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mas frondosa y llana que todo lo demás de aquella tierra ó comarca.» La crítica moderna considera apócrifo este do

cumento.

El señor D. Gregorio Menendez Valdés, que escribió la historia de Gijon á fines del siglo último, apoyado en parte en el testo anterior, afirma con la mejor buena fé que ha sido su fundador Gijan, viznieto de Tubal. Esto como se vé es sencillamente cándido, mas cuando se afirma sin pruebas de ningun género.

Tambien hay quien sostiene que la fundacion de Gijon se debe al famoso rey Gerion, cuya existencia y la de su lucida dinastía solamente el P. Sota ha pretendido acreditar. (1)

El P. Mariana, en su Historia de España, dice: «Amilcar y Gisjon, nietos de Magon, se hicieron al mar, de órden de el Senado de Carthago, á descubrir nuevos rumbos y costas. Amilcar se engolfó hácia la América, Gisjon vino á Gijon y construyó en él un almacen, castillo ó fortaleza con pretesto de girar su comercio.» Hay tambien quienes dando tortura al relato del sábio Jesuita crean á Gijon como fundado por los cartagineses; esta opinion se refuta con suma facilidad, siendo Gijon parte integrante de el país de los Astures, y estando bien demostrado que estos se mantuvieron independientes hasta los tiempos de Augusto, ¿cómo creer en la dominacion de Carthago?... En nuestro juicio lo que se desprende de la Historia citada, es que tal vez algunos comerciantes de aquella nacion, atraidos por las escelencias de un país fértil y rico, vinieran á Gijon con ánimo de establecerse, y que pasado algun tiempo se confundieran con el resto de sus habitantes, desmintiéndose aquí aquello de entrar vendiendo por salir mandando.

Hemos leido con detenimiento la autorizada y mas completa Historia de España hasta el dia; la escrita por D. Modesto Lafuente, y nada vemos en ella que nos

(1) Crónica de los príncipes de Asturias.

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esclarezca este punto; solo sí se encuentra de acuerdo con nosotros en la existencia de Gijon como ciudad populosa, en la época romana: por eso nos seria preciso conformarnos con señalar desde entonces la era de su grandeza, si el erudito y distinguido escritor D. José Caveda no viniese en nuestra ayuda desvaneciendo un aserto formulado por algunos autores modernos con las siguientes clarísimas observaciones:

«Con argumentos muy fútiles se ha propuesto sustentar el P. M. Risco, en el tomo 37 de La España Sagrada la opinion de que el Gijon actual no sea la Gijia de Tolomeo. Al conceder de buen grado esta poblacion á los Astures Augustanos, la coloca en Castilla bien lejos del Occéano. Pero en primer lugar, cuando Tolomeo menciona á Gijia no la enumera como se quiere entre los pueblos mediterráneos. La nombra simplemente sin determinar si correspondia al litoral ó al interior. En segundo lugar, no ha de perderse de vista que describiendo l'omponio Mela la costa de Asturias empezando por la parte oriental cita primero á Salia, despues á Maliaca y luego á Gijia. Pues bien: el Salia es indudablemente el rio Sella: con fundamento puede suponerse que á Maliaca corresponde la puebla de Máleo, ó de Maleayo, como la llaman las escrituras de la Edad media, y hoy Villaviciosa, no repugnando tampoco que Gijia sea el puerto actual de Gijon. ¡Singular coincidencia la que se observa entre el órden sucesivo con que el geógrafo latino cita al Salia, á Maliaca y á Gijia, y el que actualmente nos ofrecen en su colocacion sobre la costa el Sella, Villaviciosa y Gijon! ¿Puede esto considerarse como un juego del acaso, cuando tan estrecha relacion se encuentra entre los nombres antiguos y los modernos de esas entidades geográficas? Apesar de todo, empeñado Risco en sostener su peregrina opinion, quiere que el pobre lugar de Mellanzos, del territorio de Leon, corresponda á la antigua Maliaca, y que el despoblado conocido con el nombre de Gijon y á corta distancia de Mansilla sea la Gijia de Tolomeo. Pero aun atendiendo solo á la analcgía de los nombres, mayor sin duda se encuentra entre Ma

leayo y Maliaca, que entre esta y Mellanzos. Tampoco aparece mas aproximado á Gijia el término desierto de Gijon. Por otra parte, no ha de perderse de vista, que mientras Gijon completamente ignorado en la historia, sin recuerdos que le acrediten y perdido en las llanuras de Castilla, jamás ha llamado la atencion de los historiadores, se conservan de Gijia notables memorias como ciudad romana; memorias, que hasta cierto punto no pueden parecer estrañas á Gijon, donde tantos restos se descubrieron de la dominacion romana, tales como sus robustos muros cuyas ruinas reconoció Morales, y de los cuales existen todavía algunos vestigios. En vista, pues, de estas consideraciones, no será ciertamente una temeridad desechar el parecer de Risco para columbrar en la villa objeto de esta historia á la antigua Gijia de Tolomeo. >>

