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que cumplieron, en medio de aquel siglo pleitista, con el precepto de San Pablo, que encarga al Obispo no sea litigioso. Sus biógrafos tienen cuidado de avisar que no fueron pleitistas, poniendo esta cualidad entre sus mayores virtudes. Don Diego Gomez de La Madrid, Obispo de Badajoz (1601), en veinte y tres años que fué Obispo, no tuvo pleito ni etiqueta alguna con su Iglesia (1). Don Feliciano de Figueroa, que tenía varios en Segorbe (1607) cedió de todos por insinuacion del Rey (2). D. Juan Moriz de Salazar, Obispo de Huesca (1616), no tuvo pleitos en todo este tiempo. En cambio los tuvieron muy ágrios los canónigos (1663) sobre si las mangas de los roquetes habían de ser anchas ó estrechas (3). Afortunadamente el señor Foncalda, que fué Obispo algunos años despues, tambien fué enemigo de pleitos. En tiempo del Arzobispo de Tarragona Don Francisco Rojas (1653) se ventilaron varios pleitos que tenía la Mitra con el cabildo, pero con tal moderacion, que no se turbó la tranquilidad y buena armonía que entre ambos deben reinar (4). El Obispo de Gerona Fr. Severo Tomás Auter, fraile dominico, era tan llano en su trato y tan enemigo de etiquetas, que cortó todos los pleitos que había con su cabildo, y vivió con él en suma paz y concordia durante el tiempo de su pontificado (1679), lo cual fué tanto más de agradecer, cuanto que su antecesor habia sido muy pleitista (5). El cabildo de Segorbe anduvo enredado en frecuentes pleitos durante aquel siglo, á pesar del desistimiento que había hecho el señor Figueroa á principios de él: transigiólos por fin D. Crisóstomo Royo de Castelví (1691), que fué muy enemigo de pleitos y etiquetas (6), y vivió en mucha armonía con su cabildo.

Si hubo, pues, clérigos y Prelados que por genio, ó por otros motivos, fueron aficionados á pleitos, tambien los hubo que los odiaron, y éstos fueron los más sábios y virtuosos. Lo que hicieron éstos pudieron hacerlo aquellos.

(1) Gil Gonzalez Dávila: Teatro eclesiástico de Aragon, pág. 65.

(2) Villanueva, Viaje literario, tomo III, pág. 97.

(3) Teatro eclesiástico de Aragon, tomo VI, pág. 371 y 380.

(4) Villanueva: Viaje literario, tomo XX, pág. 49.

(5) Id.: id., tomo XIV, pág. 111.

(6) Id.: id., tomo III, pág. 114.

CAPITULO XXIV.

LA TEOLOGIA Y LITERATURA RELIGIOSA EN EL SIGLO XVII.

§. 164.

Fundacion de los Estudios de San Isidro en Madrid á cargo de los Jesuitas. - Pleitos de las universidades contra ellos.

FUENTES.-Archivo de la universidad de Salamanca, caj. 5.o, leg. 2.°—Archivo Complutense, formado por el P. Quintanilla, y existente en la Biblioteca de Jurisprudencia de Madrid.

Felipe III había fijado la corte en Madrid á instancias del Duque de Lerma, sacándola de Valladolid, donde había estado otras veces. Entre las cosas con que se pensó decorar la nueva corte, fué una de ellas la creacion de algunos estudios para entretener á la nobleza, que no podía salir á la inmediata universidad de Alcalá. Principiaba á notarse en ésta alguna decadencia, por haber desnaturalizado la fundacion primitiva. Cisneros la había consagrado á los estudios eclesiásticos, prohibiendo los de jurisprudencia; pero los colegiales mayores, que ya iban desdeñando la teología, habían sacado dispensas para crear una porcion de cátedras de derecho á pretexto de fomentar el estudio de los cánones. Por otra parte, supeditada la universidad al colegio mayor, gastaba éste en locas profusiones las rentas eclesiásticas con que estaba dotada, ínterin que los profesores vivían en la indigencia. Para completar aquel cuadro de postracion, los estudiantes vivían indisciplinadamente, no solamente allí, sino en casi todas las demas universidades de Castilla, promoviendo contínuas luchas con los vecinos, de que se originaban frecuentes asesinatos. Casi á un tiempo mismo (1623-1644) pedían á Felipe IV la universidad de Salamanca marcharse á Palencia, y la de Alcalá trasladarse á Madrid, ó á cualquier otro punto. Con este

motivo Felipe IV trató de fundar en Madrid unos estudios á cargo de los Jesuitas, á quienes secundaban en este proyecto algunas personas, que representaron al Rey la conveniencia de lo que sucedía en las otras de Europa, donde había estudios á cargo de la Compañía. Felipe IV encargó este negocio á Garci Perez de Araciel, del Consejo de Castilla, para que diese cuenta á éste, como lo hizo. El Consejo en sala de gobierno aprobó el pensamiento y lo aplaudió, poniendo como única limitacion, que no se diesen grados en aquellos estudios, ni se enseñáran teología escolástica, cánones, leyes, ni medicina; y en esta conformidad dió el Rey su decreto dirigido á Juan de Villela, Presidente que era de Indias. Otorgóse la escritura (1625), ofreciendo los Padres de la Compañia (1) poner en los estudios de Madrid enseñanzas de griego, hebreo, caldeo y siriaco, cronología, súmulas, lógica, filosofia natural, metafísica, matemáticas (con astrología, astronomía, perspectiva, pronósticos, geometría, geografía, hidrografía, y relojes), ética, política, economía, Vegecio de re militari, historia natural, teología moral y casos de conciencia, Sagrada Escritura, y además todos los estudios menores de gramática latina y retórica, poniendo para ello veintitres maestros, dos prefectos y doce pasantes; trayendo para ello, si fuera necesario, profesores extranjeros, y ofreciéndose el Rey á darles 10.000 ducados de juro, con otras varias condiciones que no hacen al caso.

