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de la intencion aviesa que hácia él abrigaba su enemigo D. Juan Alfonso de Alburquerque, gran privado del rey, Hevó consigo de Asturias para su guarda seiscientos ginetes y quinientos infantes, todos hidalgos, buen número de ellos de Gijon: sabido esto por Alburquerque, dió noticia al rey, pintándoselo como desacato á su persona: enojado D. Pedro salió de Valladolid con mucha gente, con el ánimo de prender á D. Enrique y á su hermano D. Tello. Teniendo aviso el conde de la idea con que el rey venia, envió á su encuentro al esforzado caballero Alvaro Carreño, armado de todas armas, quien despues de hallarle y solicitado su permiso, le dijo: «Poderoso señor: El conde D. Enrique besa vuestras reales manos y, os hace saber, que viene á vuestras bodas, con su hermano D. Tello, acompañados de su gente, no para intentar cosa que no sea de vuestro servicio, antes por mayor celebridad de vuestras reales bodas; y porque se recelan que D. Juan Alfonso, señor de Alburquerque, confiado en la gran privanza, y mucha mano que con vos tiene, les podria hacer alguna afrenta, cogiéndolos descuidados, por ser su mortal enemigo; mas que asegurándoles de esto vuestra alteza, debajo de su fé y palabra, están aparejados para cumplir todo lo que se les mandare, sin mengua de su honor; y si algun caballero dijere, que D. Enrique mi señor viene con intencion de hacer alguna cosa contra vuestro servicio, yo digo de mi parte, que desde luego me presento aparejado para defender cuerpo á cuerpo lo contrario, y ponerles la mano sobre el cuello, rasgo heróico de valor y lealtad, que pinta por sí solo el noble carácter de este ilustre asturiano, al atreverse á pronunciar semejantes palabras en un círculo de enemigos, comandado por un rey como D. Pedro.

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Causa, sin embargo, el valor temerario, un efecto difícil de esplicar, que subyuga y domina al contrario: así fué que el rey, que en otra circunstancia hubiera hecho despedazar al osado caballero, se contentó con replicar á Carreño desabridamente; que dijese á D. Enrique despidiera al punto su escolta y se acercara á saludar su real persona.Viendo el conde la seca respuesta del rey, la escasa seguri

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dad que se podia tener en su clemencia y que poco a poco se le iba rodeando á fin de cerrarle todas las salidas, ordenó su escuadron en armas, dispuesto á oponer la mas desesperada resistencia, y así aguardó á D. Pedro; este viendo la determinacion de su hermano, le dió su fé y real palabra, de que no se le seguiria ningun daño, ni se le haria agravio, con tal que despidiese parte de su escolta, y quedara de entregarle algunos de los castillos y fortalezas que tenia en Asturias, y que mientras se hacía cargo en calidad de rehenes, de algunos de sus caballeros; así se pactó, y fueron estos Pedro Alvarez Osorio, Pedro Carrillo, Pedro Ruiz de Villegas, Fernando Alvarez de Nava y el jóven Garcilaso de la Vega. (1) Con esto terminaron otra vez las disensiones entre los dos hermanos, asistiendo D. Enrique y los gijoneses y asturianos de su mermada escolta, á las fiestas con que se celebraron en Valladolid las bodas del rey.

Como siempre eran brevísimas estas reconciliaciones, que el carácter irascible y severo de D. Pedro, junto con el aborrecimiento que al dia siguiente de su casamiento, comenzó á abrigar contra su esposa doña Blanca de Borbon, á quien trataba inhumanamente á causa de sus amores con doña María de Padilla, levantó en los pueblos un espíritu general de descontento: infiltrándose en él don Enrique y sus hermanos, otra vez en pugna abierta con el monarca, engrosadas ya sus filas con multitud de nobles castellanos, antes servidores de D. Pedro, se intentó por última vez una reconciliacion, y despues de muchas vueltas y rodeos, se nombraron para tratar de paces cincuenta caballeros por parte del rey, otros tantos por la de D. Enrique, y de los grandes que defendian la causa de la reina; entre estos cincuenta caballeros, nombran las crónicas á Gonzalo Bernaldo de Quirós, Fernando Alvarez de Nava, Fernan García Duque, Juan Martinez de Huergo

(1) Crónica del rey D. Pedro, por Pero Lopez de Ayala.-Carballo, Antigüedades de Asturias.

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y Alvar Perez Morán. Algunas veces se reunieron en TejadiIlo, con los mejores deseos en favor de la pacificacion completa del reino, pero la tenacidad cada dia mayor del monarca, su saña creciente contra los mas ilustres varones, hizo inútiles tan laudables esfuerzos; desesperados los pueblos, ardiendo en ira sus habitantes, se apeló al único derecho posible ya; al de la fuerza; eligieron un caudillo y este fué el conde de Gijon.