Despues de esta interesante disertacion con que el respetable Sr. Caveda nos ha honrado, pálido seria todo cuanto por nuestra propia cuenta pudiéramos añadir; únicamente que la primera vez que se lee el nombre de la marítima villa aparece con el nombre latino de Gejio, en los cronicones del monje de Albelda y de Sebastian de Salamanca, ambos del siglo IX. ¿Y siendo tan levísima la diferencia del nombre latino al romano, no encontraremos en ello una prueba mas del esmerado acierto con que el Sr. Caveda ha estudiado esta cuestion?... Para nosotros no existe género alguno de duda en que el Gijon actual fuese la Gijia de Tolomeo, sin que por eso pueda determinarse la época de su primitiva fundacion, considerándola solo como poblacion de importancia en aquellos remotos tiempos. (1)

(1) El canónigo Tirso de Avilés, en su sumario de armas y linajes de Asturias, escrito en el siglo XVI, despues de indicar la fundacion de Gijon, en la época de Tiberio, en lo que no ha estado exacto, supuesto que ya sabemos existia como ciudad importante en la anterior de Augusto, dice que su nombre primitivo fue Gixion, derivándole de su mismo fundador «y despues se fué corrompiendo el vocablo por haberla ocupado gentes de diversas naciones que despues aca la poblaron y ahora se llama la ciudad ó villa de Xixon.» Termina el de Avilés con los siguientes versos:

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bien del puñal»... «Sus cotas de armas son generalmente de lino, y apenas se encuentra quien las lleve de malla. Tampoco se vé entre ellos el morrión de tres garzotas, y regularmente los tejen de nervios»... «Los peones llevan botines largos ó polainas, y van armados de venablos ó lanzas con la cuchilla de bronce»... «Todos usan sayos negros y las mujeres vestidos bordados. »

Estas antiguas costumbres de los Astures, son tan semejantes á las de los primitivos escitas, que no sin fundamento hemos emitido la opinion de que este país debe su poblacion à aquella asiática raza. La industria de los asturianos en aquellos tiempos era principalmente la cría de ganados; así en los escelentes pastos de sus montes y valles alimentaban crecido número de bueyes, vacas y cerdos.

Tambien los caballos estaban sumamente estendidos segun el testimonio de Estralon, Marcial, Séneca y otros escritores; su hermosura y agilidad resaltaban en tan alto grado y eran tan apreciados de los romanos, que distinguian con el renombre de asturcones á sus caballos mas estimados.

Los Astures segun Josejo eran guerreros hasta el delirio; para ellos la vida sin la guerra era sinónimo de afrenta y de baldon; profesaban tanto ódio al nombre romano, que aliados muchas veces á los cartagineses para combatir contra las legiones de la república, consideraban como enemigos á los países vecinos sujetos al yugo de Roma. Así es que los Astures, en union con sus hermanos los Cántabros, hacian terribles escursiones al país de los vácceos: una de ellas dió lugar á la sangrienta guerra movida por Augusto, que la emprendió deseoso de esterminar á gente tan brava y aguerrida, y que continuamente hostilizaba á sus nuevos súbditos.

Con gran pompa se abrió el templo de Jano, que estaba cerrado en tiempo de paz; de seguida trasladóse el César á Segissama, estableciendo en esta ciudad sus reales, 22 años antes de J. C. Larguísima y abundante en reveses fué entonces la guerra con los Asturo-Cántabros, pues estos por ser inferiores en número y sin nocion ninguna

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de disciplina, jamás se presentaban á campal batalla, viéndose precisados los romanos á penetrar en parages montuosos y cubiertos de bosques donde esperimentaban considerables pérdidas, siéndoles inútil su táctica y pericia, combatiendo contra montañeses denodados y tan conocedores del terreno. Profundamente disgustado Augusto por estas dificultades, se retiró á Tarragona, nombrando para sustituirle al frente del ejército á C. Antistio. Mas afortunado fué este general, que consiguió derrotar á los AsturoCántabros, victoria que segun los historiadores se debió á que envalentonados por la retirada del César, se olvidaron de su acostumbrada táctica, presentando campal batalla al pié de los muros de Bélgica. Acogiéronse los que consiguieron salvarse en el monte Vinnio, elevada y fuerte posicion; hasta allí los persiguieron los romanos, que rindieron en el camino despues de prolongada y valerosa resistencia la plaza de Aracillium. Agobiados por tantos reveses los Asturo-Cántabros, se refugiaron en el monte Medulio: allí fueron á buscarles los ejércitos de Carissio y Furio, que à fin de imposibilitarles la fuga, rodearon la montaña con un gran foso en cuya construccion se empleó bastante tiempo. Reducidos entonces al último grado de estrechez, y aniquilados por tantos sufrimientos como pasaron en su heróica y desigual lucha, prefirieron no obstante. sucumbir antes que rendirse á sus enemigos: al efecto despues de incendiar fortuna y hogares, unos se arrojaron á las llamas, y otra gran parte, despues de consumir en un festin las muy escasas provisiones que en su estremada penuria aun contaban, se envenenaron con jugo de ramas de tejo; así es que fueron escasísimos los que quedaron prisioneros. Toda esta guerra se hizo segun los historiadores contra los Cántabros. Rehechos algun tiempo despues los Asturo-Cántabros, y deseosos de vengar la muerte de sus hermanos, bajaron en gran número de las montañas, reuniéndose sobre el rio Astura, donde se dividieron en tres cuerpos, para oponerse respectivamente á otros tantos ejércitos romanos. Quizá habrian obtenido buen resultado en su empresa, á no ser por la mala fé de los Trigicinos, sus aliados, que pusie

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