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estaba en convertirse en República del ánimo de los habitantes de Amsterdam, de Midelburgo, de Leyden y de Groninghen cuando comenzaron sus alteraciones, pues ni siquiera fué su propósito romper el vínculo que de antiguo los unia con el heredero legítimo de la casa de Borgoña; y aun es de advertir que en los primeros tiempos no mostraron particular repugnancia á someterse á la dominacion de Felipe II, bajo condiciones que dejando á salvo sus fueros Ꭹ franquicias hicieran tambien desaparecer la causa borrando el rastro de los precedentes disturbios. Ni menos con la forma monárquica debian de hallarse mal avenidos, pues que á tantos Príncipes hicieron luego ofrecimiento de la corona, entre ellos á la Reina Isabel de Inglaterra que les dispensaba una proteccion altanera, tasada y onerosa, al Rey de Francia aun cuando pertenecia á tan desventurada casa como era la de Valois, y aun llegaron á proclamar Soberano con título de Duque de Brabante á Francisco, Duque de Anjou, que tambien pertenecia á la misma raza, y solo por su falsedad y veleidades era notable; ni faltaron partidarios dentro de Holanda al Archiduque Matías, Príncipe de la estirpe austríaca, que sólo les llevó por auxilio la espada sin gloria de un fugitivo aventurero; los tuvo el Rey de Dinamarca, cuyo escaso poder no alcanzaba á ampararlos; y el Conde de Leicester, á quien el favor de Isabel con ser tan grande no consintió que se elevase hasta el punto de ceñir una corona. Acaso los que intentaban ofrecerla al Príncipe Guillermo de Orange hubieran llevado á cabo el propósito á pesar de la emulacion de otros magnates, si entre la paciente y disimulada ambicion de aquel Príncipe y el Trono que le proponian el asesino puñal de Baltasar Gerard no se hubiera interpuesto. Y si estos diversos proyectos no acreditaron la vocacion republicana de los neerlandeses, pues que solo por falta de un Rey á quien pudieran aclamar adoptaron la nueva forma de gobierno, menos la demostraron posteriormente la facilidad y prontitud con que fué creciendo el poder del Stathouderato al mismo compás que el lustre ya antiguo y la popularidad de la casa de Orange Nassau, fundada en los servicios de tan grandes Principes, político el uno, guerreros los otros, como fueron el mismo Taciturno y sus hijos Mauricio y Federico, Enrique, hasta que llegó la hora de acomodar el título á la esencia de las cosas, y decorar la Autoridad Suprema con el que habitualmente usan las Monarquías. Ciñéndome á los tiempos á que me refiero obliga la fuerza de la verdad á reconocer que el régimen establecido en los Paises-Bajos aun despues de su revolucion, en nada se asemeja el que lleva el nombre de democrático en nuestros dias, pues que si bien residia en los estados generales la potestad superior, aquellos se componian de representantes de los estados de provincia, y estos de delegados de los Municipios, los cuales eran corporaciones revestidas de verdadero privilegio, segun la acepcion que dan hoy muchos á esta palabra, aunque no en provecho de ellas, sino con ánimo de establecer el mejor Gobierno en beneficio de todos. Y como estas corporaciones, compuestas de los mas acaudalados, se completaban con nombramientos que ellas mismas hacian al ocurrir vacantes, resulta que en aquellos grados de delegacion sucesiva no habia sombra ni asomo de eleccion popular ni intervencion de la muchedumbre; y que no manejaban el Gobierno otras clases sino los magistrados, los Profesores de artes liberales, los que habian ganado caudal en el ejercicio del comercio У la industria en cuanto a las ciudades y lugares populosos, en union de ciertos nobles y señores que por derecho propio se arrogaban el de representar á las poblaciones rurales: de tal manera, que si era sobradamente crecido el número de personas que manejaban los negocios del Estado para que pudiese cuadrar á

este el nombre de oligárquico, tampoco se podia confundir con repúblicas democráticas como la de Atenas ú otras de Grecia, y menos con las que llevan hoy igual denominacion. Y aun cuando es árduo apuntar en breves frases cual es el origen de la grandeza ó decadencia de cada estado, si se me estrechase á explicar como fué tan alto el vuelo de aquella naciente república, contestaria sin vacilar que se hubo de atribuir, mas bien que á causas misterosas, ni á la mágica virtud de las palabras, ni aun á la menos quimérica de las formas políticas, a resortes harto mas poderosos, como fué, sobre todo, el ordenado concierto de las voluntades y de los esfuerzos, ayudado con patrióticos sacrificios, con el amor al trabajo, fuente de todo linaje de grandezas en los pueblos modernos y con cierto instinto práctico reñido con las quimeras y apreciador exacto del límite de las cosas posibles, á cuyas dotes suelen ir reunidas ciertas virtudes modestas, que con ser subalternas no por eso dejan de ser provechosas para su felicidad y solidez así de las monarquías como de las repúblicas; aunque en el caso á que me refiero no fué poco lo que ayudaron luego á realzarlas el brillo de las artes y el lustre de rasgos heróicos, como respectivamente lo acreditan la fama de Rembrant y de Hemskerque.

