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una vez recobrada con el rey su confianza, si algunos asturianos de la costa no hubieran penetrado el secreto, á pesar de la sigilosidad con que se guardaba, dando cuenta acto contínuo al monarca y al obispo de Oviedo D. Gutierre, su consejero. Una vez conocida del rey la trama que se urdía, dictó órdenes de prision contra su hermano, que evadiéndose con presteza, se acogió á Asturias, haciéndose fuerte en Gijon å fines del año 1381, y alzando descubiertamente banderas de rebelion.

Siguió sus pasos el rey, y con poderoso ejército vino sobre esta plaza con ánimo de apoderarse de ella; atemorizóse algun tanto el conde, que tan repentino ataque contrariára sus planes, aun no del todo maduros, y así antes que comenzaran las hostilidades, se fué al cuartel real, suplicando al rey le perdonára; otorgóselo el bondadoso corazon de D. Juan, alzando en seguida el cerco de Gijon, y tomando la vuelta de Zamora; á su paso por Oviedo, prestó el conde juramento y pleito homenaje en la Cámara Santa de la catedral encima del cánon sagrado, de lealtad y reconocimiento como á su señor natural.

Ya sabemos la poca fuerza que en el conde tenian sus juramentos, y la facilidad con que los olvidaba; así que à pesar que el rey creia dejar á su hermano muy reconocido, este tan ingrato como rebelde, sin cuidarse de otra cosa, no pensó sino en preparar la realizacion de sus planes, un momento contrariados, comenzando á abastecer en secreto los castillos y casas fuertes; mas como tan torcidos manejos llegáran á vidos del monarca, que se encontraba muy ocupado en guerra con los portugueses, envió apresuradamente á Asturias á su consejero el obispo D. Gutierre, como capitan general, mientras él podia venir en persona, dándole entre otras cartas y cédulas reales, una que vamos á reproducir íntegra, por la que desposeia y confiscaba al conde todos sus señoríos; dice así:

Don Juan, por la gracia de Dios, rey de Castilla, etc. A todos los concejos, é jueces, é otros cualesquier oficiales de todas las villas, lugares, é cotos de Arbuello, è de Babia de Suso, é de Yuso, que el conde D. Alfonso auvía en

Asturias, è á cualquiera, ó cualesquiera de vos á quien esta nuestra carta fuere mostrada, salud é gracia: Facémosvos saber, que el dicho conde nos demandó licencia para er á Portugal á tratar è facer algunas cousas, que cumplian al nuestro servicio, è nos fiando dėl, así como de buena razon debíamos fiar por el ser nuestro hermano, otrosí nuestro vasallo, dimos la dicha licencia: é él en lugar de tratar lo que convenia á nuestro servicio, hizo el contrario, é se juntó con el rey de Portugal, é con los ingleses nuestros enemigos, é fizo trato con ellos en nostro deservicio; é nos non parando mientes á los yerros que nos facía, por debido que hauia la nuestra merced, é por lo tirar de mal camino, é de malas obras en que andaba, embiámosle por muchas veces nuestros mensajeros, en que le embiábamos á dezir, que se viniese para nuestro servicio, é que lo perdonaríamos, é le faríamos muchas mercedes, é outras muchas figuranzas que le embiábamos á dezir, porque él fuese en uno con nos á pelear con el dicho rey de Portugal, é con los ingleses nuestros enemigos, é él non parando mientes á todo esto, é como es nuestro vasallo, ni esso mesmo á la naturaleza que ha en este reyno, é otrosí á los juramentos, é pleitos omenajes que nos fizo en San Salvador de Oviedo, en la capilla de las Reliquias, sobre el cuerpo de Dios, en manos del obispo de Oviedo; ni faziendo aquello que el buen vasallo debe facer á su rey, é á su señor natural, nunca quiso venir al nuestro servicio; é porque los tales como estos non deben fincar sin pena, como los buenos, è leales servidores deben auer galardon por los servicios que facen. Nos por estos fechos acordamos de tomar esta tierra para la nuestra corona, é despues de nuestros dias, para los reyes que despues vinieren, en tal manera que siempre finque en el señorío de la corona real, etc.» Prosigue luego el poder que dá al obispo D. Gutierre, para tomar posesion en su nombre de estos señoríos, y nombrar alcaides y merinos, que bajo pleito homenaje le prometan guardarles y defenderles.

Entregó además el rey á D. Gutierre una carta para que todos los vasallos de Asturias y sus cuatro sacadas, así

