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que, por último, cediendo el rey á las instancias de sus servidores, y calmados los trastornos del interior del reino, decidió venir en persona al sitio de Gijon, tomando la vuelta de Asturias, á la cabeza de numerosa y lucida hueste.

CAPITULO VII.

Gijon al terminar el siglo XIV.-Segundo sitio de la plaza por el rey D. Juan I.-Medios de defensa.-Los gijoneses que servian en ambos partidos.-Trátase de batir las murallas.-Tentativa frustrada de asalto.-La pólvora.-Terrible salida de los sitiados y muerte de Menen Perez Valdés.-Continuacion del sitio.Concordia del Real.-Caballeros notables que asistieron al sitio. -D. Juan I en Gijon.-Cesan de contarse los años por la Era de César.-Señorios otorgados á D. Alfonso.-El condado de Noreña se dá al obispo de Oviedo.—Son arrasados varios castillos. -Naeva intentona y prision del conde D. Alfonso.-El rey para castigarle pide consejo á nobles y prelados.

Era Gijon al finalizar el siglo XIV una de las plazas mas fuertes de España; su situacion topográfica la hacía inespugnable; colocada sobre el escarpado cerro de Santa Catalina, que penetra por el Norte hácia el mar, en el centro de la costa de Asturias, media legua distante del cabo de Torres, y tres de el de Peñas, rodeada por el Occéano y defendida por la aspereza de la colina, se encontraba la parte de tierra circumbalada de una fortísima muralla, resguardecida la entrada de la plaza, único punto vulnerable, con un fuerte castillo y reforzada de un ancho y profundo foso, por el que en las grandes mareas circulaba libremente el

mar dejando la poblacion aislada: seguia à continuacion una laguna y grandes arenales movedizos, que no daban lugar á afirmar sin mucha dificultad ni peligro las máquinas é ingenios para batirla. Las murallas, obra de los romanos, eran espesísimas y de una solidez á toda prueba: hè aquí como las describe, y tambien su situacion, un documento antiguo: «La cerca de Gijon vino desde sobre la garita hácia Somió, frisando con la ería de la talaya hacia la iglesia de San Pedro, y por debajo de los figares de los Gorgoyos, todo muralla de argamasa, é iva á dar al torijon de junto á la cárcel, y de allí por junto à la casa de Joan Moran Rivera iva del mielgo derecho á la pesquería y á la raya y la garita y todo de argamasa fuerte. La poblacion propiamente dicha, se encontraba agrupada en el monte de Santa Catalina y en el barrio que hoy se conoce con el nombre de Cima de Villa. (1)

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Nunca esta plaza, desde la època de los romanos, que fueron sus únicos conquistadores, habia podido ser rendida por la fuerza de las armas: en el curso de esta historia hemos tenido ocasion de mencionar los diferentes sitios que sufrió, todos terminados, bien por desestimiento del enemigo ó por avenencias honrosas: en la presente ocasion habia de tener la misma suerte á pesar que el rey D. Juan, ardiendo en fúria y coraje, con las eternas traiciones del conde D. Alfonso, habia jurado no dar tregua ni vagar á su ejército, agotando todos los recursos de su tesoro, antes que consentir tremoláran en un pueblo perteneciente á la

(1) Para mejor inteligencia de nuestros lectores, vamos á determinar bien esplicitamente, la situacion que ocupaban las murallas, de las que aun hoy se conservan grandes vestigios y señales que cualquier curioso puede examinar, con lo que significaremos á la vez el recinto del antiguo Gijon.

Arrancaban estas por cima de lo que es hoy castillo de San Pedro, seguian por las torres de Valdés, plazuela de Jovellanos, al lado de la casa que fue antiguo Instituto, á la Colegiata y calle de San Juan Bautista, terminando en la casa llamada de las Piezas, por servir de depósito de artillería.

corona de Castillla, otros estandartes que los de su legítimo dueño y soberano.