Se me ha de perdonar esta digresion á que ha dado orígen mi propio convencimiento, autorizado ciertamente con el ejemplo y práctica del personaje á quien he consagrado mi discurso. Pero nada mueve á que se haga aprecio de las partes de un combatiente quien pasa por alto las de su contrario, cualesquiera que sean el origen y justicia de la contienda ó el término final de la misma, y así es, que para poner de realce el valor y proezas de los españoles, nunca desaprovechó Coloma las ocasiones que á su notoria imparcialidad se ofrecieron al referir aquellas guerras, con cuya memoria para siempre quedó tan relacionada su propia reputacion militar y literaria.

Ya es tiempo de que volvamos á hablar de este último, á quien nombró el Rey Gobernador de Perpiñan, Lugarteniente de Capitan General de los Condados de Rosellon, Puigcerdá y Cerdania, en Junio de 1600, es decir, dos años despues de la muerte de Felipe II. Doce habian sido los que pasó asistiendo á las contínuas campañas de Francia y de los Paises-Bajos, y tiempo era que reposara de tanto cansancio y peligro en su nuevo empleo, donde sin embargo no habian de escasear las inquietudes. Si á costa de largos tratos habia sido posible á los Gobiernos situados á uno y otro lado del Pirineo firmar las paces de Vervins, mas difícil era avenir las ánimos de entrambos pueblos al cabo de tan largas y sangrientas discordias, por cuya razon quedaron en disposicion indecisa entre la avenencia y el resentimiento, dudándose cada dia si al siguiente no renaceria la guerra, y sobre todo, en aquellas fronterizas comarcas del Rosellon colocadas entre los dos Reinos en posicion tan poco segura y resguardada de la ajena codicia, como luego lo acreditaron los sucesos. Aun durante los años mas tranquilos del reinado, ántes y despues del doble casamiento que pareció prenda de paz entre una y otra corona, se encuentran en las correspondencias del nuevo Gobernador curiosas noticias acerca de sus forzadas relaciones con varios de los personajes, cuyas inquietudes ocasionaron tantos disturbios del lado allá de los Pirineos durante la minoría de Luis XIII. Con igual cargo pasó luego á Mallorca, pero necesito del breve espacio que los límites de este discurso consienten para referir mas graves sucesos. De las treguas de Holanda habia corrido gran parte del plazo; hablábase mucho de su terminacion próxima; hácia aquel mismo lado era posible saltase alguna chispa del incendio que levantaron en el Imperio

aleman las materias de religion y la rebelion de Bohemia, y comenzaron á correr rumores de nueva guerra en Flandes cuando fue llamado Coloma á aquel teatro famoso de sus primeras campañas.

Habíale nombrado el Rey General de Cambries y Castellano de aquella misma ciudad de Cambray, de cuyo sitio en 1595 hizo tan fiel y animada relacion en su libro, y como no era en aquel puesto su asistencia precisa ántes de que comenzaron las hostalidades, y parecia ocasion por otra parte de que fuesen oidos los consejos de su esperiencia, mandóle el Archiduque Alberto que para entrar en la Junta de guerra pasase á Gante, á cuyo lugar desde Bruselas se habia trasladado en nuestros dias la corte, pues lo era y no poco lucida la de los Paises-Bajos, aunque de ella suelen hablar nuestros historiadores menos de lo que su importancia reclama. Era además imágen fiel de la union de la casa de Austria representada en el casamiento del Archiduque Alberto con la hija de Felipe II; venia á ser como vanguardia de la Monarquía de España en medio de Europa, y como centro de las más interesantes negociaciones y de las más activas campañas, por cuya razon allí concurria un gran número de personas ilustres por las armas, por su rango, ó por el manejo y práctica de los negocios. Sobresalia y ocupaba el primer puesto entre los militares, como el mas insigne de todos, el genovés Ambrosio Espínola, que comenzando á ser soldado á los 30 años, de repente habia subido á los mas altos grados y cargos de la milicia, pero dando tan buena cuenta de ellos, que desde el prolongado sitio de Ostende, á principios del siglo, ganó celebridad en toda Europa, confirmada más adelante con diferentes campañas, durante las cuales se mostró digno competidor de tan prudente y experto General como era el Príncipe Mauricio de Nassau, y no eclipsada despues por ninguno de cuantos Generales extranjeros estuvieron al servicio de España durante el Siglo XVII.

