que su vida peligra, busca refugio detrás de cualquier peñasco ó punta que le brinda alguna seguridad, si la mar le ha cerrado los pocos y malos puertos de su costa, y hace valedero aquel refran tan vulgar de que en tiempo de borrasca cualquier agujero es puerto. Pero esto pueden hacerlo solamente los hijos del pais que conocen los accidentes de la costa y navegan por ella con buques apropiados; mas de ninguna manera los forasteros poco prácticos, los cuales se conforman mas bien en sufrir toda suerte de incomodidades en la mar, que abordar los peligros de la tierra.
Bajo este punto de vista, es, pues, indispensable idear puertos de refugio capaces y abordables en todas las circunstancias posibles, para que puedan abrigarse en ellos los buques nacionales y estranjeros que transiten por nuestra costa septentrional.
Difícil, muy difícil es por cierto elegir localidades para tamaña empresa, cuando la naturaleza se presta tan poco; pero la necesidad apremia de dia en dia, y es preciso decidirse á escojer de entre tanto malo lo mejor. Yo creo que la eleccion de V. tocante à la costa de Asturias, es buena, por cuanto la ensenada de Torres reune condiciones nas ventajosas que la del Peon y mucho mayores que las de Artedo y Lastres. Ya en el siglo pasado se ideó un puerto en aquel sitio.
Por lo general los mismos navegantes indican á los ingenieros los sitios mas adecuados para la construccion de puertos artificiales, con la eleccion que hacen de puntos de arribada. Desde tiempo inmemorial se guarecen embarcaciones en la ensenada de Torres con vientos del tercero al cuarto cuadrante, y dudo mucho que lo hayan verificado nunca en la del Peon, à no ser que haya sido algun buque del pais. El navegante estraño, que se encuentre sobre el cabo de Peñas forzado á arribar con N. O. duro y no tenga mas documento de consulta que la carta de la costa de Asturias, á buen seguro que irá flechado á la ensenada de Torres, porque en ella verá ma
yor espacio y seno que en Luanco, y un ancla estampada como signo de fondeadero.
Si en la ensenada de Torres fondean navios y fraga- tas, y permanecen abrigados de los vientos de la parte del O., claro es que el abrigo existe y que mejorará con las obras. ¿Qué condiciones tiene malas la ensenada? las de estar espuesta á un contraste del N. 6 N. E.? Pues le- vántese un muro contra estos vientos y el puerto que- dará hecho.
Veo las sutilezas que emplean los firmantes de la re- futacion, escatimando condiciones hidrográficas á la en- senada de Torres, y regateando cuartas de viento en fa- vor de la rada de Luanco. Cuando los buques corren tem- porales en busca de puertos de refugio, no se paran en cuartas, porque sus guiñadas cojen a veces vientos en- teros. Allí donde se les ponga un verdadero abrigo, allí acudirán sorteando el tiempo como puedan. ¡Cuantas veces corre el navegante en busca de un puerto confiado en la estabilidad del viento que impele su nave, y al lle- gar á la boca del suspirado abrigo se encuentra con el viento de adentro! Hágase pues, el puerto; provéase su boca y cercanías de boyas de amarra y de espía; ténganse pode- rosas lánchas de auxilio para casos dados, y de seguro que allí acudirán las naves en busca de salvacion.
Cuando los navegantes arriban, es que ya no pueden estar en la mar. Los buques mercantes evitan las arriba- das á causa de las penalidades y sacrificios pecunarios que les ocasionar, y solamente cuando el cansancio, las averías ú otros accidentes les precisan á ello lo verifican, no siempre al mejor puerto, sino al mas inmediato por no perder tanto barlovento. Y cuando el navegante se decide à arribar, se deja correr con la esperanza de que ha de encontrar eficaz auxilio en el puerto elejido, sin ocuparse mucho de una ó dos cuartas de viento mas ó menos largas, porque sabe que este elemento es muy fa- laz y que sobre la costa está sujeto á variaciones oca- sionadas por los accidentes del terreno.