mismo los de Arbuello y de las Babias, Luna, Omaña y Laviana en las montañas de Leon, obedecieran á todo lo que ordenáre, y otro poder para quitar y poner justicias y jueces en Oviedo y demás pueblos: tambien mandó el rey á algunos caballeros afamados en la guerra, naturales de Asturias, que se encontraban á su lado, fueran á ponerse á las órdenes del obispo para defender sus tierras. Dice así la cédula: «Nos El Rey: Facemos saber á vos Gutierre Osorio de Quirós, é Lope Osorio de Quirós, é Tel Fernandez de Toledo, é García Suarez de Arbuello, é García Osorio de Obregon, é Pedro Menendez de Valdés, é Fernando Alvarez, é Gonzalo Bernaldo de la Rivera, é Menen Perez de Valdés, é Diego Fernandez de Vada, é Alvar Perez de Amieva, Pedro Fernandez de Bode, Pedro Sanchez del Busto, é Juan Mendez de Valdés, é Pedro Osorio de Somiedo, Diego Alfonso de Nevares, é Gonzalo Balbin, é Diego Fernandez de Rios, é Suer Rodriguez de Arbuello, é Gutierre de Quirós, é Alvaro Vazquez su hermano, é García Rodriguez de Builla, é Rodrigo Alvarez de Bandujo, é Alfonso de Nava, é Gutierre de Hévia, é Diego Fernandez Vigil, é García Osorio de Arbuello, é Fernando Alfonso de Lagueyo, Juan Fernandez de Oviedo, Diego Rodriguez de Oviedo, Fernan Rodriguez su hermano, é Gerónimo Martinez de Oviedo, é Gerónimo Rodriguez de Tabaza, é Domingo Diaz de Riero, nuestros vasallos, que es nuestra merced que quededes con D. Gutierre obispo de Oviedo, en Asturias, é fagades lo que él vos mandare é dixere de nuestra parte, que entendiéredes que cumple á nuestro servicio, porque vos mandamos que lo fagades así, é no fagades endeal, so pena de la nuesa merced, é sabed que así cumple al nuestro servicio, etc.» Tambien llevó el obispo poderes para que Juan Estébanez de Oviedo, le entregára la torre de Cima de Villa, y para que Fernando Alfonso de Noreña, alcaide del alcázar de Oviedo, y Gonzalo Alfonso de Noreña, alcaide del alcázar de Avilés, recibieran al obispo, acatando sus órdenes, y que todos los alcaides de casas fuertes y castillos de Asturias que habian favorecido al conde, se los entregasen otorgándoles en cambio el perdon.

"A mas de estas providencias, envió el rey tropas de Castilla, y por caudillos á Pedro Suarez de Quiñones, adelantado mayor de Leon y Asturias, Pedro Ruiz Sarmiento, adelantado mayor del reino de Galicia, y Pedro Fernandez de Velasco, su camarero mayor, los cuales en union de mucha parte de la nobleza del país, entre la que figuraban Menen Perez de Valdés, ilustre capitan gijonés, y su hijo el célebre Pedro Menendez Valdés, vinieron sobre Gijon, donde se hallaba refugiado el conde: intimáronle de orden del rey que se rindiera, mas él desobedeció esta pretension, alzando otra vez los estandartes de rebeldía, con el apoyo de la mucha gente de armas que habia tomado á sueldo, y multitud de ingleses que se mantenian en España de las pasadas guerras.

Los del partido real, viéndole tan resguardado, y conociendo además la gran fortaleza de la plaza, se contentaron por entonces, con poner en noticia del rey lo ocurrido á fin de que se les ayudára, y establecer un bloqueo fuera del alcance de las murallas, para que el conde no pudiera recibir refuerzos, aislando igualmente por esta medida, á sus parciales diseminados en la provincia.

Defendian por el conde de Gijon, la fortaleza y villa de Tinéo Fernan Sanchez de Piedrabuena, y el castillo de Cangas Diego Sanchez de Reciella; requirióles el obispo, que se las entregáran, pero ellos desobedeciendo esta orden, trataron muy mal á los enviados, haciendo en las tierras de la iglesia terribles incursiones, en que talaban los campos y despojaban á sus vasallos: á fin de poner remedio, envió el adelantado Fedro Suarez de Quiñones en contra del primero á Diego García de Tinéo, con fuerte destacamento para rendirles, y órden de que se le unieran los hidalgos de la comarca; y contra el segundo á Lope Rodriguez de Cangas y Alonso de Llano: estos dos caudillos envistieron á sus contrarios, derramándose bastante sangre por ambas partes, consiguiendo al cabo la prision de Fernan Sanchez: algun mayor trabajo hubo de costarles hacerse dueños de Diego Sanchez, que guarecido en el castillo, opuso una resistencia de muchos dias, hasta que apu

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rados todos los medios se puso fuego á la torre: medio axfisiado por el humo, trató de huir, arrojándose por una ventana, que daba á un parage que él creia desguarnecido; mas apenas tocó tierra, se vió cercado, teniendo que rendirse: fueron llevados presos los rebeldes tenientes al castillo de Gijon, donde sobornando á los guardas, hallaron medio de fugarse y acojerse dentro de la plaza, en la que ya volveremos á encontrarles.

En virtud de órden del obispo, y cumpliendo este las del rey, para que tomase posesion en beneficio de su corona de todas las villas, tierras y castillos del conde D. Alfonso, partió Arias Alvarez de Omaña, que residía en las casas fuertes de su solar en el valle de Omaña, para las montañas de Leon, con encargo de posesionarse de los lugares y castillos que el conde tenia en Babia de Suso, y Yuso, Luna, y Laciana y otras comarcas de aquellas tierras, defendidas por hombres valientes y poderosos, entre los que mencionan las crónicas, á Rodrigo de Ordás, Juan Camundio, Fernando Vidal y Rui Gonzalez de Carrocedo. Juntó el de Omaña poderoso escuadron, y sus contrarios unidos, vinieron con él á las manos: largo rato duró el combate, portandose todos cual valientes; por último, decidióse el triunfo en favor del primero, sucumbiendo en la pelea muerto por su mano Rodrigo de Ordás, pronunciándose los restantes en completa derrota, siendo unos cogidos y otros fugádose por caminos y veredas poco conocidas, hasta refugiarse en Gijon, aumentando el número de los defensores de la plaza.

Los demás parciales del conde que discurrian por la provincia, fueron fácilmente vencidos, una vez hechos dueños de los castillos y villas de donde recibian auxilios las tropas reales: allanado todo el país, restaba solo para su completa pacificacion apoderarse de la villa de Gijon, último refugio de los rebeldes; pero esta plaza, como tenemos dicho, era tan fuerte, que á pesar de acampar cerca de sus muros, casi toda la nobleza del país, y refuerzos venidos de Castilla, no se habian decidido aun á establecer el cerco de una manera formal, dando con esto álas á la siempre creciente osadía del conde D. Alfonso, hasta

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