Al mismo tiempo que General en aquellos ejércitos era Ambrosio Espínola Consejero de los Archiduques, depositario de su confianza, Mayordomo mayor de su palacio. Sostuvo con Coloma durante largos años relaciones de buena amistad y si bien no se logró su deseo de que fuera este último su cuartel Maestre general en la anunciada campaña, y aunque los tuvo alejados la diversidad de sus cargos, medió entre ellos por entonces contínua y activa correspondencia.

Asi como este era el principal personaje en la córte y en los campamentos, de la misma suerte lo fué en los consejos el Marqués de Bedmar luego que llegó á Flandes, algunos años mas tarde que Coloma, concluida su embajada que le hizo famoso en Venecia, de donde trajo mortal ódio contra aquellos republicanos, y le duró hasta el último dia de su vida, de lo que he hallado repetidos rastros en su correspondencia con Coloma. Eran irregulares y extrañas antes de quedar viuda la Infanta las relaciones entre la córte de Madrid y la de Bruselas, sin que atinaran á determinarlas claramente los tratados, sin encerrarse esta última en los límites de la subordinacion, ni rayar en los verdaderos de la independencia, tampoco se acierta á comprender cuales fueron despues las funciones del Marqués de Bedmar si era Embajador del Rey de España, cómo lo rezaba su título, cerca de la Infanta, ó si de esta era como tutor ó principal Ministro; pero lo seguro es que sin noticia y dictámen suyo no se adoptaba resolucion alguna que fuera de carácter grave y que con él habian de contar y tratar los Generales Españoles y los enviados Extranjeros. Por razones fáciles de comprender no podia ménos de inclinarse aquella córte á cuantos partidos y resoluciones estrecharan la amistad y la alianza de España con Austria; pero aun mas austríaco que

los mismos Archiduques era el embajador, no porque dejase su corazon de ser español, sino porque en su mente estaban ligados hasta el punto de confundirse los intereses de su pátria con los de religion y del imperio, de tal suerte que fuera de esta alianza no divisaba la rectitud de su conciencia sino perdicion y ruina, aun cuando creyera que Austria y Baviera solian ajustar su conducta á su propia voluntad y conveniencia, olvidando la de España. Decia más, y son palabras suyas textuales las que cópio: decia que «para obrar así ambos gobiernos era su principal fundamento saber que en caso de guerra el de Madrid no podia dejar de asistirlos y que esta persuasion los endurecia y habia de endurecer siempre:>> pero añadia luego que «no habia forma humana de quitarles esta persuasion, como no fuera queriéndolos perder, lo cual no convenia á la conciencia ni á la honra.» Con cargo de Embajador se hallaba el Marqués de Bruselas, cuando recibió de Roma el Capelo con la apelacion de Cardenal de la Cueva, siendo de notar que en una misma promocion ascendieron á la dignidad de Príncipes de la Iglesia el personaje de quien hablo y el Obispo de Luçon á quien la historia conoce con el nombre de Cardenal de Richelieu, y que con ideas más mundanas y muy diferentes en punto á alianzas por guiarle miras temporales, fué el mayor enemigo de cuantos tuvo la casa de Austria. Pero el de la Cueva, aunque nunca hasta entonces habia pertenecido al estado eclesiástico, pues que dijo siendo Embajador su primera misa, entendia de muy diversa manera los deberes políticos que su nueva dignidad le imponia. Por lo demás, era este Cardenal persona de probado teson, de suma rectitud y muy práctico en el manejo de los hombres y de los negocios.

Por su gran importancia y por la parte que tuvieron en sucesos que he de referir despues, no he podido menos de hablar de estos personajes, y por la brevedad me limitaré á mencionar á otros que componian aquella córle y á cuyo cargo corrian los ejércitos y negociaciones, como eran entre los españoles don Gonzalo de Córdoba, hermano del Duque de Sesa, á quien no poco daba que hacer el cumplir con las obligaciones de nombre tan afamado; D. Luis de Velasco, Conde de Salazar; el Veedor General, D. C. de Benavente y Benavides, el Secretario Pedro de San Juan, y entre los naturales de aquellas provincias, el Conde de Bucquoy, veterano de nuestras guerras de Flandes, y despues aun mas famoso por sus victorias de Bohemia, el Conde Enrique de Berg como General, y como Magistrados y negociadores el Canciller Pequius y el Secretario Fernando de Boischot.

