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á exponer su proyecto, cuando una tempestad obligó á la nave á refugiarse en el puerto de Palos. Colón, acompañado de su hijo, á quien pensaba dejar en compañía de sus cuñados, dirigióse ya en tierra á visitar el convento de la Rábida: llegado allá, detúvose y pidió agua y pan para su hijo, hecho naturalísimo y del que se han deducido consecuencias estupendas por los aficionados á ver lo maravilloso en lo natural y lógico y á fabricar leyendas con objeto de embellecer la Historia, cual si la recta interpretación de sus verdades, no fuese su mejor adorno y atavío.

El habla y acento extranjero de Colón, así como sus vestiduras, hubieron de chocar al fraile que lo recibió, entablándose entre ellos animado diálogo: era Fray Juan Pérez antiguo confesor de la Reina Católica, y tal vez guardián del convento, por más que acerca de esta circunstancia no haya datos seguros; entró en conversación con Colón; hallábase entonces en el convento el físico de Palos, Garcí Hernández, entendido en astrología, y entre los tres comenzó una animada plática: Colón contó á sus interlocutores las varias vicisitudes que sus proyectos habían sufrido en la corte de Portugal, y las burlas de que habían sido objeto, y hasta hizo una alusión á la mala fe de los portugueses.

Todos los sucesos anteriormente referidos,

están apoyados en pruebas y testimonios irrecusables; para proseguir la narración, debemos ahora entrar en el terreno de las hipótesis, faltos de base segura en que apoyar nuestras afirmaciones.

Es de suponer, que considerando Fray Juan Pérez y el físico García Hernández que los elementos que Colón pedía para realizar su descubrimiento no eran de gran importancia, le sugiriesen la idea de dirigirse al Duque de Medina Sidonia con tal objeto, y le disuadieran de su propósito de pasar á la corte de Francia; puede suponerse también que esta idea le fuera sugerida á Colón en Sevilla; lo que únicamente se sabe de cierto, es que Colón, abandonando su primera idea de dejar á su hijo Diego bajo la guarda de su cuñado Muliarte, accediendo á las indicaciones de Fray Juan Pérez, lo dejó en la Rábida, en donde recibió su primera educación.

Piérdese aquí la pista de Colón; no se sabe el tiempo que permaneció en la Rábida, ni si al proseguir su viaje tocó en Huelva; debió persistir en su idea de pasar á Francia, para cuyo objeto presentaba grandes facilidades el ser Sevilla centro comercial de grande importancia y ciudad muy visitada por extranjeras naves, en las que fácilmente podía hacer la travesía; no se sabe si fué llevado allí por el deseo de impetrar la protección del poderoso magnate

antes citado, ó si le atrajo el existir en la ciudad andaluza desde largo tiempo una numerosa colonia genovesa.

Llegado á Sevilla, dirigióse al Duque de Medina Sidonia, que no aceptó sus proposiciones, y después al de Medinaceli, D. Luis de la Cerda.

El poderoso magnate acogió al proyectista extranjero: los medios materiales que éste pedía para la realización de su proyecto, no eran de grande importancia: el Duque le concedió su protección y ayuda, y Colón, durante algún tiempo, pudo creer que había llegado la ocasión de realizar el sueño de toda su vida.

Entonces intervino la Corona deteniendo la empresa: pone el Duque en conocimiento de los Reyes su intento, y estos reclaman para sí el negocio y llaman á su corte al proyectista.

Las negociaciones entre el Duque y los Reyes, la llegada de Colón á la corte, su primera entrevista con los Monarcas y las consecuencias que tuvo, serán objeto de otro capítulo: veamos ahora la situación de España en esta época.

CAPÍTULO II.

ARAGÓN Y CASTILLA DESDE LA LLEGADA DE COLÓN HASTA SU PRIMERA ENTREVISTA CON LOS REYES CATÓLICOS. (1484-1486.)

I.

REEMOS indispensable en este lugar, un estudio algún tanto detenido de la situación de Aragón y Castilla en la época de la venida de Colón á España: la exposición del estado tanto interno como externo de nuestra patria, es la mejor contestación que puede darse á los que se extrañan, de que pidiendo el futuro descubridor tan escasos medios materiales para realizar el descubrimiento, no le fuesen concedidos por el Monarca aragonés, espíritu mezquino y egoista que no podía concebir, según ellos, ni el genio de Colón, ni la grandeza de sus proyectos.

Y vamos á comenzar nuestro estudio en el mismo año en que Colón, según se deja probado

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