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estaba á la entrada del puerto, con gran peligro por la oscuridad de la noche. Despues de tres horas de penosos trabajos, otra ola mas fuerte que las anteriores arroja el bergantin entre dos peñas, y aun que haciendo agua, sin desgracia de persona alguna, y sin rèrdida de los equipajes que se sacaron despues á tierra.

La triste narracion de esta borrasca, referida por los mismos que la habian sufrido, hubo de afligir demasiado á los señores Jovellanos y Valdés: este que se habia sentido enfermo al entrar en Vega se agravó sobre manera: no se apartaba de su lado D. Gaspar suministrándole el alimento y medicinas, con aquel tierno afecto que siempre conservó á sus amigos; mas siendo necesario administrarle el viático y hacer testamento le mudaron á otro aposento. El sentimiento de tan repentina y grave enfermedad hace caer en cama á Jovellanos. Muere Valdés el 25 de Noviembre, y don Gaspar ignorando esta desgracia y acometido de fulminante pulmonia que no cede á remedio alguno, fallece dos dias despues, el 27 del propio mes, con el consuelo de haber recibido todos los auxilios espirituales. Asi terminó la inmaculada vida de tan insigne patricio, mortificado en los últimos veinte años por las persecuciones y desgracias que en su daño fraguaron sus émulos y enemigos.

Hallábase entonces la Junta de Asturias en Castropol y envió dos vocales para concurrir y autorizar en su nombre. el funeral. Celebróse este con toda la pompa que el pueblo y las circunstancias pudieron proporcionar en la iglesia parroquial del puerto de Vega. Asistieron cuagenta sacerdotes de las feligresías del distrito, convocados desde el dia anterior, presididos por el párroco de la misma iglesia D. Pedro Tames Hevia, y por el provisor de la propia diócesis que se puso la capa pluvial. Además de los dos vocales de la Junta que hicieron el duelo con el Sr. Acevedo, oidor de la audiencia de Oviedo, fué grande la concurrencia de toda clase de gentes, distinguiéndose la mayor parte de los gijoneses emigrados que habian acudido de diversos puntos á dar el último adios

a paisano tan querido, y cuyo llanto no cesó un punto durante el funeral. Una compañia del ejercito tributó los últimos honores al que tantos servicios habia hecho á su país. Sus restos fueron depositados provisionalmente en aquella iglesia, hasta que fuese posible cumplir con su última voluntad, por la que prevenia su deseo de descansar en su amado Gijon y al lado de sus queridos padres.

Despues de esta triste ceremonia separáronse los emigrados, yendo cada caal á diverso punto y ninguno á Gijon, de donde cada vez se recibian nuevas mas funesias y desconsoladoras.

Habian hecho los franceses su entrada en esta villa el dia 7 de Noviembre: airados y vengativos, al encontrarse con la poblacion casi desieita, comenzaron á repartir á diestro y siniestro crueles golpes: numerosos fueron los prisioneros y las víctimas; muhas las casas saqueadas y entregadas al pillage; las propiedades de los emigrados todas embargadas y los artículos que existian en los almacenes de los comerciantes estraidos en buques del puerto, en el cual apresaron varias embarcaciones, exigiendo despues cantidades crecidas por su rescate. Uno de ellos fué el bergantia Joren Zoilo, cuyo casco y cargamento valía 400.000 reales y por el que los enemigos cobraron 40.000. Por fortuna las favorables noticias recibidas del interior, y los bien combinados movimientos de nuestros generales, hacian augurar la pronta evacuacion de la villa, suceso que felizmente aconteció en breve.

El 21 de Enero de 1812 se fijó y publicó un bando por el que se prohibia á todos los vecinos, bajo pena de la vida, que salieran de sus casas en todo el dia y la noche inmediata, previniéndoles igualmente, se abstuvieran de abrir los balcones y encender luces en las habitaciones que daban á la calle. Todo el mundo se hacía lenguas de este suceso, sin adivinarle quizá, cuando alguno que otro, mas curioso ó atrevido vió que todas las tropas francesas, que se habian concentrado en la puerta de la villa, desfilaban silenciosamente á las doce de la noche. por la carretera de Oviedo, llevando forrados los cascos de

los caballos y las ruedas de los trenes de artillería. Evacuaban á Gijon los odiados invasores y le abandonaban para no volver jamás.

