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ñascos arrojados desde la cima por los robustos asturianos: los que quieren defenderse, se estrellan contra inaccesibles murallas de granito ó contra el hacha de dos filos de don Pelayo. Solo así se esplica una victoria tan completa, una mortandad tan horrorosa. »

«La crítica discurre así: la tradicion es mas breve y sencilla: la batalla de Covadonga fué un milagro. La saeta despedida por el brazo del musulman, se volvia contra el corazon del brazo que la habia disparado. Aconteció este famoso suceso en el año 99 de la egira, 718 de Jesucristo. >>

Si la victoria puede esplicarse naturalmente ó tenemos que recurrir á la milagrosa intervencion del cielo, no queremos disputarlo: á nuestro propósito basta consignar que sin esa fé sencilla en que se apoya la tradicion, Covadonga sería hoy todavía albergue de fieras, nó la casa solar de nuestros reyes; los árabes y moros continuarian dueños de España. . (I)

(1) Los historiadores Mariana, Trelles, Carballo, Dunham, Romey y Lafuente, unánimes en el principio de consignar la victoria de Covadonga, la atribuyen indistintamente á las versiones que en el testo dejamos citadas.-Respecto al número de combatientes, conformes todos en que los cristianos eran solo algunos centenares, varían en cuanto a los árabes, pues mientras algunos lo elevan á un número fabuloso, otros le hacen descender á unos veinte mil hombres; para que se vea hasta donde se ha llevado esta exageracion, en El Moro Espósito, del ilustrado señor duque de Rivas, y en uno de los romances se pone en boca de un campesino, una cancion popular que empieza así:

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Como hemos hecho constar en el capítulo anterior, es la opinion general y mas autorizada, que la solemne proclamacion como rey de D. Pelayo, tuvo lugar á continuacion del memorable triunfo de Covadonga; y nada mas natural que este acto de recompensa de parte de aquellas gentes, hácia el valeroso caudillo que les habia conducido á la victoria, en el primer sitio en que pudo hacer alto el ejército vencedor. A la salida de la célebre cueva hay un campo llamado todavía de Repelayo (síncope sin duda del rey Pelayo), donde es fama tradicional que se hizo la proclamacion, levantándole sobre el pavés.

Las nuevas de la memorable victoria de Covadonga llegaron á Gijon, y Munuza, juzgándose impotente para resistir el impetu de D. Pelayo y su ejército, cuyas filas engrosaban diariamente miles de fugitivos, animados por el heróico y reciente suceso, abandonó la plaza con ánimo de pasar á la España oriental: corriendo algunas leguas, penetró en las montañas; pero algunos asturianos le siguieron, y en el valle llamado de Olalles, se dió la batalla, en la que los cristianos despues de invocar el venerando nombre de Santa Eulalia, dieron al traste de tal modo con los moros, que su ejército fué completamente deshecho y

siegan, hienden y destrozan.
concediendo asi la Virgen
al gran Pelayo victoria.

Las historias árabes refieren tambien el suceso con asombro. no disimulan haber sido horrible la matanza, y hacen justicia al valor y à la audacia de Belay el Rumi (Pelayo el Romano) como ellas le nombran. (Sabido es que los árabes llamaban romano á todo aquel que no fuese árabe ó acaso godo puro. Tambien significaba el cristiano el estranjero.

Dice tambien la tradicion que un ermitaño que llevaba vida ejemplar en la famosa cueva de Santa Maria, poco despues Covadonga, puso en manos del valiente caudillo una cruz de roble diciéndole:-«hé aquí la señal de la victoria.» Así cuenta la tradicion el origen de la cruz de la victoria, que hoy se encuentra en la catedral de Oviedo, añadiendo tambien que en el dia de la batalla apareció en los aires una cruz de fuego de igual forma que la del ermitaño y rodeada de sus palabras.

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derrotado, siendo grandísima la matanza. (1) D. Pelayo, que solícito acudia en busca del enemigo, únicamente acertó á llegar para ser testigo del triunfo, con lo cual despues de prometer la ereccion en aquel lugar de un solemne monasterio á Santa Eulalia, continuó su marcha para Gijon, donde hizo su entrada, en medio de las mayores aclamaciones y los gritos de entusiasmo de un pueblo, que habia gemido largos meses suspirando por su religion y libertad. (2)

Poco pernoctó D. Pelayo en Gijon, que aspirando á estender los límites de la reconquista, derrotó en breve á los árabes que ocupaban la comarca de Cangas, en cuya pequeña villa fijó por algun tiempo su córte: quedó con esto todo el territorio de Asturias comprendido entre los montes y el mar libre de soldados sarracenos.

