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en buenos principios de lógica, no cabe proscribirlas del campo de la ciencia; allí donde nos falte el documento, donde no exista afirmación terminante y dato cierto de escritor imparcial contemporáneo, cuando no haya más que vagas indicaciones, susceptibles de varia interpretación, allí está el campo apropiado para la hipótesis, que debe exponerse como tal, esto es, como afirmación posible, aunque no cierta, de la existencia de sucesos que se suponen ocurridos; de esta suerte, sin faltar á la verdad— requisito esencial de toda obra científica-pueden tener cabida afirmaciones hipotéticas, que tal vez á la luz de nuevos descubrimientos resultan verdades incontrovertibles.

Tal será, pues, mi manera de construir este trabajo: los documentos, los historiadores y escritores contemporáneos, ó los escritores de posteriores tiempos, me suministrarán los materiales: allá donde no haya dato seguro expondré mi opinión, y los fundamentos en que se apoye, dispuesto siempre á retirarla y á modificarla, sin apasionamientos de amor propio, en cuanto se me demuestre su inexactitud.

IV.

Tratándose en el presente trabajo de vindicar á D. Fernando el Católico, de los injustos ata

ques de que es objeto por parte de algunos historiadores, por su intervención en los hechos relacionados con el descubrimiento, claro está que necesariamente tiene que revestir este trabajo caracteres de alegato; por eso no se extrañe el lector de que á veces abandone el tranquilo y reposado tono del narrador, para entrar en disquisiciones críticas y aun en vehementes polémicas: esto no obstante, procuraré no extremar la defensa influído por el apasionamiento y el falso patriotismo, que á veces conduce á mantener seriamente los mayores dislates: en este punto, protesto de que convencido de la razón que me asiste al emprender la viudicación, no iré en ella más allá de lo justo y verdadero: no necesita ciertamente el Católico Rey de artificiales reflectores que den á su figura mayor brillo del que tiene; basta simplemente con sacarlo de la inmerecida oscuridad á que se le ha condenado y presentarlo á la luz del día, para que se perciban claramente los rasgos de su enérgica y valerosa figura.

Tal es el sentido y el objeto de este estudio: si con él consigo recabar para Aragón y su Monarca la consideración á que son acreedores por su valiosa intervención en el descubrimiento de América, habré conseguido el propósito que guia mi pluma al trazar estos renglones, que con el mayor temor someto al juicio del público. Madrid, Octubre de 1892.

CAPÍTULO I.

VICISITUDES DE CRISTOBAL COLÓN HASTA SU PRIMERA ENTREVISTA CON LOS REYES CATÓLICOS.

M

I.

ANIFESTÁBAMOs en la Introducción, á este trabajo, nuestro propósito de no escribir una biografía de Cristobal Colón, tarea de grande empeño reservada á escritores de mayor empuje; mas sin embargo, no podemos prescindir de dar algunos antecedentes, acerca de las vicisitudes de Colón antes de su llegada á España, como precedente necesario para nuestro estudio.

Según la opinión más probable, el futuro descubridor nació en la provincia de Génova en el año 1436, de familia humilde: su padre Dominico Colombo, fué cardador de lana y tejedor de paños, y de su matrimonio con Susana Fontanarosa, tuvo cinco hijos, cuatro de ellos varones: aun cuando en aquel tiempo había en

diferentes puntos de la provincia de Génova familias del mismo apellido, algunas de ellas de noble estirpe, no está averiguado su parentesco con los progenitores de Colón.

Según parece, Cristobal fué el hermano mayor, y en sus primeros años debió dedicarse juntamente con sus hermanos Juan Peregrin, Bartolomé y Diego á auxiliar á su padre en las tareas de su oficio: respecto de la hermana, sábese que se llamó Blanca y casó con Santiago Bavarello de quien tuvo un hijo llamado Pantaleón.

Cuantos relatos existen acerca de la infancia de Colón y de sus estudios en la Universidad de Pavía, carecen de base histórica: su infancia juntamente con la de sus hermanos debió deslizarse tranquila en el taller de su padre: no consta que el futuro Almirante, recibiese educación esmerada ni instrucción profunda.

En edad temprana abandonó su primitivo oficio para dedicarse á la navegación: hay un texto del propio Colón que no deja lugar á duda: dice en carta dirigida á los Reyes Católicos: «De muy pequeña edad entré en la mar navegando, y lo he continuado hasta hoy,» su hijo Hernando confirma lo dicho por su padre.

Prescindimos de las varias vicisitudes de Colón y de sus viajes marítimos hasta su llegada á Portugal: conşta positivamente que entre el 1470 y 1472 llegó á este país en donde se estableció.

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