Algun observador podia ya haber congeturado tal propósito, al ver la premura desplegada en los dias anteriores, al embarcar apresuradamente en cinco ó seis pataches, multitud de efectos y dinero fruto de su última estancia en el Principado. Terminaron esta faena el mismo dia 21, y á igual hora que el ejército desfilaba, embarcáronse los que habian de custodiar el convoy: con todo, antes de darse á lá vela, incendiaron un pequeño depósito de pólvora en Santa Catalina, cuya esplosion infundió el mayor terror en la poblacion, saltando los cristales de todas las casas y aun resintiéndose algunos edificios... ¡Castigo providencial! apenas se hicieron á la mar los pataches, y cuando los franceses iban regocijándose por la manera siniestra con que se habian despedido, sobreviene horroroso temporal que causa la pérdida de cuatro de los cinco buques; pereciendo en el naufragio casi todos sus tripulantes y los efectos que conducian.

Dos dias despues, sabidas estas nuevas en el cuartel general de Losada, que acampaba en Pravia, destacó al subteniente del regimiento de Tuy D. Juan Manuel de la Iglesia para que tomase el mando de las armas y dictara las disposiciones oportunas, haciéndose cargo de los pocos efectos que habian dejado los enemigos, instando á los regidores en nombre del general, para que constituyese de nuevo el Ayuntamiento: dieron por resultado las elecciones el nombramiento de D. Juan Bautista Gonzalez para juez primero, D. Alonso García Rendueles, segundo y D. Francisco Alvargonzalez, Procurador general noble.

Sucesivamente fueron entrando muchas tropas del 6. ejército y tambien el general Barcena, á quien se dispensó un cariñoso recibimiento, digno de quien tan acreedor era á la gratitud de la patria, por sus grandes servicios. Fueron nombrados por este general, gobernadores de la plaza, primero con el caracter de interino.

el teniente coronel D. Francisco Lorenzana y despues el brigadier D. Manuel Herreros.

Regresaban entre tanto los emigrados, tornaba la confianza en virtud de las buenas noticias que se recibian y Gijon volvia á entrar en el cauce de su vida ordinaria: con grandes festejos y general alegría se sole.nnizó en el mes de Abril la toma de Badajoz, celebrándose en 2 de Mayo y con grandísima concurrencia, solemnes. honras en obsequio de las primeras víctimas de la independencia española.

La constitucion política de la monarquía votada por las Cortes de Cádiz, se juró el 4 de Setiembre á las cuatro de la tarde: con gran iluminacion, salvas de artilleria y otras funciones se solemnizó la inauguracion de la nueva era política; al siguiente dia tuvo lugar la funcion religiosa, tedeum y misa de gracias celebrada por el párroco: el contento era general y lo mismo la aprobacion al nuevo código: ¡cuan pronto habian de tornarse las opiniones, dividiéndose y luchando en opuestos campos, los que unidos habian abatido el poder del gran capitan moderno!

Con arreglo á lo que disponia la ley fundamental del Estado, se nombró en 22 de Noviembre, el primer Ayuntamiento constitucional, que se compuso de los señores J. Juan Bautista Gonzalez, D. Juan Diaz Laviada y don José Perez Valdes como alcaldes; D. Juan Eugenio Garcia Sala. D. Juan Garcia de la Espriella. D. Isidro de Medio, D. Manuel Sanchez Cifuentes, D. Juan Blanco, don Francisco Menendez y D. Juan Bautista Diaz, regidores; y finalmente procuradores síndicos D. Juan Gonzalez Vigil y D. José Garcia Palacios. Todos estos señores tomaron posesion al siguiente dia, conservando sus cargos hasta que la reaccion del año inmediato, decretó con la abolición del sistema constitucional la restauracion de los antiguos Ayuntamientos. De entonces acá corrieron estas corporaciones las vicisitudes hijas de las distintas formas de gobierno, que harto conocidas no creemos necesario

enumerar.

Escasez de sucesos de carácter histórico, contamos desde esta fecha: enconados andaban por los años 1820 á 30 liberales y realistas, si bien la mayoria de las clases ilustradas, militaba entre los primeros, que llegaron á acuñar medallas por el restablecimiento de la constitucion. A la proclamación de la Reina, se adhirió Gijon en masa, solemnizando con vistosas flestas su subida al trono; los carlistas no hallaron en él casi ningun adicto, y á la en trada de Sanz. todos los habitantes de mas nota se refugiaron en buques y lanchas de que se cubrió la concha; por lo que airado el general decretó fuertes exacciones. Las visitas de las personas reales y las descripciones de aigunas fiestas es lo único de alguna importancia que nos resta por consignar; de ellas vamos a ocuparnos en el capítulo próximo.

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