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mar y qué de tierra va por allí,» y vuelve la carà al Mediodia, y despues al Poniente, y dice lo mismo; despues señala las islas, ved qué de islas á una mano y á otra están por aquí, todas están debajo de mi imperio; toda ésta es muy buena y próspera tierra, y si vosotros llamais buena tierra la que tiene y abunda en oro y perlas, segun me parece que lo buscais, oro entre nosotros poco hay, pero de perlas toda la mar destas islas está dellas llena, dellas yo os daré cuantas quisiéredes, con tanto que me guardeis la fidelidad y amistad que yo os guardaré, y desto estar ciertos que os la guardaré y me gozaré siempre de conversar con vosotros.» Estas y otras dulces y amigables palabras les dijo, de que ellos quedaron admirados y contentos. Cuando ya los nuestros querian partirse, le rogaron que para el Rey grande suyo, dellos, rey de Castilla, le hiciese coger 100 márcos de perlas, lo cual otorgó de muy buena gana, como cosa que tenia en poco hacerlo, pero no por eso se tuvo por obligado á hacerlo como fuése señor absoluto en aquellas islas y tierras. Habia tantos venados y conejos en aquella isla, que se venian á las casas de los vecinos, cuantos querian y habian menester, donde mataron los nuestros muchos con las ballestas, con que tuvieron muchos dias harta fiesta. Dijeron que lo habian baptizado y puesto nombre Pedrárias, siguiendo el error que los españoles, y áun clérigos y frailes algunos, siempre tuvieron, baptizando á éstos infieles sin darles doctrina alguna, ni de Dios tener chico ni grande conocimiento, más del que dél ellos se tienen, y así son causa que despues de bautizados los indios y rescibido el carácter (si empero no ponen obstáculo, y tienen intencion de rescibir lo que los españoles les dicen ser bueno, como de todos creemos), que vayan á idolatrar y cometan mil sacrilegios, lo cual es certísimo hacerse, porque ni ántes que el bautismo les den los enseñan ni pueden enseñarles, ni entender las cosas de la fe en tan poco tiempo, ni despues, porque así como de ántes se quedan; y ésta es injuria é irreverencia que se hace al Sacramento, tan inten pestiva é indiscretamente.

CAPITULO LXVI.

Salidos de la isla Gaspar de Morales y su compañía, dejando muy alegre al Cacique y á su gente, y ellos con sus muchas y ricas perlas muy contentos, tornáronse á la tierra firme para volverse al Darien con sus buenas nuevas; miéntras éstos andaban salteando por las islas y tardaron en las de aquel señor de todas ellas, Peñalosa y los que con él quedaron en el pueblo de Tutibra hicieron las obras, á los vecinos de él y de los otros pueblos, que siempre han acostumbrado á hacer, y principalmente son andar tras de las mujeres y escudriñar y robar cuanto pudieren. Fueron, parece que, tales los agravios que rescibieron, que acordaron de matallos á ellos allí, y despues á Gaspar de Morales y los suyos en el camino cuando volviesen, para lo cual se conjuraron los Caciques que al derredor habia, que por agraviados se tuvieron. Andaba con el Gaspar de Morales un Cacique llamado Chiruca, con un hijo suyo, mancebo, mostrando mucha aficion á los españoles, ó por amor verdadero (pero no sé por qué merecimientos), ó por miedo, ó por especular bien sus costumbres, fingidamente, como yo más creo, para despues, cuando se ofreciese oportunidad, dar en ellos. Llegados, pues, y desembarcados de las canoas en la tierra firme, Gaspar de Morales envió á un Bernardino de Morales con 10 hombres á llamar al Peñalosa y á los que con él habia dejado en Tutibra, para se ir todos, parece que, por otro camino al Darien. Estos llegaron al pueblo de un Cacique que habia por nombre Chuchama, de los conjurados, el cual los rescibió bien, У dióles de comer mostrándose muy amigo, pero á la noche, estando bien durmiendo, hizo poner fuego á la casa donde dormian, y en ella quemó dellos y ahorcó á los que por el fuego

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huyendo salian. Súpolo luégo el cacique Chiruca, que estaba con Gaspar de Morales y su compañía, y fué avisado como los conjurados ya cerca venian, por cuya causa, ó porque era en el conjuro, ó de miedo de los españoles no se le imputase algo, huyóse con su hijo aquella noche, pero luego que los hallaron ménos enviaron tras ellos españoles y indios, de los que llevaban por amigos, que tambien los seguian de miedo; alcanzaronlos, y, por el rastro habidos, trujéronlos presos á padre y á hijo. Pusiéronlos luégo á tormentos, que es su primer remedio, los cuales les daban y dan hoy, gravísimos, azomándoles el perro que les daba sus dentelladas bien récias: descubrieron los que en Chuchama se habian muerto y la gente que venia sobre ellos. Fué grandísimo el miedo que cayó en Morales y en todos ellos, sabido los que eran muertos, esperando verse tambien ellos en aquel peligro. Usó, empero, deste aviso, que el cacique Chiruca enviase á llamar secretamente á cada uno de los Caciques que venian, que eran 18 ó 19, so color que les querian avisar de cosas ántes que acometiesen, protestándole, que si en ésto no fuese fiel, que lo habian de echar luégo al perro; él lo hizo así de miedo, sin osar pensar en el contrario, por irle más que juramento. En viniendo cada uno echábanlo en la cadena, que era un istrumento tan usado entre los españoles que nunca andaban sin ella, para prender indios y hacer esclavos, y en ella iban los que les llevaban las cargas porque no se huyesen, porque aquellos eran sus acémilas donde quiera que mudaban el pié. De aquella manera é con aquella industria hobo á las manos todos los Caciques, sin que se sintiese cosa dello hasta que estaban todos presos.. En este tiempo allegó Peñalosa con su compañía, que debia escaparse ántes de saber y incurrir el peligro, con que mucho Gaspar de Morales y los suyos cobraron esfuerzo, teniéndolos ya por perdidos; acordaron de salir contra los que venian, que no estaban muy apercibidos esperando á sus Caciques. Llevó la delantera Francisco Pizarro, y dando en ellos al cuarto del alba, diciendo Santiago, cuando vino del todo la luz del dia contaron muertos sobre 700. Habida esta victoria, MoTOMO LXV.

