domésticos juntamente con el hilado y el tejido, eran sus únicas ocupaciones, Vivían sometidas á sus maridos, pero eran tratadas por éstos con gran respeto y consideración (1).

En esta región existía una institución muy interesante que afectaba á la vida de la mujer. No eran los hijos de los señores, sino los de sus hermanas los que sucedían en el gobierno del Estado, por ofrecerles mayores garantías en cuanto á la pureza de sangre (2). Y esto hacía que la madre del heredero del señorío-á la que se llamaba jefe hembra-tuviera gran prestigio, gozando de muchas prerrogativas. No podía intervenir en los asuntos del reino, pero ejercía indirectamente gran influencia; y poseía el derecho. de hacerse acompañar siempre de una guardia á la que podía ordenar, segura de ser obedecida, que dieran muerte a todo aquél que la ofendiese. El ilustre historiador español Sr. Pi y Margall, hablando de esta institución como exis. tente entre los <natchez», tribu del Norte de nuestra América, dice (3): «Como podía el Rey tomar cuantas mujeres quisiera, podía la jefe hembra tomar å granel maridos. Polígamo él, poliandra ella, fáciles y frecuentes los divorcios, había cundido la lujuria por nobleza y plebe, y carecía de freno».

Fácilmente se advierte, el gran contrasté que existe entre el estado de corrupción que la institución de la jefe hembra produjo-según Pi y Margall-entre los natchez, y la gran morali

(1) LAS CASAS: ob. cit., páginas 100 y 115.

(2) Idem íd., pág. 520.

(3) Pi Y MARGALL: Discurso leído en el Ateneo y publicado en el tomo III de El Continente Americano, pág. 17.

dad de costumbres que según Las Casas dominaba en la Isla Española, donde como hemos visto también existía la misma institución.

Paria.-En la región del Paria, las costumbres de la mujer estaban afectadas por una nota general de rudeza y de brusquedad. Según Las Casas, las mujeres de esta comarca eran de gran fortaleza física y «corrían, saltaban y nadaban» como los hombres, á los que acompañaban en sus guerras. La honestidad solamente se guardaba con rigurosidad entre las mujeres doncellas. Solían hacer una vida arisca y dura sin proporcionarse ninguna comodidad. Cuando las mujeres solteras llegaban á edad de matrimoniar, eran encerradas por sus padres durante más de dcs años en sitio donde nadie las viera, para que fueran mas deseadas por los hombres (1).

Una costumbre muy interesante tenían también los indios de esta región para celebrar los días de gran fiesta. Todos los hombres de las distintas tribus se reunían en lugares determinados juntando sus comidas y abandonándose á toda clase de excesos en las libaciones, mientras sus mujeres que tenían ot ligación de acompañarles, habían de guardar mucha moderación para que <como tutoras de sus maridos, pudieran atenderles en sus desmanes (2). .

Nueva España.-De la nota dominante de severidad conque se distinguía, según nuestros cronistas, la vida familiar de Méjico, ya hemos hablado anteriormente al ocuparnos de la educación de la mujer. Veamos ahora algunas de las costumbres más interesantes de su vida social.

En Méjico, según el testimonio de algunos historiadores, se permitió la existencia de mujeres que vivían de la prostitución (3). Estas mujeres estaban bajo la vigilancia de matronas y á ellas se las pedían los guerreros que por virtud de sus hazañas podían gozar de este privilegio. Pero sus entrevistas debían ce

(1) LAS CASAS, ob. cit., páginas 637 y sigs.

Idem íd., páginas 637 y sigs.
Idem íd., pág. 561.

lebrarse siempre secretamente. De noche eran llevadas estas mujeres á los sitios convenidos y de noche también eran recogidas por sus matronas. Si llegaba á producirse escándalo ó á divulgarse demasiado el hecho, eran castigados los culpables (1).

También estuvieron muy generalizados en Méjico los amancebamientos; de las costumbres porque estas uniones se regulaban, nos ocuparemos al reseñar los delitos contra la hones. tidad.

El Padre Las Casas, hace relación en su Historia de una costumbre muy pintoresca que tenían los indios mejicanos de aquella época (2). Según este historiador, si alguna vez dos hombres se enamoraban de una misma mujer, ó alguno se enamoraba de la manċeba de otro, se desafiaban solemnemente para dirimir con las armas su rivalidad. El desafío se llevaba á efecto en circunstancias muy curiosas. Dejaban fijadas las condiciones en que se había de celebrar su encuentro y aguardaban a que se promoviese alguna guerra; y cuando ésta estallaba, se incorporaban los dos rivales á los ejércitos; pero cuando el combate comenzaba, en vez de luchar contra el enemigo, luchaban el uno contra el otro. Algunos testigos presenciaban el encuentro y el que vencía, sin haber apelado á medios prohibidos, quedaba como dueño de la mujer disputada.

Entre los mejicanos, la mujer que moría en el parto, era. equiparada con el soldado que moría en la guerra; de uno y de otra creían que marchaban á su paraiso (3).

A la sucesión de los señoríos no eran llamadas las mujeres; pero sí heredaban toda clase de bienes, aunque éstos no iban acompañados de jurisdicción (4). Y aun según el testimonio de Doña Concepción Gimeno de Flaquer, testimonio que no hemos visto confirmado en otro sitio por lo que hemos de acep

(1) México á través de los siglos, t. I, pág. 807.

(2) LAS CASAS, ob. cit., pág. 558.

(3) Pi Y MARGALL: Discurso antes citado, pág. 27. (4) LAS CASAS: ob. cit., pág. 590.

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