Puesto D. Enrique al frente de los numerosos descontentos, tuvo en varios años con las tropas reales, diversas refriegas y encuentros, en los que salió ora vencido, ya vencedor; por último provoca á su mortal enemigo á campal batalla, y es completamente deshecho y derrotado el ejército real, huyendo D. Pedro á uña de caballo; de seguida corre el vencedor D. Enrique hácia el corazon del reino, y es proclamado en Búrgos, rey de Castilla; no se pacifica por eso tan desventurado país; arde la guerra civil en toda su estension, y D. Pedro aprovechándose de esta circunstancia, y de la amistad del príncipe Eduardo de Inglaterra, que le auxilia con su ejército, torna á España, y en la célebre batalla de Nájera despoja á su rival: ahora es D. Enrique el fugitivo; se guarece en Francia, toma á sueldo las célebres compañíus blancas, que manda_Beltran Duguesclin, y pasando la frontera, entra en España con su ejército, que diariamente engrosan miles de fugitivos, y así reforzado llega con el intérvalo de varios combates, á los campos de Montiel, donde dió muerte á su hermano D. Pedro, quedando así terminadas tan largas como borrascosas contiendas. (1)

En Asturias, como en todo el reino, luchan los bandos encarnizadamente; Gijon y su comarca sostienen á D. Enrique, el resto del país á D. Pedro: mas esto, capítulo aparte requiere, y a él llevamos á nuestros lectores.

(1) Crónica del rey D. Pedro, por Pero Lopez de Ayala.-Trelles, Asturias ilustrada.-Carballo, Antigüedades de Asturias.— Lafuente, Historia general de España.

CAPITULO IV.

Bandos en Asturias.-Gijon por D. Enrique.-Notable confederacion y hermandad de nobles asturianos á favor del rey D. Pedro. -Se recibe en Gijon la noticia de la subida al trono de su conde. -Recrudescencia de la guerra civil.-Concordia de Oviedo.Combate de Colloto.-Se decide el triunfo á favor de D. Enrique, por la oportuna llegada de refuerzos de Gijon.-Pacificacion del país.-El rey cede los condados de Gijon y Noreña á su hijo baştardo D. Alfonso.

Desde la salida del conde de su villa de Gijon, á la que jamás le fué dable volver, por las vicisitudes de una vida constantemente guerrera y llena de peligros, quedó encomendada su defensa al ilustre caballero Diego de Ordás, quien sostuvo siempre enhiestos y levantados con la ayuda leal de los gijoneses, los estandartes de D. Enrique: era Gijon el centro de su partido en Asturias, y de donde sus parciales, que ya hemos enumerado en el capítulo anterior, recibian toda clase de auxilios y subsistencias; fuertes estos y no menos numerosos sus contrarios, hacíanse fiera y cruda guerra: por último, en vista de los repetidos triunfos del conde de Gijon y Trastamara, y abrigando en su pecho la mas leal adhesion al rey D. Pedro, los señores de Valdés organizaron una confederacion en contra de D. Enrique,

cuyo manifiesto ó proclama vamos á reproducir íntegro, apesar de que su autenticidad no se encuentra acreditada, por ser sumamente curiosa y darnos alguna luz respecto á. fas costumbres de la época.

Hermandad, Ayuntamiento, confederacion é jura, que nos los muy leales, é nobles caballeros, é diputados de las villas é logares, é merindades, é tercios, é josticias, é castellanías, é casas fuertes, facemos en pró de nosa ley, é en defensa de noso Rey, é natural señor D. Pedro, é de nosa grey.»

En el nombre de Dios Padre, que es eterno poder, en el nombre de Dios Fijo, que es eterno saber, é en el nombre de Dios Espíritu Santo, que es eterno querer, tres personas diferentes, é un solo Dios verdadero, inacabable, todo poder, é Criador de todas las cosas que se ven, é que non se pueden ver, sin el qual toda creatura non es en sí creatura, é al qual todo home debe dar muncho acatamiento, é amor, é en el qual toda creatura debe creer, é aguardar el bien de su cuerpo, é bien paradero de su Anima cuando finare, é porque todos los homes leales, é fieles, é nobles, é christianos, somos obligados á poner nosas presonas é vasallos, é tierras, é señoríos, é á morrer en pró é defensa de nosa ley, é de noso Rey, é de nosa Patria, é grey, é por el bien de todos, é de nosa libertá, perende á todo su saber, é por nosa veluntá, é obrigacion, é buena fama, é fechos, é fieldá á noso señor, é buen Rey, é natural señor D. Pedro, que munchos, é prósperos, é muy compridos años viva, é reyne: Nos Diego Menendez de Valdés, é Joan Menendez de Valdés, é Pedro Menendez de Valdés, fijos del señor Martin Fernandez de Valdés, é de Doña María de Oviedo, vasallos de su Alteza, é caballeros de la casa del Rey, ayuntados en un ser, é querer con las villas, é logares, é tercios, é merindades, é josticias, é castellanías, é casas fuertes de Llanera, é Llanes, é Onís, é Colunga, é Cabranes, é Cabrales, Ponga, Ayer, Lena, Grado, Salas, Valdés, Carreño, Gauzon, Amieba, Babia, la Ciana, el Alfoz, Arcon, la Forcada, San Joan, Castro-Brabo, Sebares, Quirós, Prendes, Coyanca, San Pedro, y Serino, é nos en

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