Encontrábase la villa, segun tenemos dicho, perfectamente abastecida; á mas de los hombres de armas, vasallos del conde, habia este tomado á sueldo multitud de aventureros y gentes de todas las naciones, señaladamente ingleses, de los que entraban con bastante frecuencia por el puerto gruesos destacamentos: tambien no falta quien asegure, que contaban con un poderoso auxiliar, la pólvora, elemento terrible de destruccion, que aplicado á las máquinas de guerra, invencion reciente del aleman Sechubart, cambió por completo y de una manera radical la táctica y ciencia militar.

Entre los gijoneses se contaban muchos parciales del conde, que habiendo este fijado allí su residencia, y hecho adquirir cierta importancia á la villa, despertó la gratitud en sus corazones; no podian olvidar tampoco que era hijo acaso el mas querido del conde de Trastamara, y que sirviéndole con lealtad, pagaban una deuda de reconocimiento al rey Enrique; hicieron, sin embargo, lo posible por apartarle de los desastrosos planes que forjára, y aun trataban de aprovechar el momento oportuno para una reconciliacion; mas no obstante, desde el momento en que fué proscripto y condenado, resolvieron consagrarse á su defensa, hasta conseguirle ámplio perdon de sus errores, bajo palabra que les dió de que una vez perdonado, no incurriría en nuevas rebeliones: así los Ramirez, Cifuentes, Fernandez de Somonte y otros caballeros, seguian sus banderas. No eran escasos los del partido real, entre los que se contaban los Bandujos, Salcedos y otros, y á cuyo frente figuraba el ilustre gijonés Menen Perez de Valdés, sobrino de aquel Diego el Valiente, tipo proverbial de nobleza, que le habia trasmitido sus generosos é hidalgos sentimientos, y el respeto y la fidelidad mas profunda á los reyes que se asentaban en el sólio castellano: respeto digno de las caballerescas costumbres de la edad media.

Apenas hubo llegado el rey D. Juan, en el mes de Octubre de 1382, intimó su rendicion al conde; este contestó que

lo haria si se le otorgaba el perdon, y se le restituian sus tierras ocupadas por las tropas reales: ante tan orgullosa respuesta, dispuso D. Juan comenzar los preparativos del sitio, nombrando por general á Menen Perez de Valdés, que situó su real en una colina cercana á la plaza que desde entonces conserva este nombre. (1)

Trascurrió algun tiempo en estas primeras operaciones, y una vez todo preparado, se decidió intentar el asalto; al efecto, se dispusieron las grandes máquinas é ingénios que comenzaron á disparar contra las murallas gruesos proyectiles de durísimo pedernal; (2) su furia se estrellaba contra aquellas viejas paredes, que subsistian imperecederas á través de los siglos y de la inclemencia de los tiempos: defendíanse los sitiados bien á cubierto, con ballestas, dardos y piedras, sin esperimentar baja alguna, mientras causaban muchas sensibles á sus contrarios, por lo que hubo de darse órden de suspender el ataque..

Continuaron escaramuceándose unos y otros, hasta que ofendido el orgullo castellano, dispusieron los valientes caballeros, acometer en una noche y á pecho descubierto la plaza que tan altiva se mostraba: obtenida la vénia del rey, parten impetuosos sobre las murallas; entonces fué, segun un autor antiguo, (3) cuando los sitiados creyeron oportuno emplear el nuevo invento, disparando á la vez todos sus cañones, y sembrando el terror en los contrarios, que vuelven grupas camino del Real: validos de tan feliz ocasion y envueltos en las tinieblas de la noche, cargan sobre ellos. los del conde, y son por todas partes muertos, batidos y

(1) Conforme se vá á la inmediata aldea de Ceares y a la izquierda del camino, se encuentra esta colina y unas pequeñas praderías, con un escaso manantial de agua potable muy buena. La nombran del Real, por haber establecido allí su campo el rey don Juan I.

(2) Aun se encuentran algunas de estas balas de piedra en varios sitios de la poblacion.

(3) Crónica del rey D. Juan I, por Pero Lopez de Ayala.-Menendez Valdés, Avisos histórico-políticos.

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