Centro y alma de aquella córte era la Infanta Doña Isabel Clara Eugenia, hija predilecta de Felipe II. A pesar de la madurez de los años, conservaba aquella señora restos de su celebrada balleza que templaba la majestad de su porte, ayudándose para ello con la dulzura de su carácter en el cual se concertaban las mas opuestas perfecciones. Sin renunciar á las que son propias de su sexo, descubria ánimo varonil en las vicisitudes de la guerra y en los cuidados y afanes del Gobierno. Antes y aun despues de enviudar para nada estorbaba en su palacio la sincera austeridad de su vida religiosa á las apacibles y alegres costumbres, asi del pueblo como la de los señores flamencos. Con blandura era el lema de su administracion maternal, y sin embargo, manejaba con mano firme las riendas de aquel turbulento Estado. De la altura conveniente no permitia que su decoro decayese un sólo punto, y sin embargo, asistia á los ejercicios populares con los mas humildes y concurria á tomar parte en el tiro de ballesta tan apreciado por los flamencos. De los aciertos de su Gobierno pueden correr diversas opiniones; pero

de cuantos escritores herigieron la historia en tribunal supremo para juzgar á Felipe II, ninguno recuerdo que para las virtudes de la hija tuviese palabras que no fueran de alabanza y respeto. De igual suerte que se asemejaba la Infanta Isabel á otras ilustres Princesas de la misma estirpe, no desdecia tampoco del de otros Príncipes de la casa de Austria el carácter del Archiduque Alberto, tanto en sus cualidades como en sus defectos. Formado y educado á su imágen y semejanza por Felipe II, que le preferia á sus demás sobrinos, supoluego en Bruselas templar el rigor que aquellos pueblos hubiesen tildado de adusto, y aunque extremado en su devocion, se conservó á igual distancia de la laxitud de su padre Maximiliano II, sospechoso á los ojos de la ortodoxia, tanto como de las ideas que en Madrid reinaban y aun de las doctrinas que aplicaba su primo Fernando de Gratz, á la gobernacion del Imperio.

No era ciertamente inútil en Bruselas al lado de los Archiduques la presencia de los personajes que antes he mencionado, porque de allí, aun mas que de Madrid, habia de ser de donde recibieran direccion é impulso las campañas, como habia sucedido antes de que se ajustase la tregua y de la misma suerte no podia aquella cérte dejar de ser el centro de las negociaciones, pues que ni el rápido curso de las primeras ni las fases diversas de estas últimas daban tiempo á que los correos, cuyos viajes eran lentos, trajesen á España noticia de los sucesos y volvieran á llevar noticia de las resoluciones, que solian ser tardas é imtempestivas. De cuyas circunstancias provenia que la delegacion de facultades, á que antes la confianza señalara ámplios límites, hubiese llegado á ser casi omnímoda por efecto de la necesidad, y de tal suerte, que en vista de las correspondencias y documentos acerca de los negocios mas graves del centro de Europa casi ocurrian dudas para resolver donde residia el Gobierno Supremo de la Monarquía, á no ser por la frecuente necesidad de auxilios y provisiones que la guerra requeria, que los ejércitos devoraban, y que habian de proporcionar en medio de mil penurias y escaseces los Ministros del Rey de España. Del desembarazo con que solian obrar los Archiduques en los casos mas graves suministra buen ejemplo lo que ocurrió en 1609 al tiempo en que fueron ajustadas las treguas cuyo plazo aun corria en la época á que me refiero, siendo sabido que antes que tuviese noticia ni ménos diera su aprobacion al Rey de España ya habia comenzado la suspension de armas; así como es indudable que al ajustar aquel tratado, si bien fué el fundamento principal hallarse por una y otra parte las fuerzas cansadas y los tesoros exhaus tos al cabo de 40 años de contienda, en cuanto á ciertas condiciones y pactos harto dudosos y oscuros, mas bien se tuvo presente el reposo de que estaban necesitadas aquellas provincias de Flandes que el interés universal de toda la Monarquía, cuyo comercio Ꭹ vastas posesiones ultramarinas quedaron entregadas fuera de ciertas latitudes à la depredacion de las escuadras holandesas y hubieron de continuar soportando los rigores de la guerra.

Estaban á punto de terminar los 12 años de estas treguas, y no era posible que antes de resolversi convendria romperlas ó renovarlas dejase de ser oida la voz del Castellano de Cambray, tan práctico en materias de milicia, tan enterado de los nogocios de aquellas provincias como celoso y diligente en el servicio del Estado. En Abril de 1620 envió al Rey un papel ó Memoria que abrazaba dos puntos diferentes; si se debia prolongar la suspension de armas, ó en caso contrario, cómo convendria abrir la campaña. Acerca del primero de la opinion Coloma, que por cierto no podia ser mas atinada ni expresada en términos mas claros У lacó

TOMO II.-NÚM, II.

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