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neral de los colombistas, á cuyo parecer asentimos.

Las proposiciones de los Monarcas extranjeros no fueron aceptadas por Colón; ignórase la causa de este hecho: tal vez temiese las dilaciones á que daría lugar el entenderse con una corte á quien hubiese de enterar del asunto; por otra parte, los Reyes Católicos no tenían olvidado al descubridor; en 16 de Junio de 1488 se le entregan 3.000 maravedises, según cédula de los Monarcas.

En el mes de Agosto de este año otro acontecimiento vino á aumentar los lazos que ligaban á Colón con nuestro suelo: Doña Beatriz Enríquez de Arana dió á luz un niño, que recibió el nombre de Hernando; no era ocasión oportuna para ausentarse de la Península los momentos en que los goces de la paternidad sujetaban á Colón en Córdoba.

En los primeros meses de 1489 vinieron los Reyes de Valladolid á Andalucía para comenzar la campaña de aquel año; en 12 de Mayo expiden desde Córdoba una real cédula, en la que se ordenaba que se aposentara á Colón y los suyos en buenas posadas, que non sean mesones, sin dineros, y que los mantenimientos se le diesen á los precios corrientes; es digno de notar, que así como en los primeros años la protección de los Reyes consiste en darle perió. dicamente diversas cantidades de maravedises,

desde 1489 en adelante no recibe el genovés cantidad alguna, y en cambio, se le otorga esta cédula; cabe sospechar, por tanto, que hasta 1489 Colón permanece en Córdoba, quizá al lado de Doña Beatriz, y desde esta fecha hasta 1491 ocúpase en viajar por España, acaso para adquirir noticias necesarias para el desarrollo de sus proyectos.

Durante toda la campaña ocupó á los Monarcas el sitio de Baza, que se sentó en el mes de Mayo y duró hasta principios del de Diciembre, en que se entregó la ciudad; también al real de Baza fué Colón, según dicen algunos historiadores; además conquistaron los Reyes varias villas y ciudades, y terminada la campaña se dirigieron á invernar en Sevilla.

En la primavera del año 1490 realizóse un acontecimiento que distrajo la atención de los Reyes de todo otro negocio; en el mes de Marzo llegaron á Sevilla el Canciller mayor de Portugal y D. Fernando Silveira, enviados por el Monarca portugués para celebrar los desposo rios de la Princesa Isabel con el Príncipe don Alonso, hijo de D. Juan II; el 18 de Abril se celebró la ceremonia, y los cronistas refieren menudamente las fiestas y diversioness que hubo con tan fausto motivo; terminados los festejos, comenzaron las talas en la misma vega granadina, y duraron todo el verano; al entrar el invierno retiróse la corte á Sevilla.

Al comenzar el año 1491 trataron los Reyes

de terminar la lucha con los moros; pasaron el invierno ocupados en preparar la próxima campaña, y en 16 de Abril acampaba el ejército cristiano en la vega de Granada, á dos leguas de la ciudad musulmana; largo fué el asedio; los cronistas nos refieren las mil peripecias del sitio, durante el cual los sitiadores y los sitiados dieron patentes pruebas de su valor y coraje; en 14 de Julio se incendió el campamento cristiano y los Reyes acordaron construir la ciudad de Santa Fe: ochenta días bastaron para conseguirlo; en 5 de Octubre comenzaron las negociaciones con los sitiados para establecer las condiciones de la capitulación: acordada ésta, en 2 de Enero de 1492 se verificó la entrega de la ciudad.

Durante estos últimos años no tenemos noticias de Colón; aun cuando los Reyes no entraron en Granada hasta el 2 de Enero de 1492, la entrega de la ciudad estaba acordada desde el 25 de Noviembre de 1491, es decir, que desde esta fecha pudieron los Reyes tener la seguridad de que Granada se rendía; entonces, libres del cuidado de la guerra, trataron de cumplir á Colón la promesa tantas veces repetida, de que se ocuparían del negocio cuando la lucha de los moros lo permitiese.

Comenzaron, pues, las negociaciones, materia interesantísima para nuestro estudio, que será objeto del capítulo siguiente.

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s tal la confusión que en los escritores existe al tratar de este período de la génesis del descubrimiento, que verdaderamente ofrece dificultades grandísimas el ordenar los sucesos, atendiendo à lo puramente histórico y comprobado, abandonando lo ficticio y falso, producto de fantasías acaloradas y mentes soñadoras; aumenta más y más la dificultad, la carencia de noticias minuciosas y claras en los historiadores antiguos, lo cual ha dado origen á toda una serie de afirma. ciones sin fundamento, que pretenden llenar los huecos que se observan en los escritores contemporáneos de estos sucesos.

Ignórase la fecha de la llegada de Colón á

Santa Fe; ignórase si fué al Real en virtud de orden de los Reyes, si llegó allí obedeciendo á propio impulso, ó si fué llamado por sus amigos y valedores; ni Hernando Colón, ni Las Casas, ni ninguno de los escritores de aquel tiempo, nos resuelven la cuestión; puede suponerse que debido á alguna de las dos últimas causas se dirigió Colón á Santa Fe.

Llegado al campamento, trató de comenzar sus negociaciones con los Reyes; y al llegar á este punto, confesamos con toda ingenuidad que no nos explicamos una contradicción en que incurren la mayoría de los escritores colombinos; dícese, sin texto que apoye tal suposición, que D. Fernando, enemigo del futuro descubridor, y que siempre había acogido con frialdad el proyecto, abandonó el negocio á su esposa; y sin embargo, á renglón seguido, y en vista de la ruptura de las negociaciones, atribúyese el fracaso á la terquedad del Rey y á su estrechez de miras, al no concebir la grandeza y beneficios que el descubrimiento había de reportar.

Tal opinión es absurda: D. Fernando entendió en las negociaciones, y su inflexibilidad, enfrente de las peticiones de Colón, produjo la ruptura; fal es lo que arroja el estudio de los textos, única base histórica para presentar afirmaciones.

Los textos de D. Hernando Colón y del P. Las

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