Además ¿qué puerto natural ó artificial está exento de
inconvenientes? ¿qué puerto cerrado hay en el mundo que pueda tomarse á la vela con todos los vientos? estoy por decir que ninguno l'ara estar bien abrigado un puerto, ha de tener la boca estrecha, y por consiguiente, habrá dificultad en acometerlo con determinados vientos. Lo que importa es que esté al abrigo de los mayores tempo- rales de la costa sobre que se proyecta, y en este caso se halla la ensenada de Torres.
Veo con gusto, que al elegir V. este sitio ha tenido en cuenta, además de las condiciones hidrogáficas. que de- ben ser siempre preferidas, las comerciales. Mientras pue- dan levantarse los puertos de refugio en los mismos cen- tros de comercio y en donde haya mayor suma de inte- reses creados, allí deben construirse, por la posibilidad de convertirlos, además, en puertos mercantiles: de no ser posible esto, conviene alejarse lo menos que se pueda. En los centros comerciales es en donde los buques en- cuentran mayores auxilios y recursos de toda especie. En este caso se halla la ensenada que cobija el cabo de Tor- res, y por consiguiente, la eleccion es acertada en mi con- cepto.
Recuerdo muy bien el pequeño seno que forma la cos- ta al S. del Peon de Luanco, en donde el S. Schulz pro- yectó un puerto de refugio. La naturaleza ha negado á aquel sitio las condiciones de espacio y braceage que ha prodigado á la ensenada de Torres, y por consiguiente no puede mediar competencia entre ambas localidades. Ade- más, se halla muy próximo al cabo de Peñas, y la ac- cion de la mar y del viento N. O. se ha de sentir mas en aquel sitio que á redoso del cabo de Torres.
Los firmantes de Luanco se apoyan tambien, para su defensa, en la descripcion que hago de la concha de Gijon. En este seno hay verdaderamente muchos peligros pero estos, como digo en la misma, se hallan cerca del puerto de Gijon y no en la rada de Torres, que es donde fondean los Luques grandes que no pueden entrar en el actual puerto, y en cuyo sitio hay tenedero firme y buen espacio.
Impugnan los mismos firmantes el gran coste que ten- drá el puerto en cuestion. Acaso pueden llevarse á cabo con poco gasto las obras hidráulicas de esta especie? Mas de treinta y cinco millones costará una de las fra- gatas blindadas que se construyen en el estranjero, y sin embargo, ¡que diferencia tan notable para la huma- nidad entre los resultados de una y otra construccion! La una es el símbolo de la paz y de la prosperidad; la otra lo es de la guerra y del esterminio: la una está llamada á producir pingües rentas al Estado; la otra trae consi- go enormes gastos de conservacion y entretenimiento. Nada digo del caudal que saldrá de España para aquella construccion, ni de la cuestionable utilidad de los buques acorazados. Voy á concluir; pero antes me permitirá le diga con franqueza, que no se prometa V edificar un puerto en la costa de Asturias exento de alguna resaca, durante los temporales del N. O. al N. E. por el N. La mar del N. O.; esa embravecida marejada que los nave- gantes asturianos llaman mar de centro, y cuyas montuo- sas olas se levantan á mas de 60 piès de altura, segun tuvo ocasion de observar el capitan Fitz-Roy, hoy almi- rante de la marina real británica; esas enormes olas que recorren toda la costa de Cantabria y visitan los mas ocultos rincones, se introducirán tambien, aunque en pe- queña escala, dentro del puerto artificial. Pero ¿qué im- porta una pequeña resaca dentro de un puerto abrigado de los vientos de travesía? Háganse en este caso diques cerrados para los meticulosos y para las operaciones que exijan tranquilidad, y el gobierno que lleve á cabo este proyecto merecerá elogios de toda la clase nauta. Interesa por consiguiente, á la humanidad en general y al comer- cio en particular, que se levanten puertos de refugio sobre nuestro litoral, empezando por las costas mas necesitadas, ya que no sea posible construirlos todos á la vez.
Aprovecho de esta oportunidad para ofrecer me de usted s umas afectísimo servidor. Q. B. S. M.-PEDRO RIUDAVETS.
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