Grande fué la sorpresa que este decreto causó en las universidades de Castilla, y desde luego se prepararon á impugnarlo. Á la sazon vino a España Cornelio Jansenio, enviado por la universidad de Lovaina, á fin de promover una liga de todas las universidades católicas contra los Jesuitas. Pasó por Sigüenza y Alcalá, donde fué muy bien acogido, y recibió cartas de recomendacion para la de Salamanca. Presentóse en aquella universidad (1627), la cual, á la sazon, llevaba un pleito ruidoso con los Jesuitas sobre el local que habían de ocupar en la universidad. Hizo presente Jansenio las cartas del rector y cláustro de Lovaina, en que manifestaba que los Jesuitas se habían apoderado de varias universidades de Ale

(1) Coleccion de documentos inéditos por los Sres. Salvá y Baranda.

mania, y querían apoderarse de aquella, poniendo estudios públicos con facultad de conferir grados, en virtud de bula de San Pio V. El cláustro de Salamanca, alarmado ya con la fundacion de los estudios de San Isidro de Madrid, accedió á los deseos de la universidad de Lovaina, y pasó una circular á las otras universidades de España para coligarse contra la Compañía, y en especial contra sus estudios en Madrid. Respondieron al llamamiento las universidades de Valladolid, Alcalá, Sevilla, Valencia, Granada, Sigüenza y Osma, enviando sus poderes á la de Salamanca. Las demas, ó no contestaron, ó se ha perdido la noticia. La universidad acudió á las comunidades religiosas, que ofrecieron secundarla, en especial los Dominicos, que hicieron liga con los demas institutos religiosos å favor de las universidades de Castilla, interesando á sus respectivos Cenerales y Cardenales á tomar con empeño aquel negocio.

Si las catedrales estaban entónces embrolladas en ruidosos pleitos, no lo estaban ménos entre si los institutos religiosos, en especial los Dominicos y Jesuitas, con motivo de la ruidosa cuestion de auxiliis. Las universidades todas se habían declarado contra la ciencia media, y áun algunos Jesuitas de la misma provincia de Castilla, entre ellos Enriquez y Vazquez, miraban de reojo aquella doctrina. Con todo, una vez empeñada la lucha en el mismo colegio de Alcalá, donde Vazquez habia enseñado, defendieron los Jesuitas á todo trance el sis– tema de Molina (1). De aqui la lucha de las universidades de Castilla y los Jesuitas principió á ser no solamente de intereses, sino de doctrina.

A nombre de las universidades de Castilla dió la de Salamanca un memorial contra los estudios de San Isidro en términos duros y violentos, pero muy bien razonados, manifestando los inconvenientes, no sólo de que se pusieran estudios en la corte, sino que además estuvieran á cargo de religiosos, y mucho más de asignaturas que no podían explicar sin quedar irregulares. En efecto, ¿á quién le ocurre poner á un religioso á explicar el arte militar? Sólo en tiempo de Felipe IV

(1) Vide Billuart, tomo I de su Teología, en la impugnacion histórica de la Ciencia media (pág. 100 de la edicion de Madrid, en 1798).

y en el siglo XVII pudiera concebirse tal dislate (1). La universidad de Alcalá dió otro memorial á nombre suyo, pero tan pesado é indigesto, que él solo bastaba para acreditar cuánto habían decaido en ménos de cien años las escuelas de Nebrija, Pedro Ciruelo, el Pinciano y Alfonso Matamoros. Las razones más vulgares están probadas con textos traidos por los cabellos, y oculta su fuerza entre pesada hojarasca (2).

El Rey no quiso ceder de su propósito, y mandó recoger á mano Real los memoriales de ambas Universidades, amenazándolas por ello, pero añadiendo en la misma carta, que no creía que los memoriales fueran de ellas. Mas como no era tan fácil dar dinero como buenas disposiciones, el Rey no pudo concluir la fundacion, y los estudios quedaron reducidos á cátedras de matemáticas, que desde el siglo anterior se enseñaban en el Real Alcázar, y las de lenguas, ó poco más, hasta el tiempo de Cárlos III (3).

§. 165.

Clérigos poetas.-Literatura religiosa.

A fines del siglo XVI la poesía española se eleva al más alto punto por su majestad, por su robusta entonacion, por la acertada eleccion de los asuntos, por el sabor profundamente religioso que preside en ella. Dios habla por boca del poeta, y el poeta al remontarse en alas del génio, no mira desde las nubes la tierra miserable que ha deja

(1) La solucion que se dió á esta dificultad no fué ménos peregrina, pues se dijo que los Cánones no prohibían al religioso enseñarlo sino aprenderlo, como si no fuera peor enseñarlo que aprenderlo.

(2) Para probar en el primer párrafo, que « las ciencias por quien se ilustra el mundo, obedeciendo á Dios y á S. M. componen su vida á su servicio,» cita á Hugo de Instructione novitiorum, y una auténtica, juntamente con el testimonio de Baldo. Tal era el pestífero gusto que se había desarrollado ya para entónces en aquella universidad.

(3) El P. Eusebio Nieremberg fué el primer catedrático de historia natural en aquellos Estudios. (Véase su Biografia por D. Nicolás Antonio.) A la vez fué maestro del P. Aguado, confesor del Conde-Duque.

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