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yarlas. (1) Continuó vinculado el título en esta ilustre familia, y en tiempo de Alfonso XI era conde de Gijon, el famoso prócer D. Rodrigo Alvarez de las Asturias, rico hombre de Castilla, señor de Noreña, Gijon, Avilés, Trastamara y otras villas; adelantado mayor de Leon y Asturias; señor del muy antiguo solar de los Alvarez, descendientes de los infantes D. Ordoño el Ciego y doña Cristina.

Era D. Rodrigo ayo de D. Enrique, hijo bastardo del rey D. Alfonso XI y de doña Leonor de Guzman; profesábale tal cariño, que viéndose privado de sucesion, le traspasó á su muerte su rica herencia; traspaso ilegal, que fué gérmen de grandes males para Asturias y el reino, al paso que constituye el período mas interesante de la historia de Gijon.

(1) El fuero de Gijon no pudo ser concesion de D. Alfonso el Casto. Ningun documento se conoce de esta clase anterior al de Leon del año 1020. En las épocas anteriores no se habian formado todavia las municipalidades tal cual despues se conocieron y como se organizaron para dar nueva vida á los pueblos y una consistencia mas firme y mayores recursos al Estado.

Observaciones de D. José Caveda.

LIBRO SEGUNDO.

Desde el reinado de D. Pedro I hasta el de los Reyes Católicos D. Fernando y doña Isabel.

CAPITULO I.

Don Pedro I de Castilla.-Matrimonio del infante D. Enrique, eonde de Gijon y Trastamara.-Se vé obligado á huir por caminos estraviados con ánimo de refugiarse en Gijon.-Aventura del puente de Orbigo.-D. Enrique en Miranda.-Los escuderos de Îas Regueras.-D. Enrique trata de entrar en Oviedo.-D. Enrique y Diego el Valiente.-D. Enrique en Gijon.-Se alza contra el rey.

No vamos á bosquejar las tumultuosas escenas del borrascoso reinado de D. Pedro I de Castilla; de ese rey que ha merecido á unos el dictado de Cruel, á otros el de Justiciero; abandonando los sucesos que son de competencia de las historias generales de la nacion, nos ceñiremos á aquellos que tuvieron en Asturias y Gijon su asiento, que jugaron en aquellas agitadas contiendas un papel muy principal.

A poco de morir D. Alonso el del Salado, y apenas hubo ocupado el sólio castellano su hijo D. Pedro, dictó como una de sus primeras providencías, la prision de doña Leonor de Guzman, favorita de aquel monarca y madre de los

infantes hermanos bastardos del rey: encontrábase esta señora en la cárcel real de Sevilla, teniendo en su compañía á la esposa de D. Enrique, cuyo matrimonio aun no consumado con doña Juana Manuel de la Cerda, hija de don Juan Manuel y nieta del infante D. Manuel, era ignorado hasta de su propia familia: llegó á noticia de doña Leonor que D. Fernando, señor de Villena y hermano de doña Juana, andaba en tratos á fin de casarla con el rey; secretamente trasmitió esta novedad á D. Enrique, quien conociendo la impetuosidad é irascibilidad del carácter de don Pedro, y conceptuándose inseguro en Sevilla, efectuó á toda prisa el matrimonio, partiendo de la córte con su esposa, y encaminándose, seguido por Pedro Carrillo, y otros caballeros, por veredas y sendas estraviadas, hasta Asturias, donde pensaba encontrar un refugio en su fuerte villa de Gijon.

No faltaron en el trascurso del viaje episodios y peligros, tan frecuentes en aquella época aventurera y caballeresca: relatemos algunos de los mas principales: pasaba D. Enrique con su esposa por el puente de Orbigo, iban enmascarados, costumbre frecuente en aquellos tiempos, y los hombres de armas que guardaban el puente, les pidieron que se descubrieran el rostro; desobedecieron los fugitivos esta órden, arrimando las espuelas á sus corceles, que tomarou furiosa carrera; entonces los guardianes soltaron varios perros de presa en su seguimiento, y como la esposa de D. Enrique no corriera tanto como los demás, la iban dando alcance y aun hubiera sido presa de sus garras, si un escudero asturiano de la comitiva llamado Martin Nora, apeándose del caballo no acudiese á socorrerla, matando á uno de los perros con un venablo é hiriendo á otro: llegaron en tanto los guardas, y á todos hizo frente el valiente Martin que sucumbió en la pelea, herido por una saeta, despues de haber dejado tendidos en el campo á dos de sus contrarios. Mientras, pudo huir D. Enrique con su esposa y Pedro Carrillo, salvándose de este peligro, por el gran esfuerzo y lealtad de aquel noble asturiano, que allí quedó muerto, y al que D. Enrique recompensé liberalmente

prodigándole muchas mercedes en las personas de sus hijos.