O no conocieron los árabes, dice D. Modesto Lafuente, toda la importancia de su desastre en Asturias, ó entretenidos á la otra parte de los Pirineos en la empresa de apo

(1) Algunos autores antiguos suponen que Munuza pereció en Olalles, siguiendo el cronicon albendense, donde dice Postremoque Munuza interficitur, y al obispo D. Sebastian que se espresa en el mismo sentido. Pero aunque adoptaron su opinion todos nuestros historiadores de los siglos XVI, XVII y XVIII, se halla hoy fuera de toda duda que Munuza sobrevivió å la derrota de Olalles. Los escritos de los árabes nos le presentan despues como caudillo haciendo la guerra en las Galias, y allí ciegamente apasionado de la hija de Eudon duque de Aquitania, sospechoso á los suyos por sus estrechas relaciones con los cristianos, y alcanzado y muerto al fin por orden del Califa. Pueden consultarse en comprobacion de estos asertos á Viardot, Doci y Circour, así como tambien á los ⚫ cronistas franceses que trataron de la guerra de Aquitania y de la Septimania.

Debemos esta nota á nuestro distinguido amigo el Sr. Caveda.

(2) La dominacion de los árabes en Gijon con ser tan breve, no ha dejado señales materiales de su paso por la misma; la tradicion sin embargo la ha perpetuado hasta nuestros dias, y dos de sus calles llevan respectivamente los nombres de Munuza y de los Moros.

Carballo, Antigüedades de Asturias.-Mariana, Historia de España.-Lafuente, Historia general de España.

derarse de la Septimania gótica descuidaron reparar el contratiempo de Covadonga, ó no tuvieron tropas que destinar à ello. Es lo cierto que una paz que parecia providencial proporcionó á Pelayo tiempo y quietud para organizar su pequeño Estado. No nos hablan las historias de nuevas batallas, que tuviera que dar D. Pelayo. No hostilizado por los enemigos, fué por su parte muy prudente en no aventurarse á escursiones que hubieran podido ser peligrosas; y contento con haber formado el núcleo de la monarquia, dedicado á consolidarla y robustecerla, reinó diez y nueve años, al cabo de los cuales murió pacíficamente en Cangas (737 de J. C.) Los restos mortales del ilustre restaurador de la independencia española, fueron sepultados en Santa Eulalia de Abamia (antes Velamia) á una legua de Covadonga, juntos con los de su mujer Gaudosia. (1)

(1) Fueron trasladadas mas tarde las cenizas del ilustre don Pelayo, junto con las de su mujer la reina Gaudosia, á la misma cueva de Covadonga: la tumba del héroe no se describe: una gruta, un arco ojivo, casi hundido en la tierra, algunos ligeros labores acusando recuerdos bizantinos, tosca reja cubriendo esta entrada. y una mala y moderna inscripcion sobre ella: ¡hé aquí la tumba de Pelayo!...

CAPITULO VII.

Favila. Alfonso el Católico.-Fruela, fundador de Oviedo.—Aurelio.-Silo.-Mauregato y el tributo de las cien doncellas.—Veremundo.-Alfonso el Casto, sus victorias, sus virtudes, su proteccion á las ciencias y artes; fundaciones en su reinado.-Ramiro.-Ordoño. -Reinado de D. Alfonso III el Magno. - Sus victorias.- Concilios.-Espléndidas donaciones.- Fundaciones de templos y basílicas.-Rebeliones vencidas.-Castillos y fortalezas.-Rebelion de sus hijos.-Abdicacion.-D. Alfonso vence á los moros como lugarteniente de sus hijos.-Su muerte.Breve é infructuoso reinado de D. Fruela II.

Sucedió en el trono á D. Pelayo, su hijo Favila, que en estremo aficionado por la caza, murió en estéril cacería, víctima de su pasion favorita, despedazado por un oso.

Fué entonces elegido rey Alfonso, yerno de Pelayo, como marido de su hija Hermesinda: los dias de su reinado fueron una continuada série de victorias que alcanzó sobre los sarracenos. Lugo, Tuy, Braga, Oporto, Chaves, Viseo, Ledesma, Salamanca, Zamora, Astorga, Leon, Los Campos Góticos, Amaya, Saldaña, Simancas. Avila, Segovia, Sepúlveda, Osuna, Clunia, Oca y Miranda, proclamarán siempre, solo con citarlas, los repetidos triunfos de Alfonso el Católico; este previsor monarca para asegurar el fruto de sus conquistas, fundó muchas fortalezas en los límites

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