Antología de poetas líricos castellanos desde la formación del idioma hasta nuestros días, Volumen14

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Marcelino Menéndez y Pelayo, José Rogerio Sánchez
Vinda de Hernando y c.a., 1916

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Página 125 - Y con las simples aves sin ruido, Harán las bravas sierpes ya su nido: Que mayor diferencia comprehendo De ti al que has escogido: Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Siempre de nueva leche en el verano Y en el invierno abundo...
Página 123 - ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta, reputándolo yo por desvarío, vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío llevaba, por pasar allí la siesta, a beber en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte. por desusada parte y por nuevo camino el agua se iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso, enajenado, iba siguiendo del agua fugitiva.
Página 258 - Y en tanto que el cabello, que en la vena Del oro se escogió, con vuelo presto, Por el hermoso cuello blanco enhiesto, El viento mueve, esparce y desordena ; Coged de vuestra alegre primavera El dulce fruto, antes que el tiempo airado Cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, Todo lo mudará la edad ligera, Por no hacer mudanza en su costumbre.
Página 133 - Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo, y verme libre pueda...
Página 251 - Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si ella quisiere, y aun sabrá querello; que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
Página 119 - El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de cantar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, de pacer olvidadas, escuchando.
Página 127 - Queriendo el monte al grave sentimiento de aquel dolor en algo ser propicio con la pesada voz retumba y suena.
Página 203 - Cerca del Tajo en soledad amena de verdes sauces hay una espesura, toda de hiedra revestida y llena, que por el tronco va hasta el altura ; y así la teje arriba y encadena que el sol no halla paso a la verdura; el agua baña el prado con sonido, alegrando la vista y el oído.
Página 131 - No me podrán quitar el dolorido sentir, si ya del todo primero no me quitan el sentido.
Página 127 - Corrientes aguas, puras, cristalinas; árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno...

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