Continuó su viaje D. Enrique y entró por Somiedo, recibiéndole en sus casas los valientes caballeros Gonzalo Pelaez y Pelayo Florez, con las mayores muestras de adhesion y lealtad, ofreciéndose á escoltarle con muchos montañeses armados, por si hallaba mal recibimiento en algunos nobles del país; prevision tan acertada que aquel mismo dia el de Gijon y Trastamara, hubiera sido apresado en el valle de Miranda por Diego Fernandez, á no venir con tan buena guarda.

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A la noche siguiente, acabadas las oraciones de costumbre en la casa del honrado escudero Rodrigo Alfonso de Escamplero, se aderezaba la luenga mesa donde tenia costumbre de cenar con todos los peregrinos que por devocion hospedaba, por lo que esta casa era llamada el hospital, cuando el ladrido de su lebrel y sendos golpes dados á la puerta, anunciaron un nuevo huesped.

Gustoso Rodrigo de ejercer su ardiente caridad, se adelantó á recibirle, y se halló con varios caballeros á quienes la oscuridad de la noche habia estraviado, y que pedian hospedaje, no tanto para ellos cuanto para una bella jóven que acompañaban, y que al parecer estaba próxima á sucumbir á la fatiga y la tristeza. «Mi casa es vuestra,» dijo Rodrigo. Uno de los recien llegados le respondió con noble franqueza: «Buen escudero: antes de franquear vuestra puerta, saber á quien vais á dar asilo. Yo soy un proscripto; un enemigo del rey. ¡De Pedro el Cruel! de esa fiera coronada, que inunda en sangre á Castilla. »-«Miradme desde hoy como amigo y como hermano. Mi casa es vuestra, os repito. El viajero abrazó con lágrimas al buen Rodrigo.. Al dia siguiente partió D. Enrique de Escamplero con su escolta, acrecentada con el mismo Rodrigo Alfonso y siete deudos suyos, (1) que armados de lanzas y escudos marchaban á pié delante del futuro rey de Castilla.

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(1) Llamábanse Sebastian Alfonso de Tamargo, Marino Perez, Pedro Marines, Diego de Andallon, Juan Rodriguez de Balsera y

Quiso D. Enrique entonces posesionarse de la ciudad de Oviedo, cuyo gobierno tenia Diego Gonzalez de Oviedo; este le ofreció las torres para aposentarse en ellas, mas el conde de Gijon, tuvo secreto aviso comunicado por sus parciales, que el gobernador quería cojerle dentro con su gente y tenerles en su poder en calidad de prisioneros, hasta dar cuenta al rey para que resolviera sobre sus personas. Habia además otros motivos para desconfiar de los buenos servicios de Gonzalez de Oviedo; era este hijo de Gonzalo Martinez de Oviedo, maestre de Alcántara, que fué muerto por órden de Alfonso XI, inspirada por sugestiones de doña Leonor de Guzman. De aquí que el hijo guardára un profundo ódio á esta señora y á los infantes bastardos, ansiando un momento en que saciar la venganza que meditaba por la inícua muerte dada á su padre.

Así que sin penetrar en Oviedo, continuaron su camino los fugitivos, llegando en breve tiempo al pié de la fortísima y altiva torre de San Cucado (1) que habitaba Diego Menendez de Valdés, el Valiente. Deseaba D. Enrique procurarse la amistad de este famoso adalid, y le envió á Rodrigo Alfonso de Escamplero, para anunciarle su llegada y sus designios: mas Diego de Valdés, no tan solo contestó desabridamente, no queria tratos con traidores, y que su rey solo seria D. Pedro, sino que dispuso sus hombres de armas para hostilizar á los de Ď. Enrique. (2)

Rodrigo su hermano. Estos son los llamados Escuderos de las Regueras, los que así como Alfonso de Escamplero fueron recompensados largamente por su lealtad por los reyes de la dinastía de Trastamara, como consta de un privilegio que hace poco se conservaba en la misma casa de los Álfonsos de Escamplero, donde se hospedó D. Enrique.

Caunedo.-Viaje por Asturias.

(1) Contraccion de San Cucufato, titular de la parroquia donde está situada, en el concejo de Llanera.

(2) Apenas muerto D. Pedro, el adelantado de Asturias Pedro Suarez Quiñones y el de Galicia Pero Ruiz Sarmiento, persiguieron encarnizadamente á los que se mostráran contrarios á D. En

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