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rales mandó aperrear todos los 18 Caciques, con Chiruca, que fueron 19, para, diz que, meter miedo en toda la tierra. Hecho ésto, porque tenia nueva Morales que á la parte oriental del golfo de Sant Miguel habia un Cacique gran señor, llamado Birú, que tenia gran riqueza de oro y perlas, determinó Morales de ir á acometerle; decíase deste ser muy esforzado, y que cuando hacia guerra ninguno tomaba á vida, y cercaba su casa de las armas que tomaba á los enemigos. Deste nombre Birú, la última luenga, dijeron que llamaron los españoles despues á la tierra del Perú, mutada la letra b en la p, letra; llegados las españoles á su tierra, y al pueblo donde tenia su casa, dieron en él al cuarto del alba. La costumbre de los españoles en aquella tierra firme fue dar en los indios', que estaban en sus casas durmiendo seguros, de aquella manera; pegaban fuego primero á las casas, que comunmente en las tierras calientes eran de paja, y quemados ó chamuscados los que tenian más profundo sueño, y otros con las espadas desbarrigados, y otros presos, huyendo los demas, atónitos hechos, volvian despues los nuestros á escarbar la ceniza, muerto el fuego, y coger el oro que habia en el pueblo. Así quedado en el pueblo de Birú de la manera dicha, y muertos los que matar pudieron, escapado el Cacique dellos, junta en breve y anima su gente y viene á ellos terriblemente; y con tanto esfuerzo pelearon, que por gran parte del dia no pareció quién vencia, pero al cabo habia de caer sobre los tristes, como suele, por la ferocidad del perro, y por las ballestas, y por las espadas que á los desnudos cortaban por medio, y así huyeron; viendo Gaspar de Morales que aquel Cacique y sus vasallos era gente récia, no osó esperarlos más, sino volverse al pueblo de Chiruca, dejado, así como está dicho, predicado el Evanjelio. Las gentes de los 19 Caciques aperreados, viéndose así privados de sus naturales señores, y el muchacho, hijo de Chiruca, sin su padre, acordaron de juntarse para esperar los españoles, cuando del Birú tornasen, si pudiesen matallos; de lo cual estuvo ayuno Morales, y así, cuando tornó, dieron en él de súbito, y hiriéronle luégo algunos, y á

uno atravesaron una vara por los pechos, que de repente cayó muerto sin habla. Los españoles como leones peleaban, y los ahuyentaban y mataban, pero los indios no por eso dejaban de tornar sobre ellos, y así los siguieron siete dias arreo, hiriendo algunos españoles, y ellos muchos de los indios matando. Viendo que tanto los seguian, los españoles no osaron más esperallos, y así una noche diéronles cierta cantonada. Estaba herido allí un español, llamado Velazquez, de tal manera tullido, que no pudo huir, é, por no morir á manos de los indios, acordó de ahorcarse á vista del Capitan y de otros que, con lágrimas, diz que, se lo estorbaban al mal aventurado. La manera que tuvieron para huir fué hacer muchos fuegos, y dejallos allí encendidos como que todos estaban despiertos y se velaban, pero todavía los indios sintieron que se iban, y los siguieron, y, venido el dia, los españoles se hallaron entre tres escuadrones de indios, cercados; Morales, por no pelear, creyendo ya perder mucho y ganar nada, quiso que aquel dia parasen allí hasta la noche, al medio de la cual, haciendo y dejando los mismos fuegos, tornaron á huir más que de paso; los indios, que tanto como ellos velaban, seguian su alcance, hiriendo siempre á los españoles, aunque ellos, con el perro, y con las ballestas y á ratos con las espadas, dellos mataban. Estaban ya los españoles tan cansados, y apretados, y desesperados cuasi de vida, que se metian por las varas de los indios, y como atónitos no vian quien los mataba, y ellos mataban terriblemente á los indios, cuasi sin sentir ni advertir lo que hacian; tomaron un remedio para escaparse, harto indiscreto, lleno de crueldad y de gran compasion digno, y éste fué, que, como llevaban muchos indios é indias, mujeres y muchachos, captivos, de trecho á trecho mataban á cuchilladas y estocadas dellos, á fin, diz que, por que se parasen á llorarlos los indios, y así tuviesen más lugar para su huida; como en la verdad fuése cosa más ra– razonable de creer que antes se habian de indignar más los indios, y animarse á los perseguir hasta consumillos, viendo la crueldad que usaban con sus amigos, y quizá mujeres y

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